La designación de San Martín como Gobernador Intendente de Cuyo


Fuente: Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina 2, Buenos Aires, Planeta, 2005, págs. 25-28.

Desde comienzos de 1813 funcionaba en Buenos Aires la Asamblea General Constituyente. Para muchos, entre los que se contaban San Martín y Belgrano, era la gran oportunidad para declarar la independencia y reafirmar la decisión de guerra a muerte con España.

Lamentablemente, los terratenientes porteños y su principal representante y presidente de la Asamblea, Carlos María de Alvear, no pensaban lo mismo. El ex amigo y compañero de San Martín aprovechó la oportunidad que le brindaba el alejamiento del coronel –que se oponía a sus ambiciones centralistas– para crear un poder ejecutivo unipersonal, el Directorio. Así lo cuenta el propio Alvear en sus memorias, dictadas al amanuense Rivera Indarte: “Yo sentí al instante este gran defecto [un poder ejecutivo de varias personas] y siendo miembro de la Constituyente, traté de sondear los ánimos con el objeto de concentrar el poder en una sola persona. […] No había pues tiempo que perder y era preciso empezar por hacer en el gobierno una gran variación que pedían imperiosamente las circunstancias. El coronel San Martín había sido enviado a relevar al general Belgrano y la salida de este jefe de la capital, que habíase manifestado opuesto a la concentración del poder, me dejaba más expedito para intentar esta grande obra”. 1

Efectivamente, corría el año 1814 cuando San Martín fue designado al frente del Ejército del Norte en reemplazo de su querido y admirado general Belgrano. El encuentro entre los dos patriotas se produjo el 30 de enero, en algún lugar en el camino entre Tucumán y Salta. 2 Tuvieron tiempo de conversar sobre el estado de la Revolución, sobre la inoperancia e incomprensión del gobierno central y de la soledad que no dejaba de acompañarlos.

San Martín traía instrucciones reservadas del Directorio que le ordenaban remitir a Belgrano para ser juzgado por las derrotas de Vilcapugio y Ayohúma, pero estaba completamente en desacuerdo con la absurda disposición y se negó a entregar a su compañero, del que dirá años más tarde: “Belgrano es el más metódico de los que conozco en nuestra América, lleno de integridad y talento natural; no tendrá los conocimientos de un [Napoleón] Bonaparte en punto a milicia, pero créame usted que es lo mejor que tenemos en la América del Sur”.

San Martín reorganizó el ejército y lo dejó en las mejores condiciones posibles. Pero su cabeza estaba en otra parte. Estaba absolutamente convencido de que las sucesivas derrotas en el Norte ya eran suficientes para demostrar que había que buscar otro camino para terminar definitivamente con el enemigo y su centro de poder en Lima.

A comienzos del invierno de 1814 se difundió una noticia preocupante sobre la salud del jefe del Ejército del Norte. Se supo que su medico le había aconsejado marchar hacia el benévolo clima cordobés. Así lo cuenta José María Paz, que tuvo el privilegio de conocerlo en aquellas circunstancias: “Cuando llegué a Córdoba, estaba el general San Martín en una estanzuela, a cuatro leguas de la ciudad. Estuve a visitarlo con otras personas; nos recibió muy bien y conversó largamente sobre nuestra revolución. Entre otras cosas dijo: ‘Esta revolución no parece de hombres sino de carneros’. Para probarlo refirió que ese mismo día había venido uno de los peones de la hacienda a quejársele de que el mayordomo, que era un español, le había dado unos golpes por faltas que había cometido en su servicio. Con este motivo exclamó: ‘¡Qué les parece a ustedes; después de tres años de revolución, un maturrango se atreve a levantar la mano contra un americano! ¡Esta es –repitió– revolución de carneros!’” 3

Desde aquella estanzuela de Saldán diseñará junto a su entrañable amigo Tomás Guido el plan continental de liberación. Se proponía formar un ejército en Cuyo, cruzar la cordillera, liberar Chile y desde allí lanzar por mar la ofensiva final sobre Lima, el cuartel general de los opresores de América.

Don José sabía que para concretar un plan tan ambicioso hacía falta, además de poder militar, poder político. Solicitó y obtuvo, el 10 de agosto de 1814, el cargo de gobernador de Cuyo y se mudó con Remedios a Mendoza, dejándole al general Martín Miguel de Güemes y sus “infernales” gauchos la defensa de la frontera norte. San Martín destacaba los esfuerzos del salteño: “Los gauchos de Salta solos están haciendo al enemigo una guerra de recursos tan terrible, que lo han puesto en la necesidad de desprender una división de más de 300 hombres. Con el único objeto de proteger la extracción de mulas y ganado vacuno”. 4

A los amantes de la historia basada exclusivamente en “fechas y batallas”, aquella que nos arruinaba la mente en el secundario, a los que siguen queriendo ver un San Martín exclusivamente militar, hay que recomendarles que analicen al San Martín político, a aquel que durante tres años gobernó con gran eficiencia, equidad y honestidad las provincias cuyanas.

Referencias:

1 Carlos María de Alvear, Narraciones, Buenos Aires, s/e, 1922. También puede consultarse en Biblioteca de Mayo, tomo XIV, Buenos Aires, 1960.
2 Se ha puesto reiteradamente en duda que el lugar del encuentro haya sido la posta de Yatasto. Lo cierto es que la reunión se produjo en alguna localidad de la zona en aquella fecha.
3 José María Paz, Memorias, Buenos Aires, Emecé, 2002.
4 Alberto Cajal, Guerra de la Independencia en el norte del virreinato del Río de la Plata: Güemes y el Norte de la Epopeya, Buenos Aires, Plus Ultra, 1969, p. 390.

 

17 de agosto de 1850

Fuente: www.elhistoriador.com.ar