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Año 13 · Número 126 · Agosto de 2018, ISSN 1851-5851 - Una publicación de www.elhistoriador.com.ar, dirigida por Felipe Pigna

 

Índice​

 
 
Efemérides
Noticias
Cartelera
Libros
 
art1

Primera carta de Cristóbal Colón anunciando el descubrimiento

El 3 de agosto de 1492, el almirante Cristóbal Colón zarpó con las tres carabelas del puerto de Palos...

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art2

La construcción del Muro de Berlín

El 13 de agosto de 1961 comenzó a levantarse el Muro de Berlín. Compartimos aquí un artículo sobre el inicio de la construcción de aquella

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art3

José de San Martín en Cádiz, por José de España

El 29 de mayo de 1808 el pueblo de Cádiz se alzó contra las autoridades españolas, rodeó a la sede de gobierno y asesinó al general Francisco Solano...

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art4

Sacco y Vanzetti, por Howard Zinn

Hoy recordamos con este texto de Howard Zinn a los anarquistas Sacco y Vanzetti, que el 23 de agosto de 1927 fueron injustamente declarados culpables de asesinato y condenados a la silla eléctrica.

 

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La Gaceta histórica

En esta nueva edición de nuestra Gaceta histórica recordamos el día que Cristóbal Colón zarpó desde España con una carta que el marino genovés envió al financista Luis de Santángel. En ella Colón se refería así a la generosidad de los habitantes de las tierras en que había desembarcado: “En todas estas islas me parece que todos los hombres sean contentos con una mujer, y a su mayoral o rey dan hasta veinte. Las mujeres me parece que trabajan más que los hombres. Ni he podido entender si tienen bienes propios; que me pareció ver que aquello que uno tenía todos hacían parte, en especial de las cosas comederas”.

Compartimos también un artículo sobre el levantamiento del Muro de Berlín al cumplirse este 13 de agosto un nuevo aniversario del comienzo de su construcción en el año 1961, y recordamos además un dramático episodio que quedó hondamente marcado en la memoria de José de San Martín: el momento en que el pueblo gaditano se alzó contra las autoridades españolas, rodeó a la sede de gobierno y asesinó al general Francisco Solano, capitán general de Andalucía. San Martín, que estaba a cargo de la guardia del palacio donde se alojaba Solano, fue también atacado por un grupo de exaltados, pero sacó a relucir su coraje ahuyentando a varios e hiriendo a otros, hasta que pudo encontrar refugio y salvar su vida.

Como siempre encontrarán también en esta Gaceta las noticias históricas, los lanzamientos de libros y las efemérides destacadas del mes.

¡Que la disfruten!

Felipe Pigna

 
 
 
 

Efemérides

 

1º de agosto de 1776
Carlos III, rey de España, crea el Virreinato del Río de la Plata.

3 de agosto de 1492
El almirante Cristóbal Colón zarpa con las tres carabelas de España, Pocos meses después, sin saberlo, se toparía con un nuevo continente, América.

4 de agosto de 1976 
Monseñor Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, aparece muerto en la ruta 38 de esa provincia. La Dictadura y el Episcopado sostuvieron la hipótesis de un accidente, pero en 2014, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de La Rioja determinó que se trató de un homicidio y condenó por ellos a Luciano Benjamín Menéndez y Luis Fernando Estrella a prisión perpetua y cárcel común.

6 de agosto de 1824
Las tropas patriotas –al mando de Simón Bolívar, Mariano Necochea y Manuel Isidro Suárez- vencieron a las realistas en la batalla de Junín.

6 de agosto de 1945
Bombarderos estadounidenses lanzan sobre la ciudad japonesa de Hiroshima la primera bomba atómica.

9 de agosto de 1945
Estados Unidos lanza una segunda bomba atómica que destruye Nagasaki, en Japón.

12 de agosto de 1806
Día de la reconquista de Buenos Aires. Los ingleses se rinden tras una encarnizada lucha por las calles de la ciudad.

15 de agosto de 1812
Se proclama en la Plaza Mayor de Madrid la Constitución promulgada por las Cortes de Cádiz.

16 de agosto de 1570
Mediante cédula real se establece la Inquisición en las Colonias de América.

17 de agosto de 1850
Muere en Boulogne-Sur-Mer, Francia, el general José de San Martín.

17 de agosto de 1961
El presidente estadounidense John Kennedy inaugura la Alianza para el Progreso.

18 de agosto de 1848
Camila O’Gorman y Uladislao Gutiérrez fueron fusilados en Santos Lugares por orden de Juan Manuel de Rosas.

22 de agosto de 1972
Tiene lugar “la masacre de Trelew”.

23 de agosto de 1812
El ejército patriota a las órdenes del general Manuel Belgrano se retira de Jujuy en dirección a Tucumán en lo que se conoce como el “éxodo jujeño”.

23 de agosto de 1812
El ejército patriota a las órdenes del general Manuel Belgrano se retira de Jujuy en dirección a Tucumán en lo que se conoce como el “éxodo jujeño”.

23 de agosto de 1927
Los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti son ejecutados en la silla eléctrica de la penitenciaría de Charleston, Massachussets, Estados Unidos. Fueron encontrados culpables de asesinato. Cincuenta años más tarde, Mitchell S. Dukakis, entonces gobernador de Massachussets, reconoció que eran inocentes y que fueron condenados por sus convicciones políticas.

23 de agosto de 1994
Se sanciona en Santa Fe la reforma de la Constitución Nacional.

24 de agosto de 1899
Nace en Buenos Aires Jorge Luis Borges..

26 de agosto de 1810
La Junta de Gobierno instalada en Buenos Aires ordena el fusilamiento de los contrarrevolucionarios  Santiago de Liniers, Juan Gutiérrez de la Concha, Santiago de Allende, Victorino Rodríguez y Joaquín Moreno.

 
 
 
 
 

Notas – Agosto

 

Esta sección está destinada al rescate de documentos históricos trascendentes tanto para la investigación histórica como para el estímulo de la reflexión presente. El material seleccionado –cartas, artículos, entrevistas– se encuentra en sintonía con algunas de las más destacadas efemérides del mes. 

 
 

Primera carta de Cristóbal Colón anunciando el descubrimiento

El 3 de agosto de 1492, el almirante Cristóbal Colón zarpó con las tres carabelas del puerto de Palos en Andalucía, España. Compartimos en esta Gaceta la primera carta que le envió a su financista, Luis de Santángel.

Fuente: http://aix1.uottawa.ca/~jmruano/colon.pdf

[Dirigida a Luis de Santángel, financista de Colón y Escribano de Ración (prestamista), la carta fue publicada en abril de 1493 y se convirtió en uno de los primeros “best sellers” en Europa. Al menos once ediciones salieron de las imprentas de Europa aquel año en España, Italia, Francia, Suiza y los Países Bajos.]

Señor, porque sé que habréis placer de la gran victoria que Nuestro Señor me ha dado en mi viaje, os escribo ésta, por la cual sabréis cómo en 33 días pasé de las islas de Canaria a las Indias con la armada que los ilustrísimos rey y reina nuestros señores me dieron, donde yo hallé muy muchas islas pobladas con gente sin número; y de ellas todas he tomado posesión por Sus Altezas con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho. A la primera que yo hallé puse nombre San Salvador a conmemoración de Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado; los Indios la llaman Guanahaní; a la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción; a la tercera Fernandina; a la cuarta la Isabela; a la quinta la isla Juana, y así a cada una nombre nuevo.

Cuando yo llegué a la Juana, seguí yo la costa de ella al poniente, y la fallé tan grande que pensé que sería tierra firme, la provincia de Catayo. Y como no hallé así villas y lugares en la costa de la mar, salvo pequeñas poblaciones, con la gente de las cuales no podía haber habla, porque luego huían todos, andaba yo adelante por el dicho camino, pensando de no errar grandes ciudades o villas; y, al cabo de muchas leguas, visto que no había innovación, y que la costa me llevaba al septentrión, de adonde mi voluntad era contraria, porque el invierno era ya encarnado, y yo tenía propósito de hacer de él al austro, y también el viento me dio adelante, determiné de no aguardar otro tiempo, y volví atrás hasta un señalado puerto, de adonde envié dos hombres por la tierra, para saber si había rey o grandes ciudades. Anduvieron tres jornadas, y hallaron infinitas poblaciones pequeñas y gente sin número, mas no cosa de regimiento; por lo cual se volvieron.

Yo entendía harto de otros Indios, que ya tenía tomados, cómo continuamente esta tierra era isla, y así seguí la costa de ella al oriente ciento y siete leguas hasta donde hacía fin. Del cual cabo vi otra isla al oriente, distante de ésta diez y ocho leguas, a la cual luego puse nombre la Española y fui allí, y seguí la parte del septentrión, así como de la Juana al oriente, 188 grandes leguas por línea recta; la cual y todas las otras son fertilísimas en demasiado grado, y ésta en extremo. En ella hay muchos puertos en la costa de la mar, sin Page 2 y montañas altísimas, sin comparación de la isla de Tenerife; todas hermosísimas, de mil hechuras, y todas andables, y llenas de árboles de mil maneras y altas, y parece que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la hoja, según lo puedo comprehender, que los vi tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España, y de ellos estaban floridos, de ellos con fruto, y de ellos en otro término, según es su calidad; y cantaba el ruiseñor y otros pajaricos de mil maneras en el mes de noviembre por allí donde yo andaba. Hay palmas de seis o ocho maneras, que es admiración verlas, por la deformidad hermosa de ellas, mas así como los otros árboles y frutos e hierbas. En ella hay pinares a maravilla y hay campiñas grandísimas, y hay miel, y de muchas maneras de aves, y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas de metales, y hay gente en estimable número. La Española es maravilla; las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas, y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para edificios de villas y lugares. Los puertos de la mar aquí no habría creencia sin vista, y de los ríos muchos y grandes, y buenas aguas, los más de los cuales traen oro. En los árboles y frutos e hierbas hay grandes diferencias de aquellas de la Juana. En ésta hay muchas especierías, y grandes minas de oro y do otros metales. La gente de esta isla y de todas las otras que he hallado y he habido noticia, andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres los paren, aunque algunas mujeres se cobijan un solo lugar con una hoja de hierba o una cofia de algodón que para ellos hacen. Ellos no tienen hierro, ni acero, ni armas, ni son para ello, no porque no sea gente bien dispuesta y de hermosa estatura, salvo que son muy temerosos a maravilla. No tienen otras armas salvo las armas de las cañas, cuando están con la simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo; y no osan usar de aquellas; que muchas veces me ha acaecido enviar a tierra dos o tres hombres a alguna villa, para haber habla, y salir a ellos de ellos sin número; y después que los veían llegar huían, a no aguardar padre a hijo; y esto no porque a ninguno se haya hecho mal, antes, a todo cabo adonde yo haya estado y podido haber fabla, les he dado de todo lo que tenía, así paño como otras cosas muchas, sin recibir por ello cosa alguna; mas son así temerosos sin remedio. Verdad es que, después que se aseguran y pierden este miedo, ellos son tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creería sino el que lo viese… (…)

 

 
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La construcción del Muro de Berlín

El 13 de agosto de 1961 comenzó a levantarse el Muro de Berlín. Compartimos aquí un artículo sobre el inicio de la construcción de aquella muralla de 50 kilómetros de largo y cuatro de alto que durante 28 años dividió a Berlín Occidental de la República Democrática Alemana (RDA).

Fuente: Diario Arriba, Nº 8.965 – II época – Madrid, martes 15 de agosto de 1961.

Gravísima situación entre las dos zonas de Berlín separadas en pocas horas por una barrera militar comunista – 110.000 soldados se concentran en la zona oriental, apoyados por los 400.000 hombres del mariscal Koniev – Los berlineses del Oeste y del Este hacen frente con serenidad y firmeza a las provocaciones.

Berlín.- A las tres y cuarto de la madrugada hay ya fuerte claridad diurna en Berlín, por la  situación geográfica de la antigua capital alemana. En esa luz de la mañana del domingo –una fecha que puede quedar grabada en la Historia-, mientras la ciudad permanecía aún silenciosa, preparándose los habitantes del sector occidental a la habitual excursión a los lagos, en los autobuses amarillos que parten de la estación del Zoo, otra movilización insólita comenzó a advertirse en el sector oriental. Apenas se había difundido el comunicado de los Gobiernos comunistas firmantes del Pacto de Varsovia, anunciando el cierre de la frontera entre ambas partes de la escindida ciudad, pudo verse un largo convoy de camiones militares verdes, cargados de soldados con uniforme del “Ejército Popular” y casco soviético, bajar por la amplia calzada de la Unter der Linden, pasar entre el edificio blanco de la Embajada soviética y el medio derruido hotel Adion, y atravesar el cordón de miembros de la “Vo-Po” o Policía militar, para estacionarse a unos cien metros de la Puerta de Brandesburgo. Las tropas iban dotadas con armas ligeras.

Medidas análogas fueron establecidas en otros puntos de Berlín. En la plaza de Postdam, foco de la rebelión del 17 de junio de 1953 y punto de convergencia de los cuatro sectores, fueron colocadas barreras de alambre de espino, reforzando así la línea de separación ya existente. Frente a los aduaneros y “schupos” occidentales, que habitualmente permanecen, dotados con gemelos, en las barandillas de la parte libre, junto al cartel luminoso donde se dan noticias a los habitantes orientales, aparecieron guardias comunistas, armados de fusiles, que se estacionaron en las esquinas y en lo alto de las ruinas que constituyen el decorado familiar de este cruce de la Friechistrasse y de la Strasemanstrasse, teniendo a sus espaldas las avenidas del Tiergarten.

Un dramático despertar
El despertar de los pacíficos berlineses occidentales fue dramático. Comenzaron a afluir noticias señalando movimientos de tropas y tanques tanto soviéticos como del Ejército alemán oriental. En el barrio de Neukolin, la Policía occidental señaló la presencia de cinco tanques en las proximidades de la frontera. Especialmente en los distritos del sector Oeste que tienen frontera con la zona soviética –que no debe confundirse con la frontera del sector- se advirtió la actividad de unidades militares orientales que abrían trincheras, tendían alambradas y ocupaban posiciones estratégicas. Las fuerzas eran más densas en las estaciones de la espesa red ferroviaria que rodea y en muchos casos atraviesa los sectores occidentales de la capital.

Las noticias fueron precisándose a medida que transcurrían las horas rodeado por tropas soviéticas, que eran las que realmente se encontraban tras las tropas y fuerzas de Policía de la Alemania oriental que cerraban todas las rutas de fuga de los fugitivos del “paraíso” comunista. Los que pudieron llegar a los sectores occiddentales y la Policía del Berlín Oeste informaron que columnas de tanques rusos y de las tropas de Ulbricht habían sido vistas en movimiento hacia las zonas fronterizas de Berlín. El conductor de un camión declaró que en su marcha hacia la capital había tenido que dejar paso a 30 tanques soviéticos en Wollic. Ante la Embajada soviética de la Unter der Landen, vigilada habitualmente sólo por centinelas de infantería, se señaló la presencia de diez carros blindados. El cielo del sector oriental estaba rasgado por las sirenas de los coches de Policía en incesante ronda a la caza de fugitivos, que se cruzaban con los interminables convoyes de tropas. Viajeros llegados de Hamburgo informaron que la autopista que constituye uno de los corredores terrestres hacia Berlín estaba vigilada por tanques y fuerzas de infantería orientales.

Los observadores de Berlín occidental calculan que el Gobierno de Pankow ha concentrado en el Berlín oriental la totalidad de sus tropas: 110.000 soldados, mezclados con unidades soviéticas, mientras el grueso de los hombres del Ejército soviético, mandado por el mariscal Koniev, controla el resto de la zona. Se considera, sin embargo, que toda la operación militar sobre Berlín está dirigida por Koniev, cuyas divisiones están situadas tras el cordón de las unidades orientales.

El comunicado alemán oriental
Este despliegue de fuerza fue aplicado momentos después de anunciar los países del Pacto de Varsovia que se había decidido establecer controles en torno a Berlín para hacer cesar “la campaña de agitación reinante”. Desde el viernes, la Cámara Popular alemana estaba reunida en el edificio blanco próximo a la frontera del sector. Poco más tarde, un comunicado del “Gobierno” de Pankow decía que “para evitar actividades hostiles en Berlín se ha decidido establecer un enérgico control a lo largo de toda la zona fronteriza que divide ambos sectores de la ciudad. La frontera de Berlín occidental será sometida a una estrecha vigilancia y control.
La zona fronteriza sólo podrá ser atravesada por aquellas personas que posean un permiso especial de las autoridades orientales. Este permiso será necesario hasta que la situación en Berlín occidental haya cambiado, quedando la ciudad como zona libre, neutral y desmilitarizada. Las visitas de ciudadanos de Berlín occidental a la zona oriental serán permitidas, previa identificación. Para ello habrán de poseer la tarjeta de identidad personal emitida por las autoridades occidentales”.

 
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José de San Martín en Cádiz, por José de España

El 29 de mayo de 1808 el pueblo de Cádiz se alzó contra las autoridades españolas, rodeó a la sede de gobierno y asesinó al general Francisco Solano, capitán general de Andalucía. San Martín, que estaba a cargo de la guardia del palacio donde se alojaba Solano, fue también atacado por un grupo de exaltados, pero sacó a relucir su coraje ahuyentando a varios e hiriendo a otros, hasta que pudo encontrar refugio y salvar su vida. Recordamos aquel episodio con un artículo publicado en la revista Crítica.

Fuente: Revista Crítica, Buenos Aires, 12 de agosto de 1933, pág. 5.

“Bátase, ríndase e incéndiese la escuadra francesa en represalia de nuestros hermanos asesinados por orden de Murat en la Corte.” Este es el grito de la muchedumbre de Cádiz, que los papeles públicos del 28 de mayo de 1808 hacen circular por toda la población.
Las consecuencias de los acontecimientos del 2, en Madrid; la respuesta que toda España da al emocionante llamado del alcalde Móstoles: “¡La Patria está en peligro! ¡Madrid parece víctima de la perfidia francesa: españoles, acudid a salvarla!”. Preparan para San Martín, que ya ha visto morir a dos de sus mejores amigos, Ricardos y Daoiz, otro día de duelo.

El pueblo de Cádiz se ha lanzado a la calle y quiere, al ejemplo de toda España, vengar de manera memorable los asesinatos cometidos por las tropas francesas. San Martín, que desde hace días viene asistiendo a la inquietud creciente que reina en la población, comprende que hoy las cosas no acabarán de buena manera.

Poco después de mediodía un gran golpe de gentes, que afluye por las calles vecinas, ha comenzado a reunirse en la Plaza de San Antonio. Al principio han sido grupos de cuatro, de seis, de ocho personas, los que se han visto discurrir en animadas conversaciones. Contra su carácter popular, estos grupos hablan y actúan casi sigilosamente. No obstante, sus ademanes violentos, los rápidos cuchicheos de las cabezas que se juntan, dicen la cólera sorda que los anima, la contenida indignación que atiza la conspiración en plena calle.

En uno de los núcleos que discute en el centro de la plaza hay un hombrecillo flaco, rostro color de limón taraceado por antiguas viruelas, que desde hace una hora larga gesticula ante un grupo de hastiales que le contemplan embobados. Poco a poco, los ademanes del hombrecillo han ganado en violencia y en rapidez hasta tornarse casi frenéticos. De pronto, el pequeño ser ha dado dos pasos atrás y curvándose vivamente en un ademán obsceno se ha tomado las partes viriles para reforzar con tal gesto las palabras de su discurso. “¡Tiene razón!…”, ha comentado el grupo de sus incondicionales, seducido por su mímica enérgica.

Este es el tono que reina en toda la ciudad. San Martín, para quien no escapa un detalle de cuanto ocurre a su alrededor, trata de valorar con criterio militar la magnitud de los acontecimientos.
Entre tanto el pueblo comenta los acontecimientos de la víspera y aquellos alzamientos que en Gijón, en Oviedo, en Asturias, en León, en Santander, en Valladolid, en Sevilla y en Madrid, van poniendo a toda España sobre las armas. ¿Es posible que los gaditanos se queden así, de brazos cruzados, cuando todo el pueblo español ha declarado ya una guerra a muerte a los soldados franceses?
La actitud fría, irresoluta, cautelosa, del capitán general de Andalucía, Solano, marqués del Socorro, se presta a todos los comentarios. Este hombre, muy popular hasta ayer, adorado por un pueblo que creía ver en él a uno de los suyos, ha perdido de golpe todo su prestigio.
Hace algunos días, volviendo de Extremadura, “al cruzar por Sevilla se avistaron con él los que trabajaban para que aquella ciudad definitivamente se alzase. Esquivó todo compromiso. Mas molestado por insistencias, pidió tiempo para reflexionar, y se apresuró para meterse en Cádiz”. Estas y otras anécdotas se han difundido por la ciudad. La indignación ha cundido. “Ya antes de mediados de mayo corrió peligro en Badajoz por la poca cautela con que se expresaba. No anduvo más prudente en todo su camino”. “Después del 2 de mayo, solicitado y lisonjeado por los franceses, y sobre todo vencido por los consejos de los españoles, antiguos amigos suyos, con indignación se mostraba secuaz de los invasores, calificando de frenesí cualquier resistencia que se intentase”. ¿Se necesitaban acaso más informes para que el pueblo bajase el pulgar y pronunciara la palabra condenatoria?
El hombrecillo de la plaza de San Antonio, Pedro Olaechea, ex fraile capuchino de la Cartuja de Jerez, con su furia de fanático, se ha encargado de repetir a diestra y siniestra la frase de orden: “¡Este cochino de Solano nos traiciona! ¡El indecente gorrino se ha vendido al oro de Napoleón!”
El ex capuchino consiguió ayer amotinar la población y llevarla ante la casa del capitán general. En medio del tumulto, un jovenzuelo de verba expedita y desembarazado ademán, Manuel Larrús, encaramado en hombros de otro, arengó a la multitud y al propio Solano. Después de una larga peroración el improvisado orador terminó pidiendo que se declarase la guerra a los franceses y que se intimase la rendición de su escuadra fondeada en el puerto.
El marqués del Socorro, visto el estado reinante de furor popular, no ha tenido más remedio que ceder, si bien ha pedido un plazo breve para consultar a sus generales.
La multitud, convencida a medias, se ha dirigido en masa al domicilio del cónsul francés asaltando la casa, quemando los muebles y persiguiendo buen trecho a Mr. Le Roi, que tuvo que refugiarse en el convento de San Agustín esperando la ocasión propicia para embarcar en los buques de su nación, escapando de este modo a una muerte segura.
Toda la noche se ha pasado en arengas, discursos, vivas a Fernando y mueras a Napoleón. Ahora, las cuatro de la tarde del día veintinueve, el pueblo reunido en la plaza en gran cantidad, espera la resolución de Solano.
San Martín, que de antemano conoce el contenido del bando que se va a leer, ha hecho formar la guardia ante el palacio del Gobernador en previsión de graves y muy seguros disturbios.
En la Plaza de San Antonio, el ayudante José Luquey, en medio de un impresionante silencio, ha dado comienzo a la lectura del bando con una voz que se ha esforzado por parecer segura y entera. La junta de generales, atendiendo a la petición formulada por la ciudad, encuentra muy justo que se declare la guerra a los franceses. Ante esta noticia el pueblo ha prorrumpido en una ovación delirante. El joven ayudante ha tenido que hacer esfuerzos desesperados para que se continuase oyéndosele. Tal es, en verdad, el sentir de la junta de generales, pero, en otra posterior de oficiales de marina se acordó: “Que no se podía atacar a la escuadra francesa sin evidente peligro de destrozar la española, interpolada, todavía, con ella…”.
Estas últimas palabras han producido un verdadero estallido de furor en toda la plaza de San Antonio. ¿Hasta cuándo se va a burlar Solano de los deseos de la multitud? ¿Es que se querrá entretenerles  aun con nuevas dilaciones? Rápidamente el gentío se ha arremolinado, ha hecho huir al oficial Luquey y se ha puesto en marcha hacia la casa de Solano.
San Martín, viendo llegar aquel torrente humano erizado de brazos levantados, de puños amenazadores, de gritos y de imprecaciones, ha hecho estrechar las filas de su guardia.
Tres hombres destacados de la gran masa humana han pedido hablar con el capitán general para imponerle la declaración de guerra en nombre de la ciudad alzada. San Martín sabe que buena parte de la multitud viene armada. El día anterior, en el asalto al Parque de Artillería, se han provisto de ellas ayudados por los mismos soldados que, lejos de hacerles oposición, les han excitado y protegido. No contando, pues, con los recursos para dominarlo, es preciso evitar a toda costa que estalle la violencia del motín. Después de algunas consultas se ha permitido pasar a los tres representantes al despacho del Gobernador.
La multitud, apiñada en la estrecha calle de la Aduana, que separa de las murallas la casa del Gobernador, espera inquieta el resultado de estas postreras conversaciones. De pronto, en medio de la expectativa general, uno de los parlamentarios se ha asomado al balcón. Aquel hombre, mirado desde cierta distancia, tiene una gran semejanza con el general Solano. El parlamentario que está lejos de ser un orador, y mucho menos un orador de multitudes, se ha impresionado al hallarse sobre aquel mar de cabezas humanas. Ha querido hablar, y las frases se le han anudado en la garganta. Ha querido accionar pidiendo silencio, y sus ademanes se han convertido en un vago gesticular desprovisto de toda agencia expresiva, carentes de todo imperio sobre la imaginación de la multitud. Esta, que ha visto aparecer de pronto una silueta que le recuerda la de Solano, la ha tomado por Solano mismo. Sus palabras entrecortadas, por una nueva tentativa de dilación. Sus gestos, mal medidos y poco enérgicos, por signos renovados de negativa.
Esto ha bastado para soltar el tenso resorte de la cólera popular. Dirigido contra el hombre del balcón, ha sonado un disparo; luego otro, otro, y, por fin, una descarga cerrada de más de sesenta armas de diversos calibres. San Martín, comprendiendo que sería una locura el intentar una carga contra la espesa muchedumbre, ha hecho retroceder la guardia al interior del palacio, ha apostado sus soldados tras las ventanas y se ha atrancado las puertas en previsión del asalto.
A los gritos de “¡Al Parque, al Parque!”, buen concurso de revoltosos se ha dirigido al Parque de Artillería para apoderarse de algunas piezas con que bombardear la casa. Por su parte, los grupos de la calle de la Aduana, han apuntado contra la casa del Gobernador uno de los cañones de 24 de los que coronan las murallas. Las gentes del Parque de Artillería han regresado con cinco piezas más y las han encañonado contra la fachada.
A los primeros disparos han volado las puertas hechas astillas, han sufrido grave daño las paredes, y han sido violadas las ventanas del piso bajo.
No obstante que la multitud se apresta ya a tomar por asalto el edificio, San Martín se mantiene en su puesto. Es preciso que el Gobernador pueda huir y él está dispuesto a cubrir a toda costa la retirada de su superior que es, a la vez, su mejor amigo.
Solano, huyendo por la azotea, se ha pasado a la casa de su vecino, el comerciante irlandés Strange. Pero el astuto Olaechea que, perdido en la confusión general, ha seguido todos los acontecimientos del día, con su natural malignidad ha previsto esta maniobra de Solano, se le ha adelantado entrando a la casa de Strange por la puerta principal. En la escalera se ha encontrado con el comandante Creach, del regimiento de Zaragoza, quien, amigo de la casa, subía a ofrecer sus servicios a la señora de Strange, en ausencia de su esposo, con motivo de la revuelta.
Al entrar, pues, en la casa de Strange, lo primero que ha visto Solano ha sido la siniestra figura del ex cartujo, apostada allí para delatarle a los amotinados. Con una sola mirada, el comandante Creach y el Gobernador Solano, se han entendido. Entre amigos han cogido por los brazos a Olaechea y lo han encerrado en un pasadizo de la casa cortándole toda tentativa de delación. Pero mientras Solano buscaba un lugar donde ocultarse, Olaechea no ha permanecido inactivo. Viendo una claraboya que daba a un patio bajo ha intentado escapar por allí. Los vidrios han cedido de pronto y el ex cartujo, en medio de un gran estrépito, se ha estrellado sobre las losas del patio. Sus lamentos han llamado la atención de las gentes que se agolpan en la calle. Pronto le rodea la multitud. Antes de morir Olaechea tiene aún la energía suficiente para vengarse indicando a los revoltosos que van a la caza del Gobernador las habitaciones del piso alto.
El pueblo de Cádiz, que ha sorprendido a su Gobernador oculto en un gabinete de la casa de Strange, le lleva ahora por la calle de la Aduana camino a la horca.
El furioso populacho se ceba en el desgraciado Solano que marcha serenamente a la muerte. Los insultos, los motes de traidor, las burlas sangrientas, cubren al pobre Gobernador tan querido poco antes por este mismo pueblo. Un hombre, rigurosamente embozado en una gran capa, con el sombrero hasta las cejas, hace inauditos esfuerzos para mantenerse cerca de Solano, luchando con los vaivenes de aquella marea humana que trata de separarlos cada vez con mayor violencia. Las hostilidades de la multitud crecen cada vez con mayor ensañamiento. Al desembarcar en la pequeña plaza de San Juan de Dios, el griterío ensordecedor, los insultos, las burlas brutales que hieren hasta lo más hondo el alma del desdichado militar, se han vuelto ya insoportables. Por un momento parece que Solano va a abdicar su serenidad, su fortaleza de ánimo, su magnífico orgullo, aplastados por la saña  feroz de sus verdugos. En este trance, el misterioso caballero que no le ha abandonado un instante en su larga vía crucis, se ha desembozado de golpe, ha empuñado la espada que traía desnuda bajo la capa, y, aprovechando un movimiento de la multitud que ha descubierto a Solano, la ha sepultado de un solo impulso, sin vacilar, en el pecho del Gobernador, hasta los gavilanes.
Mientras Solano, sin un grito, se desploma agonizante; el matador ha conseguido desaparecer a favor de la gran confusión que ha desatado el suceso y a las sombras del crepúsculo primaveral que comenzaba a caer sobre las callejas de Cádiz.
“El caballero desconocido –apuntará más tarde un historiador– era, según en público se dijo, don Carlos Pignatelli, gran amigo del capitán general, que quiso de este modo liberarle de los insultos de la plebe y de la ignominia del suplicio.” Extraño gesto de amistad, muy ceñido al gusto novelesco, sentimental, del agitado siglo que comienza…
Cuando el pueblo enardecido asaltó la casa del gobernador, San Martín se vio obligado a ponerse en salvo a su vez, abandonado por los escasos soldados de su guardia deshecha.
Esta, que como la mayor parte de la guarnición, estaba de acuerdo con el alzamiento general, no habría disparado en  ningún caso sobre los amotinados.
Solano no ignoraba que el partido del pueblo era el único que se podía tomar; pero prefirió sucumbir trágicamente a abdicar su deber de militar que le obliga a no exponer la plaza de Cádiz en una lucha desigual, absurda, contra la escuadra francesa. He aquí un rasgo de varonil espíritu de disciplina hecho para conquistar el espíritu gemelo de San Martín. Este, que siempre ha tenido por el marqués del Socorro una verdadera, una profunda estimación de amigo, le admira en lo sucesivo como un héroe propuesto a su emulación. Los acontecimientos de hoy han ganado al joven oficial su primera citación en las historias generales de España, y le han otorgado una experiencia que habrá de recordar con utilidad en muy análogas situaciones.
Después de la muerte de Solano, el tumulto ha seguido en toda la ciudad más amenazador que antes. Han sido allanadas las casas de algunos residentes franceses. La revolución hierve en todas las calles, y careciendo de un objetivo preciso, nadie sabe hacia dónde se desencadenará la cólera de la multitud.
Don Tomás Moria, el oficial más antiguo de la plaza, se ha hecho cargo de la guarnición; pero apenas ha salido del cuartel con algunos piquetes fieles, ha comprendido que es imposible sofocar el alzamiento sin provocar el fusilamiento en masa de la multitud, una espantosa carnicería, un nuevo 2 de mayo. La caída de la noche ha venido a complicar aun más la situación, ya de por sí extrema. Los revolucionarios han alumbrado hachas de viento y se teme que por inadvertencia o por presumible espíritu destructor, los incendios estallen en los cuatro puntos de la villa.
Es en este colectivo trance de sofocación y apuros generales, que fray Mariano de Sevilla, guardián del convento de Capuchinos, ha comprendido que no por violencia sino por dulce presión sugestiva que convierta la cólera homicida de la multitud en hondo fervor religioso, es como hay que obrar sobre los ánimos exaltados. Es así que la numerosa comunidad de los Capuchinos con las cogullas caladas, cirios encendidos en las manos, ordenados en forma de rosario, ha salido a recorrer las calles de la ciudad anochecida. Fray Mariano de Sevilla, grave, imponente dentro de su hábito talar, exhorta elocuentemente a los sublevados para que, “todos religiosos y populares, pidan a Dios por la libertad de los reyes y la salvación de la patria…”.
Desde que ha comprendido que toda intervención personal era perfectamente inútil, San Martín se ha retirado a su modesto alojamiento de soldado. Largamente, en la soledad de su alcoba, ha reflexionado sobre los sucesos del día. Ni por un instante puede apartar de sí la imagen del pobre marqués inmolado al furor de una turba enceguecida. Con cariñosa lentitud ha extraído después, del bolsillo interior de su uniforme, un pequeño retrato de Solano. Le ha contemplado con profunda tristeza, y luego, pausadamente, se ha puesto a dibujar un orla de luto en torno al expresivo perfil de su amigo desaparecido. En el respaldo del cartón, con rasgos sueltos y enérgicos, ha trazado un nombre y una fecha: Solano, 29 de mayo de 1808.
Los rumores de la revuelta llegan hasta los oídos de San Martín cada vez más apagados. Lentamente la ciudad va recobrando su pasada clama. En todos los barrios, una pacificación repentina, señala el paso de la columna de monjes. Las armas se deponen sin violencia, el tumulto decrece, los buenos gaditanos se suman por racimos a la negativa. Y, a las pocas horas, la revuelta que comenzó sangrienta y brutal, va terminando en una larga y pacífica procesión, gracias a la dulce, a la inspirada intervención del excelente fray Mariano…

 
 
 
 

Sacco y Vanzetti, por Howard Zinn

Hoy recordamos con este texto de Howard Zinn a los anarquistas Sacco y Vanzetti, que el 23 de agosto de 1927 fueron injustamente declarados culpables de asesinato y condenados a la silla eléctrica.

Fuente: La Jornada, 23 de agosto de 2007. Tomado del libro de Howard Zinn: A Power Governments Cannot Suppress, City Lights Books, San Francisco, 2007. Traducción: Ramón Vera Herrera. http://www.jornada.com.mx/2007/08/23/index.php?section=opinion&article=036a1mun
 

Cincuenta años después de la ejecución de los inmigrantes italianos Sacco y Vanzetti, el gobernador Dukakis de Massachusetts instauró un panel para juzgar la justicia de dicho proceso, y la conclusión fue que a ninguno de estos dos hombres se les siguió un proceso justo. Esto levantó en Boston una tormenta menor. John M. Cabot, embajador estadunidense retirado, envió una carta donde declaraba su “gran indignación” y apuntaba que la sentencia de muerte fue ratificada por el gobernador Fuller luego que “tres de los más distinguidos y respetados ciudadanos hicieran una revisión especial del caso: el presidente Lowell, de Harvard; el presidente Stratton, del MIT, y el juez retirado Grant”.

Esos tres “distinguidos y respetados ciudadanos” fueron vistos de modo muy distinto por Heywood Broun, quien en su columna de New York World escribió inmediatamente después que los invitados distinguidos del gobernador rindieran su informe. Y decía: “No cualquier prisionero tiene a un presidente de Harvard University que le prenda el interruptor de corriente… si esto es un linchamiento, por lo menos el vendedor de pescado y su amigo el obrero podrán sentirse ungidos en el alma pues morirán a manos de hombres con trajes de etiqueta y togas académicas”. Heywood Broun, uno de los más distinguidos periodistas del siglo XX, no duró mucho como columnista de New York World.

En el 50 aniversario de la ejecución, el New York Times informó que “los planes del alcalde Beame de proclamar el martes siguiente como el ‘día de Sacco y Vanzetti’ fueron cancelados en un esfuerzo por evitar controversias, dijo un vocero de la municipalidad ayer”.

Debe haber buenas razones para que un caso de 50 años de antigüedad, hoy ya de 80 años, levante tantas emociones. Sugiero que esto ocurre porque hablar de Sacco y Vanzetti inevitablemente remueve asuntos que nos perturban hoy: nuestro sistema de justicia, la relación entre la guerra y las libertades civiles, y lo más preocupante de todo: las ideas del anarquismo: la obliteración de las fronteras nacionales y como tal de la guerra, la eliminación de la pobreza y la creación de una democracia plena.

El caso de Sacco y Vanzetti revela, en los más descarnados términos, que las nobles palabras inscritas en los frontispicios de nuestras cortes “igualdad de justicia ante la ley”, siempre han sido una mentira. Esos dos hombres, el vendedor de pescado y el zapatero, no lograron obtener justicia en el sistema estadunidense, porque la justicia no se imparte igual para el pobre que para el rico, para el oriundo que para el nacido en otros países, para el ortodoxo que para el radical, para el blanco o la persona de color. Y aunque la injusticia se juegue hoy de maneras más sutiles y de modos más intrincados que en las crudas circunstancias que rodearon el caso de Sacco y Vanzetti, su esencia permanece.

En su proceso la inequidad fue flagrante. (...)

 
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Noticias

 

Descubren una cueva con pinturas rupestres mayas en Yucatán, al sureste de México. Los dibujos, hallados en una roca de unos 15 metros de largo y cinco de alto, incluyen guerreros, animales y figuras geométricas

 
 

Descubren un arpa griega de las más antiguas, en una tumba al suroeste de Rusia. El hallazgo se produjo en una necrópolis de la península de Tamán, donde recientemente fue hallado un casco corintio.

 
 

Hallan un segundo entierro infantil dedicado al dios Huitzilopochtli, en el Templo Mayor, en la Ciudad de México. El primer hallazgo se había producido en 2005.

 
 
 

Descubren la tumba de una mujer prominente en Isla de Síkinos, en Grecia. En el sitio se encontraronpulseras de oro, anillos, collares, una hebilla con un relieve de camafeo, vasos de vidrio y metálicos y fragmentos orgánicos del vestido de la mujer

 
 
 

Aparece en Turquía un busto romano del reinado de Septimio Severo. La escultura era de propiedad privada y probablemente representa a un aristócrata o comandante romano; ha sido descubierta durante unas excavaciones arqueológicas en Soli-Pompeyópolis

 
 

Importante hallazgo en las excavaciones en Via Capoprati, junto al Río Tíber, en Roma. La Superintendencia Arqueológica de Roma baraja varias hipótesis: podría tratarse de una suntuosa villa suburbana o de un lugar de culto cristiano, con mausoleos anexos. Las construcciones más antiguas son de plena época imperial, del siglo I o II d.C.

 
 

Hallan tres esqueletos con sus respectivos cráneos dentro del sarcófago de granito negro recientemente descubierto en Alejandría, en el norte de Egipto. 20/07/18

 
 
 
 
 

Lanzamiento de libros

 

El ciclo de la ilusión y el desencanto. Políticas económicas argentinas desde 1880 a nuestros días (edición corregida y aumentada), de Lucas Llach y Pablo Gerchunoff. Editorial Crítica, 616 págs. $ 549. El libro se proponeentender la economía y la política argentinas haciendo foco en los dilemas de los que toman las decisiones y las consecuencias en el desarrollo de la estructura productiva y social intentando consignar el contexto internacional, el rol de los debates y las luchas políticas y los factores internos y externos. https://www.planetadelibros.com.ar/libro-el-ciclo-de-la-ilusion-y-el-desencanto/266290

La rebelión de los generales, de Rogelio García Lupo, Editorial Vergara, $ 254 (ebook). Se reedita esta obra, publicada por primera vez en medio de la crisis militar de 1962.

https://www.megustaleer.com.ar/libros/la-rebelin-de-los-generales/MAR-015871.

La caída, de Pablo Gerchunoff. Editorial Crítica, 272 págs. $ 399. El autor se propone dar respuesta a interrogantes como: ¿Por qué cayó en septiembre de 1955 el gobierno del general Juan Domingo Perón? ¿Cómo fue derrocado por una sublevación militar? ¿Por qué obreros y militantes, sindicalistas y ciudadanos no se alzaron en armas para defender la Constitución y la presidencia peronista contra la autodenominada “Revolución Libertadora”? ¿Qué papel jugaron Brasil y Estados Unidos?
https://www.planetadelibros.com.ar/libro-la-caida-1955/272394

El fascismo argentino. La matriz autoritaria del peronismo, de Ignacio Montes de Oca, Editorial Sudamericana, 384pág. $ 599. El autoritarismo es un rasgo constitutivo de la cultura política argentina desde hace un siglo. Sin embargo, fue con la llegada del peronismo al poder en 1945 que la sociedad mostró su apoyo a un proyecto de líder.
https://www.megustaleer.com.ar/libros/el-fascismo-argentino/MAR-009297

Historia política de Chile 1810-2010. Tomo III. Problemas económicos, de Iván Jaksic (editor general; Andrés Estefane y Claudio Robles (editores del tomo), Fondo de Cultura Económica, 444 págs.  El libro examina una serie de problemas fundamentales de la economía a partir de su relación con la historia política chilena.
https://www.fondodeculturaeconomica.com/DetalleEd.aspx?ctit=003756RC

Historia del contrabando en la Argentina, de Mauro Federico y Fernando Ortega Zabala, Editorial Aguilar, 192 págs. $ 449. Genealogía de una actividad ilegal millonaria, varias veces superior al producto bruto interno, que involucró a los más altos funcionarios desde los orígenes hasta la actualidad del país.
https://www.megustaleer.com.ar/libros/historia-del-contrabando-en-la-argentina/MAR-014271

Delincuentes viajeros. Estafadores, punguistas y policías en el atlántico sudamericano, de Diego Galeano, Editorial Siglo XXI, 288 págs. $ 460. Un libro sobre “los delincuentes viajeros”, un tipo de personaje que registran los archivos policiales de las principales ciudades de Sudamérica entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX, en medio del vertiginoso proceso de modernización que atraviesan. Difíciles de detectar, veloces y con apariencia de gentleman, capaces de concretar con éxito robos y estafas sin ejercer violencia.

http://www.sigloxxieditores.com.ar/fichaLibro.php?libro=978-987-629-848-3

Los altos ingresos de Francia en el siglo XX, de Thomas Piketty, Fondo de Cultura Económica, 665 págs. $ 894. Al centro de los debates en la vida política francesa se encuentra la discusión sobre los altos ingresos y su relación con las desigualdades económicas y sociales. https://www.fondodeculturaeconomica.com/DetalleEd.aspx?ctit=001793R 

Rousseau en Iberoamérica. Lecturas e interpretaciones entre la Monarquía y la República, de Gabriel Entin (editor), 212 págs. $ 420. A 240 años de la muerte de Rousseau, Jorge Myers, Catherine Larrére, José María Portillo Valdés, Gabriel Torres Puga, Sarah Bak-Geller, Clément Thibaud, Ángel Almarza, Nicolás Ocaranza, Noemí Goldman y Gabriel Entin ofrecen renovadas y originales miradas sobre problemas tratados por el ginebrino que fueron clave en la construcción de la modernidad iberoamericana: derechos del hombre, ciudadanía, religión, censura, educación, alimentación, soberanía, gobierno, voluntad general, constitucionalismo y república.
https://www.editorialsb.com/_p/prd1/4685950043/product/rousseau-en-iberoam%C3%A9rica%2C-g.-entin-(ed)

La hermana menor. Un retrato de Silvina Ocampo, de Mariana Enríquez, Editorial Anagrama, 192 págs. $ 475. Una biografía de la escritora argentina Silvina Ocampo, una de las figuras más exquisitas, talentosas y extrañas de la literatura en español. La hermana menor - Editorial Anagrama 

Grito de guerra, de Wilbur Smith. Editorial Emecé, 464 págs. $ 499. Una historia de amor, espionaje y suspenso, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial.

https://www.planetadelibros.com.ar/libro-grito-de-guerra/271407

Miedo, reverencia, terror. Cinco ensayos de iconografía política, de Carlo Ginzburg, Prohistoria Ediciones y Contrahistorias, 192 págs. $ 786. ¿Qué sucede cuando tomamos ciertas imágenes políticas (las decoraciones para nada inocentes de una copa de plata dorada, los frontispicios de un libro clásico de teoría política, un cuadro muy representativo de la Revolución Francesa, el poster político más difundido a nivel mundial, o el cuadro magistral de denuncia de una impune masacre nazi a la población civil española) e intentamos descifrar su significado y su impacto social e histórico, desde las herramientas fundamentales de la más avanzada his­toriografía crítica?
https://prohistoria.com.ar/#!/producto/2387/

 
 
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