Aprendamos a leer los diarios (Aunque el pueblo argentino ya aprendió bastante bien)


Autor: Arturo Jauretche.

Qué grande sos,
Don Juan Manuel.
Sos el primer
Restaurador…

Lo oiremos cantar con la musiquita que ya se sabe.
Lo que no pudieron don Leandro y don Hipólito, Horacio Oyhanarte y Corvalán Mendilaharzu (que me perdone don Dardo esta indiscreción con su siempre florecida juventud), entre los radicales y una generación entera de vigorosos historiadores entre los nacionalistas, lo han logrado la SABE, ASCUA y los grandes diarios.

¡Flor de revisionistas, estos libertadores!

Porque la sombra de don Juan Manuel anda ya entre las multitudes argentinas y su nombre es nombre de libertador con el necesario y fatal destino de exilado. Bien es cierto que como dijo Fierro: «Nada enseña tanto como el sufrir y el llorar».

Así bastó que nos demostrasen que esto era el nuevo Caseros, para que mis paisanos se dieran cuenta, una vez por todas, de lo que fue el otro. Y una dosis un poco masiva de cipayismo para que mis paisanos se anoticiaran definitivamente de lo que significaron las tropas brasileñas desfilando a la vanguardia -más visibles pero menos ruidosas que las espoletas- del otro ejército libertador. Estamos viviendo tiempos de madurez, y esto también lo explica. Es así como me ha bastado usar el término de Patria Grande, para que éste ya esté en el vocabulario del pueblo.

Cosas de la prensa grande
El gran instrumento de esta flor de revisionistas ha sido la prensa grande. Pero la prensa grande no se da cuenta y sigue haciendo revisionistas creyendo que hace lo contrario. Los reporteros le tiran una zancadilla al doctor Frondizi, y éste, como el niño ante los doctores de la ley, se manda una gambeta y dice, sin decir, lo que el pueblo quiere. Porque le preguntan qué opina sobre una posible repatriación de los restos de don Juan Manuel, y éste contesta: «Yo creo que todos los argentinos deben descansar en su tierra». Y como el doctor Frondizi no se refería a la ley de la silla, que creo que es del doctor Palacios, uno tiene que suponer lo que todos suponen.

Pero la prensa grande es impermeable y sigue creyendo que hace opinión.

Por ejemplo: yo soy un nombre prohibido en la prensa grande; como otros muchos, que sólo salen cuando se trata de colgarles un sambenito.

Así es cómo, con motivo de un reciente funeral en memoria de don Juan Manuel, yo he sido el único mencionado entre los concurrentes, siendo que había entre ellos gente de más renombre e importancia.

¿Habrán hecho esta excepción para favorecerme, o para enterrarme, como a don Juan Manuel, y si es posible en la loma de Southampton, o cualquiera otra de renombre menos prestigioso?

¡Para enterrarme, caro lector! No le quepa un jeme de duda.

Claro está que, queriendo jorobarme, me hacen un favor ya que, como he dicho, las acciones de don Juan Manuel experimentan una fuerte alza en la bolsa del mercado popular. Digamos como en el número anterior: «¡Sos grande, pueblo argentino!».
Pero ellos no lo saben y le meten por lo carpido.

Sin embargo, no hay que descuidarse, porque la rienda del poder de que disponen en el manejo de la información es tal, que si lo agarran a uno mal pisado lo pueden alzar por los elementos.

He dicho en el número anterior cómo hacen los prestigios y cómo los destruyen, en todos los campos: castrenses, científicos, literarios y políticos. Es necesario ir mostrando ejemplos que tenemos por delante para perfeccionar el avivamiento del pueblo.

Dos casos concretos
El otro día se inaugura un colegio en Moreno y el doctor Frondizi concurre al acto. El doctor Busso, sí, el mismo, el de la logia, se coló. La cosa se explica, porque el doctor Busso es propietario de una quinta en Moreno y es posible contribuyente a la formación de ese colegio. Yo no sé quién le dio la mano para subir la escalerita del palco; puede ser un comedido o un logioso. Pero he visto en la cinta de televisión el grupo de empujadores que le abría cancha. También por radio se transmitió muchas veces durante el día la presencia del doctor Busso en el acto y su proximidad con el doctor Frondizi, con exclusión del resto de los presentes. Es típicamente una operación destinada a dar la sensación de que el doctor Busso está en carrera.

Al día siguiente, el conflicto bancario se resuelve inesperadamente. En las condiciones que se ha resuelto pudo tener solución hace cincuenta días, pero el gobierno quiso darle la bolada de destacarse. y aparecer como árbitro de la solución, en obsequio del próximo gobierno, al doctor Thedy, que ya con alguna visita había tirado los puentes. Así aparece el doctor Thedy como un hombre necesario, donde aparentemente Frondizi había fracasado, y todo el país se entera de que si no hubiera sido por el doctor Thedy, que es el ángel de la paz, estaríamos desbancados. Una guerra que fabricó el gobierno y la terminó cuando se le dio la gana. La Nación del día siguiente, miércoles 19, publica un editorial titulado «El terreno de la cordura». El editorial es el complemento de toda la información radial y periodística y su sustancia está contenida en este párrafo: «El éxito de la misión asumida por el doctor Thedy radica sin duda, en que su sagacidad y su tacto le permitieron hallar el camino más directo hacia el terreno de la cordura». ¡Y ya tenemos colocado en primer plano uno de los tres puntitos, listos para resolver los momentos difíciles del país! Los hombres de reserva, que les dicen, los galerones imprescindibles y necesarios. Desde luego que se trata del socio del doctor Sebastián Soler, que a esta altura de los acontecimientos está un poco usado y necesita una mano de pintura y antióxido.

La técnica de siempre
Esta técnica de valorizar a unos y desvalorizar a otros, la van a emplear con los hombres de la UCRI, que vienen nuevitos y bastante ajenos al conocimiento de la misma. Pronto los van a empezar a ubicar según sus tendencias, convicciones y solidez de pensamiento y a clasificarlos entre aquellos a quienes conviene hacer el tren y aquellos a quienes conviene destruir. En tres o cuatro años de reproducir los discursos parlamentarios y hacerle bombo a los dóciles, y achicar a los indóciles, poniéndoles de paso en evidencia las macanas que todos los hombres cometemos, habrán hecho su galería de galerones aprovechables y a la inversa, de descalificados demagogos son una cosa seria.

Como tengo buena memoria voy a recordar algo del pasado radical para que nadie se llame a engaño y esto lo voy a hacer especialmente porque el doctor Gómez, vicepresidente electo, ha sido objeto de un reportaje en Mundo Argentino, donde habla de la necesidad de asegurar los fueros del periodismo. Yo opino todo lo contrario; lo que hay que asegurar son los fueros de la opinión pública, para que la gente del negocio periodístico no pueda desfigurar la verdad, por lo menos en la información, como se hace sistemáticamente. (De paso, y porque viene al pelo, recordaré que en un tiempo, Sábato fue director de Mundo Argentino y lo echaron los de ASCUA por informar a la opinión pública sobre las torturas de la muy democrática y libertadora. Es decir, que la publicación que se ufana en recoger la necesidad del fuero periodístico, está incursa precisamente en haberlo destruido, en cuanto un hombre de pluma intentó decir una de las tantas verdades que la prensa libre oculta.

Y ya que hablamos del doctor Gómez, venga aquí la anécdota de otro Gómez, el doctor Ramón Gómez, que fue ministro de Hipólito Yrigoyen, y quien, por más señas, era tuerto y santiagueño; porque lo primero no obsta a lo segundo, ya que un santiagueño ve con un ojo lo que otros no ven con dos, y tener dos, en un santiagueño es una redundancia.

Este Gómez tenía una línea política un poco fluctuante, y tan pronto se aproximaba a los galerudos como al Viejo. Sólo que en los diarios era el doctor Ramón Gómez cuando andaba de galerudo, el tuerto Gómez cuando andaba de apostólico.

Y aquí otro recuerdo: el doctor Pacífico Rodríguez Villar me contó que siendo ministro de una intervención en Catamarca, tuvo un conflicto con el interventor, en razón del cual fue a informarlo a don Hipólito, en la calle Brasil. Pero en cuanto comenzó a explicarse, don Hipólito le cortó el pasmo:

-Dígame, ¿a quién apoya el periodismo?
-Al interventor, doctor Yrigoyen.
-No me diga más. Usted tiene razón. Cuando a un radical lo apoya la prensa es porque anda mal.

El doctor Gómez, éste y no el otro, ha tenido oportunidad de verlo en esta elección.

Es que Yrigoyen conocía a la prensa. Y la prensa lo conocía a Yrigoyen.

No es por casualidad lo que hizo La Prensa, esta vez con mayúscula, cuando murió don Hipólito. Aquella crónica necrológica miserable, arrojada sobre el dolor de un pueblo. Y eso que Luque consiguió que se morigerase lo que había escrito don Ezequiel Paz y que era simplemente lo que sigue: «Ha fallecido ayer el ex comisario de la policía de la Capital, don Hipólito Yrigoyen, que también desempeñó en dos oportunidades la presidencia de la República».

En esa ocasión el radicalismo declaró el boicot a La Prensa, del que nadie se acuerda, y que fue muriendo en el recuerdo según se agrandaban las necesidades de los dirigentes de ser conocidos y divulgados.

Ventajas del mate
En esta serie de artículos sólo me propongo consolidar esa saludable desconfianza popular a la letra impresa y a la voz de la radio, que salva a nuestro pueblo en las grandes circunstancias históricas. Ya he dicho anteriormente que esa desconfianza y el buen sentido que apareja deben ser hijos del hábito del mate, y de esa pausa entre mate y mate, que abre un interrogante humorístico, mientras se leen los diarios mañaneros, y por donde se desliza esta preguntita socarrona: «¿Qué hay detrás de esto, qué finalidad persiguen, qué interés se mueve?»

Conviene que los hombres que han llegado al gobierno tomen mate, y yo supongo que lo hará el doctor Gómez con esa pinta tan criolla que tiene.

Porque es inútil hacerles caras bonitas.

O cumplen el programa nacional y popular que nos han prometido, y entonces los van a pintar como si fueran el diablo, o no lo cumplen, y entonces los van a pintar como angelitos de cielo raso. Y no me extrañaría nada ver que el periodismo le transforma su spinta pestalozziana, de maestro rural en una spinta criminosa. Porque el doctor Gómez, si se mete a fondo con el programa, puede terminar siendo un «tirano sangriento».

Para que mis lectores vean, por ejemplo, cómo se fabrica un personaje, los voy a invitar a que sigan la publicidad periodística sistemática que le está haciendo a una llamada «campaña de educación democrática», cuyo objeto es ir fabricando con tiempo un nuevo personaje que lo será, a la distancia, aunque sea una «distancia larga», como decía Balbín, un mozo que fue candidato a la presidencia de la República y que desde luego tuvo prensa favorable.

El personaje que están fabricando es un doctorcito Fayt que un día, con el título nuevecito, un sombrero aludo de esos de ribete, y tres guantes, los dos para ponerse y el de llevar en la mano, se apareció en FORJA y se afilió. Pidió en seguida la tribuna y se la dimos tres veces. A la tercera lo llame y le dije: «Vea, joven, usted no entiende lo que es FORJA, porque usted es un liberal crudo y su puesto está en el Partido Socialista. Acerté, porque actualmente actúa en el mismo y habla, habla, habla; ¡la pucha si habla!, y tiene prensa a bocha como que La Nación y La Prensa le dedican todas las semanas su buen cuarto de columna».

Están fabricando un comodín, como hay tantos.

Ayuda a los figurones 
Otras veces el comodín se fabrica solo y ellos le siguen dando cuerda porque es útil. Caso típico: los maestros de la juventud de la Reforma Universitaria, con Alfredo Palacios y Sánchez Viamonte a la cabeza. A propósito de éste. No hace mucho tiempo, el doctor Sánchez Viamonte fue objeto de un ataque violento por radio de una de esas agrupaciones que viven del negocio del anticomunismo. Para mí fue una combinación, porque en seguida dieron radio a bocha para contestar. El doctor Sánchez Viamonte publicó cartas en todos los diarios con ese motivo y con ese motivo también se le dirigieron cartas, de Palacios entre ellas, cartas que a su vez el doctor Sánchez Viamonte contestó con igual y abundante publicidad. Y carta va, carta viene, el hombre estuvo de actualidad, que era lo que se buscaba.

Esto que estoy diciendo es historia mínima que baja la categoría de los temas; no beneficia al que la escribe, pero no hay otro camino que documentar estas minucias, para ayudar al pueblo a descubrir la verdad entre la mentira engolada y la información falsificada.

Habría que entrar a los detalles de la cocina periodística para explicarle al lector hasta diciendo la verdad se puede mentir, disimulando la noticia que se quiere que pase inadvertida y destacando la que se quiere que llame la atención.

Esto se hace con el manejo de los títulos, de la fotografía, del espacio, del tipo de letra. El lector desprevenido podrá darse cuenta fácilmente que la primera página impar es mucho más importante que la página par. Tome el diario, lector, y compruébelo: la página impar es la que salta a la vista y allí va la noticia destacada deliberadamente. Hay mil secretos, mil artimañas desleales que inciden en la información de la opinión pública. Y cuídese el lector de lo vagamente insinuado, de lo reiterado con malicia, mucho más que de las groseras imputaciones o elogios, porque más trabajan con la gota de agua de todos los días que con el escándalo resonante. Así edifican héroes y pecadores, prestigian ideas o las desmerecen. Y ahora que estamos casi todos de acuerdo en esto de la revisión histórica, que muchos no se deciden a confesar por devoción Grosso Chico, o por miedo al mitrismo, cuando no por esta cobardía intelectual de los que se creen intelectuales porque repiten los lugares comunes fáciles y cuidan el quedo, recordemos que la historia falsificada se hace todos los días, delante de nuestros ojos en las redacciones de los periódicos, o frente al micrófono de la radio.

Cómo se fabrican ideas
Y para terminar, saliendo de esta pequeña cuestión de cómo se fabrican las figuras, voy a mostrar cómo se fabrican las ideas económicas, políticas y sociales.

Esto que voy a reproducir lo tomo del libro de Seldes, el gran periodista norteamericano, Los Amos de la Prensa, quien en la página 52 del mismo dice, refiriéndose a cuando él era corresponsal en Alemania de Chicago Tribune:
«Un día recibí un pedido de mis jefes para que enviase un despacho sobre el fracaso de la administración de los ferrocarriles del Estado y su mal funcionamiento. Todos los corresponsales habían recibido una orden similar, y procedieron tal como se les pedía.

En cambio, yo no tenía mayor información sobre los ferrocarriles alemanes de propiedad del Estado. Ignoraba el hecho de que el coronel Mc Cormick era partidario de que terminara la guerra, las empresas privadas volviesen a hacerse cargo de los ferrocarriles norteamericanos y quería lanzar una campaña basada en la experiencia extranjera al respecto. Recogí abundante información demostrando que los ferrocarriles del Estado funcionaban en Alemania a la perfección y envié mi despacho con esas conclusiones.

Al día siguiente, me encontré con un largo mensaje, esta vez procedente de la oficina europea con asiento en París, instruyéndome precisamente de lo que debía cablegrafiar, o sea lo siguiente: que el sistema alemán de los ferrocarriles era un fracaso, que el público estaba furioso, los pasajeros pagaban demasiado, los fletes de carga eran enormes, la administración burocrática pésima y que entre la iniciativa privada y el control oficial todas las ventajas estaban a favor de la primera. Lo más fácil hubiera sido copiar el texto de esas «instrucciones», firmarlas y mandarlas por cable a Chicago como material informativo. Era lo que deseaban. Yo recordé las advertencias de otros corresponsales más experimentados, pero me negué a convertirme «en una meretriz del periodismo» y aceptar órdenes de esa clase. Estudié a fondo ese problema y al comprobar que mi primer cable estaba en lo cierto, envié una extensa nota en la que demostraba triunfalmente, con hechos y estadísticas, que las operaciones de los ferrocarriles en manos del Estado eran mil veces preferibles a la iniciativa privada y que sería muy conveniente que todos los países, entre ellos los Estados Unidos, aprovecharan la lección y siguiesen el ejemplo de Alemania. ¿Necesito decir a los lectores que este despacho nunca fue publicado por Chicago Tribune

Hasta aquí el periodista norteamericano Seldes.

Quiero recordarle al lector que este Mc Cormick es el propietario de Chicago Tribune, que es la columna fundamental del Sindicato Interamericano de Prensa, a que está encadenada toda nuestra prensa grande, y cuyo hombre de pelea es el coronel Jules Dubois, predilecto de nuestras páginas, donde da el «placet» a los gobiernos latinoamericanos, declarándolos democráticos o no, con la misma limpieza que nos acaba de exhibir la página de Seldes.

Y esta gente es la que informa a nuestro país sobre la posibilidad de nuestro comercio, la que fundamentó la destrucción del IAPI y el Banco Central nacionalizado, la que nos quiere orientar hacia la «libre empresa», la que combatió los acuerdos bilaterales y la que ha clasificado el patriotismo de los hombres argentinos. Pero, recordar esto debe ser «esquizofrenia nacionalista», como dice Rojas.

Habrá que seguir con el tema.