Los presos de Bragado


Calpe, se les ha obligado a tragar panfletos editados por entidades comunistas… Yo que he oído esas denuncias, no puedo dejar de traerlas al seno de la Cámara”. 1

Al escuchar los testimonios, el senador Sánchez Sorondo, responsable como Ministro del Interior de la policía torturadora de Uriburu, reaccionó en estos términos, que nos suenan lamentablemente conocidos: “¿Quién puede creer lealmente que el general Uriburu, que los hombres que lo hemos acompañado en su gobierno, tengamos alma de torturadores? ¿Acaso somos desconocidos en nuestro propio país? ¿Acaso venimos de tierras extrañas o expelidos por el bajo fondo, expelidos con el odio al semejante, hecho de hambre, de envidia, de humillación social, de rencores ancestrales, extravasado en nuestras venas? No, señor. Todos tenemos una limpia tradición de familia que conservar para nuestros hijos. Nuestra vida pública y privada, y hasta nuestros sentimientos, se desenvuelven bajo el contralor de amigos y enemigos”. 2

Las denuncias de torturas efectuadas por los “presos de Bragado”, como se los empezó a conocer popularmente, fueron ratificadas por vía judicial a través de la declaración del valiente médico policial Francisco Macaya: “Que siendo médico de policía en Bragado, revisó al detenido Pascual Vuotto, constatado que tenía varias hematomas que databan de pocos días y que era de origen traumático, sin que pueda precisar el objeto con que fueron inferidas; que informó al comisario Williman del resultado del examen; que interrogó a Vuotto acerca del origen de esas lesiones y que éste le respondió en tono irónico que eran de los “hábiles interrogatorios”. 3

El doctor Francisco Macaya había ido demasiado lejos. Comenzaron las amenazas contra su familia y tuvo que mudarse a Trenque Lauquen. Pero allí la persecución continuó por vías “legales”, fue echado de la Policía y se le instruyó un sumario por “falso testimonio”

En 1985 Carlos Jordán recogió el testimonio de Miguel Lorda, hermano de Bartolomé Lorda, que integraba el Comité de Solidaridad de Mercedes, quien identificó como autor del atentado contra Blanch a  Rafael Chullivert, rival del caudillo en la interna conservadora“Era Jefe de Encomiendas en el Ferrocarril de la estación de Bragado. (…) tiempo después de la bomba, Chullivert asesina a su compañera y a dos hijos de ésta y luego se suicida. Antes de suicidarse deja unas notas: al Juez, a la policía y a su familia, donde pide perdón por el acto cometido con sus hijastros y compañera y además se hace cargo del atentado a Blanch. (..) Estas cartas fueron tomadas por la policía y nunca se presentaron para redimir la pena de los inculpados, los pobres detenidos siguieron cargando con algo que no habían hecho”. 4

No había justicia en los años treinta. Ni de la social ni de la otra. Pero los presos no estaban solos. Desde que Pascual Vuotto tomó la valiente decisión de contra viento y marea hacer conocer al mundo su injusticia, en todo el país comenzaron a formarse comités de solidaridad con los detenidos. De todo el mundo llegaban adhesiones, pedidos de justicia, repudios al gobierno y la “justicia” argentina. Sindicatos de Italia, Francia, España, México, intelectuales de diversos países, todos clamaban por la libertad inmediata de los detenidos y denunciaban a la infamia en el poder.

Tras la barbarie y con las declaraciones arrancadas bajo tortura, el sumario señalaba como autores materiales a Pascual Vuotto, Reclús De Diago y Santiago Mainini,  mientras que López, Ramos, Bodelón y Rossini quedaron implicados como cómplices.

Los abogados de los detenidos apelaron la injusta sentencia, pero tanto la Cámara de Apelaciones de Mercedes, como la Suprema Corte de Justicia de la provincia, confirman el fallo y rechazan la posibilidad de nueva apertura de la causa a prueba. Todavía a diez años del inicio de todo este “proceso”, en 1941 la Corte Suprema rechazó el último recurso. Todo parecía terminado cuando el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Rodolfo Moreno, tras estudiar el expediente y frente a la creciente y permanente presión nacional e internacional decidió conmutarles la pena máxima por una condena a 17 años de prisión, lo que implicaba, por la buena conducta de los detenidos, la posibilidad de aspirar a la libertad condicional.

Los presos fueron puestos en libertad el 24 de julio de 1942. Una multitud los recibió. Vuotto, De Diago y Mainini, querían saludar a todos, estrecharse en un abrazo con cada pecho fraterno. Estaba claro para todos que aquel extraordinario logro era producto de la lucha incansable, de la denuncia permanente y valiente. En mayo de 1991 el diputado socialista Guillermo Estévez Boero logró hacer aprobar en el parlamento nacional un proyecto de desagravio a la memoria de los presos de Bragado. Vale terminar esta historia con el epílogo del libro de Pascual Vuotto, “Vida de un Proletario”, en el que puede apreciarse toda la dignidad de un hombre que había sufrido como pocos en carne propia las injusticias de aquella década infame:“Este libro será una profunda herida, una herida abierta por la injusticia social. Será por eso mismo, sangre y doliente. No pretende inspirar compasión. Como el rugido de un león aprisionado, es grito estentóreo, de rebelión y protesta”. 5

Referencias:

1 Discurso del diputado Luis Ramiconi en Alberto Ciria, Partidos y poder en la Argentina Moderna, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985.
2 Alberto Ciria, Partidos y poder en la Argentina Moderna, Buenos Aires, Hyspamérica, 1985.
3 Declaración del Doctor Macaya ante el Juez Cisneros en Pascual Vuotto,  Vida de un proletario, el proceso de bragado, Buenos Aires, 1939.
4 En Carlos M. Jordán, Los presos de Bragado, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1988.
5 Pascual Vuotto,  Vida de un proletario, el proceso de bragado, Buenos Aires, 1939.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar