Si tiene problemas para ver La Gaceta correctamente, presione aquí
Año 6· Número 12 · Febrero de 2017, ISSN 1851-5851 - Una publicación de www.elhistoriador.com.ar, dirigida por Felipe Pigna
El Historiador
Índice
image

 

La primera Buenos Aires
No está demasiado claro cuál es la fecha real de la fundación de Buenos Aires y tampoco el solar inicial. “Los mejores indicios”...
Leer artículo
image

 

El carnaval, por Juan Bautista Alberdi (Figarillo)
“Gracias a Dios, que nos vienen tres días de desahogo, de regocijo, de alegría. ¡Trabas odiosas, respetos incómodos, miramientos afectados que pesáis todo el año...
Leer artículo
image

 

El faraón. El que mantiene alejado el caos, por José Miguel Parra
Hace unos 5.000 años (3.000 antes de Cristo), en el noreste de África, a lo largo del río Nilo, se desarrolló una de las culturas...
Leer artículo
image

 

Esos seres con pedigree, por Eustaquio Pellicer
Podrá ser un disparate de a folio, pero francamente, entre ser persona, viviendo en una mediana casa, y ser caballo, viviendo en un buen stud, no sabemos lo que es...
Leer artículo
Viaje a caballo por las provincias argentinas, por William Mac Cann 

En 1842 el viajero inglés William Mac Cann arribó a Buenos Aires en busca de oportunidades comerciales. Hay quienes sostienen, sin embargo, que Mac Cann...

Leer artículo
 
image
Enviar a un amigo
 

 

 

La Gaceta Estival



En febrero de 1844 Juan Manuel de Rosas abolía “para siempre” el carnaval. Los fundamentos del decreto de prohibición del milenario juego apelaban a la moral y establecían, entre otras cosas, que “semejante costumbre es inconveniente a las habitudes de un pueblo laborioso e ilustrado”, que “se perjudican las fortunas particulares y se deterioran y ensucian los edificios en las ciudades por el juego en las azoteas, puertas y ventanas” y que “las familias sienten otros males por el extravío indirecto de sus hijos, dependientes o domésticos…”.

Pocos años antes, Juan Bautista Alberdi, quien pasará más tarde a la historia como redactor de las Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, fuente de nuestra Constitución Nacional, por su defensa del Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza, o por sus fuertes polémicas con Sarmiento, lanzaba una desopilante apología en la que se despachaba contra los argumentos que intentaban poner fin al juego de carnaval.

Decía entonces Alberdi: “Poco agradecido es, no hay duda, el perseguir el carnaval. Yo quisiera que me dijeran esos murmurones, ¿qué es mejor? ¿Que le peguen a usted piojos, petardos, escarlatina, balazos, julepes, azotes o que le peguen huevazos? ¿Que le echen a uno una lavativa, una píldora, una contribución, una obrita, una criatura en la puerta, un pasquín, o que le echen un cántaro de agua fresca? (…) No sé tampoco por dónde quiera sacarse el juego de carnaval contrario a la moral y al buen tono. No sé cómo puede perderse en tres días una moral, que cuenta doce meses, menos los dichos tres días. Ni que fuera de cristal la moral para romperse de un huevazo”.

Reproducimos en esta Gaceta el texto completo que Alberdi publicó bajo el seudónimo Figarillo en la revista La Moda, el 24 de febrero de 1838.

También compartimos un capítulo del libro La vida cotidiana en el Antiguo Egipto. El día a día del faraón y sus súbditos a orillas del Nilo, deJosé Miguel Parra, de reciente aparición, que reconstruye la realidad cotidiana de la cultura faraónica, una de las más apasionantes de la historia.

Recordamos la primera fundación de Buenos Aires con un artículo sobre la ciudad en tiempos de su primera fundación y un fragmento del libro Viaje a caballo por las provincias argentinas, del viajero inglés William Mac Cann, que describe la misma ciudad más de tres siglos después.

Felipe Pigna
 
 
image
   
La primera Buenos Aires

Autor: Felipe Pigna.

No está demasiado claro cuál es la fecha real de la fundación de Buenos Aires y tampoco el solar inicial. “Los mejores indicios” –señala Roquera– “apuntan a que ocurrió alrededor del 2 o 3 de febrero de 1536. O tal vez la ceremonia de la fundación –si es que hubo tal ceremonia– se haya demorado hasta el 22, entre tanto se erigían las primeras construcciones... Tampoco es enteramente seguro el emplazamiento escogido”.

José Luis Busaniche va aún un poco más lejos y señala: “Las circunstancias en que se produjo el desembarco, la forma en que se establecieron los expedicionarios, llevan por el contrario a creer que no hubo en realidad fundación”

Sí en cambio se sabe cómo era esa primera Buenos Aires, en la que predominaban viviendas muy sencillas, básicamente de barro y techo de paja, salvo, claro, la de Mendoza que, como autentico adelantado que era, se vio beneficiado por un techo de tejas. Tampoco faltaba la plaza central, esa que luego se construyó con cada uno de los pueblos, y la Iglesia, la primera para abastecer espiritualmente a una población de alrededor de 1.200 almas. Pero si era suficiente la cantidad de abastos espirituales, no lo eran en cambio los terrenales, y la galleta que fuera traída desde España para alimentar a tantos colonos comenzó a agotarse.

El menú no era demasiado atractivo, “tres onzas de galletas por día y un pescado cada tres”, señala Orquera, y todo indica que la fauna circundante no fue suficiente o no supieron capturarla. Algo similar cabe preguntarse con la pesca en un periodo en que la contaminación no había vaciado, ni mucho menos, las arcas del Riachuelo. Lo cierto es que la dieta comenzó a completarse con ratas, víboras, zapatos y algún que otro colono.
Leer artículo
[Volver]
image
   
El carnaval, por Juan Bautista Alberdi (Figarillo)

Gracias a Dios, que nos vienen tres días de desahogo, de regocijo, de alegría. ¡Trabas odiosas, respetos incómodos, miramientos afectados que pesáis todo el año sobre nuestras suaves almas, desde mañana quedáis a nuestros pies, hasta el martes fatal que no debiera de amanecer jamás! Desde mañana, gracias a la civilización del siglo 19, tenemos derecho a enviar pipas de agua, limpia o sucia, sobre el frac más pintado, para chasquear a todo el mundo; y al necio que por ello se incomodare, encerrarle, silbarle, pegarle de vejigazos por inconsiderado e intolerante. Podemos estrellar un huevo, relleno de lo que nos dé la gana, sobre la frente más dorada, sobre las niñas de los más bellos ojos, sobre la nieve del más casto seno.

¡Bien hayan las tradiciones de nuestros liberales abuelos! Ojalá sean inmortales como tantos otros legados que nos quedan, y pensamos mantener aun por largos años! No sé cómo hay gentes que se opongan a unas costumbres tan inocentes y tan suaves. Bien que hay gentes para todo. Quieren las máscaras y las costumbres especiosas de los italianos, y eso es lo que no han de ver en nuestro país. ¿Cómo no han de gustar de las máscaras donde todo es disfraz y solapa? No señor: el carnaval debe jugarse a cara descubierta: andemos claros; nada de confusión, ni de barullo; al blanco como blanco, al negro como negro: ¿en qué país estamos?

Fuente: La moda. Gacetín semanal de música, de poesía, de literatura, de costumbres, Nº 15, Buenos Aires, 24 de febrero de 1838, págs. 3 y 4.

Leer artículo

[Volver]
image
   
El faraón. El que mantiene alejado el caos, por José Miguel Parra
(Fragmento del libro La vida cotidiana en el Antiguo Egipto. El día a día del faraón y sus súbditos a orillas del Nilo)

Hace unos 5.000 años (3.000 antes de Cristo), en el noreste de África, a lo largo del río Nilo, se desarrolló una de las culturas más extraordinarias del mundo antiguo. Construyeron monumentales pirámides, momificaron los cuerpos de sus reyes, crearon un artístico método de escritura y desarrollaron notablemente la astronomía, la geometría y la matemática.

En su libro La vida cotidiana en el Antiguo Egipto, José Miguel Parra reconstruye la realidad cotidiana de la cultura faraónica, una de las más apasionantes de la historia. A lo largo de este ensayo, Parra –doctor en Historia Antigua por la Universidad Complutense de Madrid, experimentado arqueólogo del Proyecto Djehuty, en Luxor, y especialista en el mundo faraónico– describe la vida cotidiana de las diversas figuras más representativas de la sociedad egipcia, desde el campesino hasta el faraón y desde la dama del harén hasta los constructores de pirámides, pasando por el escriba, el visir, el extranjero, el soldado, el esclavo, el ama de casa, el seductor, el sacerdote, el artesano, el jefe de expediciones, etc.

Entre los capítulos que ponen en cuestión creencias hondamente arraigadas en la sociedad, se encuentran los dedicados a los extranjeros y a los esclavos. Sobre los primeros Parra señala, entre otras cosas, que los israelitas nunca estuvieron en Egipto. “El Éxodo no es más que una ficción histórica. Solo existe un documento egipcio que los mencione. (…) Sin embargo, tras más de un siglo de búsquedas, no se ha encontrado ni un solo resto arqueológico que sugiera siquiera la presencia israelita en el Sinaí en época de Mernepath (1213-1203 a.C.)”. En cuanto a los esclavos, el egiptólogo destaca: “…la faraónica no era una sociedad esclavista. ¿Había esclavos? Sí, pero en tan escaso número que eran económicamente insignificantes. En Egipto, el trabajo era remunerado”.

Parra también subraya la importancia de los escribas en aquella sociedad: “un instrumento tan poderoso [la escritura] no podía dejarse en manos de cualquiera, de modo que quienes lograban dominarlo se convertían desde ese instante en parte de la elite de la sociedad. Habían alcanzado el elevado rango de escribas y, solo por ello, su vida iba a resultar mucho menos fatigosa que la del egipcio medio”.

El libro dedica un capítulo entero a los diversos modos de seducción tanto por parte de personajes encumbrados de la sociedad como de la gente común. Al referirse a las armas de seducción femenina, Parra recorre los modos de seducir tradicionales (los perfumes, los aceites, hacerse la interesante, dejar ver la belleza de su cuerpo oculta por la ropa como si se debiera a un descuido), y destaca uno de los gestos más sugestivos de las mujeres egipcias: ponerse la peluca. “Hasta tal punto era así, que la frase ‘ponte la peluca’ llegó a ser una invitación para irse a la cama, como vemos en Los dos hermanos: ‘Nadie ha disputado conmigo excepto tu hermano menor cuando vino para encontrar grano y me encontró sentada y sola. Y me dijo: «Ven, pasemos un momento acostados; ponte tu peluca»’”.

A continuación transcribimos el capítulo dedicado al faraón, figura emblemática de la cultura egipcia y a los mitos fundacionales de esta cultura fascinante.

Fuente: José Miguel Parra, La vida cotidiana en el Antiguo Egipto. El día a día del faraón y sus súbditos a orillas del Nilo, Buenos Aires, Editorial El Ateneo; Madrid: La Esfera de los Libros, 2016, págs. 61-70.

Leer artículo
[Volver]
image
   
Esos seres con pedigree, por Eustaquio Pellicer
(Fragmento Revista Caras y Caretas)

Compartimos a aquí un jocoso artículo publicado a finales del siglo XIX sobre el envidiable trato que recibían los caballos de carrera por aquel entonces.

Fuente: Revista Caras y Caretas, Nº 4, Buenos Aires, 29 de octubre de 1898, sección Sinfonía.

Podrá ser un disparate de a folio, pero francamente, entre ser persona, viviendo en una mediana casa, y ser caballo, viviendo en un buen stud, no sabemos lo que es preferible.

Porque hay que ver lo que hoy significa el haber nacido caballo de carrera, y lo que representa la posesión de cuatro pezuñas capaces de pisar a tiempo una meta. Consideraciones, respetos, cariños, regalos, honores, de todo se le hace merecedor al afortunado bruto, cual si se quisiera equiparar su jerarquía a la de un obispo o senador nacional.

Para un sportsman de verdadero cuño, el caballo de carrera es como un pariente cercano, con cuyos dolores padece y de cuyas alegrías participa.

Decidle que a Pillito se le ha recalcado una pata, que Porteño amaneció con una oreja caída, o que a Chacabuco le ha salido un esparaván en el corvejón, y le veréis contraer el rostro con las muecas precursoras del llanto, y mesarse con furia los cabellos, y morderse el labio inferior como reconociéndole culpable de las dolencias de aquellos animales. Por el contrario, les dais la noticia de que Primero comió con muy buen apetito, y que Eureka, impaciente por lanzarse a pista, largó un par de coces al entraineur a  la propia boca del estómago, y que a Chaná le ha dado de alta el veterinario que le curaba la irritación nasal, y es como si le anunciarais que Dios ha bajado a la tierra, o que le ha tocado algún premio gordo en la lotería, o que el dueño de su casa le ha perdonado el alquiler: tal es la cara de pascuas que se le pone y tales los transportes de contento a que se entrega.

 
Leer artículo
[Volver]
image
   
Viaje a caballo por las provincias argentinas, por William Mac Cann 
Capítulo VII

En 1842 el viajero inglés William Mac Cann arribó a Buenos Aires en busca de oportunidades comerciales. Hay quienes sostienen, sin embargo, que Mac Cann no era más que un espía inglés, ya que, de regreso en Londres en 1846,  publicó un informe titulado The Present Position of Affairs in the River Plate (Posición actual en los asuntos del Río de la Plata).

Como sea, Mac Cann volvió a estas tierras en 1847 y comenzó una travesía a caballo de 4300 kilómetros  que quedaría plasmada en su libro Viaje a caballo por las provincias argentinas, editado en 1853 por la librería londinense Smith, Elder & Co, donde registró escenas de la vida urbana y rural, costumbres y retratos de personajes destacados de aquel momento decisivo de la historia argentina.

En un nuevo aniversario de la primera fundación de la ciudad, transcribimos aquí el capítulo dedicado a Buenos Aires.

 

Fuente: William Mac Cann, Viaje a caballo por las provincias argentinas, Traducción de José Luis Busaniche, Buenos Aires, Academia Nacional de Letras, 1939, págs. 141-153.

Leer artículo
[Volver]

 

  Elhistoriador.com.ar es una herramienta de consulta, dirigida por Felipe Pigna, pensada para estimular la reflexión y el amor por nuestro pasado para contribuir a fortalecer los cimientos del futuro.  
facebook twitter googleplus youtube

Visítenos en www.elhistoriador.com.ar - Staff de La Gaceta Histórica - Copyright © 2017

 
Este es un correo directo, legal, sin virus, que creemos de su interés, porque usted se contactó con nosotros, envió información o fue referido por alguien. De acuerdo con la nueva ley argentina Nº 26.032, cuyo texto se encuentra aquí, la libre distribución de este correo está autorizada por tratarse de información. Si desea dar de baja la suscripción, puede acceder a "cancelación de suscripción" y será borrado de nuestra base de datos dentro de las 48 horas.