MUJERES, EDUCACIÓN Y TRABAJO

Educación de las mujeres

Belgrano también se preocupó por la educación de ambos sexos, una idea revolucionaria en su época.

 

Hemos dicho que uno de los objetos de la política es formar las buenas costumbres en el Estado… ¿Pero cómo formar las buenas costumbres y generalizarlas con uniformidad? ¡Qué pronto hallaríamos la contestación si la enseñanza de ambos sexos estuviera en el pie debido! Mas por desgracia el sexo que principalmente debe estar dedicado a sembrar las primeras semillas lo tenemos condenado al imperio de las bagatelas y de la ignorancia. El otro adormecido deja correr el torrente de la edad y abandona a las circunstancias un cargo tan importante.

Todos estamos convencidos de estas verdades. Ellas nos son sumamente dolorosas…
La naturaleza nos anuncia una mujer; muy pronto va a ser madre y presentarnos conciudadanos en quienes debe inspirar las primeras ideas; ¿y qué ha de enseñarles si a ella nada le han enseñado? ¿Cómo ha de desarrollar virtudes morales y sociales, las cuales son las costumbres que están situadas en el fondo de los corazones de sus hijos? ¿Quién le ha dicho que esas virtudes son la justicia, la verdad, la buena fe, la decencia, el espíritu, y que estas cualidades son tan necesarias al hombre como la razón de que proceden? Ruboricémonos, pero digámoslo: nadie; y es tiempo ya de que se arbitren los medios de desviar un tan grave daño si se quiere que las buenas costumbres sean generales y uniformes.

Fuente: Correo de Comercio, Tomo I, número 21, 21 de julio de 1810, Buenos-Ayres, La Real Imprenta de Niños Expósitos, 1810, págs. 166-167; en Correo de comercio: 3 de marzo de 1810 a 25 de agosto de 1810; Buenos Aires, Editorial Docencia, 2003, págs.244-245.

Las mujeres y el trabajo

También proponía ocupaciones para las mujeres para remediar los males que surgen por falta de trabajo:

(…) Estas plantas tan útiles a la humanidad son las que ocupan mi idea. Mi ánimo es manifestar a V.S. las utilidades que resultarían a esta provincia y a la Península de su cultivo…

A esta provincia (resultarán utilidades de su cultivo) porque aumentándose este, habrá un objeto más a que se aplicasen las gentes, ya del campo como los infelices de la ciudad, pues sabemos que el lino y el cáñamo antes de poder servir para ponerlo en el telar, que debería ser el modo con que se mandase a nuestra madre patria, tiene que pasar por una porción de operaciones, ya propias del labrador, como son la siembra, siega, remojo, cocimiento a beneficio del sol, secar y ponerlo a fuerza de maza en fibras, ya propias de las mujeres de éstos y otras gentes infelices de la ciudad, como son el espalar, rastrillar é hilar; con él sin duda tendríamos otro objeto de cambio para nuestras necesidades y usos, y más comodidades se aumentarían.

Ved aquí un recurso para que trabajasen tanto infelices, y principalmente el sexo femenino, sexo en este país, desgraciado, expuesto a la miseria y desnudez, a los horrores del hambre y estragos de las enfermedades que de ella se originan, expuesto a la prostitución, de donde resultan tantos males a la sociedad, tanto por servir de impedimento al matrimonio, como por los funestos efectos con que castiga la naturaleza este vicio, expuesto a tener que andar mendigando de puerta en puerta un pedazo de pan para su sustento; y… ¡pero para qué afligir más el ánimo de V. S. cuando ya lo conceptúo sabedor de todos los males que sufre este miserable sexo por falta de trabajo!

Fuente: Memoria presentada al consulado en 1797; en Documentos del Archivo de Belgrano, Tomo I, Buenos Aires, Museo Mitre, 1913, Pág. 82-83.