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Año 13 · Número 128 · Octubre de 2018, ISSN 1851-5851 - Una publicación de www.elhistoriador.com.ar, dirigida por Felipe Pigna ÍndiceLautaroLa resistencia de los pueblos originarios de América fue aun más intensa en tierras donde no abundaban los metales que los conquistadores tenían por “preciosos”. Mercedes Sosa. La Negra, Corazón adentro, por Rodolfo BraceliApenas abren la puerta de la casa de Mercedes, la Negra blanca, me doy cuenta de que la bandera ya está izada. Entrevista a Leonardo FavioCompartimos en esta Gaceta una entrevista realizada a Leonardo Favio en 1971, donde adelantaba que su película Juan Moreira. Testimonios sobre el 17 de octubreTres días antes de la histórica jornada del 17 de octubre de 1945, el coronel Juan Perón le escribía a Evita...
Alfonsina Storni en primera persona sobre su infanciaDe familia sanjuanina, pero nacida en Suiza, Alfonsina Storni fue una de las más grandes escritoras argentinas. 1º de octubre 5 de octubre 7 de octubre 8 de octubre 9 de octubre 11 de octubre 12 de octubre 15 de octubre 17 de octubre 18 de octubre 19 de octubre 21 de octubre 23 de octubre 24 de octubre 25 de octubre 28 de octubre 29 de octubre 30 de octubre Esta sección está destinada al rescate de documentos históricos trascendentes tanto para la investigación histórica como para el estímulo de la reflexión presente. El material seleccionado –cartas, artículos, entrevistas– se encuentra en sintonía con algunas de las más destacadas efemérides del mes. LautaroAutor: Felipe Pigna. La resistencia de los pueblos originarios de América fue aun más intensa en tierras donde no abundaban los metales que los conquistadores tenían por “preciosos”. La tenaz resistencia que opusieron charrúas y querandíes a los primeros invasores españoles en territorio rioplatense fue feroz y “se llevó puestos” al avezado marino Juan Díaz de Solís y a Juan de Garay. Aquí veremos la ofrecida en Chile por la gente de la tierra, los mapuches, cuyo líder llevaba un nombre que se convertiría en sinónimo de la lucha emancipadora: Lautaro. El inspirador del nombre de la Logia que impulsaría la independencia de esta parte de América, nació en 1534. Cuando el conquistador Pedro de Valdivia invadió Chile, lo capturó junto a su familia, lo tomó como “mozo de caballería” y lo bautizó con el nombre de Alonso. Después de tres años de padecimientos y humillaciones, Lautaro logró huir y que se lo reconociera como toki, y organizó militarmente a sus paisanos en un ejército rebelde de más de 8.000 hombres. Así lo describe Pablo Neruda en su Canto general: Lautaro era una flecha delgada. Mercedes Sosa. La Negra, Corazón adentro, por Rodolfo BraceliFuente: Revista Gente, Nº 1668, 10 de julio de 1997. Apenas abren la puerta de la casa de Mercedes, la Negra blanca, me doy cuenta de que la bandera ya está izada. ¿Qué bandera? Esa bandera única que no necesita verse ni tocarse: la del olor a comida recién hecha. Entrecierro los ojos, aspiro bien lindo, ya sé que una bandada de empanadas se está gestando. Empanadas y algo más: un profundo locro. En estos casos uno no quiere, no puede evitarlo: siente una emoción de la madre que lo parió. Y el pecho se le pone chico para tanto corazón emocionado. La Negra, con un hoyuelo en la sonrisa, mirándome por la rendija de sus pestañas, me pregunta: ¿Que adivine qué? No hace falta adivinar, ya me lo informó el olor a comida: está tu mamá. ¿Cuántos años tiene la mama? Negra, ¿tan pronto te vas a poner a llorar? Hablemos de otra cosa. A ver, novedades de tu vida. ¿Alguna otra novedad? Eso te pasa por ser cantora y cantante. Por ser encantadora. Hablando de artistas, ¿cómo te fue grabando el disco con Charly García? Nada menos. ¿Así que alta fidelidad? Entrevista a Leonardo FavioCompartimos en esta Gaceta una entrevista realizada a Leonardo Favio en 1971, donde adelantaba que su película Juan Moreira sería un “gran fresco sobre la vida y el hombre argentino, como esos murales de los pintores mexicanos”. Fuente: Revista Siete Días Ilustrados, 31 de mayo de 1971. Parapetado tras sus habituales tics, el efervescente cantautor y cineasta habla para Siete Días sobre sus últimas experiencias: Simplemente una rosa, film que le redituará diez millones de pesos, y Juan Moreira, “que será un gran fresco sobre la vida y la muerte de una pasión argentina”. Alguna vez dijo: “Si tuviera un millón de pesos no sería como soy”. Fue hace cuatro años, claro, cuando hacía sus primeras armas como cantante en un sofisticado reducto de San Telmo y ni soñaba con que una sola de sus canciones acabaría por arrimarle sumas estrepitosamente mayores, por poner a prueba la sinceridad del arranque. Al menos en eso, Fuad Jorge Jury (33, dos hijos), nom de guerre Leonardo Favio, se ha mantenido fiel a sí mismo: sigue exhibiendo ese carácter exaltado y difícil que le acarreó no pocos problemas. Ya antes de haber cosechado el ruidoso suceso discográfico de 1969 su labor cinematográfica, sus irreverentes declaraciones y, en cierto modo, su azarosa vida privada, lo habían señalado como un personaje díscolo en torno a cuyas actitudes y realizaciones, público y crítica no acababan de ponerse de acuerdo. Actor consagrado en El secuestrador y La mano en la trampa, bajo la batuta de Leopoldo Torre Nilsson, no tardó en dejarse tentar por la dirección. Crónica de un niño solo, Romance del Aniceto y la Francisca y El dependiente probaron que se estaba frente a un hombre de intuición y talento poco frecuentes. Luego de un intento fracasado de convertirse en cantante popular –su primer tema, Quiero la libertad, vendió 500 copias– y cuando los directivos del sello grabador estaban dispuestos a rescindirle el contrato, Fuiste mía un verano lo instaló en pocas semanas en la codiciada categoría de ídolo máximo de la canción. En su carrera no sólo dejó atrás a Sandro y Palito Ortega, sino también los días difíciles que conoció junto a María Vaner, con quien se había casado en 1960. Del brazo de Carola, su segunda esposa, transitó un éxito fácil que no le exigía, al parecer, más que algunos renunciamientos. Ahora, toda esa efervescencia parece evaporarse y Leonardo Favio ostenta, en cambio, un envidiable profesionalismo. Lo enorgullece levantarse todas las mañanas poco después de las siete y cumplir estrictamente sus horarios de trabajo, incluso las ocho horas diarias de filmación que demanda su última película, Simplemente una rosa. Una redituable experiencia, bastante alejada de su postergado Juan Moreira pero que, sin duda alguna, lo compensará de tantos desvelos. Entretanto, desayuna con mate, almuerza frugalmente y se somete con paciencia a un tratamiento de acupuntura que lo deslumbra, pese a los mil doscientos dólares de costo. Exultante todavía aunque con una serenidad desconocida, casi formal, Favio conversó con Siete Días la semana pasada. Una conversación de la que no estuvieron ausentes su mate inseparable, sus arbitrariedades, sus gestos, su avasallante simpatía. La gente habla de un nuevo Favio. ¿Es cierto que has cambiado? ¿Es madurez eso? Seguís siendo un intérprete taquillero, pero el boom ha pasado, ¿por qué? ¿Qué pasa con Moreira? ¿Qué significa esta película para vos? Testimonios sobre el 17 de octubreTres días antes de la histórica jornada del 17 de octubre de 1945, el coronel Juan Perón le escribía a Evita, su “adorable tesoro”, una carta desde la cárcel de la isla Martín García, con un singular tono escéptico y resignado. Entre palabras de amor, le prometía un futuro alejado del conflictivo mundo de la política: “…tan pronto salga de aquí, nos casaremos y nos iremos a vivir en paz a cualquier sitio (…) Díle, por favor, a Mercante que hable con Farrell para saber si autorizan que nos vayamos a Chubut (…) nos casaremos al día siguiente y si no, ya lo arreglaré todo de una manera u otra…”. Pocas cosas podrían hacerle creer a este hombre fuerte del golpe de estado de junio de 1943, que se desempeñaba como vicepresidente de la Nación, secretario de Guerra y de Trabajo, que sus días como político no habían acabado. En los últimos dos años, Perón había intentado construir un proyecto político de conciliación entre los diferentes sectores de la sociedad, especialmente entre trabajadores y empresarios. Pero sus esfuerzos, particularmente entre los hombres de negocio y la clase política, no habían dado los resultados esperados. A comienzos de 1945, enfrentaba un notorio aislamiento político. Fue entonces cuando dio un brusco giro estratégico: dejó de lado la búsqueda de la conciliación social y convocó a los trabajadores a defender su gestión. Su detención el 10 de octubre de aquel año ponía un virtual fin a su proyecto. Sin embargo, en aquellos días se gestaría el trascendental acontecimiento de masas que lo devolvería al frente del gobierno y daría inicio al movimiento que lleva su nombre. Reproducimos en esta ocasión un informe especial publicado en la revista Panorama sobre aquellas jornadas, escrito en el agitado contexto del definitivo regreso de Perón al país luego de 17 años de exilio. El informe pone de relieve el rol que le cupo a la clase obrera y a su dirigencia en la gestación del peronismo. Aquel 17 de octubre por la mañana comenzaron a confluir los trabajadores a la Plaza de Mayo, a pesar de que la CGT había convocado, luego de arduas discusiones, a la huelga general para el día 18. Los acontecimientos se precipitaron. Las vacilaciones de la oposición civil y de sus representantes militares se agrandaron ante la acción espontánea de miles de trabajadores y la convicción de numerosos dirigentes sindicales. Tras la multitudinaria manifestación, Perón no sólo logró ser liberado sino que cuatro meses más tarde ganaría las elecciones presidenciales que lo llevarían a ocupar la presidencia del país durante más de nueve años. Fuente: Revista Panorama, 12 de octubre de 1972. Informe especial Ocurrió un 17 de octubreEn octubre de 1945 Juan Domingo Perón había cumplido 50 años y había llegado a posiciones de importancia en el gobierno militar surgido del golpe producido el 4 de junio de 1943. En aquel momento, Edelmiro Farrell era presidente de la República (el tercero en dos años, después de Rawson y Ramírez) y la creciente influencia de Perón lo había llevado a ocupar simultáneamente tres cargos: como vicepresidente de la Argentina, como subsecretario en el Ministerio de Guerra y como titular del Ministerio de Trabajo y Previsión, donde había manifestado un abierto acercamiento hacia la clase trabajadora. De esos puestos se lo quiso desalojar con un golpe de fuerza atribuido por los historiadores a la Marina y a Campo de Mayo, representados por el contraalmirante Vernengo Lima y el general Avalos. En octubre de 1945 la caída de Perón parecía un hecho consumado cuando se consiguió recluirlo en la isla de Martín García. Pero de inmediato fue sacado de allí: primero al Hospital Militar y después a la misma Casa Rosada. Ese rescate, conseguido por un movimiento de obreros provenientes de Avellaneda, fue un acto masivo del que hay pocos similares en la historia nacional. Sobre ese acontecimiento del 17 de octubre de 1945 informa el texto siguiente, con una cronología de los sucesos previos y testimonios inéditos del dirigente gremial Enrique Della Busca y la escritora Blanca Luz Brum: Cronología Viernes 12 de octubre: Por la mañana, los civiles antiperonistas se citan en la plaza San Martín y reclaman ante el Círculo Militar el reemplazo de Farrell. Cerca del mediodía, el contraalmirante Vernengo Lima, secretario de Marina, trata de calmar a la muchedumbre antiperonista que exigía el traslado del gobierno a la Corte de Justicia. Su arenga no es, sin embargo, demasiado feliz y no consigue su propósito: la multitud mantiene sus estribillos antimilitaristas. En ese mismo momento, el coronel Mercante, primer colaborador de Perón, congrega a una cincuentena de dirigentes gremiales a fin de que ordenen una huelga general. A las 9 de esa noche, la policía carga sobre el grupo de revoltosos instalado en plaza San Martín, y a golpe de sable trata de disolverlos. Poco después se generaliza un tiroteo y cae muerto el médico Eugenio Ottolenghi, de 40 años. Hay 34 heridos de bala. Sábado 13 de octubre: El presidente Farrell encomienda al subjefe interino de policía, mayor Héctor D’Andrea, la detención de Perón en su casa de la calle Posadas 1567. D’Andrea cumple esa orden y Perón es trasladado a la isla Martín García. Las horas siguientes componen un difícil equilibrio de fuerzas: el gobierno propone un cambio de gabinete en tanto Perón duda, en la isla, respecto de los pasos a seguir. El hábeas corpus, alentado por Eva Perón, fracasa. Los acontecimientos, sin embargo, favorecen al coronel: la noticia de su confinamiento moviliza a los gremios. Los obreros de la carne, dirigidos por Cipriano Reyes, recorren las calles de Berisso y Ensenada con carteles y banderas argentinas. Según La Prensa esas manifestaciones reunieron a más de 700 personas. Domingo 14 de octubre: Perón sigue preso en Martín García, supuestamente atacado de pleuresía. Se inician activas gestiones para internarlo en el Hospital Militar; ese trámite resulta exitoso, aunque su resolución se posterga hasta el mismo miércoles 17. Martes 16 de octubre: A las 6 de la tarde, en Berisso, los obreros del Sindicato Autónomo de la Carne, presididos por Reyes, inician una marcha reclamando de viva voz la libertad de Perón. La policía provincial dispersa a los manifestantes a las pocas cuadras pero se reagrupan con la intención de cruzar el puente que une Berisso con Ensenada, para llegar hasta la destilería de YPF y levantar a sus obreros. Son de nuevo contenidos, esta vez por un piquete de marineros. Hechos similares se reproducen en Avellaneda, y, finalmente, algunos grupos de proletarios llegan a la capital: serán los madrugadores del 17. Miércoles 17 de octubre: A las 2 de la madrugada, Perón es llevado al undécimo piso del Hospital Militar. Evita, con su hermano Juan Duarte, ingresa poco después; a partir de ese momento, el cuartel general de operaciones tendrá como sede ese sector del policlínico. Horas después, a las siete de la mañana, los obreros de la carne largan la huelga general y empiezan a recorrer las calles de la Capital. Con el correr de las horas se irán instalando en las proximidades de la plaza de Mayo, pero la espera será larga: Perón hablará por fin a medianoche. Alfonsina Storni en primera persona sobre su infanciaDe familia sanjuanina, pero nacida en Suiza, Alfonsina Storni fue una de las más grandes escritoras argentinas. Sin duda alguna, la tragedia marcó su vida, pero no siempre se reflejó ello en su escritura. Las recurrentes andanzas familiares, el alcoholismo del padre, la sorpresiva muerte de un familiar, dieron forma a sus primeros versos, impregnados de la temática de la muerte. Alfonsina trabajó de chica como mesera, siguió como actriz, empleada de comercio y luego ejerció como docente en diferentes establecimientos educativos. Pero su temprana vinculación con la actuación y la prosa le abrieron el camino hacia la alta literatura porteña. Uno de los rasgos sobresalientes de su escritura fue su posición feminista. Alfonsina realizó numerosas publicaciones, trabó amistad con los más importantes escritores rioplatenses, desde Horacio Quiroga hasta Leopoldo Lugones, de quien más tarde se distanciaría. Afectada por habituales trastornos neuróticos y un grave cáncer de mama, Alfonsina no soportó más los fuertes dolores que le producía su enfermedad. A principios de octubre de 1938 dependía de la morfina para apaciguar el sufrimiento. Los médicos le habían dado seis meses de vida, pero Alfonsina no iba a dejar librado a los caprichos del destino su último aliento y el 25 de octubre de 1938, a los 46 años, se hundió en las aguas de Mar del Plata. La recordamos con sus recuerdos de infancia, que dejó plasmados en una conferencia que pronunció en Montevideo el 27 de enero de aquel año titulada “Entre un par de maletas a medio abrir y la manecilla del reloj”. Fuente: Diario Clarín, jueves 20 de octubre de 1988. Estoy en San Juan, tengo cuatro años, me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral de mi casa, muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto que causa en el transeúnte. Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo un libro al revés y corro a llorar detrás de la puerta. A los seis años robo con premeditación y alevosía el texto de lectura en que aprendí a leer. Mi madre está muy enferma en cama; mi padre perdido en sus vapores. Pido un peso nacional para comprar el libro. Nadie me hace caso. Reprimendas de la maestra. Mis compañeras van a la carrera en su aprendizaje. Me decido. A una cuadra de la escuela normal a la que concurro hay una librería; entro y pido: El nene. El dependiente me lo entrega; entonces solicito otro libro, cuyo nombre invento. Sorpresa. Le indico al vendedor que lo he visto en la trastienda. Entra a buscarlo y le grito: “Allí le dejo el peso”, y salgo volando hacia la escuela. A la media hora las sombras negras, en el corredor, de la directora y de aquel, encogen mi corazoncillo. Niego, lloro, digo que dejé el peso en el mostrador, recalco que había otros niños en el negocio. En mi casa nadie atiende reclamos y me quedo con lo pirateado Crezco como un animalito, sin vigilancia, bañándome en los canales sanjuaninos, trepándome a los membrillares, durmiendo con la cabeza entre pámpanos. A los siete años aparezco en mi casa a las diez de la noche acompañada de la niñera de una casa amiga adonde voy después de mis clases y me instalo a cenar. A los ocho, nueve y diez años miento desaforadamente: crímenes, incendios, robos, que no aparecen jamás en las noticias policiales. Soy una bomba cargada de noticias espeluznantes, vivo corrida por mis propios embustes, alquitranada en ellos; meto a mi familia en líos, invito a mis maestros a pasar las vacaciones en una quinta que no existe; trabo y destrabo, el aire se hace irrespirable; la propia exuberancia de las mentiras me salva. A los doce años escribo mi primer verso. Es de noche: mis familiares, ausentes. Hablo en él de cementerios, de mi muerte. Lo doblo cuidadosamente y lo dejo debajo del velador, para que mi madre lo lea antes de acostarse. El resultado es esencialmente doloroso: a la mañana siguiente, tras una contestación mía levantisca, unos coscorrones frenéticos pretenden enseñarme que la vida es dulce. Desde entonces los bolsillos de mis delantales, los corpiños de mis enaguas, están llenos de papeluchos borroneados que se me van muriendo como migas de pan. Una niña encuentra una espada de 1.500 años de antigüedad en un lago de Suecia. Saga Vanecek estaba jugando en la orilla del lago Vidöstern, en el sur de Suecia, cuando encontró una espada. El objeto está fechado en el siglo V o VI d.C., casi a finales de la Edad del Hierro, antes de la época vikinga.Alfonsina Storni. Una biografía esencial, por Josefina Delgado. Editorial Sudamericana, 256 págs. $ 449. Un libro sobre la vida de una de las escritoras más importantes de la Argentina. Su final trágico la muestra como una mujer excepcional, en la que el carácter triunfa por encima de las normas sociales. https://www.megustaleer.com.ar/libros/alfonsina-storni/MAR-004362 ¿Por qué no pasan los 70? No hay verdades sencillas para pasados complejos, por Claudia Hilb, Editorial Siglo XXI, 176 págs. $ Un libro sobre la polarización ideológica en torno a la década de 1970. La autora interroga nuestra relación con los setenta, en especial las zonas grises o ambiguas que a las visiones extremas no les interesa captar. http://www.sigloxxieditores.com.ar/fichaLibro.php?libro=978-987-629-873-5 La cabeza de Mariano Rosas, por Sergio Schmucler. Editorial Marea, 176 págs. $ 375. El autor retoma literariamente dos vidas novelescas que retratan gran parte de la historia argentina y que son el símbolo del país que estaba naciendo. La de Lucio Mansilla, militar, escritor, político, dandy, nacido en cuna de oro y mimado por la sociedad. Y la de Panguitruz Güor o Mariano Rosas, cacique de un pueblo a punto de ser asesinado en masa por la Campaña del Desierto y cuya cabeza terminó exhibida como trofeo en el Museo de La Plata, de donde Mansilla se propone rescatarla. El manco Paz. El más federal de los unitarios,por Max Delupi. Editorial Marea, 296 págs. $ 395.Una nueva mirada sobre uno de los personajes más fascinantes y contradictorios de nuestra historia: el caudillo unitario, José María Paz. La enfermedad y el poder, por Tania Crasnianski, Editorial El Ateneo, 288 págs. $ 390. Hitler, Mao, Mussolini, Pétain, Churchill, Franco, Kennedy, Stalin: los hombres más poderosos del siglo XX han mantenido vínculos complejos con sus médicos. Verdaderas muletas, a la vez físicas y psicológicas, que debían estar disponibles en todo momento, prescriptores de diversos tratamientos, confidentes indispensables, estos profesionales trabajaron con discreción detrás del poder. http://editorialelateneo.com.ar/detalle-libro.php?id_lib=802&libro=La%20enfermedad%20y%20el%20poder |