Domingo Matheu es uno de esos tantos personajes de la historia que, con escasa excepción, aparecen en los libros de historia ocupando sólo una línea o dos cuanto mucho. Todo ello, a pesar de su importante influencia en los días de las luchas por la independencia.
Nacido en Barcelona, el 4 de agosto de 1765, este piloto naval y comerciante hispano, viajó en varias oportunidades al Río de la Plata, gracias al permiso otorgado por la Corona española para comerciar en las tierras del virreinato rioplatense. En 1793 se radicó definitivamente en Buenos Aires y pronto se convirtió en uno de los más importantes hombres del comercio porteño.
Como gran parte del pueblo rioplatense, tuvo una activa participación en las luchas contra los ingleses que invadieron Buenos Aires a comienzos del siglo XIX. Matheu formó parte de la compañía de Miñones, actuando en la reconquista y posterior defensa de la Buenos Aires todavía colonial.
Su actividad, sin embargo, estuvo pronto muy vinculada a las discusiones cabildeas y cuando sobrevinieron los días del mayo revolucionario, Matheu se alineó del lado patriota. Su ganada reputación le valió ser nombrado como vocal de la Primera Junta de gobierno y luego presidente de la Junta Grande, reemplazando a Cornelio Saavedra durante su viaje al norte.
Pero su ayuda fue aún más importante, al financiar las políticas del primer gobierno patrio y las expediciones militares al Alto Perú y al Paraguay. Luego se le encargó la dirección de la fábrica de armas y fusiles y la confección de los uniformes militares.
Retirado de la política hacia fines de la década revolucionaria, se dedicó a la actividad comercial hasta su fallecimiento, el 28 de marzo de 1831. En esta oportunidad, recordamos a Matheu con un fragmento de sus impresiones sobre los días de las invasiones inglesas, retratadas en el libro de sus memorias.
Fuente: Domingo Matheu, Memorias, en Biblioteca de Mayo, Tomo II, citado en PIGNA Felipe, Los mitos de la historia argentina I, Planeta, 2009.
«Los ingleses entraban haciendo mil destrozos, matando y forzando mujeres, saqueando; así se iban internando, pero pronto se les acabó el gusto, porque luego que llegaron donde había gente en las azoteas, se les hizo un fuego tan vivo, que en menos de dos horas se les mataron más de 1.500 hombres y entre heridos y prisioneros pasaban de 4.500 (…) Lo que no ganaron en ocupación, lo ganaron con el fracaso, pues más de 8.000.000 de pesos de efectos vendieron en esos dos meses por menos de un tercio del valor de plaza para no volverse con ellos a Inglaterra. Los compradores fueron los españoles acaudalados y algunos nativos de igual condición.”
Domingo Matheu