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Año 9 · Número 16 · Febreo de 2019, ISSN 1851-5851 - Una publicación de www.elhistoriador.com.ar, dirigida por Felipe Pigna ÍndiceExtrañas curas de ayer y de hoy, por José Federico NayaCompartimos aquí un artículo publicado hace casi cien años sobre insólitos tratamientos para curar enfermedades como el dolor de muelas, las mordeduras de perros y la apendicitis. Entrevista a Jorge Nielsen, por Felipe Pigna y Roberto Martínez.Jorge Nielsen es autor de La Magia de la Televisión, una historia de la TV argentina que tiene siete tomos. En esta entrevista revela algunos de los más destacados momentos de la TV argentina. Mariano Mores. De Taquito, Jorge Ezequiel SánchezMariano Mores nació en Buenos Aires el 18 de febrero de 1922. Pianista, compositor y director de orquesta, integró la orquesta de Francisco Canaro. Compartimos aquí una breve biografía. Carta de San Martín al pueblo sanjuaninoJosé Francisco de San Martín nació en Yapeyú, hoy provincia de Corrientes, el 25 de febrero de 1778. Obtuvo su primera victoria en la causa ...
La estrategia polémica de Las ciento y una (de Sarmiento), por Julio SchvartzmanEl 15 de febrero de 1811 nació en San Juan Domingo Faustino Sarmiento. Fue maestro rural, escritor y político. Fundó escuelas.
Los libros perdidos de Rubén Darío, por Eduardo RozembergCompartimos un artículo sobre el devenir de unos escritos de Rubén Darío, el célebre poeta nicaragüense que murió el 6 de febrero de 1916.
Compartimos aquí un artículo publicado hace casi cien años sobre insólitos tratamientos para curar enfermedades como el dolor de muelas, las mordeduras de perros y la apendicitis. Fuente: Revista Crítica, 12 de agosto de 1933, pág. 7. Compartimos aquí un artículo publicado hace casi cien años sobre insólitos tratamientos para curar enfermedades como el dolor de muelas, las mordeduras de perros y la apendicitis. Está en nuestra naturaleza el hacer mofa de las prácticas y las costumbres de nuestros antepasados, especialmente en lo que a las enfermedades y sus curas se refiere. ¡Qué gente atrasada eran!, decimos con un tonillo superior, y a fe que muchas de las curas pactadas por nuestros tatarabuelos nos hacen hoy morir de risa. En el siglo XV, todo lo que necesitaba un hombre para no caer en la borrachera consuetudinaria, consistía en “poner tanto polvo de Betónica y de Col verde como puede caber sobre una moneda de seis peniques, y tomarlo todas las mañanas; y podrá tomar su porción diaria de vino sin perjuicio alguno”. Sé de muchos que darían una fortuna porque esa medicina fuese tan eficaz como parecía creerlo el ingenuo autor de esa receta. ¿Qué decir entonces de la cura inventada por Sir Kenelm Digby, en 1638, para combatir el dolor de muelas? “Para curar una muela dolorida, tome una aguja extraordinaria y húrguese con ella la encía, cerca de la muela, hasta hacerla sangrar. Hecho esto, clave la aguja llena de sangre en una viga de madera sobre su cabeza, y el dolor desaparecerá como por encanto”. De que la práctica del adelgazamiento no es invención de nuestros días, lo atestigua la siguiente receta, extraída del volumen titulado “La Joya de la Buena Ama de Casa”, que se publicó allá por el año 1596. “Para lograr una silueta esbelta, tome hojas de hinojo y ablándelas en una buena cantidad de agua. Luego, después de hervir, exprima las hojas, y tómese todo el jugo. Estará lista al instante”.
Jorge Nielsen es autor de La Magia de la Televisión, una historia de la TV argentina que tiene siete tomos. En esta entrevista revela algunos de los más destacados momentos de la TV argentina. Felipe Pigna: ¿Cómo surge la televisión en el mundo y cuándo llega a la Argentina? A partir de 1946 se puede hablar de una televisión moderna, comercial en el mundo. En Estados Unidos en ese momento había tres canales en y uno en Gran Bretaña. Y en la Argentina empieza en 1951. Fue el cuarto país en América Latina en inaugurarla poco tiempo después de que se instalara en San Pablo, Cuba y México en 1950. En la Argentina se inaugura el 17 de octubre de 1951 con la transmisión del acto del Día de la Lealtad, que justamente coincidía con un acontecimiento que sucedería 20 días después, que es el acto electoral donde se reelige por absoluto mayoría la fórmula Perón-Quijano sobre Balbín-Frondizi. Felipe Pigna: ¿Y Por qué Yankelevich tiene este interés en la televisión? ¿Cómo son los trámites para instalar la televisión en la argentina? En 1924 compra una emisora radial que se llamaba Radio Nacional. Por cuestiones legales no pudo continuar con el nombre “nacional”, porque era una radio absolutamente privada y el nombre “nacional” implicaba que era estatal. Entonces, le pusieron Radio Belgrano. Felipe Pigna: ¿Y cómo fue ese pasaje de la radio a la televisión? En la Argentina hay un hecho sorprendente. Yo casi me caigo de la silla en la Biblioteca Nacional revisando la Revista Antena, que era una revista radial, tamaño sábana, de papel bien berreta. En su doble página de 1931, en página central había una nota con fotos de todos los programas de radio de 1931, pero el título era: “Mientras llega la televisión”. Era una revista masiva, dirigida a la radio. Entonces ya desde 1931 empezaban a especular que venía la televisión a la Argentina. Era un delirio… Felipe Pigna: Bueno, pero no tanto, porque acá las cosas llegaban bastante rápido. El cine llegó rápido… ¿Cómo siguió la historia? Felipe Pigna: ¿Y cómo siguió en la Argentina? Mariano Mores. De Taquito, Jorge Ezequiel SánchezMariano Mores nació en Buenos Aires el 18 de febrero de 1922. Pianista, compositor y director de orquesta, integró la orquesta de Francisco Canaro. Compartimos aquí una breve biografía. Fuente:Música y letra, agosto-septiembre de 1988. Su abuelo, en España, supo dirigir una banda. Su padre era un melómano que se afincó aquí y se convirtió en habitué del Teatro Colón, pero además, cultivó una verdadera pasión por el tango, que bailaba con cortes. Él, que nació como Mariano Martínez, se aproximó por primera vez a un piano cuando tenía siete años, en Tres Arroyos. La familia después se mudó a Buenos Aires y recaló en Flores; el padre, que con la madre formaba una formidable pareja tanguera, se entusiasmó con la precocidad del chico y lo anotó en un conservatorio. Un profesor envarado lo hizo desistir, pronosticando que al alumno la música no le interesaba. El chico se quedó con la espina. En el almacén donde se proveían descubrió a una profesora, hermana del dueño, y sin que sus padres se enteraran, se sumó a la corte de sus discípulos. Cuando la familia volvió a trashumar, esta vez hacia Lanús, confesó el secreto, y el padre se avino a inscribirlo otra vez en un conservatorio. Fue tanto el entusiasmo que en un año, cuando tenía diez, se llevó bajo el brazo el diploma de solfeo, teoría y armonía. Después su padre desandó el camino y en 1933 tuvo que regresar a España por razones profesionales. Allí consiguió una beca para Mariano, que se perfeccionó en Salamanca. De visita en Barcelona, los dos caminaban por la rambla cuando desde una vitrola brotó Melodía de arrabal. El chico nunca iba a olvidar que a su padre se le llenaron los ojos de lágrimas, acaso porque intuía que ya nunca iba a volver. Poco después moría, y como primogénito, a Mariano se le segó la precocidad: quedó a cargo de su madre y siete hermanos. Su abuelo, en España, supo dirigir una banda. Su padre era un melómano que se afincó aquí y se convirtió en habitué del Teatro Colón, pero además, cultivó una verdadera pasión por el tango, que bailaba con cortes. Él, que nació como Mariano Martínez, se aproximó por primera vez a un piano cuando tenía siete años, en Tres Arroyos. La familia después se mudó a Buenos Aires y recaló en Flores; el padre, que con la madre formaba una formidable pareja tanguera, se entusiasmó con la precocidad del chico y lo anotó en un conservatorio. Un profesor envarado lo hizo desistir, pronosticando que al alumno la música no le interesaba. El chico se quedó con la espina. En el almacén donde se proveían descubrió a una profesora, hermana del dueño, y sin que sus padres se enteraran, se sumó a la corte de sus discípulos. Cuando la familia volvió a trashumar, esta vez hacia Lanús, confesó el secreto, y el padre se avino a inscribirlo otra vez en un conservatorio. Fue tanto el entusiasmo que en un año, cuando tenía diez, se llevó bajo el brazo el diploma de solfeo, teoría y armonía. Después su padre desandó el camino y en 1933 tuvo que regresar a España por razones profesionales. Allí consiguió una beca para Mariano, que se perfeccionó en Salamanca. De visita en Barcelona, los dos caminaban por la rambla cuando desde una vitrola brotó Melodía de arrabal. El chico nunca iba a olvidar que a su padre se le llenaron los ojos de lágrimas, acaso porque intuía que ya nunca iba a volver. Poco después moría, y como primogénito, a Mariano se le segó la precocidad: quedó a cargo de su madre y siete hermanos. Carta de San Martín al pueblo sanjuaninoJosé Francisco de San Martín nació en Yapeyú, hoy provincia de Corrientes, el 25 de febrero de 1778. Obtuvo su primera victoria en la causa de la independencia de América en el combate de San Lorenzo, al frente de los Granaderos a Caballo. Fue gobernador intendente de Cuyo y organizó el Ejército de los Andes. Tras cruzar la cordillera, obtuvo las victorias de Chacabuco, en 1817, y de Maipú, en 1818, que aseguraron la independencia de Chile. En julio de 1821 entró en Lima, Perú, y el 28 de ese mes declaró la independencia de ese país. Las desavenencias con el gobierno de Buenos Aires lo decidieron a marchar hacia Europa. Comparto con ustedes la carta de despedida que el Libertador envió al Cabildo de San Juan el 19 de agosto de 1820, antes de embarcarse en su expedición libertadora del Perú. La misiva, que llamaba a “estrechar los lazos de unión”, fue donada en 2018 al Archivo General de la Nación. Fuente: Diario La Nación, 21 de octubre de 2018. “Yo me despido de los cuyanos con los sentimientos más ingenuos, de afecto y de estimación, que siempre les he profesado; me despido como un compatriota que los ama, y les recomiendo por su bien que estrechen entre sí los vínculos de la unión y se fortifiquen en el concepto de que no existe sociedad donde no hay orden. Sin otro carácter que el de ciudadano manifiesto éstos mis deseos a vuestra señoría como el representante de la ciudad de San Juan, para que se digne transmitirlos a sus habitantes virtuosos, por cuya felicidad hago votos al cielo, pronto a dar la vela con la Expedición Libertadora del Perú para el día de mañana. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Cuartel General de Valparaíso, Agosto 19 de 1820.” La estrategia polémica de Las ciento y una (de Sarmiento), por Julio SchvartzmanEl 15 de febrero de 1811 nació en San Juan Domingo Faustino Sarmiento. Fue maestro rural, escritor y político. Fundó escuelas. Dirigió el diario El Zonda, aparecido el 20 de julio de 1839. Entre sus obras se destacan Facundo, Recuerdos de Provincia y Educación Popular. Tras la victoria federal de 1831 emigró a Chile. Fue gacetillero del ejército de Justo José de Urquiza e intervino en la batalla de Caseros. En su libro Argirópolis, de 1850, dedicado a Urquiza, había planteado un proyecto para crear una confederación en la cuenca del Plata. Más tarde se enemistó con el líder entrerriano y mantuvo fuertes polémicas con políticos y escritores de su tiempo, como Juan Bautista Alberdi, con quien no coincidía en apoyar a Urquiza. Esta polémica se expresó a través de sus libros. Alberdi escribió Complicidad de la prensa en las guerras civiles de la República Argentina y Cartas Quillotanas y Sarmiento le respondió con Las ciento y una y Época preconstitucional y Comentarios a la Constitución de la Nación Argentina. Compartimos aquí un artículo sobre esta polémica entre dos de las más destacadas figuras del siglo XIX. Fuente: Diario Clarín, Jueves 8 de septiembre de 1988. El 24 de febrero de 1852 Sarmiento pone fin a una utopía personal, a su camino del oro. Es decir, al camino por el cual, siguiendo la huella de Domingo de Oro, había pretendido ilustrar déspotas. Tentativa destinada al fracaso: imposible “enderezar” (así sea con cartas) a Urquiza, cuyo nombre le había parecido en Argirópolis, menos de dos años atrás, “la gloria más alta de la Confederación”. El déspota, al parecer, no deseaba recibir ilustración o, al menos, pretendía elegir a sus dadores. Entonces, sin requerir consejo de nadie –según le cuenta a Mitre– se extraña de la realidad argentina, elige un nuevo exilio chileno. El país que deja atrás se desgarra. Acuerdo de San Nicolás, Congreso Constituyente, director supremo, cuestión de aduanas, cuestión capital: las distintas respuestas buscan dirimirse en el campo de batalla. El 11 de septiembre se produce el levantamiento alsinista. El 1º de diciembre el coronel Hilario Lagos pone sitio a Buenos Aires. Esto, en la Argentina. En Chile, donde Sarmiento pretende capitalizar su antiguo exilio antirrosista, se encuentra con Alberdi, que está haciendo campaña en favor de Urquiza. Nace así, con los primeros meses del ’53, correlato de la guerra argentina, “una feroz polémica extraterritorial. Sus textos principales son las Cartas sobre la prensa y la política militante en la República Argentina, seguidas poco después por Complicidad de la prensa en las guerras civiles de la República Argentina, escritas por Alberdi en Quillota (y publicadas en adelante juntas, como Cartas quillotanas); y entre ambas Las ciento y una de Sarmiento, escritas en Yungay. Trabajos periódicos, circulan como folletos y remiten a artículos de los diarios de Valparaíso y de Santiago, los mismo diarios que traen despachos sobre el enfrentamiento entre Buenos Aires y la Confederación. En Santa Fe, entretanto, sobre las Bases de Alberdi se redactaron los borradores de la Constitución. Los libros perdidos de Rubén Darío, por Eduardo RozembergCompartimos un artículo sobre el devenir de unos escritos de Rubén Darío, el célebre poeta nicaragüense que murió el 6 de febrero de 1916. Fuente: Tiempos del Mundo, N° 48, 2 de diciembre de 1999, pág. 45. Enfermo de una neumonía contraída en Nueva York, durante la última gira por estados unidos, Rubén Darío retornó a Nicaragua. Allí pasó sus últimos días junto a su segunda esposa, Rosario Murillo, y falleció el 16 de febrero de 1916[1]. En Madrid quedaron su amante, Francisca, y su hijo, en una situación económica penosa. Tal el contexto en el que nació la saga de cuarenta libros que pertenecieron al escritor y cuyo destino se desconoció durante ochenta años. Hace unos meses uno de aquellos volúmenes dio el rastro que permitió reconstruir la historia. En la Biblioteca Widener de la universidad de Harvard se detectó un libro en cuyas páginas en blanco Darío escribió dos poemas nunca editados y dos bosquejos de poemas incluidos más tarde en Cantos de vida y esperanza. Este hallazgo fue la clave: los bibliotecarios comenzaron una investigación que permitió ubicar otros 39 libros en el enorme inventario, todos adquiridos a un librero madrileño en la segunda década de este siglo. La conclusión de la pesquisa fue fantástica: los cuarenta libros formaban parte de la biblioteca íntima del autor de Azul. Además de aquellos poemas desconocidos, los volúmenes atesoran notas manuscritas de Rubén Darío y dedicatorias de importantes escritores que fueron sus contemporáneos: los argentinos Leopoldo Lugones y Ricardo Rojas, el boliviano Ricardo Jaime Freyre, la italouruguaya Delfina Agustini y el cubano Regino Boti. Aunque no existe una certeza absoluta, los bibliotecarios de Boston arriesgaron una teoría sobre el camino que siguieron los libros. Se sabe que francisca Sánchez –la campesina analfabeta de origen español por quien Darío abandonó a Rosario Murillo– durante muchos años se resistió a deshacer la colección de libros de su amante, que donó al gobierno español en 1955. Pero, aparentemente, obligada a paliar la extrema pobreza la agobiaba en tiempos de la muerte de Darío, decidió vender sólo una minúscula porción de aquel tesoro literario. Serían esos los libros que cruzaron el Atlántico y permanecieron en Harvard, donde fueron consultados por miles de estudiantes, sin que nadie se diera cuenta de su origen. |