Si tiene problemas para ver La Gaceta correctamente, presione aquí
Año 13 · Número 129 · Noviembre de 2018, ISSN 1851-5851 - Una publicación de www.elhistoriador.com.ar, dirigida por Felipe Pigna ÍndiceHistoria de la lucha por el voto femenino, por Felipe PignaEl 11 de noviembre de 1951, las mujeres argentinas votaron por primera vez, luego de que en septiembre de 1947 se aprobara la ley 13.010. Vida y pasión del político argentino José HernándezEl 10 de noviembre de 1834 nació José Rafael Hernández en el partido bonaerense de San Martín, en lo que hoy se conoce como Villa Ballester. “Yo quiero corregir la historia”. Entrevista a José Saramago, por Márgara AverbachPara el que lo leyó, oírlo hablar es un descubrimiento porque habla como escribe en más de un sentido: Las mismas frases enrevesadas... Reportaje a Catherine Camus, la hija del escritor francés Albert CamusCatherine Camus cuenta la intimidad de uno de los pensadores fundamentales de la posguerra
Universidades para la nación argentina, por Natalia Bustelo Hasta principios del siglo XX, en nuestro país solo la elite dominante tenía acceso a las universidades, que eran un instrumento esencial de control ideológico y garantizaban la...
La deserción de la hija de Stalin, por Rosemary SullivanEl 7 de noviembre de 1917, o el 25 de octubre en el calendario juliano que regía entonces en algunos lugares, comenzó la Revolución Rusa, un episodio bisagra en el siglo XX que cambió el curso de la historia mundial. 1º de noviembre 3 de noviembre 4 de noviembre 7 de noviembre 9 de noviembre 10 de noviembre 11 de noviembre 12 de noviembre 13 de noviembre
14 de noviembre 19 de noviembre 20 de noviembre 22 de noviembre 24 de noviembre 26 de noviembre 28 de noviembre 29 de noviembre El 11 de noviembre de 1951, las mujeres argentinas votaron por primera vez, luego de que en septiembre de 1947 se aprobara la ley 13.010. Fue un camino largo. Desde fines del siglo XIX las mujeres argentinas venían luchando por la obtención de sus derechos cívicos. Cecilia Grierson, aquella notable mujer que había decidido estudiar medicina para curar a su amiga Amalia Koenig que padecía una enfermedad que por entonces era incurable, transformándose en la primera mujer que pudo graduarse como médica en 1889, participó en aquel mismo año en Londres del Segundo Congreso Internacional de Mujeres y en septiembre de 1900 fundó el Consejo de Mujeres. En 1907 la socialista Alicia Moreau de Justo creó el Comité Pro-Sufragio Femenino. Estos impulsos influyeron decididamente para que en mayo de 1910, en pleno centenario, Buenos Aires fuera elegida como sede del Primer Congreso Femenino Internacional con la participación de delegadas chilenas, uruguayas y paraguayas donde se reclamó enérgicamente el derecho de las mujeres a votar. Otra de las pioneras fue Julieta Lanteri quien tras un sonado juicio logró su carta de ciudadanía y que se la inscribiera en el padrón municipal en 1911. Se convirtió en la primera mujer de toda Sudamérica en ejercer el derecho al voto en las elecciones municipales celebradas el 26 de noviembre de aquel año. En marzo de 1919 lanzó su candidatura a diputada nacional por la Unión Feminista Nacional y contó con el apoyo de Alicia Moreau de Justo y Elvira Rawson. El resultado fue magro pero importante simbólicamente: obtuvo 1.730 votos. En 1911 el diputado socialista Alfredo Palacios había presentado el primer proyecto de ley de voto femenino en el Parlamento Nacional, faltaba aún un año para que se sancionara la Ley electoral conocida como Ley Sáenz Peña de voto secreto, universal (o sea masculino en el lenguaje político de la época) y obligatorio. El proyecto de Palacios ni siquiera fue tratado sobre tablas. Las mujeres eran consideradas incapaces por el Código Civil de 1871. Recién en 1926, por la Ley 11.357 alcanzaron la igualdad legal con los varones aunque esa igualdad, que estaba muy lejos de ser respetada en los hechos, era tan relativa que no incluía el derecho al voto ni la patria potestad compartida. Gracias al impulso de Aldo Cantoni, las mujeres sanjuaninas se convirtieron en abril de 1928 en las primeras en votar en todo el país. El 10 de noviembre de 1834 nació José Rafael Hernández en el partido bonaerense de San Martín, en lo que hoy se conoce como Villa Ballester. De pequeño, colaboró con su padre, capataz de estancia, y con gran capacidad autodidacta pronto se convirtió en instructor del estanciero para quien trabajaba. A los veinte años, se integró a las filas antirosistas de Justo José de Urquiza. Con posterioridad, en 1870, ya casado y padre de siete hijos, participó de las rebeliones federales junto a Ricardo López Jordán. Luego de un breve exilio en Brasil, trabajó como periodista en El Río de la Plata, El Nacional Argentino y La Capital de Rosario, entre otros, y más adelante alcanzó a defender las ideas federales como diputado y senador. En sus notas, discursos y poemas, abordó la cuestión del indígena y del gaucho y criticó las ideas “civilizadoras” de Sarmiento. Compartimos en esta ocasión un artículo publicado en 1971 que destaca la actuación política de José Hernández en el contexto en que vivió y rescata su pensamiento vivo con los fragmentos de editoriales que el autor del Martín Fierro escribió, entre el 6 de agosto de 1869 al 22 de abril de 1870, en el diario Río de La Plata. Fuente: Diario La Opinión, sábado 6 de noviembre de 1971. El mito de Martín Fierro ha sofocado a José Hernández. La obra gaucha, elevada a categoría máxima, del folklore literario argentino, ha dejado entre sombras al autor, a sus afanes. Y no es casual. La historia liberal, que ha silenciado tantos hechos del pasado, entre otros pecados sigue cometiendo el de separar al autor de su obra. Martín Fierro, como categoría estética, es –para ellos– relato excelso de peripecias entre gauchos matreros, escenas bucólicas y descripciones paisajísticas de luchas con indios en el desierto. Y Martín Fierro no puede entenderse sin José Hernández. Martín Fierro es sólo una expresión de un político infatigable que como periodista, soldado, poeta y parlamentario siempre tuvo un objetivo: el país. Cuando cae Rosas en 1852, los liberales comienzan a adueñarse del país. Lo estructuran a partir del puerto, que les sirve para exportar carne y de la aduana, que les permite engrosar las arcas fiscales. Para sus planes se sirven de los gauchos como carne de cañón contra los indios, y ambicionan poblar el territorio con rubios inmigrantes. Contra esos propósitos centralistas que desembocarán en una Argentina agropecuaria, dependiente de Inglaterra, contra la miopía que significa ver al país solo, desde la Plaza de Mayo, se alza José Hernández con su prédica. “Yo quiero corregir la historia”. Entrevista a José Saramago, por Márgara AverbachEl 16 de noviembre de 1922 nació José Saramago en Azinhaga, un pequeño pueblo portugués ubicado a 90 kilómetros de Lisboa. Saramago creció en el seno de una familia de campesinos. Cuando tenía tres años, su familia se mudó a la capital portuguesa. La precaria situación económica lo obligó a abandonar los estudios secundarios. Trabajó de cerrajero, de ayudante de mecánico, de periodista y de traductor antes de decidir dedicarse a la literatura. Militante comunista desde 1969, en 1974 participó en la Revolución de los Claveles, que terminó con 42 años de dictadura en su país. Los vaivenes de la política lo dejaron más tarde sin esperanzas de conseguir trabajo como reportero. Fue entonces que comenzó el giro que lo consagraría a las más altas cumbres de la literatura. Tenía 52 años y se volcó de lleno al oficio de escritor. En 1947, había publicado la novela Tierra de pecado, pero su paso por las letras fue breve. “Sencillamente no tenía algo que decir”, dirá años más tarde. Comprometido con la realidad de su tiempo, la década del 1970 lo encontró luchando contra la dictadura de Portugal y combatiendo las injusticias sociales. Fue entonces que halló en la literatura el terreno fértil desde donde alzó su voz. Una voz que denunció la concentración de riqueza en pocas manos: “El 47 por ciento de la riqueza mundial se concentra en 200 y tantas empresas multinacionales que ejercen el verdadero poder en el mundo y que jamás se presentan a elecciones. Se gasta más dinero en enviar un aparato a Marte para buscar algunas rocas que en llegar con ayuda concreta a las personas que necesitan más protección”, dijo en una entrevista publicada en la revista Viva el 7 de enero de 2001. También opinó sobre América Latina: “La situación en América Latina es especialmente desesperanzadora. Me parece que aquí necesitan de una nueva liberación. Ya no de los colonizadores españoles o portugueses sino de la tutela de los Estados Unidos. En ese país creen que todas las naciones de América son su terreno. Después de todo, las dictaduras que ustedes padecieron fueron apoyadas y entrenadas por ellos. La opresión económica que ejercen, además, es uno de los espectáculos más vergonzosos. América latina necesita liberarse cuanto antes de eso, reaccionar, aprender a decir no. No hablo de pensar en una protesta armada: todos los enfrentamientos armados me parecen absurdos. Hablo de que debería existir una conciencia nacional o continental…” Entre sus libros se encuentran Memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis, Historia del cerco de Lisboa, El evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, La caverna, Ensayo sobre la lucidez. El éxito le llegó cuando ya tenía 60 años y en 1998 ganó el premio Nobel de Literatura. Compartimos en esta ocasión una entrevista que le realizó la escritora y traductora Márgara Averbach en 1995, donde Saramago habla –entre otras cosas– de la relación entre la historia y la literatura, la cadencia musical de su obra, la tragedia de convertir a los ciudadanos en consumidores. Fuente: Diario Clarín, 26 de enero de 1995; en Leer antes, crítica literaria en suplementos culturales, Biblioteca Javier Coy, Universidad de Valencia, Valencia, 2015. Para el que lo leyó, oírlo hablar es un descubrimiento porque habla como escribe en más de un sentido: Las mismas frases enrevesadas, digresivas, y sin embargo, completamente coherentes: la misma inteligencia lúcida y atenta, la misma atención obsesiva hacia todo lo que dice, el mismo ritmo pausado que, en realidad, termina por ser agotador. El entusiasmo de un chico y el escepticismo de un sabio que conmueven en Memorial de un convento, Historia del cerco de Lisboa y El Evangelio según Jesucristo y recientemente en Casi un objeto. Me gustaría que hablara un poco de las relaciones entre la historia y la literatura. La historia es una de mis preocupaciones, tal vez la principal. A veces me pregunto si no soy un historiador que no llegó a serlo. La historia se me presenta como algo inacabado, algo que dice apenas una parte de lo que ocurrió, y esa sensación de cosa incompleta me ha llevado a decir que quiero “corregir la historia”. Tal vez eso no sea exacto, pero sí quiero rescatar algo de lo que quedó afuera. A mí me preocupa mucho el punto de vista, dónde está uno cuando mira algo, y la historia oficial que nos enseñan no es más que una selección de hechos organizados coherentemente aunque nos la presentan como una fatalidad, como algo, que ocurrió porque no podría haber ocurrido otra cosa. Esa historia deja mucho afuera: la historia escrita por las mujeres, los vencidos, los indios, los pobres, todos los que no tienen lugar en la historia oficial o, cuando lo tienen, son un decorado. A la hora de escribir una novela, yo tengo esa necesidad, a veces obsesiva, de buscar lo que no ha sido dicho y a veces lo que no ha sido dicho va en contra o ilumina de otro modo lo que sí se dijo. ¿Hay diferencias entre literatura e historia? No muchas, en el fondo. El historiador se comporta como un novelista: elige lo que le parece bien para contar una historia, organiza todo para que tenga una coherencia, para que parezca que tenía que ocurrir así. El novelista sabe que hay más historias que pudo introducir y que se reserva para otro momento. El historiador no lo acepta, aunque a veces cambia porque descubre un documento nuevo o porque cambia el poder (y eso es suficiente para que la historia cambie) pero fuera de eso, la manera de hacer las cosas no es muy distinta. Después del movimiento de la nouvelle histoire,afortunadamente, el aire fresco y nuevo de la historia tuvo mucha influencia en algunos escritores. Sobre todo en circunstancias como las nuestras, en las que al cabo de una dictadura de cincuenta años, tuvimos la necesidad de mirar atrás para buscar nuestras raíces. Reportaje a Catherine Camus, la hija del escritor francés Albert CamusCatherine Camus cuenta la intimidad de uno de los pensadores fundamentales de la posguerra, autor de las novelas La peste y El extranjero. También se anticipa un fragmento de la primera parte de la biografía Albert Camus de Herbert R. Lottman, que Taurus publica el mes próximo, donde se narra el misterio de un manuscrito casi destruido en el accidente automovilístico que le costó la vida aCamus, en enero de 1960, y que en marzo edita Tusquets en la Argentina. El primer hombre de Catherine El pasado año, el mundo editorial francés se conmovió con la publicación de Le premier homme, novela póstuma de Albert Camus, encontrada en forma de manuscrito casi ilegible, dentro del coche en el que el gran pensador encontró su muerte un 4 de enero de 1960. Con ella se truncaba la vida de uno de los escritores más luminosos, inteligentes y honestos del siglo XX, al que dos años antes le habían concedido el Premio Nobel de Literatura. Preparada por su viuda Francine Camus y por su hija Catherine, y publicada por su habitual editor Gallimard, la novela se encaramó a los primeros puestos de ventas durante todo el otoño del ’93 y la primavera y el verano del ’94, con formidable fulgor de éxito y crítica. Ahora Tusquets la publica en castellano, mientras Alianza anuncia la preparación de las Obras completas de Albert Camus. Su hija, Catherine Camus, recuerda la figura íntima de su padre. Catherine vive habitualmente en Lourmarin, bello y apacible pueblo del Vaucluse, en el sur de Francia, donde su padre había comprado una casa de campo con el dinero recibido por el Premio Nobel. Sus ocupaciones la obligan, sin embargo, a subir a París, de vez en cuando. Allí, y en la sede de la editorial Gallimard, se desarrolló este encuentro, previo a su llegada oficial a Barcelona, el 12 de diciembre, para la presentación de la edición castellana de Tusquets, a cargo del escritor Jorge Semprún. Su voz es suave. Su acogida, tan vibrante como sencilla. Es una mujer con la que se está inmediatamente a gusto. Cuando su padre murió, él tenía 47 años. ¿Y usted? Catorce. Como mi hermano gemelo Jean. ¿Cómo se enteraron? Nos llamaron por teléfono. Tardé muchísimo tiempo en recuperarme. A veces me pregunto si un accidente así, en la plenitud de la vida de una persona, llega uno a aceptarlo alguna vez. La imagen que rodea a su padre es la de un hombre libre, comprometido con las causas que él elegía voluntariamente. Combativo. Luchador. ¿Era la lucha para él una manera de vivir? Digamos que no tuvo mucha elección. Desde pequeño tuvo que luchar. Desde los 11 años trabajó porque tenía que aportar dinero a la casa. Entonces ya estaba tuberculoso. Enfermedad que lo acompañó toda la vida. Universidades para la nación argentina, por Natalia Bustelo(Fragmento del libro Todo lo que necesitás saber sobre la Reforma Universitaria) Hasta principios del siglo XX, en nuestro país solo la elite dominante tenía acceso a las universidades, que eran un instrumento esencial de control ideológico y garantizaban la continuidad del sistema, educando, en los mismos valores de sus padres, a los futuros dirigentes de un país al que consideraban una propiedad privada. En 1918 en la Argentina existían solamente tres universidades nacionales: la de Córdoba, fundada en 1613, la de Buenos Aires, fundada en 1821 y la de La Plata, de 1890. La matrícula de las tres juntas llegaba por aquel entonces a catorce mil alumnos. Pero en 1918 la universidad argentina vivió una transformación histórica que convirtió al estudiante en un nuevo actor social. La Reforma universitaria de aquel año se extendió a toda América Latina. Recordamos aquel episodio con un fragmento del libro Todo lo que necesitás saber sobre la Reforma Universitaria, de la historiadora Natalia Bustelo, que traza en este ensayo un recorrido de las ideas, palabras, publicaciones y los protagonistas del movimiento reformista. Fuente: Natalia Bustelo, Todo lo que necesitás saber sobre la Reforma Universitaria, Buenos Aires, Editorial Paidós, págs. 17-22. Desde 1880 la Argentina se mostraba como una pujante república que, bajo la dirección de una élite oligárquica laica, lograría asemejarse a los Estados Nación más modernos. En ese proceso la Universidad de Buenos Aires y la de Córdoba tenían un rol clave: eran las encargadas de formar a los médicos, ingenieros y abogados que guiarían la modernización. Los futuros profesionales iniciaban entonces una serie de reclamos con los que emergían la juventud estudiosa y la demanda de una reforma universitaria. Pero, a diferencia del movimiento estudiantil que se iniciaría en 1918, aquella juventud y su reforma estaban lejos de cuestionar la organización del país en una República oligárquica. El despuntar del siglo XX insistía en el futuro excepcional de la Argentina. La mayoría de los países latinoamericanos no lograba calmar los conflictos vinculados a la organización de sus Estados Nación. Nuestro país, en cambio, avanzaba en la consolidación de una República oligárquica. La élite político-económica que gobernaba la Argentina desde 1860 debía hacer frente a la creciente conflictividad social y política. Pero eso no le impedía mostrar su capacidad para superar la profunda crisis económica y política de 1890, ni tampoco proseguir la construcción de una República laica que en el plano político negaba la ampliación democrática mientras que lograba una importante modernización económica. Esta modernización se estructuraba en nuevas formas de desigualdad y opresión capitalistas, ya que los pilares de la economía comenzaban a ser la masiva llegada de trabajadores europeos, la agricultura latifundista –que desplazaba a las comunidades originarias y al campesinado al tiempo que profundizaba la desigualdad entre las regiones–, la inversión externa y la inserción del mercado local en el mundial. El desarrollo del país requería también la regulación de tres actividades clave: la medicina, la ingeniería y la abogacía. La Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Córdoba, sobre todo sus facultades de derecho, funcionaban desde hacía varias décadas como los ámbitos de sociabilidad de la élite política que se formaba en la nueva república pero coronaba su formación con el “viaje iniciático” a Europa. Las universidades además eran las únicas habilitadas para expedir matrículas profesionales.
La deserción de la hija de Stalin, por Rosemary Sullivan(Fragmento del libro La hija de Stalin. La extraordinaria y tumultuosa vida de Svetlana Allilúieva) El 7 de noviembre de 1917, o el 25 de octubre en el calendario juliano que regía entonces en algunos lugares, comenzó la Revolución Rusa, un episodio bisagra en el siglo XX que cambió el curso de la historia mundial. La revolución puso fin al imperio de los zares Romanov que gobernaba desde 1613. Basándose en las teorías de Karl Marx, Vladimir Lenin encabezó en esta fecha la primera revolución comunista del siglo XX. Los llamados bolcheviques instauraron la dictadura del proletariado, expropiando a los terratenientes. El nuevo gobierno se basaba en el poder de los soviets, grupos de obreros, soldados y campesinos, que deliberaban y decidían el futuro del país. Recordamos este episodio con un fragmento de La hija de Stalin. La extraordinaria y tumultuosa vida de Svetlana Alliúieva, una biografía escrita por Rosemary Sullivan sobre la mayor entre los hijos del dictador soviético, que creció dentro de los muros del Kremlin, aislada de las noticias de hambrunas y de purgas que asolaban la U.R.S.S. En 1967, Svetlana conmocionó al mundo cuando pidió asilo en la embajada de Estados Unidos de la India y desertó a ese país. Se convirtió entonces en un peón de la Guerra Fría. Fuente: Rosemary Sullivan, La hija de Stalin. La extraordinaria y tumultuosa vida de Svetlana Allilúieva, Barcelona, 2017, págs.19-25. La deserción A las 7:00 p.m. del 6 de marzo de 1967, un taxi se acercó a las puertas abiertas de la embajada estadounidense en la avenida Shantipath, en Nueva Delhi. Observado de cerca por el guardia de la policía india, avanzó lentamente por la vereda circular. La pasajera en el asiento trasero se asomó para ver el gran espejo de agua, sereno bajo la penumbra. Unos cuantos patos y gansos todavía flotaban entre los chorros que brotaban de su superficie. Las paredes externas de la sede diplomática estaban construidas con bloques perforados de concreto, lo que le daba al edificio una apariencia ligera, etérea. La mujer se dio cuenta de lo diferente que era respecto de la impasible e institucional embajada soviética de la que acababa de salir. De modo que así era Estados Unidos. Svetlana Allilúieva subió la amplia escalinata y observó el águila estadounidense empotrada en las puertas de cristal. Había tomado de manera precipitada todas las decisiones importantes de su vida. En cuanto cruzara ese umbral, sabía que su antigua vida estaría irrevocablemente perdida. No tenía duda de que la ira del Kremlin caería pronto sobre su cabeza. Se sintió desafiante. Se sintió aterrorizada. Había tomado la decisión más importante de su vida: había escapado; pero no tenía idea a dónde. No dudó. Apretó su pequeño portafolios en una mano y tocó el timbre. Danny Wall, el marino de guardia en la recepción, abrió la puerta. Miró a la pequeña mujer parada frente a él. Era de mediana edad, estaba bien vestida y carecía de señas particulares. Estaba a punto de decirle que la embajada se hallaba cerrada cuando ella le entregó su pasaporte. Se puso pálido. Cerró la puerta detrás de la mujer y la acompañó hasta un pequeño cuarto adyacente. Entonces llamó por teléfono a Robert Rayle, el segundo secretario de la representación diplomática que estaba a cargo de los que llegaban sin cita: los desertores. Rayle se encontraba fuera, pero cuando devolvió la llamada minutos después, Wall le dio el código secreto que indicaba que la embajada tenía a un desertor soviético, lo último que esperaba Rayle aquella tranquila noche de lunes en la capital india. Ya se puede visitar el mosaico romano descubierto en un pueblo sevillano en 2017 Cuenta con una impresionante representación de animales marinos rodeados de elementos del lugar donde se encontró y que podrían descubrir nuevos datos sobre la ciudad romana de Naeva. Rescatan una canoa de 500 años de antigüedad del fondo de un río de Bielorrusia. La canoa, descubierta por unos lugareños, ha sido fechada dendrocronológicamente en el 1500-1510, cuando fue talado el roble, que tenía entonces 300 años de antigüedad. Hallan los libros que inspiraron a Bram Stoker en «Drácula» La Biblioteca de Londres identifica 26 volúmenes que usó para escribir su célebre novela y en los que aún se pueden ver sus marcas y anotaciones. Nuevas excavaciones han permitido determinar que este tipo de escritura fue influenciada por los romanos y que se originó entre los siglos III y IV después de Cristo. Descubren una cámara y un túnel bajo la Pirámide de la Luna de Teotihuacán Arqueólogos mexicanos han confirmado la existencia de una cámara subterránea, ocho metros bajo el suelo, probablemente asociada a fines rituales y un túnel en la Pirámide de la Luna. Hallan las armas más antiguas de Norte América Las recientes excavaciones han desenterrado puntas de lanza de 15.500 años de antigüedad, las armas más añejas jamás halladas en Norte América, además de los asentamientos humanos más antiguos de la zona. Ya son 58 los barcos naufragados hallados en el archipiélago griego de Fourni. Ubicado en la costa oeste de Turquía, el sitio se convirtió en la capital mundial de barcos antiguos naufragados; se encontraron también 18 lámparas de arcilla del siglo II d.C. La Casa de Júpiter y la Casa con Jardín salen a la luz en Pompeya Descubren una inscripción que apoya la hipótesis según la cual la erupción volcánica del 79 d.C. ocurrió el 24 de octubre y no el 24 de agosto. Mujeres insolentes de la historia 2, por Felipe Pigna. Editorial Planeta, 128 págs. $ 480. Hicieron historia. Igual que muchos hombres. Pero a ellas se les mezquinó la memoria de sus actos. Tardaron en aparecer en los libros, en las revistas, en los manuales de la escuela, en las conmemoraciones. Fueron mujeres valientes, arriesgadas, talentosas, capaces de ir contra lo que su época decía que había que hacer. Qué tenían puesto. La moda en la historia argentina, por Daniel Balmaceda. Editorial Sudamericana, 384 págs. $ 549. El conocimiento de la moda es fundamental para comprender la historia de un país. El libro recorre las anécdotas más sorprendentes sobre el origen de la ropa que se usó en cada época en la Argentina. (info) Los muchachos peronistas árabes. Los argentinos árabes y el apoyo al Justicialismo, por Raanan Rein y Ariel Noyjovich, Editorial Sudamericana, 320 págs. $ 529. La primera historia de la relación entre argentinos-árabes y peronismo. (info) Desconocida Buenos Aires. Secretos de una provincia, por Leandro Vesco, 288 págs. Editorial El Ateneo. $ 450. Un libro que recorre los pequeños pueblos recostados sobre el interminable mar Argentino donde se unen el campo y los médanos; viejas pulperías y almacenes de ramos generales, postas son paradas obligadas en este texto. (info) La saga de los Bonaparte. Tres siglos de poder. Una dinastía imperial, por Pierre Branda. Editorial El Ateneo, 496 págs. $ 790. El autor reconstruye los destinos fascinantes de una familia marcada por la grandeza, entre ellos dos emperadores, tres reyes, una reina, dos príncipes, una musa incomparable, un joven maldito, el increíble fundador del FBI y un héroe de la Resistencia en la Segunda Guerra Mundial, etc. (info) Los médicos nazis. La ciencia de matar, por Robert Jay Lifton. Editorial El Ateneo, 656, págs. $ 950. Un relato escalofriante del lado más oscuro de la naturaleza humana. El autor analiza el papel crucial que jugaron los médicos en el genocidio nazi. (info) Ases de la Luftwaffe en la Segunda Guerra Mundial, por Philip Kaplan. Editorial El Ateneo, 304 págs. $ 425. Este libro analiza la realidad que se esconde tras los mitos de los legendarios ases alemanes de la aviación de caza de la Segunda Guerra Mundial. (info) Operación Sinatra. La historia secreta de la visita de La voz a la Argentina, por Diego Mancusi y Sebastián Grandi. Editorial Aguilar, 208 págs. $ 499. Para muchos, la visita deFrank Sinatra a la Argentina fue un fracaso económico de Palito Ortega, pero él no fue el único responsable del viaje de La Voz al país. También hubo un entramado político entre el gobierno militar, el de Ronald Reagan y la CIA. Me llaman Artemio Furia, por Florencia Bonelli. Editorial Suma de Letras, 520 págs. $ 699. Artemio Furia no es un hombre común. Entre 1806 y 1807, sus centauros y él sirvieron en los ejércitos de Juan Martín de Pueyrredón para expulsar a los ingleses. Se dice que, con un chasquido de sus dedos, puede sublevar a toda la campaña. Cuando comienza a gestarse la Revolución de Mayo de 1810, la facción patriótica, la que desea la independencia de Río de la Plata, lo convoca para luchar por la libertad. |