Hacia fines de la década de 1900, Carlos Pellegrini aseguró: “El voto electoral no es sólo el más grande de nuestros derechos, sino el más sagrado de nuestros deberes. Es el voto lo único que levanta y dignifica al ciudadano y que hace grande y respetable al pueblo”. Esta opinión, proveniente de uno de los más lúcidos miembros del conservador régimen oligárquico, indicaba una necesidad impostergable, relacionada con el ascenso de una fuerza opositora: la intransigente Unión Cívica Radical de Hipólito Yrigoyen. Pellegrini estaba sugiriendo la posibilidad de implementar una reforma antes de que fuera demasiado tarde.
Y así fue. Una vez asumido, el nuevo presidente Roque Sáenz Peña, se dispuso a dar curso a la iniciativa que pudiera destapar la olla a presión que se había generado. Así, a principios de 1912, se sancionó la ley 8.871, que instituía el sufragio libre, secreto y obligatorio, siempre masculino, que pasó a la historia como la Ley Sáenz Peña.
El nuevo régimen electoral, denominado también de “lista incompleta”, contemplaba que dos tercios de los cargos se los llevara el partido ganador y que sólo el tercio restante quedara para la segunda fuerza, quedando excluidas otras minorías. Sólo eventualmente alcanzaría a ser representada otra fuerza minoritaria. El presidente Sáenz Peña ponía en claro los objetivos: “La nueva ley amenguará los efectos alarmantes de la inversión cosmopolita”, pues la reforma estimulaba la nacionalización de los inmigrantes.
Contra lo que creían desde el régimen oligárquico, Yrigoyen triunfaría en 1916, siendo el primer presidente argentino en la democracia de masas inaugurada entonces. Pero antes, el 31 de marzo de 1912, la ley se aplicaría por primera vez en Santa Fe, dando el voto popular por primera vez a la fuerza radical el gobierno de una provincia. Sería el médico y farmacéutico Manuel Menchaca el primer gobernador elegido en el país con la aplicación de la Ley Sáenz Peña.
Recordamos este importante acontecimiento de la historia argentina a partir de las palabras de un ideólogo del conservadorismo argentino, Matías Sánchez Sorondo, lamentando tiempo después la irrupción de las masas en la política.
Fuente: Matías Sánchez Sorondo, “El 6 de septiembre de 1930”, Revista histórica, 3, 1958, pp. 85-86, citado en Alain Rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argentina, Emecé, Buenos Aires, 1981, p. 176.
«En 1916, todo cambió. Por primera vez la aritmética electoral maniobrada por un nuevo sentido colectivo se impuso secamente sobre los valores consagrados por un largo examen de capacidad ante la opinión. El imperio de la mitad más uno decisivo como la espada de Breno gravitó en la balanza de nuestros destinos. Extrajo de la oscuridad o del misterio en que vivían a los nuevos rectores de la nación. Con la irrupción de las masas la política comienza a hacerse de abajo para arriba…”
Matías Sánchez Sorondo
Fuente: www.elhistoriador.com.ar