Sarmiento denuncia los ataques de la prensa opositora


El 11 de septiembre de 1888 moría en Paraguay Domingo Faustino Sarmiento. En su homenaje, desde 1943 se conmemora en esta fecha el día del maestro en reconocimiento a su trabajo incansable por la educación en nuestro país.

Al asumir la gobernación de San Juan, Sarmiento dictó la Ley Orgánica de Educación Pública, que imponía la enseñanza primaria obligatoria y creaba escuelas para los diferentes niveles de educación, entre ellas una con capacidad para mil alumnos, el Colegio Preparatorio y una escuela destinada a la formación de maestras.

Desde la presidencia continuará dando impulso a la educación con la fundación de unas 800 escuelas en todo el país, la Facultad de Ciencias Exactas, el Observatorio Nacional de Córdoba y los institutos militares (Liceo Naval y Colegio Militar). Fomentó las llamadas escuelas normales de formación de maestras, de las cuales la de Paraná fue una de las más importantes y trajo al país maestras norteamericanas para aplicar el sistema educativo vigente en los Estados Unidos. Al terminar su presidencia 100.000 niños cursaban la escuela primaria.

En 1875, Sarmiento asumió como Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires. Si bien estaba obsesionado por la educación primaria, limitaba a ese nivel de enseñanza la conveniencia de la educación popular: “La educación más arriba de la instrucción primaria la desprecio como medio de civilización. Es la educación primaria la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Todos los pueblos han tenido siempre doctores y sabios, sin ser civilizados por eso”.

Durante la presidencia de Roca ejerció el cargo de Superintendente General de Escuelas del Consejo Nacional de Educación y logró la sanción de la Ley 1420, que establecía la enseñanza primaria, gratuita, obligatoria, gradual y laica.

A lo largo de su vida, Sarmiento libró grandes batallas a través de la prensa. En 1839 fundó en San Juan el diario El Zonda. Parece que las críticas de Sarmiento fueron muchas y alcanzaron al gobierno sanjuanino, que lo persiguió hasta lograr que cerrara el periódico. Pronto emigró a Chile, donde fundó dos periódicos, La Tribuna y La Crónica, desde donde atacó a Juan Manuel de Rosas.

Más tarde se valdría de otros medios para fustigar a sus oponentes: El MercurioEl ProgresoEl Nacional y El Censor, fueron testigos de su pluma aguda y punzante contra sus adversarios.
                                        
Al asumir la presidencia, será el blanco de una prensa que lo recibirá con gran hostilidad. Es que los diarios eran entonces el órgano de prensa de las diferentes facciones y cualquier político dispuesto a alcanzar altas posiciones debía contar con uno. Ramón Cárcano escribía a Juárez Celman tres años antes de que éste fuera ungido presidente: “Un diario para un hombre público es como un cuchillo para un gaucho pendenciero; debe tenerse siempre a mano”.

En el documento que a continuación reproducimos Sarmiento se queja de los ataques que recibía, especialmente del diario La República, de Manuel Bilbao, y de La Nación, de su ex aliado entonces devenido en tenaz adversario Bartolomé Mitre, por su intervención en el conflicto suscitado entre el poder ejecutivo de San Juan y la legislatura de su provincia natal, en favor de la cual Sarmiento se había pronunciado.

Así se defendía Sarmiento de los ataques recibidos: “El proceso comienza la mañana o la tarde del día de publicado un decreto gubernativo. Por supuesto, que el decreto es malo, siempre. Si no fuera malo, ¿qué harían los diarios? ¿Aplaudirlo? Pero eso es una bajeza. ¿A dónde iría la independencia de la prensa, si no fuesen eminentemente malos todos y cada uno de los decretos? Y si no, ¿qué haría la prensa? ¡De dónde sacar pasto para saciar el hambre devorador de ocho páginas que tiene que satisfacer el pobre diarista, que amanece sin saber qué cosa mala va a hacer ese día el Ejecutivo; pero que espera, pluma en mano, el decreto que debe desautorizar!”.

Fuente: Domingo Faustino Sarmiento, “Las divagaciones”, en Obras Completas, Tomo 50, Papeles del presidente 1860-1874, primera parte, Buenos Aires, Márquez, Zaragoza y Cía, 1902, págs. 143-146.

Es el prurito de ciertos diarios erigirse en consejeros, fiscales y mentores del Poder Ejecutivo.

El Poder Judicial da diez sentencias por día en que decide de la vida o la propiedad de los ciudadanos sin que nadie ose rever la sentencia; pero el presidente de la República es cada mañana acusado; juzgado y sentenciado por cada cronista de ciertos diarios, sin vuelta ni apelación. Hay diario que ha pronunciado ya cuatrocientos fallos en seis meses, sin que uno solo haya sido favorable al reo, ni por circunstancias atenuantes, que sólo se hacen valer para los amotinados.

El Presidente y sus cinco ministros, incluso los fiscales que dictaminan, son ignorantes, criminales, imbéciles, y por todas partes se hacen valer circunstancias atenuantes y con toda clase de criminales, menos con el Poder Ejecutivo, llamado por burla así, pues no es tal poder, ni puede ejecutar nada, sin dar vista previa a los diarios a que nos referimos.

¿Qué resulta de todo esto? Que el pueblo se equivocó eligiendo tal Presidente y que hubiera acertado mejor en nombrar a uno de sus críticos, cosa que en verdad no le pasó por las mientes. ¡Fatal error popular! De que se arrepentirá, no precisamente el pueblo, sino las pobres víctimas de estos cotidianos ataques, los que en verdad son tan estúpidos que no hacen caso de ellos, y siguen su criminal propósito de cumplir con sus deberes, como Dios les da a entender, no obstante ser cuatro jurisconsultos, amén de uno ad honorem.

El mal no está ahí, sin embargo. Estalo en las divagaciones en que caen, introduciendo la duda, aun sobre las cosas más sabidas, a merced de una suposición gratuita o de una aserción falsa.

No hablemos de los que claman por que se publiquen los debates que han debido preceder a la firma de un decreto, para instrucción de las comadres de la prensa.

Veamos sólo un hecho. El P.E. nacional se ha visto forzado a sostener la continuidad, independencia, incolumidad del poder legislativo en una Provincia (San Juan). ¡Pobre Congreso, pobre libertad del debate y de las opiniones, si las Legislaturas pueden ser llevadas a la cárcel y cuando bien castigadas, devueltas a sus funciones, para que aprendan a legislar! Todo republicano que conoce el mal del arbitrario personal, sabe que aquí como en Inglaterra, sólo la inmunidad e independencia del Poder Legislativo puede curar los males de la influencia de los mandones.

En esta cuestión todo republicano debiera estar al lado del Presidente por la salvación del principio; pero como es de costumbre atacar al Poder Ejecutivo, creen servir a la libertad y a la República, condenándolo porque las salva y poniéndose ellos los críticos, en una Provincia al lado del Ejecutivo contra la Legislatura.

Por eso la Legislatura es revolucionaria, dice cierta República y una cierta Nación que se ha declarado el enemigo del Ejecutivo de la nación de hoy, en favor del de ayer, que era muy bueno y se acabó, por lo mismo que era tan bueno. Sólo las cosas malas duran, testigo Rosas.

Veamos lo que hay de positivo.

El Gobierno Nacional, llegado el caso, declaró que la Legislatura de San Juan, tal como existía el 30 de octubre de 1868, continuaba siendo Legislatura el 1° de enero de 1869, sin interrupción obrada por decreto alguno, ni prisión de sus miembros; y como no fuese acatada esta resolución por el gobernador, quien creía cándidamente que se puede suspender uno de los poderes que constituyen la República, el Presidente a la declaración, añadió su segunda razón que es la fuerza, que es la sanción que trae aparejada la ley y el decreto. El Ejecutivo no da consejos, sino que manda; no discute, sino que ejecuta.

Mas los que acusan, juzgan y guillotinan al Ejecutivo todas las mañanas, o las tardes, según la hora que cada diario tiene destinada para sus ejecuciones, creen que las declaraciones del Ejecutivo, en actos oficiales y ejecución de la Constitución y las leyes, no son actos definitivos como los autos de los jefes, o de los legisladores, cada uno en su esfera.

La Corte Suprema de los Estados Unidos tiene en muchos casos decidido que es gobernador de un Estado, cuando ha habido disputa, aquel que el Poder Ejecutivo Federal reconoce como tal; y en un caso que este gobernador reconocido había puesto bajo la ley marcial su Estado, los damnificados no fueron oídos, por cuanto el Poder Ejecutivo Federal lo reconocía tal Gobierno. Sí pues, el Poder Ejecutivo Nacional declaró que la Legislatura de San Juan, con todos sus peros, era tal Legislatura sin interrupción, ésa es Legislatura, sin que nadie pueda decir nada en contrario, para todos sus efectos legales, salvo la República, en esto antirrepublicana, que está en favor de un Ejecutivo que ataca Legislaturas, contra otro Ejecutivo que las sostiene.

Cuando en los Estados Unidos el Poder Judicial decide por primera vez un punto hasta entonces cuestionable; cuando la Legislatura dicta una ley, definiendo un derecho, o prohibiendo, o permitiendo una cosa; cuando el Ejecutivo ejecuta un acto, en la esfera de lo que es ejecutable, dada la Constitución y las leyes que él aplica a los hechos y circunstancias, tales puntos quedan fijados y resueltos, pues cada uno de estos poderes está obrando en la esfera de sus atribuciones; dejando así establecidos precedentes que van constituyendo la jurisprudencia, el cuerpo de las leyes y la administración.

Esto no importa decir que no haya error. Las Cortes cambian la jurisprudencia, si la recibida deja de ser aceptada; la Legislatura revoca por centenares leyes que hasta un año antes parecían sabias y el Ejecutivo cambia de proceder; pero todos estos actos, aunque más tarde revocables, o sujetos a alteración, constituyen regla, ley y precedentes.

Entre nosotros no sucede así, por fortuna nuestra. El proceso comienza la mañana o la tarde del día de publicado un decreto gubernativo. Por supuesto, que el decreto es malo, siempre. Si no fuera malo ¿qué harían los diarios? ¿Aplaudirlo? Pero eso es una bajeza. ¿A dónde iría la independencia de la prensa, si no fuesen eminentemente malos todos y cada uno de los decretos? Y si no, ¿qué haría la prensa? ¡De dónde sacar pasto para saciar el hambre devorador de ocho páginas que tiene que satisfacer el pobre diarista, que amanece sin saber qué cosa mala va a hacer ese día el Ejecutivo; pero que espera, pluma en mano, el decreto que debe desautorizar!

De esta manera se vive y se vive bien. Media docena de libros se han publicado estos días y el buen público ignora su contenido y no los compra, porque nadie le ha dicho lo que contienen. El diarista pudiere hacerle este favor, pero a más de que su oficio es escribir y no leer y leer un libro demanda tiempo, esto distraería de su función primordial, que es atacar el decreto y redactar otro en su lugar, tarea facilísima, pues consiste en poner negro donde decía blanco y viceversa, con comentarios aplastadores, fulminantes y victoriosos.

Todo decreto es, pues, un proyecto de decreto que debe pasar a comisión de los diarios y ser vetado por este poder ejecutivo de tipos1 , que es su propia ley.

Referencias:
1 Alude a los tipos móviles, las piezas metálicas utilizadas en las imprentas para imprimir diarios, libros, revistas, etc.