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La Gaceta histórica |
“Yo no aprobaré jamás el que ningún hijo del país se una a una nación extranjera para humillar a su patria.”
Así se expresaba San Martín en 1838, durante el gobierno de Rosas, cuando los franceses bloquearon el puerto de Buenos Aires cerrando el comercio de la ciudad y aglutinando a la oposición. Inmediatamente José de San Martín le escribió a don Juan Manuel ofreciéndole sus servicios militares.
San Martín, si bien desaprobaba la política de persecuciones impuesta por Rosas, reivindicaba enfáticamente su defensa de la soberanía y se lamentaba de que primara entre algunos compatriotas un espíritu de partido que los llevara a unirse con el enemigo contra sus propios paisanos.
Una vez más San Martín se mantenía fiel a su política de no derramar sangre de hermanos, como manifestaba en la proclama que incluimos en esta Gaceta, escrita más de 18 años antes. En ella, el Gran Capitán daba cuenta de los motivos que lo impulsaron a negarse a participar en la guerra civil “contra los federalsitas”.
En este nuevo homenaje al Libertador nos despedimos con la esperanza de que sus palabras sirvan de inspiración a las nuevas generaciones: “Mi ejército era el único que conservaba su moral, y lo exponía a perderla abriendo una campaña en que el ejemplo de la licencia armase mis tropas contra el orden. En tal caso, era preciso renunciar la empresa de libertar el Perú y, suponiendo que la suerte de las armas me hubiese sido favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llorar la victoria con los mismos vencidos. No, el general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas y sólo desenvainará la espada contra los enemigos de la independencia de Sud América”. |
Felipe Pigna |
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Sobre nuestra página |
El Historiador contiene infografías temáticas donde se desarrollan diversos temas (25 de Mayo, la Independencia, el 12 de octubre, el día de la tradición, Manuel Belgrano, José de San Martín y Domingo Sarmiento, 24 de marzo y Guerra de Malvinas) y una cronología multimedia animada que recorre la historia del país y del mundo entre 1776 y 2010, con fotos, mapas, videos, audios y fragmentos musicales. Constituye un paseo ágil y ameno a lo largo de más de doscientos años de historia. El Historiador también incluye una lista de los gobiernos y gabinetes del territorio nacional desde la fundación del virreinato del Río de la Plata hasta 2010, e información sobre instituciones terciarias y universitarias para estudiar historia.
La Galería del Bicentenario propone un recorrido por la historia del país, entre 1810 y 2010, a través de pinturas, ilustraciones y fotografías. Las secciones Publicidades y Humor histórico constituyen nuevas perspectivas para abordar la historia a lo largo del siglo XX. Pueden consultarse también las secciones de biografías, entrevistas, audios, filmografía, artículos, documentos, efemérides y estadísticas poblacionales. La sección La frase del día contiene frases relacionadas con las efemérides de cada día con una breve explicación del contexto en el que fueron articuladas. La página además ofrece un servicio gratuito de respuesta sobre temas relacionados con la historia del país.
El Historiador tiene su registro ISSN (International Standard Serial Number), otorgado por el Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT), un organismo creado por el CONICET para brindar servicios sobre información y documentación científica y tecnológica.
En el 2010, El Historiador obtuvo el premio Mate.ar de plata en la categoría “arte y cultura”, un reconocimiento a todo el trabajo que venimos realizando desde hace ya varios años. |
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ÍNDICE |
· Efemérides de agosto
· El rescate
· Noticias
· Difusión
· Lanzamiento de libros
· Staff
Un producto de El Historiador |
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El nuevo libro de Felipe Pigna. "Los Mitos de la Historia Argentina 5". De la caída de Perón al golpe de Onganía (1955-1965). |
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17 DE AGOSTO |
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Este libro, que contiene algunos de los textos fundamentales de José de San Martín, es el quinto libro de la Biblioteca Emecé Bicentenario dirigida por Felipe Pigna. |
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SAN MARTÍN, EL POLÍTICO |
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El centro de Divulgación de la Historia Argentina de la Universidad Nacional de San Martín publica en esta serie los documentos históricos más relevantes relativos a la historia del Libertador José de San Martín |
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LA HISTORIETA ARGENTINA |
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San Martín, el segundo número de la colección, Editorial Planeta, se consigue en librerías. Con guión de Esteban D’Aranno, Julio Leiva y Felipe Pigna, e ilustraciones de Miguel Scenna. |
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Efemérides |
» Las destacadas del mes |
1º de agosto de 1776
Carlos III, rey de España, crea el Virreinato del Río de la Plata.
3 de agosto de 1492
El almirante Cristóbal Colón zarpa con las tres carabelas de España, Pocos meses después, sin saberlo, se toparía con un nuevo continente, América.
4 de agosto de 1976
Monseñor Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, aparece muerto en la ruta 38 de esa provincia. Cada vez es más firme la hipótesis que indica que fue asesinado por la dictadura miliar.
6 de agosto de 1824
Las tropas patriotas –al mando de Simón Bolívar, Mariano Necochea y Manuel Isidro Suárez- vencieron a las realistas en la batalla de Junín.
6 de agosto de 1945
Bombarderos estadounidenses lanzan sobre la ciudad japonesa de Hiroshima la primera bomba atómica.
9 de agosto de 1945
Estados Unidos lanza una segunda bomba atómica que destruye Nagasaki, en Japón.
12 de agosto de 1806
Día de la reconquista de Buenos Aires. Los ingleses se rinden tras una encarnizada lucha por las calles de la ciudad.
15 de agosto de 1812
Se proclama en la Plaza Mayor de Madrid la Constitución promulgada por las Cortes de Cádiz.
16 de agosto de 1570
Mediante cédula real se establece la Inquisición en las Colonias de América.
17 de agosto de 1850
Muere en Boulogne-Sur-Mer, Francia, el general José de San Martín.
17 de agosto de 1961
El presidente estadounidense John Kennedy inaugura la Alianza para el Progreso.
18 de agosto de 1848
Camila O’Gorman y Uladislao Gutiérrez fueron fusilados en Santos Lugares por orden de Juan Manuel de Rosas.
22 de agosto de 1972
Tiene lugar “la masacre de Trelew”.
23 de agosto de 1812
El ejército patriota a las órdenes del general Manuel Belgrano se retira de Jujuy en dirección a Tucumán en lo que se conoce como el “éxodo jujeño”.
23 de agosto de 1927
Los anarquistas Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti son ejecutados en la silla eléctrica de la penitenciaría de Charleston, Massachussets, Estados Unidos. Fueron encontrados culpables de asesinato. Cincuenta años más tarde, Mitchell S. Dukakis, entonces gobernador de Massachussets, reconoció que eran inocentes y que fueron condenados por sus convicciones políticas.
23 de agosto de 1994
Se sanciona en Santa Fe la reforma de la Constitución Nacional.
24 de agosto de 1899
Nace en Buenos Aires Jorge Luis Borges.
26 de agosto de 1810
La Junta de Gobierno instalada en Buenos Aires ordena el fusilamiento de los contrarrevolucionarios Santiago de Liniers, Juan Gutiérrez de la Concha, Santiago de Allende, Victorino Rodríguez y Joaquín Moreno.
29 de agosto de 1533
Francisco Pizarro ordena ejecutar a Atahualpa. |
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El Rescate |
Esta sección está destinada al rescate de documentos históricos trascendentes tanto para la investigación histórica como para el estímulo de la reflexión presente. El material seleccionado –cartas, artículos, entrevistas– se encuentra en sintonía con algunas de las más destacadas efemérides del mes. |
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Los estragos en Hiroshima y Nagasaki 20 años después |
¿Por qué se tiró la bomba atómica en Japón? ¿Fue una decisión militar de ‘último recurso’? ¿O fue una decisión geopolítica mirando hacia Moscú, que dio inicio a la Guerra Fría? Luego de lo que puede ser considerado el acto terrorista más grande de la historia mundial, la madre del presidente estadounidense Truman comentó: “Me alegra que Harry haya decidido terminar la guerra. No es un hombre lento. Llega pronto adonde va”.
Mientras las tropas soviéticas y norteamericanas avanzaban hacia Berlín, el 1° de mayo de 1945, Hitler se quitó la vida y tres días después Alemania se rindió. Pero las batallas del Pacífico continuaron durante varios meses. Allí, la flota norteamericana avanzaba hacia el Japón, país que en 1941 había bombardeado Pearl Harbor, lo que significó el ingreso abierto por parte de Estados Unidos a la contienda bélica.
Sin la mediación soviética, el nuevo presidente Truman y Winston Churchill, desde Potsdam, exigieron el 26 de julio de 1945 la rendición japonesa, advirtiendo que si no lo hacía, pagarían con la “destrucción total”. Poco antes, el ejército norteamericano había probado la bomba atómica y la amenaza era concreta, también para los aliados, en vistas a los próximos acuerdos de paz.
El 6 de agosto, la aviación norteamericana arrojó la bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima, al sur del Japón. El 14 de agosto, Japón aceptó las condiciones de Potsdam y el 2 de septiembre firmó una rendición formal. En Hiroshima, unas cien mil personas murieron en el acto, mientras más de 300 mil resultaron heridas, y fallecieron de forma horrible semanas o meses después. Casi todos eran civiles. Algo similar sucedió en Nagasaki tres días más tarde, el 9 de agosto de 1945. Todavía hoy se sienten los efectos radiactivos y las mutaciones genéticas. Meses antes, Tokio había sido también bombardeada con bombas incendiarias, en el raid aéreo más destructivo de la historia, que mató a más de 330 mil personas.
De esta forma, los países de la civilización y el liberalismo, pusieron fin a una guerra y Estados Unidos dejaba definitivamente atrás su política de aislamiento en el continente. El avión B-29 Enola Gay, que arrojó la bomba sobre Hiroshima, todavía permanece en exhibición en el Museo Nacional del Aire y el Espacio norteamericano.
Recordamos aquel luctuoso acontecimiento con algunos fragmentos de un artículo publicado en la Revista Primera Plana en julio de 1965. El entonces jefe de redacción de la revista, Tomás Eloy Martínez, recorrió las ciudades bombardeadas veinte años después y dejó un escalofriante testimonio de los estragos de la hecatombe. |
Fuente: Revista Primera Plana, 20 de julio de 1965. |
Desde Hiroshima y Nagasaki |
Los sobrevivientes de la bomba |
El 6 de agosto de 1945, a las 8 y cuarto de la mañana, la Era Atómica empezó con un estallido, en la ciudad de Hiroshima, Japón. En el primer segundo, 300 mil grados de calor inundaron la Plaza de la Paz, y cien mil personas cayeron muertas. El 9 de agosto, a las 11 y dos minutos, otra bomba más poderosa todavía —de plutonio— arrasaba el valle de Urakami, en Nagasaki, donde la población cristiana era dominante. Se había desviado tres kilómetros al este de su objetivo, los astilleros Mitsubishi, y el cataclismo fue por eso menos grave; 25 mil muertes instantáneas y 130 mil heridos. Lo que sigue es el relato que escribió el jefe de redacción de Primera Plana, Tomás Eloy Martínez, luego de recorrer largamente las dos ciudades, de hablar con decenas de sobrevivientes y de recoger la opinión de los médicos especializados en la enfermedad atómica.
Bajo el cenotafio del Parque de la Paz, en el vientre de un arco de cemento donde todas las mañanas aparecen flores nuevas, todavía siguen fundiéndose con la tierra los andrajos y la sangre de doscientos mil hombres; allí, junto a las cartas que dejaron a medio escribir en los hospitales de emergencia, se vuelven amarillas las sembatsuru, las filosas cigüeñas de papel que les llevaban sus amigos para desearles salud y buena suerte; allí también, en Hiroshima, dentro de un bloque de piedra, se agolpan los nombres de los que cayeron repentinamente muertos un día de verano, hace veinte años, convertidos en agua, en quemadura, en fogonazo: los nombres que ahora se consumen entre cenizas y magnolias.
Si uno se arrodilla, por entre las flores del cenotafio puede divisarse la cúpula de la Exposición Industrial, una mole de acero y mármol que se construyó en 1914. Pero ya el mármol es cansada arena que se desmorona sobre el río Motoyasu, y el acero de la cúpula, un esqueleto oxidado y retorcido, la corona fantasmagórica de una casa en ruinas. Más cerca, los cerezos lamen una especie de dedo inmenso, sobre el que una chiquilla de bronce abre sus brazos, con la cara vuelta hacia el río Ota, en las montañas. Junto a sus pies, en una hendidura hasta donde no llegan las interminables lluvias de julio, algunos cuadernos escolares fueron abandonados, como ofrenda. La chiquilla de los brazos abiertos se llamaba Sadako Sasaki y había nacido el 6 de agosto de 1945, en Hiroshima, a las 9 de la mañana, cuando su madre, cegada, llagada y sin fuerzas, no esperaba sino que ella naciera para morirse.
Sadako creció alegremente en una casa de Miyajima, a 16 kilómetros de la ciudad, y sólo cuando fue a la escuela por primera vez empezó a sentir una confusa melancolía por aquella madre que no había conocido. Le preguntó a Shizue, su prima, qué había pasado la mañana de su nacimiento. "El cielo se derrumbó y volvió a levantarse", le contestaron. Sadako aprendió a leer, a coser y a pintar muñecas de yeso; parecía fuerte, aunque a veces un súbito mareo y una llamarada de fiebre la devoraban. Otro 6 de agosto, mientras festejaba sus 12 años, cayó desmayada. Murió a las dos semanas, de una leucemia fulminante, y la fotografía de su cara dormida, entre flores y muñecas de yeso, levantó en vilo a los escolares del Japón: todos los días, de las monedas que llevaban para su almuerzo, cada uno separaba un yen en memoria de Sadako. Fue con esos yenes que se alimentó su cuerpo de bronce, entre los cerezos del parque.
“Reposen aquí en paz, para que el error no se repita nunca”, dice una inscripción en la piedra del cenotafio. Pero ahora, ya casi nadie en Hiroshima quiere averiguar de quién fue el error y por qué lo cometieron. "Vi el avión desde Kaitachi, a las ocho y cuarto, y me pareció que se estaba estrellando contra el Sol —repitió tres veces Goro Tashima, un pescador, en el Parque de la Paz—. La bomba no sólo cayó sobre Hiroshima sino también sobre la conciencia de los Estados Unidos. Ellos y nosotros hemos salido perdiendo en esa guerra."
"Si Japón hubiese tenido la bomba, también la hubiera arrojado sobre su enemigo", imaginaron la señora Ooe y la señora Katsuda en el Hospital de Hiroshima. "Si la hubiésemos tenido...Pero no la tuvimos", dijo el señor Muta Suewo en el Hospital de Nagasaki. "Yo no quiero imaginar nada", protestó, en cambio, el señor Yukio Yoshioka, que tenía 15 años y estaba marchándose hacia el monte Hiji cuando lo envolvió el resplandor atómico. "Sólo quiero quejarme de que la bomba mató a mi padre, y a mí me volvió inútil y estéril."
Para que el error no se repita nunca. Ahora, en Hiroshima, las parejas se abrazan a la luz de la cúpula ruinosa, la única cúpula en pie desde aquel día en que la ciudad fue quemada por mil soles; un anillo de barcazas musicales, con sus faroles de papel, merodea por la ribera del Motoyasu, en el delta del río Ota, donde una vez cayeron todas las cenizas y las lágrimas del mundo; desde el Museo de la Paz, entre los frascos con tejidos queloides y las fotografías de criaturas transformadas en una brasa viva, se oyen los rugidos del cercano estadio de béisbol; el castillo de Mori Terumoto, que se desplomó aquella mañana de agosto como un sucio toldo de papel, está de nuevo erguido en su jardín, rehecho y resplandeciente; en sus casas, en los tranvías y en las tiendas, los hombres de Hiroshima jamás mencionan la tragedia, a menos que por azar vean sobre las espaldas o la cara de un caminante las cicatrices del feroz relámpago, el tejido gomoso y estriado que les reventó en la carne para protestar contra los cuatro mil grados de calor vomitados por el cielo. En las escuelas, los chicos sólo conocen confusamente esa historia; para ellos, el 6 de agosto de 1945 es apenas una lección de cien palabras en el libro de lectura, un cuentito fugaz que comienza del mismo modo en los textos de segundo grado y en los de quinto: "A las ocho y cuarto de la mañana, un bombardero B-29 de los Estados Unidos —el Enola Gay—, arrojó una bomba atómica en el centro de nuestra ciudad. Estalló en el aire, a 570 metros sobre el Hospital Shima. En los primeros nueve segundos, cien mil personas murieron y otras cien mil quedaron heridas." |
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San Martín: “Desde que volví a mi patria, su independencia ha sido el único pensamiento que me ha ocupado” |
Nacido en Yapeyú, hoy Corrientes, un 25 de febrero de 1778, José Francisco de San Martín era el quinto hijo del Teniente Gobernador del pueblo. Cuando José contaba con tres años, la familia se trasladó a Buenos Aires y poco más tarde se embarcarían hacia España, adonde llegaría en marzo de 1784. Ahí, obtendría una sólida educación, que incluía latín, francés, castellano, dibujo, poética retórica, esgrima, baile, matemáticas, historia y geografía.
A los once años, ingresó como cadete en el Regimiento de Infantería de Murcia. Pronto participó en diversos combates en España y en el Norte de África. Su actuación destacada le valió rápidos ascensos. Al promediar los 30 años, tenía el grado de teniente coronel.
Cuando se enteró de los sucesos de mayo de 1810, pidió el retiro del ejército español. Por entonces, había tomado contacto con círculos liberales y revolucionarios que alentaban la emancipación americana. Luego de pasar por Londres, donde tomó contacto con logias revolucionarias que se proponían conseguir la ayuda inglesa para romper el vínculo colonial español, en marzo de 1812 llegó a Buenos Aires, y logró que se le respetara su grado militar y que se le encomendara la creación de un regimiento para custodiar las costas del Paraná. Así nacía el Regimiento de Granaderos a Caballo.
En la capital, San Martín se casaría con Remedios de Escalada. En 1816 nacería Merceditas, la única hija de la pareja. Las sucesivas victorias militares alimentaron el prestigio de San Martín, quien logró hacerse del comando del Ejército del Norte y luego de la gobernación de Cuyo, donde comenzó los preparativos para su ambicioso plan libertador.
El cruce de los Andes comenzó a principios de 1817 y en pocos años, logró la liberación de Chile y preparó el ascenso hacia el Perú, donde todavía las fuerzas realistas comprometían el proceso iniciado ya hacía una década atrás.
Desde allí, mirando hacia el Plata, se convencía de que un gobierno fuerte o una monarquía constitucional -como también lo había sugerido Belgrano- eran la mejor opción para las Provincias Unidas. Estaba convencido de que el regionalismo y el atraso socioeconómico de muchos pueblos convertiría al proyecto federalista en el puntapié de la anarquía.
Pero aun a pesar de esta propuesta pragmática, se preocupaba por dejar en claro el contenido democrático y antiabsolutista de su pensamiento.
Este pensamiento quedó plasmado en su Proclama a los habitantes de las Provincias del Río de la Plata, lanzada desde Valparaíso, el 22 de julio de 1820, una pieza magistral que aquí reproducimos, donde anunciaba el inicio de la campaña al Perú.
Allí, preocupado por las libertades y demandas democráticas, San Martín abjuró del federalismo, pero se negó a participar de una guerra civil contra los gobiernos federalistas de las provincias y aseguró: “suponiendo que la suerte de las armas me hubiese sido favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llorar la victoria con los mismos vencidos”. |
Fuente: San Martín. El político I, Unsam Edita, San Martín, 2008, pág. 117-119. |
Proclama. Cuartel general en Valparaíso, 22 de julio de 1820
A los habitantes de las Provincias del Río de la Plata
Compatriotas: se acerca el momento en que debo seguir el destino que me llama; voy a emprender la grande obra de dar la libertad al Perú. Mas antes de mi partida, quiero deciros algunas verdades, que sentiría las acabéis de conocer por experiencia. También os manifestaré las quejas que tengo, no de los hombres imparciales y bien intencionados, cuya opinión me ha consolado siempre, sino de algunos que conocen poco sus propios intereses y los de su país, porque al fin la calumnia, como todos los crímenes, no es sino obra de la ignorancia y del discernimiento pervertido. 1
Vuestra situación no admite disimulo. Diez años de constantes sacrificios sirven hoy de trofeo a la anarquía; la gloria de haberlos hecho es mi pesar actual, cuando se considera su poco fruto. Habéis trabajado un precipicio con vuestras propias manos y, acostumbrados a su vista, ninguna sensación de horror es capaz de deteneros.
El genio del mal os ha inspirado el delirio de la federación: esta palabra está llena de muertes, y no significa sino ruina y devastación. Yo apelo sobre esto a vuestra propia experiencia y os ruego que escuchéis con franqueza de ánimo la opinión de un general que os ama, y que nada espera de vosotros. Yo tengo motivos para conocer vuestra situación, porque en los dos ejércitos que he mandado me ha sido preciso averiguar el estado político de las provincias que dependían de mí. Pensar en establecer el gobierno federativo en un país casi desierto, lleno de celos y de antipatías locales, escaso de saber y de experiencia en los negocios públicos, desprovisto de rentas para hacer frente a los gastos del Gobierno General, fuera de los que demanda la lista civil de cada Estado: es un plan cuyos peligros no permiten infatuarse, ni aun con el placer efímero que causan siempre las ilusiones de la novedad.
Compatriotas, yo os hablo con la franqueza de un soldado. Si dóciles a la experiencia de diez años de conflictos no dais a vuestros deseos una dirección más prudente, temo que, cansados de la anarquía, suspiréis al fin por la opresión y recibáis el yugo del primer aventurero feliz que se presente, quien, lejos de fijar vuestros destinos, no hará más que prolongar vuestra incertidumbre.
Voy ahora a manifestar las quejas que tengo, no porque el silencio sea una prueba difícil para mis sentimientos, sino porque yo no debo dejar en perplejidad a los hombres de bien, ni puedo abandonar eternamente a la posteridad el juicio de mi conducta, calumniada por hombres en quienes la gratitud algún día recobrará sus derechos.
Yo servía en el ejército español en 1811. Veinte años de honrados servicios me habían traído alguna consideración, sin embargo de ser americano; supe la revolución de mi país y, al abandonar mi fortuna y mis esperanzas, sólo sentía no tener más que sacrificar al deseo de contribuir a la libertad de mi patria. Llegué a Buenos Aires a principios de 1812 y desde entonces me consagré a la causa de América: sus enemigos podrán decir si mis servicios han sido útiles.
En 1814 me hallaba de gobernador en Mendoza; la pérdida de este país dejaba en peligro la provincia de mi mando. Yo la puse luego en estado de defensa, hasta que llegase el tiempo de tomar la ofensiva. Mis recursos eran escasos y apenas tenía un embrión de ejército, pero conocía la buena voluntad de los cuyanos y emprendí formarlo bajo un plan que hiciese ver hasta qué grado puede apurarse la economía para llevar al cabo las grandes empresas.
En 1817, el Ejército de los Andes está ya organizado. Abrí la campaña de Chile y el 12 de febrero mis soldados recibieron el premio de su constancia. Yo conocí que desde este momento excitaría celos mi fortuna y me esforcé, aunque sin fruto, a calmarlos con moderación y desinterés.
Todos saben que, después de la batalla de Chacabuco, me hallé dueño de cuanto puede dar el entusiasmo a un vencedor. El pueblo chileno quiso acreditarme su generosidad ofreciéndome todo lo que es capaz de lisonjear al hombre; el mismo es testigo del aprecio con que recibí sus ofertas y de la firma con que rehusé admitirlas.
Sin embargo de esto, la calumnia trabajaba contra mí, con una perfecta actividad, pero buscaba las tinieblas porque no podía existir delante de la luz. Hasta el mes de enero próximo pasado, el general San Martín merecía el concepto público en las provincias que formaban la Unión y, sólo después de haber formado la anarquía, ha entrado en el cálculo de mis enemigos el calumniarme sin disfraz y recurrir sobre mi nombre los improperios más exagerados.
Pero yo tengo derecho a preguntarles: ¿qué misterio de iniquidad ha habido en esperar la época del desorden para denigrar mi opinión? ¿Cómo son conciliables las suposiciones de aquéllos con la conducta del Gobierno de Chile y la del Ejército de los Andes? El primero, de acuerdo con el Senado y voto del pueblo, me ha nombrado jefe de las fuerzas expedicionarias, y el segundo me reeligió por su general en el mes de marzo, cuando, trastornada en las Provincias Unidas la autoridad central, renuncié el mando que había recibido de ellas, para que el ejército, acantonado entonces en Rancagua, nombrase al jefe a quien quisiera voluntariamente obedecer.
Si tal ha sido la conducta de los que han observado de cerca mis acciones, no es posible explicar la de aquellos que me calumnian desde lejos sino corriendo el velo que oculta sus sentimientos y sus miras. Protesto que me aflige el pensar en ellas, no por lo que me toca a mi persona, sino por los males que amenazan a los pueblos que se hallan bajo su influencia.
Compatriotas, yo os dejo con el profundo sentimiento que causa la perspectiva de vuestras desgracias. Vosotros me habéis recriminado aun de no haber contribuido a aumentarlas, porque éste habría sido el resultado si yo hubiese tomado una parte activa en la guerra contra los federalistas. Mi ejército era el único que conservaba su moral, y lo exponía a perderla abriendo una campaña en que el ejemplo de la licencia armase mis tropas contra el orden. En tal caso, era preciso renunciar la empresa de libertar el Perú y, suponiendo que la suerte de las armas me hubiese sido favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llorar la victoria con los mismos vencidos. No, el general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas y sólo desenvainará la espada contra los enemigos de la independencia de Sud América.
En fin, a nombre de vuestros propios intereses, os ruego que aprendáis a distinguir los que trabajan por vuestra salud de los que meditan vuestra ruina: no os expongáis a que los hombres de bien os abandonen al consejo de los ambiciosos. La firmeza de las almas virtuosas no llega hacia el extremo de sufrir que los malvados sean puestos a nivel con ellas y ¡desgraciado el pueblo donde se forma impunemente tan escandaloso paralelo!
¡Provincias del Río de la Plata! El día más célebre de nuestra revolución está próximo a amanecer. Voy a dar la última respuesta a mis calumniadores: yo no puedo hacer más que comprometer mi existencia y mi honor por la causa de mi país. Y sea cual fuere mi suerte en la campaña del Perú, probaré que, desde que volví a mi patria, su independencia ha sido el único pensamiento que me ha ocupado, y que no he tenido más ambición que la de merecer el odio de los ingratos y el aprecio de los hombres virtuosos.
José de San Martín
Referencias:
1 Se refiere a las críticas recibidas por su decisión de haber mantenido al Ejército de los Andes al margen del conflicto entre Buenos Aires y el Litoral.
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Belgrano y la apremiante situación durante el éxodo jujeño |
Tras la conformación del primer gobierno patrio, en mayo de 1810, las fuerzas de las provincias unidas corrieron hacia el norte a los ejércitos realistas. El primer año de batallas fue exitoso. Pero hacia 1812, el panorama comenzó a complicarse y marcó un período crítico, con dos frentes de guerra, en el norte y en la Banda Oriental, sin cuadros militares experimentados, con audacia, pero sin suficientes recursos.
Mientras la diplomacia intentaba contener el frente oriental, el frente del norte se observaba con mayor pesimismo. La dura derrota en Huaqui -cerca de La Paz-, en junio de 1811, había dejado un ejército diezmado, mal alimentado y enfermo, que debió replegarse hacia Salta. Fue entonces que el Triunvirato designó a Manuel Belgrano al frente del Ejército del Norte.
Con directivas generales para esquivar un posible avance realista, Belgrano llegó a Tucumán el 19 de marzo de 1812. Pronto siguió su camino al norte y comenzó a rearmar y entrenar a sus tropas. Sin embargo, éstas apenas superaban los 1500 efectivos, mientras el enemigo avanzaba y Buenos Aires -por la situación de la Banda Oriental- no prestaba ayuda. Cuando los exploradores de la corona llegaron hasta La Quiaca, Belgrano comenzó a emprender la retirada.
A fines de julio, dispuso la evacuación de Salta y Jujuy. La decisión era arriesgada y, desde ya, implicaba ceder territorio y movilizar a toda la población. Las ciudades, descontaban, serían saqueadas de cualquier modo. Así que lo estratégico sería llevarse todo, animales, alimentos, y quemar lo que pudiese servir al enemigo para abastecerse. Luego de intentar sin éxito frenar el avance enemigo en Humahuaca, con una vanguardia militar al mando de Eustaquio Díaz Vélez, el 23 de agosto se inició la retirada, conocida como el “éxodo jujeño”. En cinco días, fueron recorridos 250 kilómetros.
La tarea no fue fácil. Belgrano –como veremos en el documento que aquí reproducimos- tenía noticias de que las tropas realistas iban detrás de su retaguardia pisándole los talones y a cada momento esperaba un ataque enemigo. Además, bien sabía “que no estaba el ejército en un país amigo” y tenía noticias de patriotas que se pasaban al bando enemigo o eran capturados sin remedio.
Reclamaba del Triunvirato medidas más enérgicas contra “los europeos” y se quejaba amargamente de los “patriotas de boca” que se contentaban con “poner un esclavo en su lugar para batirse con el enemigo”, de los clérigos, “que hacen la guerra todavía más a su salvo y con más ventajas porque dirigen las conciencias”, y de los hacendados, tan preocupados por “vender sus mulas y ganados, cuyo valor, como sucede en todo el universo, prefieren al bien general de la patria: siempre los ricos han sido egoístas, y son tan raros los que no lo son como el ave Fénix”.
Pronto el desasosiego daría lugar al júbilo cuando Belgrano, desobedeciendo las órdenes del Triunvirato de continuar la retirada, enfrentó a los realistas y triunfó en la batalla de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812. La victoria fue decisiva y sus consecuencias fundamentales, por cuanto significó no sólo sumar una nueva victoria a las armas patriotas si no revertir la difícil situación en la que se encontraba la causa revolucionaria.
Transcribimos a continuación la carta que enviara Belgrano al gobierno central el 30 de agosto de 1812, 25 días antes del triunfo en Tucumán, dando cuenta de las dificultades que atravesaba a todo momento el ejército de su mando. |
Fuente: Documentos del Archivo de Belgrano, tomo IV, Buenos Aires, Museo Mitre, 1914, págs. 212-214. |
Excelentísimo señor:
Después que escribí a V. E. desde Cobos, emprendí mi marcha para la Cabeza del Buey, a donde llegué a poco más de medianoche, allí permanecí todo el día siguiente, y según los avisos del mayor general que vino a ocupar Cobos y sucesivamente retrogradó hasta unírseme, estuve preparado en la tarde del 27 a recibir al enemigo; pero habiendo cerrado la noche, continué la marcha hasta la Ciénega, sin haber ocurrido novedad, y de allí a este punto, donde me hallo desde ayer a la madrugada.
Por los partes del expresado mayor general, sé que el teniente de húsares don Manuel Benavides se pasó al enemigo, que el capitán del mismo cuerpo don Máximo Zamudio, que se hallaba de avanzada en el Campo Santo, fue hecho prisionero con cuatro hombres, por falta de cuidado y vigilancia, según dicen los soldados que han escapado.
El alférez don Gaspar Burgos, a quien hacía días que tenia destinado con una partida hacia Salta para recoger armas, y según he entendido, el gobierno lo envió al valle de San Carlos para reclutar, se me asegura que éstos se levantaron contra él y su partida en dicha ciudad; les amarraron y quitaron las armas, y por lo que ya me habían referido algunos vecinos de aquel paraje, entiendo que todo es obra de un Sánchez y un Matorras, que existían allí desterrados, y a quienes había mandado al gobernador que alejase de allí.
No lo queremos creer, y aun estamos en la persuasión de que se debe proceder con suavidad, con dulzura, y, si es posible, adular a nuestros enemigos para atraerlos; y yo estoy persuadido de que es el mayor engaño que padecemos: no tardará mucho en que sepamos que los europeos que han quedado en Salta, forman un cuerpo y toman las armas contra nosotros, a la par con los clérigos que no han querido salir y que hacen la guerra todavía más a su salvo y con más ventajas porque dirigen las conciencias.
Ahora he visto lo mismo que dije a V. E. desde los principios, que no estaba el ejército en un país amigo; lo más malo en punto de caballadas y mulas es lo que nos han franqueado, y eso pagándoles a diez pesos por cada una de las últimas, que al tiempo de irnos a servir de ellas han salido chúcaras; por mis oficiales y otros amantes de la patria que me acompañan y se han visto precisados a refugiase en los bosques, extraviando los caminos, hasta venir a unírseme, sé que todo el campo, al oeste del camino, está lleno de caballadas buenas, de inmenso número de mulas y de ganados, cuando se me decía que no había un caballo.
Esto es cierto que los enemigos han hallado caballadas muy pronto, y que los cuatrocientos hombres que han venido persiguiendo mi retaguardia del modo más eficaz, según me dice el mayor general, están bien montados, y crea V. E. que conseguirán todo con más facilidad que nosotros, pues les abren la puerta a los hacendados que era todo su clamor, para vender sus mulas y ganados, cuyo valor, como sucede en todo el universo, prefieren al bien general de la patria: siempre los ricos han sido egoístas, y son tan raros los que no lo son como el ave Fénix.
La multitud de tenientes coroneles agraciada por V. E. que había en Salta, y un coronel se contentó con irse a presentar y, cuando más, poner un esclavo en su lugar para batirse con el enemigo (sic.) 1; tal es la clase de estos patriotas de boca que así se degradan, con injuria del uniforme que no debieran llevar porque no son para ello, dándoles otras distinciones si las merecen y no las de los defensores de la patria, que, a mi ver, se deberían economizar si se quiere tener ejércitos; conozco que estas son digresiones de mi punto principal, pero permítame V. E. que me desahogue con franqueza, pues éste es mi único consuelo en mis apuros, y porque mi deseo del bien de la patria me empeña a decir a V. E. cuanto siento, por si valiese algo para sus providencias ulteriores.
Estoy dando lugar a que marchen las tropas de carretas para seguir hasta el Tucumán poco a poco, no habiendo otro punto en que nos podamos situar para los trabajos de parque y maestranza, para la enseñanza de la tropa y para todos los objetos que son precisos; pero ha de ser en la inteligencia de que el ejército no se mueva para subir hasta que no esté en estado de llevar la victoria por delante; pues todo lo demás es perder tiempo, perder armas, y, lo que es peor, la opinión, como nos sucede ahora, que me consta que aún los que han dado pruebas de patriotas están en contra nuestra en todo Salta y sus alrededores, y lo mismo sucederá por todo el territorio que no pisen las armas de la patria.
Dios, etc.
Manuel Belgrano
Pasaje, 30 de agosto de 1812. |
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Entrevista a Julio Cortázar |
Julio Cortázar nació el 26 de agosto de 1914 en Bruselas, Bélgica, donde su padre se desempañaba como funcionario diplomático en la embajada argentina. Por entonces la ciudad estaba ocupada por los alemanes y el itinerario de los Cortázar estaría signado por el devenir de la Primera Guerra Mundial. Lograron instalarse un tiempo en Suiza y más tarde en Barcelona antes de que la familia pudiera regresar a Buenos Aires, cuando Cortázar tenía cuatro años. De esta primera etapa de su vida, le quedó la “r” afrancesada, que arrastraría durante toda su vida.
Pronto la familia logró regresar al país y se instaló en Banfield, por entonces un pueblito de la provincia de Buenos Aires, donde Cortázar cursó estudios primarios. Leía tanto que el médico recomendó a su madre que restringiera sus lecturas, medida que sólo logró cumplir durante un cierto tiempo.
Su formación, como maestro normal y profesor en Letras, pronto le brindó la oportunidad de recorrer el interior, trabajando de maestro rural en diversos pueblos: Bolívar, Saladillo, Chivilcoy fueron algunos de los lugares que dejaron su huella. “En Bolívar, donde había vivido dos años antes de mi pase a Chivilcoy, (…) yo había leído a Rimbaud y a Keats para no morirme demasiado de tristeza provinciana”, recordará años después. “En Chivilcoy, era un joven profesor en la escuela normal; vegeté allí desde el 39 hasta el 44. En esa aplastada ciudad pampeana (…) casi nunca pasaba nada, casi nunca se podía sentir que la vida era algo más que enseñar instrucción cívica a los adolescentes o escribir interminablemente en un cuarto de la Pensión Varzilio”, escribirá en el prólogo a las Novelas y cuentos de Felisberto Hernández.
Pronto se trasladaría a Mendoza, donde dictó cursos de literatura francesa en la Universidad Nacional de Cuyo, aunque renunció poco después, tras el triunfo de Juan Domingo Perón. De vuelta en Buenos Aires publicó su cuento Casa Tomada. No tardaría en consagrarse como un gran escritor con una obra original y prolífera, entre cuyos títulos se encuentran Bestiario, Final del Juego, Las armas secretas, Los premios, Historia de Cronopios y de Famas, La vuelta al día en ochenta mundos, Todos los Fuegos el Fuego, 62 modelo para armar, El libro de Manuel, Deshoras, Los autonautas de la cosmopista, etc. Rayuela, una de sus novelas, marcó un hito en la narrativa contemporánea.
“Para él escribir era jugar, divertirse, organizar la vida -las palabras, las ideas con la arbitrariedad, la libertad, la fantasía y la irresponsabilidad con que lo hacen los niños o los locos. Pero jugando de este modo la obra de Cortázar abrió puertas inéditas, llegó a mostrar unos fondos desconocidos de la condición humana y a rozar lo trascendente, algo que seguramente él nunca se propuso. No es casual (…) que la más ambiciosa de sus novelas tuviera como título Rayuela, un juego de niños”, apunta Mario Vargas Llosa, en un artículo periodístico aparecido en El País el 28 de julio de 1991.
En 1951 se instaló en París, donde vivió con su primera mujer, Aurora Bernárdez, con quien se casó dos años más tarde. Así recordaba sus primeros años en esa ciudad cosmopolita: “Tus cartas me devuelven a mis primeros años de París. (…) También yo escribí cartas afligidas por la falta de dinero, también yo esperé la llegada de esos cajoncitos en los que la familia nos mandaba yerba y café y latas de carne y de leche condensada, también yo despaché mis cartas por barco porque el correo aéreo costaba demasiado”. Pronto lo contratarían para traducir la obra completa, en prosa, de Edgar Allan Poe.
La Revolución Cubana le dejó una profunda impresión. En 1963 visitó Cuba para ser jurado en un concurso. Nunca dejaría de interesarse por la política latinoamericana. Luego del triunfo de la revolución sandinista visitó varias veces Nicaragua. Sus experiencias quedarán plasmadas en el libro Nicaragua, tan violentamente dulce.
Vargas Llosa dirá sobre esta transformación, este despertar en el escritor de un compromiso con la realidad latinoamericana: “El cambio de Cortázar -el más extraordinario que me haya tocado ver nunca en ser alguno, una mutación que muchas veces se me ocurrió comparar con la que experimenta el narrador de ese relato suyo, Axolotl, en que aquél se transforma en el pececillo que está observando- ocurrió, según la versión oficial -que él mismo consagró- en el Mayo francés del 68. Se le vio entonces en las barricadas de París, repartiendo hojas volanderas de su invención, y confundido con los estudiantes que querían llevar ‘la imaginación al poder’. Tenía cincuenta y cuatro años. Los 16 que le faltaban vivir sería el escritor comprometido con el socialismo, el defensor de Cuba y Nicaragua, el firmante de manifiestos y el habitué de congresos revolucionarios que fue hasta el final”.
Cortázar murió el 12 de febrero de 1984 a causa de una leucemia. Poco más de un año antes había fallecido prematuramente a los 36 años su tercera mujer, Carol Dunlop, de quien Cortázar estaba profundamente enamorado. Nunca se recuperó de la pérdida. “Estoy tan solo y tan deshabitado”, escribirá en carta a Silvia Monrós cuatro meses más tarde.
Poco antes de la muerte de Carol, en febrero de 1982, Cortázar –siempre comprometido con la situación que se vivía en la Argentina- había proclamado un “Nuevo elogio a la locura”, publicado en el periódico La República, en París, el 19 de febrero de 1982, luego de enterarse de que “los sicarios de la junta militar argentina echaron a rodar la calificación de ‘locas’ a las Madres de Plaza de Mayo”. Decía entonces: “la locura merece ser elogiada cuando la razón, esa razón que tanto enorgullece al Occidente, se rompe los dientes contra una realidad que no se deja ni se dejará atrapar jamás por las frías armas de la lógica, la ciencia pura y la tecnología”. Y concluía más adelante: “Sigamos siendo locos, madres y abuelitas de la Plaza de Mayo, gentes de pluma y de palabra, exiliados de dentro y de fuera. Sigamos siendo locos, argentinos: no hay otra manera de acabar con esa razón que vocifera sus slogans de orden, disciplina y patriotismo. Sigamos lanzando las palomas de la verdadera patria a los cielos de nuestra tierra y de todo el mundo.”
Reproducimos a continuación una entrevista que le hiciera el periodista peruano Hugo Guerrero Marthineitz en 1973, donde Cortázar se explaya largamente sobre diversos temas: sus comienzos como escritor, Borges, su militancia política, sus gustos musicales, la pintura, etc. |
Fuente: “La vuelta a Julio Cortázar en 80 preguntas”, por Hugo Guerrero Marthineitz, Revista Siete Días, N° 311, 30 de abril al 6 de mayo de 1973. |
Un reportaje de Hugo Guerrero Marthineitz |
La vuelta a Julio Cortázar en 80 preguntas |
Hace pocos días, el showman, discómano y periodista Hugo Guerrero Marthineitz consiguió algo que muchos colegas procuraron infructuosamente: dialogar un largo rato con Julio Cortázar. El escritor argentino radicado en París y actualmente de paso por Buenos Aires –donde acaba de editarse su último trabajo: El libro de Manuel- se encontró a eso de las 10 de la noche con Guerrero y conversaron durante más de una hora y media frente a un grabador. Posteriormente, en su programa “El show del minuto”, que se difunde diariamente por radio Continental, HGM gratificó a sus oyentes con la reproducción de ese diálogo: una apasionante excursión por el universo del talentoso autor de Rayuela. En esa íntima, reveladora conversación, Cortázar habla de su infancia, de su vida cotidiana, del destino latinoamericano, de Troilo y de Gardel, de sus razones para vivir en París, de la experiencia política peruana, chilena y de las elecciones argentinas, de los jóvenes escritores, de su trompeta… La gentileza de Hugo hace posible que, en este número de Siete Días, los lectores que no hayan escuchado la transmisión conozcan los pasajes fundamentales de éste, seguramente el mejor reportaje a Cortázar.
Sé que no concede habitualmente entrevistas. Ahora bien, ¿es cierto lo que se dijo, hace dos años, a raíz de un viaje suyo a Buenos Aires, que usted cobraba sumas elevadas por acceder a una entrevista?
Su pregunta se divide en dos partes. Yo accedo muy poco a entrevistas; en cuanto a la radio, tengo la impresión de que ésta es la primera, salvo incidentalmente el haber contestado una o dos preguntas frente a algún micrófono que circulaba en el curso de algún acto, una mesa redonda, en Europa sobre todo. En cuanto a que ya haya cobrado por entrevistas o colaboraciones donde se trataba de problemas ideológicos, eso forma parte del sistema de calumnia teleguiada por quienes usted y yo conocemos.
¿Cuánto tiempo hace que falta del país en calidad de residente?
De residente con una cierta permanencia. Yo me fui hace 22 años, pero he vuelto cinco veces por períodos de dos o tres meses. El último pasaje por aquí fue muy breve: yo estuve en Chile cuando Salvador Allende tomó la presidencia porque quise solidarizarme con la venida popular, y me pareció que había que estar físicamente presente. No bastaba una solidaridad telegráfica porque, de todas maneras, era la primera vez que, en esto que llaman el Cono Sur, se intentaba una experiencia socialista. De manera que me vine y, luego de esos días que pasé en Chile, bajé aquí a Buenos Aires y me quedé cinco o seis días. Vine solamente a ver a mi madre y a mis amigos, de modo que pienso que eso no cuenta como pasaje.
¿Cómo se nutre, en París, de todas las vicisitudes latinoamericanas?
Esa es una buena pregunta, porque contiene quizás un cierto elemento de sorpresa. Usted no es el único que me la ha hecho. Hay gente que se extraña un poco de que yo pueda estar, en la medida de mis posibilidades, bastante bien informado sobre lo que sucede en América latina y en la Argentina. La explicación es bastante simple. En primer lugar, usted sabe la cantidad de latinoamericanos que viven en París; sabe también que estos latinoamericanos que en alguna época iban a divertirse, en general van ahora con fines muy concretos de trabajo. Hay que contar también a los que se radican por razones de exilio y a los que están haciendo cabezas de puente y combatiendo desde allá en esta dirección. Gente de toda América Latina, con un porcentaje bastante considerable de argentinos. Yo tengo una relación muy constante con ellos; por ejemplo, quizá usted sepa que nosotros allá formamos un "Comité para la Defensa de los Prisioneros Políticos en la Argentina", que trabaja mucho y que hace todo lo que puede por colaborar en una lucha que me parece imprescindible. Eso me da, primero, un contacto personal, clínico; y luego, muy buena información. Espero que los argentinos no se ofendan si les digo que, a veces en París, sabemos mucho mejor lo que está pasando aquí, en la Argentina, que en el mismo suelo nacional; por una simple cuestión de calidad de las informaciones.
Alguna vez me llegó un disco suyo, publicado en Buenos Aires, sobre el Torito (Justo Suárez) que transmití muchas veces en mis espacios de radio. Hubo una gran adhesión por parte de toda la gente. Lo que llamaba la atención es que algunos me telefoneaban enfurecidos por su acento francés, siendo usted argentino...
Mire, eso es un ingrediente más en un lamentable y tal vez inevitable chauvinismo. Es curioso: mucha gente piensa que este acento yo lo he adquirido en Francia, y eso les resulta molesto. A mí también me molestaría si fuese cierto, porque sería la prueba de que me estoy olvidando del español y que el francés influye incluso en mi paladar y cuerdas vocales. Bueno, yo hablo así desde que empecé a hablar. Por una razón muy sencilla: nací en Bélgica, como usted sabe, en Bruselas, a comienzos de la Primera Guerra Mundial. Durante cuatro años mi familia se vio obligada a quedarse en Europa ya que por razones bélicas, no se podía volver a la Argentina. Y entonces hablé mucho en francés; es decir, el primer idioma que me enseñaron las criadas; no se olvide que las familias burguesas o pequeño burguesas de esa época, se desplazaban siempre con niñeras. Casi todas eran francesas y suizas; de modo que, prácticamente yo hablaba sólo francés. Luego, cuando a los cuatro años vine a la Argentina, como todo pibe me olvidé del francés en una semana y comencé a hablar español. Pero me quedó el acento: en esa época, esa ciencia maravillosa que se llama foniatría existía en un estado un poco larvario. De lo contrario, en quince días de ejercicios, un foniatra me hubiera quitado esta "r" tan incómoda; pero no me la quitaron y luego, bueno, pues yo crecí y fue prácticamente imposible eliminarla. Usted sabe que eso no es afrancesamiento. Además, ¿le parece que un afrancesado hubiera podido escribir "Torito"?
Me hubiera gustado mucho poderlo invitar a la radio, para que usted, de pronto, atendiera algún llamado telefónico y se comunicara con las personas que deseen hacer preguntas...
Bueno, sin necesidad de ir a la radio, por el momento basta y sobra con la calle: desde donde estoy en Buenos Aires es difícil que camine 200 metros sin que alguien me detenga. Ya sea para esa tontería de pedirme una firma... Tontería desde luego explicable, emocionante y que yo respeto.
¿Por qué dijo tontería?
Bueno, dije tontería porque en el fondo creo que eso forma parte de un sistema de vedetismo o superstición. El hecho de tener la firma de alguien no significa nada, yo prefiero que lean mis libros a que tengan mi firma. Es verdad que una cosa se deriva de la otra, por eso agregué que es emocionante también.
Le hice esa pregunta porque su referencia podría levantar una ola de animadversión. El público argentino es muy cariñoso; no sé si usted lo habrá podido notar...
Enormemente cariñoso y tiene, además, algo que me conmueve mucho en relación con el espíritu general de Europa. Es decir, hay una gran llaneza en el argentino, que yo comparto. Yo soy muy llano y me gusta el hombre que se acerca así, sin preliminares, y que directamente me toma del hombro, o la mujer que se acerca y me dice: "¡Cómo me gustó este cuento!", o "Déjeme decirle tal cosa", "¿Por qué no está viviendo aquí?...".
¿Y por qué no está viviendo aquí?
Bueno, a esto contesto con algo que mucha gente considera una especie de subterfugio, pero que no lo es para mí: yo estoy viviendo aquí.
Se lo pregunto yo, que soy peruano y que llevo l7 años viviendo aquí, Julio Cortázar.
Yo estoy viviendo aquí, Hugo, porque me da la impresión de que los ocho o diez libros que llevo escritos son libros muy argentinos. No hubiera podido escribirlos sin estar, en lo entrañable, viviendo aquí. Esos libros, aunque físicamente hayan sido escritos lejos, son libros argentinos y creo que mis lectores lo saben también. Entonces la presencia física en la Argentina debería responder a otro tipo de actividades, pero por el momento mis actividades siguen siendo las de un novelista, las de un cuentista. Por otra parte, todo lo que sea hipócrita me es profundamente repugnante. Yo me siento muy bien en Francia; desde joven tuve una gran afinidad por un cierto tipo de cultura y de mentalidad francesa. Es decir que puedo estar allá sin dejar de estar aquí.
¿Cuál es ese -para no hablar de cultura- tipo de mentalidad francesa que le atrae, Julio?
Yo creo que en el fondo es una cosa negativa, pero que no lo es tanto para mí. Lo que siempre me gustó de Francia es que, siendo yo un hombre por naturaleza solitario, tímido y muy metido en sí mismo -características argentinas, por lo menos en mi generación-, encontré en Francia un país de gente profundamente respetuosa de la soledad y de la vida privada ajena. Yo no podría vivir en Italia, con todo mi amor por Italia, porque el italiano es un hombre generosamente invasor. Se mete por la puerta, la ventana, con la voz, con el cuerpo, con el deseo de llevarlo a uno a todos lados, con esa hospitalidad desbordante. Es un poco el caso de los españoles, también. Son pueblos que yo amo y países en los que soy feliz durante un mes, cuando me voy de viaje; luego vuelvo a París, donde cada uno vive en lo suyo y yo también empiezo a vivir en lo mío, y me siento muy bien.
¿Qué es lo suyo al margen de escribir?
Escuchar música, vivir, salir, caminar, andar por la ciudad, que la ciudad ande por mí. Una vida muy noctámbula, no exactamente bohemia; lo fue quizá en los primeros años y no tanto, tampoco.
¿Es casado?
Sí, con una argentina.
¿Cuántos años de casado tiene?
Algo así como 18, pero nos hemos separado.
¿Hace poco?
Tres o cuatro años.
¿Le gusta el tango?
¡Oh, sí! ¡Vaya si me gusta! Afortunadamente la música, para mí, son discos, porque no tengo demasiado tiempo para ir a conciertos; además resulta excepcional encontrar en París un lugar donde se toque tango como a mí me gusta. De cuando en cuando suele bajar algún conjunto; por ejemplo, el año pasado estaba Tata Cedrón con su cuarteto. Bueno, yo los seguí como un perrito para tratar de escucharlos lo más posible. Pero me defiendo con los discos; discos que consigo aquí, en Buenos Aires y que incluso se consiguen en París cada vez más.
¿Es cierto que hay una proliferación de lo latinoamericano en París, en todos sus aspectos: música, danza, teatro, literatura?
Es muy cierto, y lo que me interesa es que, en este caso, ha sido la coyuntura histórica, las circunstancias históricas y políticas, las que en buena medida han determinado esa proliferación. El francés se interesa mucho por lo latinoamericano desde la revolución cubana; ella significó la toma de conciencia de una realidad latinoamericana que se les escapaba. Usted conoce los viejos chistes del francés que cree que Montevideo es la capital del Brasil; y ese tipo de cosas. Bueno, eso está prácticamente disminuyendo porque los diarios franceses tienen una información latinoamericana cada vez mayor. Entonces, el hombre de la calle empieza a darse cuenta de la diferencia que va de Chile a la Argentina, por ejemplo, o de Cuba a México. Pienso que el plano político tiene una repercusión en el plano artístico y literario... El francés comienza a interesarse por la producción artística, por la música, por la pintura de esa gente que ha hecho una revolución, de esa gente a la que le están pasando cosas en América Latina. Creo que hemos adquirido una especie de identidad, incluso una identidad diferenciada que no teníamos antes. Ahí tiene el caso de su país, por ejemplo. Eso que llaman "experiencia peruana" ha interesado mucho a los franceses, y si usted mira un periódico como Le Monde o los semanarios políticos, va a ver con cuánta frecuencia se publican análisis sobre el problema peruano.
¿Y cómo ve Cortázar la situación actual de toda América Latina?
Con optimismo, y no creo que sea un optimismo ingenuo. Yo sigo sosteniendo que a pesar de las dificultades manifiestas en muchos planos, cada día más marcadas, eso que llamo la vía socialista de América Latina, es una fatalidad a largo o a corto plazo. Los plazos son difíciles de precisar para quien no entiende de política. Pero creo que es nuestro camino, nuestro camino legítimo. Y estoy convencido de que cada país latinoamericano a su manera, con su propia modalidad, con su propia idiosincrasia, lo va a transitar. Hubo un tiempo en que se acusaba a Cuba de pretender exportar su revolución e imponerla con los mismos moldes en el resto de América latina. Usted sabe bien que eso es absolutamente falso, en el sentido de que hoy cada país comprende que tiene que aplicar sus propias modalidades, su propia manera de ser para abrirse paso. El ejemplo de Chile (y en una medida muy interesante también el de Perú) me parece aleccionante. Eso no tiene nada que ver con Cuba y, sin embargo, son caminos paralelos y quizá, en última instancia, convergentes.
¿Cómo intuye usted el futuro de su país?
Continúo siendo optimista y mi optimismo no va a cambiar a lo largo de esta entrevista, a pesar de que cuando uno llega a la Argentina tiene, naturalmente, el eterno problema de los árboles que no dejan ver el bosque. Porque hay una inevitable confusión, hay una multiplicación de procesos paralelos y contradictorios en el campo ideológico que en mi caso, por lo menos, dificulta muchísimo la síntesis. Además, le vuelvo a decir, yo no entiendo gran cosa de política. Mi optimismo viene del pronunciamiento popular traducido en los porcentajes de las elecciones del 11 de marzo. Yo creo que eso es un movimiento de base, una especie de sacudida desde el fondo hacia lo alto, que puede darnos una posibilidad, que nos está dando una posibilidad extraordinaria para salir del inmovilismo, del estancamiento.
Bestiario: 14 pesos
Volviendo a la literatura, es común escuchar a lectores y críticos hablando de la promoción que tienen los escritores en nuestros días. Yo, como trabajo en la radio, podría referirme a la maquinaria de promoción montada en torno a los artistas de la música popular. Se ha hablado también de que un mecanismo similar funciona respecto de los pintores y escritores. ¿Es cierto que las grandes editoriales se preocupan de promover al escritor como si fuera una star de cine de los años 30?
Bueno, eso tendría que preguntárselo a aquellos escritores que, se dice, están promocionados por sus editores. En lo que respecta a mí, empecé a escribir mi obra en la más profunda soledad, sin el menor contacto con los editores. Un buen día, quienes me descubrieron no fueron los editores, fueron los lectores. El hecho de que yo haya llegado a ser un best-seller en varios países se explica porque la mecánica editorial llegó después de esa especie de toma de conciencia por parte de los lectores. En América latina, éstos, de golpe, empezaron a tener confianza en los escritores de sus propios países. Y éste me parece un fenómeno realmente extraordinario porque es un fenómeno revolucionario. Mire, lo he dicho veinte veces y pienso que tal vez no será inútil repetirlo: cuando yo era joven, los editores argentinos hacían su dinero con traducciones de obras del extranjero y, a veces, por una especie de caridad, por una razón de amistad y de prestigio, editaban a autores nacionales con reducidas tiradas. Y eso que usted llama promoción no existía. Yo le podría mostrar los anuncios de mi editor cuando me marché del país, el mismo mes en que salió mi libro Bestiario. Entonces, el anuncio consistía en publicar con grandes letras las últimas novedades de François Mauriac, Graham Greene y Lin Yutang, los autores que estaban de moda por esa época; al final, con una letra muy pequeña decía "Novedades nacionales. Julio Cortázar, Bestiario; y con la misma letra pequeñita Felisberto Hernández, Nadie encendía las lámparas". El resultado era que esos libros caían automáticamente al sótano. Mi editor se reía, el otro día, cuando yo le recordaba que la primera liquidación de derechos que tuve, estando en París, fue de 14 pesos y centavos; o sea que casi costaba más el franqueo para devolver el recibo firmado que el dinero que había resultado de Bestiario. Es decir que no hubo absolutamente ninguna promoción, hubo algo mucho más extraordinario: esos libros, por razones que no soy yo quien debe juzgarlos, sino ustedes, los lectores, comenzaron a abrirse camino en la conciencia latinoamericana. Un día, digamos entre los años 50 y 55, de repente, se empezó a hablar mucho y cada vez más, eso que se llama bola de nieve. Se empezó a hablar de Miguel Ángel Asturias, se empezó a hablar de Carlos Fuentes, se empezó a hablar de Mario Vargas Llosa, se empezó a hablar de mí y de Alejo Carpentier... y es entonces cuando empezaron a venir los editores, no antes, ¡ojo!, esto es muy importante.
El boom, en su plano comercial, empezó después. Los editores son gente que están ahí para ganar dinero, forman parte del sistema capitalista, y de golpe palparon ese interés popular: la gente buscaba libros que no existían en las librerías, la gente se prestaba los libros porque habían sido tiradas muy pequeñas... Los editores se dieron cuenta de que eso era negocio para ellos. Entonces comenzaron las reediciones y comenzó esa política que usted llama de promoción y que era absolutamente inevitable. Pero sostener que el boom es una maniobra editorial es una calumnia tonta, porque se niega el valor revolucionario del boom. Es que todo un continente, de golpe, empezó a tener confianza en sus escritores, los descubrió. Ahora los anuncios de los editores dicen: "Mario Vargas Llosa, Conversación en la Catedral", con letras muy grandes. Luego, probablemente con letras más pequeñas, anuncian la última novela de François Sagan. Hace veinte años hubiese sido lo contrario.
Su primera liquidación fue de 14 pesos y monedas. Ahora sus liquidaciones, ¿le permiten vivir cómodamente como escritor?
Mis liquidaciones me permiten vivir, sí, como escritor... lo de cómodamente es un adverbio que depende de la persona a quien se aplique. Yo pienso que hay mucha gente que no podría vivir cómodamente con mis derechos de autor: es la gente a quien le gusta un sistema de vida que supone muchos gastos. Yo no he cambiado mi manera de vivir; es decir, que vivo siempre en una casa muy pequeña y tengo un ranchito igualmente muy pequeño en el sur de Francia para pasar el verano; eso que, en algún diario argentino, se calificó de "suntuosa residencia", me encantaría que el periodista que escribió eso se viniera algún día a tomar un trago a mi "suntuosa residencia", para ver...
¿Ha estado en Londres? ¿Va allí con frecuencia?
Sí. Me gusta mucho Londres.
¿Viaja siempre invitado?
No, por lo general viajo por mi cuenta. Londres es una ciudad en la que también me siento bien. Además, digamos que luego de la literatura francesa, como segunda agrupación cultural después de la nuestra, viene la literatura anglosajona: me marcó mucho en mi juventud. Incluso, creo que yo no sería cuentista si no hubiera leído centenares y millares de cuentos anglosajones, empezando por Edgar Poe y terminando por Henry James. Me gusta ir a Londres para consumir esa literatura en el lugar del hecho.
¿A qué edad empezó a escribir?
Bueno, mi madre dice que empecé a los ocho años, con una novela que ella guarda celosamente a pesar de mis desesperadas tentativas por quemarla. Además, parece que le escribía sonetos a mis maestras y a algunas condiscípulas, de las cuales estaba muy enamorado a los diez años; esos maravillosos amores infantiles que lo hacen a uno llorar de noche.
¿Pero se enamoró normalmente o anormalmente? Se dice que uno se enamora de las maestras y no de las condiscípulas, o de las condiscípulas y no de las maestras.
No, salvo con una, tuve muy buena relación con todas mis maestras, pero como eran muy mayores creo que no deberían despertar ningún sentimiento demasiado romántico en mí. En cambio, mis compañeras de estudio de la escuela primaria, sí; esas niñas con trencitas... yo me enamoraba con mucha frecuencia de ellas.
Cambiando de tema. ¿Alguna vez tuvo algún problema para entrar o salir de Argentina, o decir lo que quisiera en el país?
No, nunca.
Quiere decir que es el menos indicado para hablar de censura en la Argentina.
Bueno, un momento, soy el menos indicado para hablar de censura en lo que a mí se refiere, puesto que no he sido censurado. Pero eso no impide tener conocimiento de la censura cuando se aplica a otros.
¿Va mucho al cine?
Sí, en París se ve cine del mundo entero y ahora con una gran libertad. En tiempos de De Gaulle funcionaba una censura que escamoteaba muchas películas o las cortaba. Yo me acuerdo, por ejemplo, que no quise ver una de las películas de Ingmar Bergman (un director al que amo mucho) El Silencio, porque sabía que la censura francesa había cortado una larga escena. |
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Noticias |
Cuando Gran Bretaña se preparaba para una Tercera Guerra Mundial |
Los archivos nacionales británicos dieron a conocer un discurso escrito para que pronunciara la reina Isabel II en caso de una guerra nuclear hace más de treinta años durante uno de los períodos más tensos de la Guerra Fría. En el discurso -que nunca fue grabado- la reina instaría a la nación a permanecer firme ante la locura de la guerra y describía la amenaza a Gran Bretaña como más grande que cualquier otra en la historia. El texto del discurso–escrito para ser emitido al mediodía del viernes 4 de marzo de 1983- se proponía preparar al país para la dura prueba de una Tercera Guerra Mundial: "Ahora, esta locura de la guerra una vez más se esparce por el mundo y nuestro valiente país debe volver a prepararse para sobrevivir frente a grandes dificultades. (…) Nunca he olvidado el dolor y el orgullo que sentí cuando mi hermana y yo nos apretábamos contra la radio para escuchar las palabras inspiradoras de mi padre [George VI] en aquel fatídico día de 1939 [en el inicio de la II Guerra Mundial]. Ni por un solo instante me imaginé que este deber solemne y terrible un día caerá a mí. Pero cualquiera sean los terrores que nos acechan a todos, la cualidad que ha contribuido a mantener nuestra libertad intacta ya dos veces en este siglo triste una vez más será nuestra fuerza". |
Fuente: BBC |
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Subastan una biblia firmada por Albert Einstein, por 68.500 dólares en Nueva York |
La biblia, en la que el premio Nobel de Física alemán Albert Einstein escribió una dedicatoria, estaba valuada entre 1.500 y 2.500 dólares (1.151 y 1.1918 euros), pero el "tremendo interés internacional" disparó su precio. En la dedicatoria, ya que se trataba de un regalo para una amiga estadounidense llamada Harriett Hamilton, el físico alemán se refiere al libro sagrado como una "inagotable fuente de sabiduría y consuelo que debería leerse a menudo". Einstein (1879-1955), nacido en Alemania y de origen judío, lo que le llevó a establecerse en Estados Unidos ante el ascenso del nazismo en su país, revolucionó la ciencia del siglo XX con sus teorías, como las de la luz, el tiempo, la energía, la gravedad o la relatividad. |
Fuente: El Mundo |
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Relato de un naufragio entre tiburones durante la Segunda Guerra Mundial |
A finales de julio de 1945, el buque de guerra estadounidense USS Indianapolis navegaba con 1.197 hombres a bordo hacia el Golfo de Leyte, en las Filipinas, tras llevar parte de la primera bomba atómica al atolón de Tinian en el Océano Pacífico. Pero el 30 de julio fue atacado por un submarino japonés y la nave se hundió en doce minutos. Uno de los sobrevivientes, Loel Dean Cox, que entonces tenía 19 años, recuerda aquella tragedia, donde sólo sobrevivieron 317 personas. "Escuché unos gemidos y gritos, nadé en esa dirección y me uní a un grupo de 30 hombres." A pesar de que el Indianapolis envió señales de auxilio antes de hundirse, nadie acudió en su ayuda. Unos 900 hombres quedaron a la deriva y, bajo las olas, otro peligro acechaba. Atraídos por la matanza del naufragio, cientos de tiburones venían en dirección a los sobrevivientes. Cox asegura que eran tiburones de 4,5 metros de largo, que se comían a los cadáveres, pero pronto empezaron a atacar a los vivos. "Perdíamos tres o cuatro compañeros cada noche y día", le dice Cox a la BBC. "Uno sentía miedo constantemente pues los veía todo el tiempo. A cada rato uno veía sus aletas... una docena, dos decenas en el agua. Venían y se tropezaban con uno. A mí me golpearon varias veces: uno nunca sabía cuando iban a atacar." Con cada ataque, las nubes de sangre en el agua, los gritos y el chapoteo, hacían que vinieran más tiburones. Bajo el sol abrasador, sin comida ni bebida por días, los hombres se estaban muriendo de exposición o deshidratación. Recién en el cuarto día, pasó una aeronave de la marina: "Uno de los hombres nos saludaba desde el avión. Fue entonces que se nos salieron las lágrimas, se nos erizó la piel y supimos que estábamos salvados, que nos habían encontrado, al menos. Fue el momento más feliz de mi vida". |
Fuente: BBC |
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El Rijksmuseum compra el primer cuadro sobre el descubrimiento de América |
El Rijksmuseum de Amsterdam anunció el pasado 5 de julio la compra de “Paisaje con un episodio de la conquista de América”, una obra del pintor holandés renacentista Jan Mostaert, datada aproximadamente en 1535 y considerada "única" por ser la primera representación iconográfica conocida sobre el descubrimiento y conquista de América por los españoles. El conservador del museo explicó que la "excepcionalidad de la obra radica además en utilizar un fondo paisajístico para representar un tema histórico en lugar de uno religioso o mitológico" como era habitual en la época.
El cuadro muestra una hilera de población indígena desnuda dispuesta con armas rudimentarias a enfrentarse a los soldados españoles, equipados con cañones y a la espera de refuerzos que en el fondo del cuadro se acercan en embarcaciones apenas perceptibles. |
Fuente: ABC |
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Difusión |
Muestras |
- Muchas voces, una historia. Argentina 1810-2010, una exposición permanente de la Casa del Bicentenario, que a través de una video-instalación, recorre la historia del país con imágenes y sonidos, intentando dar cuenta de las complejidades y ambigüedades del relato histórico, expresando la pluralidad de voces y perspectivas de la sociedad. Lugar: Riobamba 985; horarios: de martes a domingo y feriados de 15.00 a 21.00 hs. Ingreso permitido hasta 30 minutos antes del cierre. Entrada libre. (info)*
- Sociedad de Trabajo. Una historia de dos siglos. La Casa Nacional del Bicentenario y la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación, junto con el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, inauguraron en abril una exposición que relata la historia del trabajo en la Argentina, ilustrada con documentos, audiovisuales, fotografías, instalaciones y obras de cincuenta artistas argentinos. La exhibición pone en foco el trabajo, no sólo como una ocupación, sino también como un conjunto de derechos que garantizan la producción de la vida en su aspecto público y privado. Se desarrolla, además, la historia política del trabajo, la organización del movimiento obrero y los modos de intervención del Estado en distintos momentos de la historia. Las visitas guiadas para público en general, sin turno previo, se realizan los sábados a las 16.30. Lugar: Riobamba 985. La exposición se podrá visitar hasta el 1º de diciembre de martes a domingo y feriados de 15.00 a 21.00 hs. Ingreso permitido hasta 30 minutos antes del cierre. Entrada libre: (info)*
- Los porteños vuelven a jugar y a divertirse con los juguetes de ayer. Muestra de los juguetes de la colección del Museo de la Ciudad. En el museo se podrán ver desde un auto de lata, trenes eléctricos, una colección de soldaditos de plomo hasta diminutas máquinas de coser fabricadas entre 1915 y 1960. Lugar: Defensa 219 / 223; horarios: lunes a domingo y feriados de 11 a 19 hs. Sábados, domingos y feriados de 15 a 19 hs. Entrada general: $1. Miércoles, gratis. Tel. : 4343-2123 / 4331-9855 (info)*
- Museo Histórico Nacional. El martes 9 de julio el museo inauguró la sala Tesoros de la Independencia, donde se exponen diversos objetos históricos relacionados con la época de la Revolución: una tarja que las damas de Potosí le obsequiaron, hace 200 años, al general Manuel Belgrano; el tintero utilizado para firmar el acta de la Independencia; el retrato del general José Gervasio Artigas; la llave de la ciudad de Montevideo recibida por Vicente Anastasio de Echevarría al rendirse en 1814; el sello para lacre perteneciente a Fray Justo Santa María de Oro; el bastón del coronel José Moldes; el sable del general Manuel Belgrano; el fragmento de la Gualdrapa del general Martín Miguel de Güemes; y el retrato del general Juan Martín de Pueyrredón. Como siempre, se exhiben también en las otras salas excelentes grabados, litografías, cuadros, imágenes religiosas y esculturas; banderas, estandartes, armas y uniformes de las guerras de la Independencia; muebles, relojes, partituras, instrumentos musicales y vajillas de las familias tradicionales del siglo XIX; recuerdos de la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo, relicarios y miniaturas, daguerrotipos, fotos y tarjetas postales; aperos, ponchos, objetos de plata y prendas gauchas. Entre sus colecciones pictóricas resaltan los cuadros de José Gil de Castro; las pinturas de Cándido López, un valioso testimonio de la Guerra del Paraguay (1865-1870). También cuentan con los pianos y los forte pianos de la familia Escalada, de María Sánchez de Thompson y de Eduarda Mansilla. En el Museo puede visitarse la reproducción del dormitorio de José de San Martín en Boulogne-Sur-Mer (Francia), ambientado con objetos originales de acuerdo al bosquejo enviado por su nieta Josefa Balcarce. El archivo personal de Adolfo Carranza está abierto para los investigadores. Una valiosa biblioteca de alrededor de quince mil volúmenes, dedicada principalmente a la historia argentina y americana, puede ser consultada por el público general. Horario: De miércoles a domingo, de 11 a 18 hs. Los docentes que deseen visitar el Museo con sus alumnos deben enviar un correo electrónico a educacion@mhn.gov.ar. Dirección: Defensa 1600. Informes 4307-1182. (info, info)*
- Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo. El museo cuenta con modernos sistemas interactivos de comunicación que favorecen la participación del público. Se puede acceder al balcón principal del edificio y visitar todas sus salas además de ver sus históricos túneles, a través de una cámara subterránea. Cuenta con dos pantallas que les permiten a los visitantes interactuar con la imagen del famoso cuadro del 22 de mayo y con un mapa con los puntos geográficos más importantes de la ciudad en los febriles días de la Revolución de Mayo. Dirección: Bolívar 65. Tel.: 4342-6729 y 4334-1782. Visitas guiadas: Miércoles y jueves a las 15.30; Viernes a las 15.30 (gratis); Sábados, domingos y feriados a las 12.30, 14 (gratis) y 15.30. Las visitas pagas incluyen un recorrido virtual en tiempo real de las construcciones subterráneas del Patio del Museo. Los establecimientos educativos deben solicitar turno a visitascabildo@cultura.gov.ar. Informes: 4342-6729 y 4334-1782. (info)*
- El Museo Nacional de la Historia del Traje expone un recorrido por las diversas piezas de indumentaria. En sus salas se pueden ver colecciones como la moda desde 1850-1915; la moda en los años 20; trajes de baño (1890-1950); los 50's "Juventud y Rebeldía"; los 80's "Extravagantes y Glamorosos"; la moda infantil desde 1860 a 1960, etc. Dirección: Chile 832. Horarios: de martes a domingo de 15 a 19 hs. Visitas guiadas: sábados y domingos a las 17:00 hs. Informes: 4343-8427. (info)*
- Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio Saavedra, Sala Ricardo Zemboraín: Colección de platería urbana del Siglo XIX. Sala tertulias: Mobiliario, iconografía y artes decorativas correspondientes a la 1ª y 2ª mitad del Siglo XIX. Sala independencia: Testimonios del proceso que se inicia con la Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la Independencia Sudamericana. Confederación argentina: Aspectos políticos, sociales, y económicos de los gobiernos de Juan Manuel de Rosas. Lujos y vanidades femeninas del siglo XIX: Peinetones, alhajas, relojes, abanicos y otros accesorios de la moda femenina. Sala Leonie Matthis: La plaza de Mayo desde la fundación hasta el fin del Siglo XIX a través de las aguadas de la pintora francesa. Sala moda: Vestimenta masculina y femenina del Siglo XVIII y XIX. Emisiones, inflación y convertibilidad: La Economía Argentina a través de sus diferentes monedas. Sala de armas: Colección de armas de fuego y armas blancas. Sala Keen: Platería rural. Dirección: Crisólogo Larralde 6309. Horario: Martes a viernes de 9 a 18 hs. Sábados, domingos y feriados de 10 a 20 hs. Tel: 4572-0746 / 4574-1328. Visitas guiadas: sábados, domingos y feriados, 17 hs. (info)*
- Bicentenario del Himno Nacional Argentino. Con motivo de haberse cumplido el pasado 11 de mayo el Bicentenario del Himno Nacional, el Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio Saavedra presenta una muestra de carácter anual referida a recordar dicho acontecimiento. Lugar: Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio Saavedra. Dirección: Crisólogo Larralde 6309. Horario: Martes a viernes de 9 a 18 hs. Sábados, domingos y feriados de 10 a 20 hs. Tel: 4572-0746 / 4574-1328. (info)*
- Manzana de las Luces. El Instituto de Investigaciones Históricas de la Manzana de las Luces organiza visitas guiadas a: la Procuraduría de las Misiones Jesuíticas, los Túneles del Siglo XVIII, la Antigua Universidad y las Casas Virreinales, el Patio de las Misiones Jesuíticas, la Sala de Representantes, la Sala Maza. El paseo sale de Perú 272. Ver información detallada en info*
- Biblioteca Nacional. Exposición - Aportes del Revisionismo a la Historia Nacional. Hasta el 28 de agosto se podrá visitar esta muestra conjunta de la Biblioteca Nacional y el Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Se trata de una exposición bibliohemerográfica y documental sobre el revisionismo histórico argentino. Agüero 2502, 3º piso. Sala: Leopoldo Lugones. Ver más información en: info*
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Cine |
- Simón, hijo del pueblo, un documental sobre el mítico anarquista Simón Radowitzky, dirigido por Julián Troksberg, Rolando Goldman, con guión de Julián Troksberg, Osvaldo Bayer, Rolando Goldman. Actúan: Julian Goldman y Osvaldo Bayer. La historia comienza el 1º de mayo 1909, cuando la policía reprime una multitudinaria marcha anarquista, dejando muertos y heridos. Unos meses más tarde, el carruaje de Ramón Falcón, el jefe de policía que comandó la represión, explota y vuela por el aire. Por el atentado es detenido un joven ucraniano: Simón Radowitzky. El film intenta develar quién fue Simón, cuál es su historia y cuál el legado familiar de ese inmigrante que se transformó en una figura clave del anarquismo argentino. Ver: info*
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Teatro |
- San Martín, un general sin Remedios, una comedia histórica para niños dirigida por Hugo Grosso. El director acaba de escribir una obra y pide a sus ayudantes que la interpreten. Así la Señorita Gutiérrez encarnará a Remeditos en el balcón esperando la llegada del amor mientras su padre -en la piel de Gutiérrez- le busca candidatos de 65 años. Supervisados por el director presentarán el «flechazo» en la recova mientras Alvear y la madre de Remedios planean una tertulia en casa de los Escalada donde, para amenizar, cantarán un cielito especialmente compuesto para la ocasión. También dramatizan la batalla de San Lorenzo, los preparativos y el cruce de los Andes recurriendo a la ayuda de Fray Luis Beltrán, las damas mendocinas y el capitán Álvarez Condarco. La historia termina con Merceditas yendo a Francia con su padre. Elenco variable Melina Saavedra, Hugo Grosso, Norberto Benavídez o Malena Faletti, Roberto Echaide, Ernesto Dufour. Lugar: Museo Saavedra: Crisólogo Larralde 6309 - Capital Federal. 4573-4673/4571-5655. Horarios: domingos 11, 18 y 25 de agosto, 17:00 hs. Entrada general: $50. Descuentos y más información en: info*
- El diario del peludo, una obra escrita y dirigida por Gonzalo Demaría. Cuenta la leyenda que al presidente Yrigoyen le leían un diario a su medida, uno donde todo estaba bien. Esto ocurría durante su ocaso, en su segunda presidencia. El Peludo, como lo llamaban, se había encerrado en su cueva. Ignoraba la crisis en la que el país se sumergía, tan hondo como aquel tranvía lleno de obreros que se precipitó al Río de la Plata y que es la metáfora de su último gobierno. Lugar: El camarín de las Musas, Mario Bravo 960, Tel.: 4862-0655. info*
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Internet |
- Digitalizan Archivo Nacional de Paraguay con la ayuda de Harvard. Alrededor de 400.000 páginas de documentos del Archivo Nacional fueron digitalizadas con la colaboración de un programa de la Universidad de Harvard (EE.UU). Esto contribuirá a la preservación de los valiosos documentos históricos. Las páginas están organizadas en casi 200.000 folios de documentos comprendidos entre los años 1538 y 1862 pertenecientes a la Colección Civil y Judicial del Archivo Nacional. Los documentos contienen testimonios de personas a menudo ignoradas por la documentación oficial, como mujeres, esclavos, indios y otros grupos marginados. (info)*
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* Se recomienda constatar vigencia de los eventos y cambios de horario. |
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Lanzamiento de Libros |
Historia de los partidos políticos en América Latina, de Torcuato S. Di Tella, Fondo de Cultura, 446 págs. $112. Un libro sobre la génesis y la evolución de los principales movimientos políticos desde principios del siglo XX hasta la actualidad, analizado desde su globalidad. (info; Revista Ñ, sábado 6 de julio de 2013)
Historia social del mundo occidental. Del feudalismo a la sociedad contemporánea,de Susana Bianchi, UNQUI, 280 págs. $54. Un libro sobre los grandes procesos históricos abordados desde lo económico, lo social, lo cultural y lo político. (info)
Estado de malestar y tradiciones de lucha. Genealogía del movimiento piquetero de Tartagal-Mosconi 1930-2001, de José Benclowicz, Editorial Biblos, 260 págs. $75. El autor analiza en este libro el origen de las puebladas y cortes de ruta que tuvieron lugar entre 1997 y 2001 en Tartagal y Mosconi. (info)
Cuando lo nuevo conquistó América. Prensa, moda y literatura en el siglo XIX, de Víctor Goldgel, Siglo XXI, 284 págs. $105. El libro aborda las conmociones ocasionadas por la entrada en la modernidad a Hispanomérica durante la primera mitad del siglo XIX, así como las transformaciones que la moda y el consumo de productos europeos impusieron en la vida cotidiana. (info)
Humor político en tiempos de represión. Clarín, 1973-1983, de Florencia Levín, Ediciones Siglo XXI. 320 págs. El libro ingresa en los años setenta y los primeros ochenta a través de un prisma original, el humor político en las viñetas del diario Clarín, que permite explorar las representaciones sociales sobre la violencia, la guerra y la naciente democracia. (info)
Cristianos antifascistas. Conflictos en la cultura católica argentina, de José Zanca, Ediciones Siglo XXI. 272 págs. El universo católico, tan diverso y conflictivo como el liberal o el de las izquierdas, fue escenario de fuertes controversias en el período comprendido entre la Guerra Civil Española y el Concilio Vaticano II. El autor estudia a un grupo de católicos que participaron activamente en las disputas de entonces. (info)
Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920, de Sylvia Saítta, Ediciones Siglo XXI, 320 págs. $125. La autora combina el análisis textual con el enfoque cultural para analizar este diario, que desde 1913, revolucionó la prensa periódica argentina. Natalio Botana, propietario y director, incorporó amplios segmentos de nuevos lectores. Los deportes, el tango y el jazz, las carreras de caballos, la noticia policial, el submundo social y la literatura de vanguardia convivían en sus páginas. (info)
Marx en la Argentina (reedición), Horacio Tarcus, Editorial Siglo XXI, 554 págs. Un libro que recorre los primeros ecos de las ideas de Marx en la prensa argentina, pasando por la experiencia de los exiliados de la Comuna de París en Buenos Aires, los informes que desde el Buenos Aires de 1873 dirige a Karl Marx su enviado directo a la Argentina, el trabajo pionero de los exiliados alemanes que fundan el primer club socialista, hasta llegar a la generación de Juan B. Justo, Del Valle Iberlucea, Alfredo Palacios y demás fundadores del socialismo argentino. (info).
Vida Cotidiana en Buenos Aires 1. Desde la Revolución de Mayo hasta la organización nacional (1810-1864), de Andrés Carretero, Editorial Ariel, 360 págs. $159. Un libro sobre la vida cotidiana en Buenos Aires entre 1810 y 1864. El autor repasa aspectos como las viviendas, las comidas, la vestimenta, los transportes, los primeros pasquines, la discriminación racial, el papel de la mujer, la crítica situación de la salud y las violentas formas de combatir el delito. (info)
Vida Cotidiana en Buenos Aires 2. Desde la organización nacional hasta el gobierno de Hipólito Yrigoyen, de Andrés Carretero, Editorial Ariel, 392 págs. $159. En este nuevo tomo el autor aborda los cambios en la vida cotidiana que derivaron de los avances en medicina, la instauración de la escuela primaria obligatoria, la llegada de los inmigrantes, las transformaciones en materia de transportes, y la implementación de la Ley Sáenz Peña del voto secreto y obligatorio. (info)
San Martín. General Victorioso, Padre de Naciones, de Miguel Ángel de Marco, Editorial Planeta, 348 págs. $159. Una biografía que aborda temas como la creación del Ejército de los Andes de cara a la realización de su Plan Continental de dar libertad a Chile y a Perú. El libro relata las grandes victorias que lo tuvieron como protagonista pero también se centra en su empeño por fundar escuelas, bibliotecas y tribunales de justicia para educar y garantizar los derechos de los pueblos que libertó. (info)
Ser soldado en las Guerras de la Independencia. La experiencia cotidiana de la tropa (1810-1824), de Alejandro Rabinovich, Editorial Sudamericana, 224 págs. $129. Una investigación sobre la vida cotidiana de los soldados en los ejércitos de la Independencia: cómo comieron, cómo durmieron, cómo lucharon. (info)
La revolución clausurada. Mayo de 1810 - Julio de 1816, de Christian Rath y Andrés Roldán, Editorial Biblos, 314 págs. $110. "El lector encontrará en estas páginas una atención detallada al contexto internacional de las rivalidades interimperialistas y neocolonialistas que facilitaron u obstaculizaron el movimiento independentista. Las masas y la lucha de clases son un hilo fundamental del texto, al igual que el análisis del ciclo artiguista, reparando así las visiones que condenan a Artigas a una relativa marginalidad en el proceso de Mayo, cuando él y las masas que representaba fueron protagonistas centrales de lo que pudo haber sido.", sintetiza Eduardo Grüener en el prólogo de la obra. (info)
La revolución de los olvidos, de Carlos Balbin, Editorial Distal. 284 págs. $99. Una novela histórica que transcurre durante las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la Guerra de la Independencia. (info) |
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