Ya consagrado, en su colección de textos y cuentos El Hacedor, Jorge Luis Borges hizo algunas referencias a uno de sus maestros. Escribía en Blind Pew: “Lejos del mar y de la hermosa guerra / que así el amor lo que ha perdido alaba / el bucanero ciego fatigaba / los terrosos caminos de Inglaterra. […] Sabía que en remotas playas de oro / era suyo un recóndito tesoro / y esto aliviaba su contraria suerte / a ti también, en otras playas de oro / te aguarda incorruptible tu tesoro / la vasta y vaga y necesaria muerte.” Más adelante, en Borges y yo, escribía: “Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson”. En efecto, en Blind Pew Borges se refería a la célebre novela de Robert Louis Stevenson, La Isla del Tesoro, novela que lo había hecho destacar más como autor literario para chicos que como un gran escritor, como lo consideraba Borges. Stevenson había nacido el 13 de noviembre de 1850, en la ciudad escocesa de Edimburgo. Único hijo de un ingeniero y constructor de barcos, su entorno dio fácil material a una prolífica imaginación para numerosas historias. El otro gran baúl de materia prima para sus escritos provino de los relatos que escuchaba en las infaltables citas familiares a la iglesia presbiteriana. Así, de niño ya escribía continuamente, con destacado ingenio, no obstante las irregulares asistencias a clase y los padecimientos de enfermedades respiratorias. Una frustrada carrera en ingeniería naval -siguiendo la tradición familiar- y un desapacionado ejercicio del título de abogado, no impidieron que Stevenson -también autor de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde- dejara su vocación literaria. Emigrado a los 30 años al “lejano oeste” norteamericano, para casarse con la mujer que lo había enamorado, se acercó a una realidad que le dio mayores argumentos para desarrollar su inventiva. Pero su salud comenzó a empeorar. La pareja siguió durante años un itinerario errante. Nueva York, nuevamente Edimburgo, Suiza, San Francisco y, finalmente, la islas del Pacífico sur. Samoa fue su destino final. Stevenson, quien sería uno de los grandes inspiradores de Borges, falleció el 3 de diciembre de 1894.
Fuente: Robert Louis Stevenson, Memoria para el olvido: Los Ensayos de Robert Louis Stevenson, México DF, Editorial Siruela, 2008.
«Lo difícil de la literatura no es escribir, sino escribir lo que quieres decir; no es provocar un efecto sobre el lector, sino el efecto que quieres.»
Robert Louis Stevenson
Fuente: www.elhistoriador.com.ar