Discurso en la conmemoración del natalicio de José Martí


Conferencia inaugural del programa de televisión «Universidad Popular». Folleto B.N.C. 142-33.

Queridos compañeros: niños y adolescentes de hoy, hombres y mujeres de mañana; héroes de mañana, si es necesario, en los rigores de la lucha armada: héroes, si no, en la construcción pacífica de nuestra nación soberana:

Hoy es un día muy especial, un día que llama a la conversación íntima entre nosotros, los que de alguna manera hemos contribuido con un esfuerzo directo a la Revolución, y todos ustedes.

Hoy se cumple un nuevo aniversario del Natalicio de José Martí, y antes de entrar en el tema quiero prevenirles una cosa: he escuchado hace unos momentos: ¡Viva el Che Guevara!, pero a ninguno de ustedes se le ocurrió hoy gritar: ¡Viva Martí!… y eso no está bien… (Aplausos y gritos de: «¡Viva Martí!»)

Y no está bien por muchas razones. Porque antes que naciera el Che Guevara y todos los hombres que hoy lucharon, que dirigieron como él dirigió; antes que naciera todo este impulso libertador del pueblo cubano, Martí había nacido, había sufrido y había muerto en aras del ideal que hoy estamos realizando.

Más aún, Martí fue el mentor directo de nuestra Revolución, el hombre a cuya palabra había que recurrir siempre para dar la interpretación justa de los fenómenos históricos que estábamos viviendo y el hombre cuya palabra y cuyo ejemplo había que recordar cada vez que se quisiera decir o hacer algo trascendente en esta Patria… porque José Martí es mucho más que cubano: es americano; pertenece a todos los veinte países de nuestro continente y su voz se escucha y se respeta no sólo aquí en Cuba sino en toda América.

Cúmplenos a nosotros el haber tenido el honor de hacer vivas las palabras de José Martí en su Patria, en el lugar donde nació. Pero hay muchas formas de honrar a Martí. Se puede honrarlo cumpliendo religiosamente con las festividades que indican cada año la fecha de su nacimiento, o con el recordatorio del nefasto 19 de mayo de 1895. Se puede honrar a Martí citando sus frases, frases bonitas, frases perfectas, y además, y sobre todo, frases justas. Pero se puede y se debe honrar a Martí en la forma en que él querría que se le hiciera, cuando decía a pleno pulmón: «La mejor manera de decir, es hacer.»

Por eso nosotros tratamos de honrarlo haciendo lo que él quiso hacer y lo que las circunstancias políticas y las balas de la colonia se lo impidieron.

Y no todos, ni muchos -y quizás ninguno- pueda ser Martí, pero todos podemos tomar el ejemplo de Martí y tratar de seguir su camino en la medida de nuestros esfuerzos. Tratar de comprenderlo y de revivirlo por nuestra acción y nuestra conducta de hoy, porque aquella Guerra de Independencia, aquella larga guerra de liberación, ha tenido su réplica hoy y ha tenido cantidad de héroes modestos, escondidos, fuera de las páginas de la historia, y que, sin embargo, han cumplido con absoluta cabalidad los preceptos y los mandatos del Apóstol.

Yo quiero presentarles hoy a un muchacho que quizás muchos de ustedes conozcan ya, y hacer una pequeña historia de aquellos días difíciles de la Sierra.

¿Ustedes lo conocen o no lo conocen? (Aplausos.) Es el comandante Joel Iglesias, del Ejército Rebelde y el jefe de la Asociación de Jóvenes Rebeldes. (Aplausos.)

Ahora les voy a explicar por qué razones está en ese puesto y por qué lo presento con orgullo en un día como hoy.

El comandante Joel Iglesias tiene 17 años. (Aplausos.) Cuando llegó a la Sierra tenía 15 años. (Aplausos.) Y cuando me lo presentaron no lo quise admitir porque era muy niño. En aquel momento había un saco de peines de ametralladora -la ametralladora que usaba en aquella época- y nadie lo quería cargar. Se le puso como tarea y como prueba el que llevara ese saco por las empinadas lomas de la Sierra Maestra. El hecho de que esté hoy aquí indica que lo pudo llevar bien. (Aplausos.)

Pero hay mucho más que eso. Ustedes no habrán tenido tiempo, por el poco espacio que caminó, de ver que cojea de una pierna; ustedes no han podido ver, no han podido oír tampoco, porque no los ha saludado, que tiene la voz ronca y que no se le escucha bien. Ustedes no han podido ver que tiene en su cuerpo 10 cicatrices de balas enemigas (aplausos) y que esa ronquera que tiene, esa cojera gloriosa, son los recuerdos de las balas enemigas, pues siempre estuvo en primer lugar en el combate y en los puestos de mayor responsabilidad.

Yo recuerdo que había un soldado -que después también fue comandante- que murió hace poco por una equivocación trágica.

Ese comandante se llamaba Cristino Naranjo. Tenía cerca de cuarenta años, y el teniente que lo mandaba era el teniente Joel Iglesias, de quince años. Cristino le hablaba de tú a Joel, y Joel, que lo mandaba, le hablaba de usted, Sin embargo, Cristino Naranjo nunca dejó de obedecer una orden, porque en nuestro Ejército Rebelde, siguiendo las orientaciones de Martí, no nos importaban ni los años, ni el pasado, ni la trayectoria política, ni la religión, ni la ideología anterior de un combatiente. Nos importaban los hechos en ese momento y su devoción a la causa revolucionaria.

Nosotros sabíamos también, por Martí, que no importaba el número de armas en la mano, sino el número de estrellas en la frente. Y Joel Iglesias, ya en aquella época, era de los que tenían muchas estrellas en la frente, no esa sola que hoy tiene como comandante del Ejército. (Aplausos.)

Por eso quería presentárselo en un día como hoy, para que supieran que el Ejército Rebelde se preocupa de la juventud, y de darle a esa juventud que hoy asoma a la vida, lo mejor de sus hombres, lo mejor de sus ejemplos combatientes y de sus ejemplos de trabajo. Porque creemos que así se honra a Martí.

Quisiera decirles a ustedes muchas cosas como esta hoy. Quisiera explicarles, para que me entiendan, para que lo sientan en lo más hondo de sus corazones, el porqué de esta lucha, de la que pasamos con las armas en la mano, de la que hoy sostenemos contra los poderes imperiales, y de la que quizás tengamos todavía que sostener mañana en el campo económico, o aún en el campo armado.

De todas las frases de Martí, hay una que creo que define como ninguna ese espíritu de Apóstol. Es aquella que dice: «Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre.» (Aplausos.)

Eso era, y es, el Ejército Rebelde y la Revolución cubana. Un Ejército y una Revolución que sienten en conjunto y en cada uno de sus miembros, la afrenta que significa el bofetón dado a cualquier mejilla de hombre en cualquier lugar de la tierra.

Es una Revolución hecha para el pueblo y mediante el esfuerzo del pueblo, que nació de abajo, que se nutrió de obreros y de campesinos, que exigió el sacrificio de obreros y de campesinos en todos los campos y en todas las ciudades de la Isla. Pero que ha sabido también recordarlos en el momento del triunfo.

«CON LOS POBRES DE LA TIERRA QUIERO YO MI SUERTE ECHAR», decía Martí,… y así mismo, interpretando sus palabras, lo hicimos nosotros.

Hemos venido puestos por el pueblo y dispuestos a seguir aquí hasta que el pueblo lo quiera, a destruir todas las injusticias y a implantar un nuevo orden social.

No le tenemos miedo a palabras, ni a acusaciones, como no tuvo miedo Martí. Aquella vez que en un primero de Mayo, creo que de 1872, en que varios héroes de la clase obrera norteamericana rendían su vida por defenderla y por defender los derechos del pueblo, Martí señalaba con valentía y emoción esa fecha, y marcaba el rostro de quien había vulnerado los derechos humanos, llevando al patíbulo a los defensores de la clase obrera. Y ese primero de Mayo que Martí apuntó en aquella época, es el mismo que la clase obrera del mundo entero, salvo los Estados Unidos, que tienen miedo de recordar esa fecha, recuerdan todos los años en todos los pueblos, y en todas las capitales del mundo, y Martí fue el primero en señalarlo, como siempre era el primero en señalar las injusticias. Como se levantó junto con los primeros patriotas y como sufrió la cárcel a los quince años; y como toda su vida no fue nada más que una vida destinada al sacrificio, pensando en el sacrificio y sabiendo que el sacrificio de él era necesario para la realidad futura, para esta realidad revolucionaria que todos ustedes viven hoy.

Martí nos enseñó esto a nosotros también. Nos enseñó que un revolucionario y un gobernante no pueden tener ni goces ni vida privada, que debe destinarlo todo a su pueblo, al pueblo que lo eligió, y lo manda a una posición de responsabilidad y de combate.

Y también cuando nos dedicamos todas las horas posibles del día y de la noche a trabajar por nuestro pueblo, pensamos en Martí y sentimos que estamos haciendo vivo el recuerdo del Apóstol… (Aplausos.)

Si de esta conversación entre ustedes y nosotros quedara algo, si no se esfumara, como se van las palabras, me gustaría que todos ustedes en el día de hoy… pensaran en Martí. Pensaran como en un ser vivo, no como un dios ni como una cosa muerta; como algo que está presente en cada manifestación de la vida cubana, como está presente en cada manifestación de la vida cubana la voz, el aire, los gestos de nuestro gran y nunca bien llorado compañero Camilo Cienfuegos. (Aplausos.) Porque a los héroes, compañeros, a los héroes del pueblo, no se les puede separar del pueblo, no se les puede convertir en estatuas, en algo que está fuera de la vida de ese pueblo para el cual la dieron, El héroe popular debe ser una cosa viva y presente en cada momento de la historia de un pueblo.

Así como ustedes recuerdan a nuestro Camilo, así deben recordar a Martí, al Martí que habla y que piensa hoy, con el lenguaje de hoy, porque eso tienen de grande los grandes pensadores y revolucionarios: su lenguaje no envejece. Las palabras de Martí de hoy no son de museo, están incorporadas a nuestra lucha y son nuestro emblema, son nuestra bandera de combate.

Esa es mi recomendación final, que se acerquen a Martí sin pena, sin pensar que se acercan a un dios, sino a un hombre más grande que los demás hombres, más sabio y más sacrificado que los demás hombres, y pensar que lo reviven un poco cada vez que piensan en él y lo reviven mucho cada vez que actúan como él quería que actuaran.

Recuerden ustedes que de todos los amores de Martí, su amor más grande estaba en la niñez y en la juventud, que a ellas dedicó sus páginas más tiernas y más sentidas y muchos años de su vida combatiendo.

Para acabar, les pido que me despidan como empezaron, pero al revés: con un Viva Martí, ¡que está vivo!

(Todo el público en pie grita: ¡Viva Martí! y se producen grandes ovaciones.)

[Comisión para perpetuar la memoria del comandante Che Guevara.]

 

Discurso en el Banco Nacional

29 de enero de 1960

Antes de hablar del tema esencial para el que he sido invitado, deseo expresar en conjunto mi saludo y mi deseo de relaciones armónicas y de compañerismo con los integrantes de las instituciones económicas vinculadas con el Banco Nacional. A muchos no he podido visitar por falta de tiempo. Pero todo eso es adjetivo, porque lo que importa es trabajar unidos para el bien de Cuba.

Entrando en el tema, voy a referirme al 4% no como número, no como un porcentaje, sino como un símbolo. Ese 4% de ustedes y de otros empleados y trabajadores que ya lo han ofrecido, es el símbolo de identificación absoluta del Gobierno y las clases productoras; es el vínculo entre los gobernantes y su pueblo. No es el caso referirnos a su importancia económica, que la tiene, sino machacar sobre la importancia de su simbolismo. Y es eso muy importante porque estamos en la época que los viejos conceptos se están destruyendo. Hemos tenido una economía floreciente, en términos económicos. Cuba logró un producto: el azúcar, que fue el centro de nuestra riqueza. La desarrollaron quienes pretendieron ser nuestros amigos y después se convirtieron en nuestros explotadores. Se hizo una economía de una sola mercancía de alta productividad y que competía fácilmente en el mercado extranjero pero todo lo demás quedó en cero.

Sabemos cómo los gobernantes impuestos o mediatizados por los intereses ajenos a Cuba impusieron tratados. Mientras se hablara de azúcar, parecía que no había peligro alguno para la economía cubana, y sin embargo la entrada de otros productos procedentes de afuera, impedían todo desarrollo económico. Solamente la privilegiada posición geográfica de Cuba, su clima envidiable y otros factores le permitieron seguir viviendo, mientras que poco a poco los intereses azucareros no sólo dominaban en el país, sino que eran una prolongación de Wall Street en Cuba.

Los usurpadores se dedicaron no sólo a comprar azúcar, sino también a asegurarse la materia prima en forma de cañas de administración. Fue entonces que surgió la ambición latifundista y se dieron a la tarea de coger las tierras, los ingenios y todo cuanto pudieron, mientras el que la cultivaba tenía que buscar sustento en las montañas o echarse por los caminos.

La belleza de La Habana -evidentemente una de las ciudades más ricas y más bellas de América-, se hizo con el sudor y la sangre de los campesinos cubanos. Ya en el proceso de la Revolución, la presión del campesino sobre la tierra empezaba a dar sus frutos y el primer bosquejo de Reforma Agraria se hizo en el año 1957. A finales del año 1958, se estableció por el Decreto n° 3 de la Sierra Maestra, la Reforma Agraria, que reconocía a todos los trabajadores agrícolas que tuvieran menos de dos caballerías, el derecho a su posesión gratuita. Después, ustedes conocen la historia de nuestra Reforma Agraria, su promulgación en la Sierra Maestra y las luchas y ataques que hemos debido sostener por mantener intactos los postulados de esta ley y por llevarla a cabo. Se pensó muchas veces y mucha gente pensó que la Reforma Agraria era simplemente una palabra más en el vocabulario de la demagogia politiquera. Solamente cuando los hechos demostraron hasta la saciedad que esta era una Reforma Agraria que se iba a hacer, fue cuando la reacción fue organizando sus baterías y centrándola en una campaña de propaganda que solamente tiene en América el precedente de la Guatemala democrática de Jacobo Arbenz. Y si me refiero aquí a la Reforma Agraria con tanta insistencia, no es sólo porque sea la niña mimada de la Revolución, o porque sea el único tema del que pueda hablar; es porque la Reforma Agraria es la base de todos los acontecimientos que se han sucedido después y de todos los que se sucederán. En la Reforma Agraria están planteados los términos de la lucha por la liberación del país y también se plantean los grandes dilemas que esta Revolución ha puesto sobre el tapete.

No hemos ido a averiguar, como quieren todos los técnicos de todos los bancos y de todas las instituciones financieras o internacionales de nuestra América, cómo financiar nuestra Reforma Agraria, si no después de hacerla. El primer paso es tomar la tierra; ¿cómo? eso lo dirá el pueblo; el pueblo en armas conquistó su derecho a gobernarse y él, que es mayoría y es fuerza armada, determinara cómo se hará la Reforma Agraria y como se financiará.

Podrá parecerles a ustedes muy extraño que quien como yo tengo el deber aquí, como Presidente de Banco, del Banco Nacional nada menos, de defender todos los antiguos derechos establecidos, venga a romper lanzas contra la propiedad; pero es que nuestra Revolución debe ser entendida así tal como es; nuestra Revolución va contra el antiguo derecho de propiedad; lo va a romper y lo va a aniquilar, porque nuestra Revolución es por sobre todas las cosas antifeudal y antilatifundista, y debe romper primero estas relaciones sociales, para después llegar a la segunda etapa, que es la etapa industrial.

Creo que la primera parte de la batalla se ha ganado. Podrá todavía alguno protestar con más o menos vehemencia, por lo que llama el despojo de la tierra, pero la tierra ya pertenece al campesino. Que tenga el título o no lo tenga, que se le haya dado un bono o no al antiguo propietario eso es lo que tiene menos importancia. El Gobierno Revolucionario ya ha reconocido el derecho a los antiguos propietarios a obtener una retribución por estas tierras y ha reconocido el derecho a los campesinos a tener la tierra. Los campesinos nos creen, saben que la tierra es de ellos, aunque no tengan el título firmado por el Presidente del Instituto Nacional de la Reforma Agraria, y los antiguos poseedores de la tierra podrán creernos o no, pero son minoría.

Frente al mandato imperativo de la masa, nuestro deber revolucionario no podrá flaquear un minuto ni detenerse en ningún formalismo.

Ahora al hacer esta Reforma Agraria, que fue antifeudal y antilatifundista -porque no siempre el latifundio significa feudalismo-, tuvimos el primero y muy serio de los choques contra los capitales extranjeros que se habían adueñado del territorio nacional. Primero se habló de precio justo; no se especificó si precio justo era el precio que habían pagado por estas tierras; es decir, darle un balazo al campesino que la tenía antes, por ejemplo. Ese precio podríamos pagarlo, no nos costaba mucho hacerlo; pero queríamos llegar a una fórmula más tranquilizadora para todos. Utilizamos el sistema de considerar el amillaramiento y allí se crisparon los antiguos poseedores. Todos los episodios de las notas que han ido y han venido, son historia de estos días y no es necesario repetirlas. Lo importante es que la Reforma Agraria sigue adelante, que los campesinos han tomado la tierra, que a las viejas relaciones sociales suceden estas nuevas relaciones revolucionarias y que iniciamos el camino de la industrialización.

Y aquí se nos plantea un nuevo interrogante y una fase distinta del único problema de nuestra liberación nacional. Primero, teníamos que plantearnos el dilema de nuestra actuación siguiente: Seguimos siendo un abastecedor de materias muy buscadas en los mercados internacionales, es decir, seguimos siendo exportadores, buscadores de divisas, o nos convertimos en productores de las materias primas y de los productos manufacturados que necesitamos para nuestro consumo interno; es decir, nos convertimos en sustituidores de divisas. Hemos elegido este segundo camino, porque nos da mucha más garantía en nuestro desarrollo y además, porque estratégicamente está mucho mejor defendido el país que se basta a sí mismo.

En el campo agrario, hemos iniciado las grandes campañas nacionales para autoabastecernos de arroz, algodón, aceites vegetales y productos lácteos, como primera parte de nuestra batalla agrícola e industrial.

En el campo industrial puro, se han iniciado ya los estudios serios para crear las grandes fuentes productoras de materia prima para una industria nacional; se han estudiado las posibilidades de crear la siderurgia y la metalúrgica nacional, utilizando de una vez los grandes yacimientos que se sabe que existen, pero que no han sido ubicados, sobre todo en la provincia de Oriente.

En el campo de los combustibles, tras de liberar nuestro subsuelo mediante la Ley del Petróleo, estamos trabajando activamente para establecer por medio del Instituto Nacional del Petróleo -de reciente formación-, nuestra propia fuente de recursos en combustible ayudados en alguna medida con la producción de alcohol de las mieles finales que sirve como carburante.

En el campo de la industrialización de la caña, también estamos trabajando activamente para transformar nuestra única fuente de ingreso, que es el azúcar, en una fuente múltiple sin abandonar su base; es decir, para aprovechar bagazos, para aprovechar toda una rama importantísima de la química orgánica moderna, que ha dado en llamarse sucroquímica y que ofrece perspectivas magníficas; además, nuestro papel de bagazo ya se vende en el mercado y tiene toda su producción distribuida entre los diversos periódicos del país.

Estamos trabajando activamente en la tarea de crear nuevos productos que sustituyen importación también en esta rama.

En la importantísima rama de toda la industria ligera estamos trabajando en un plan de organización, de planificación de toda ella y de orientación de la inversión privada.

Ya se han hecho estudios definitivos sobre la industria textil, que nos llevará en 5 años a autoabastecernos de este vital producto.

Está estudiándose la ley para crear la Comisión Nacional de Energía Eléctrica, que se encargue de una organización en todo el territorio nacional de la red eléctrica y de la fuente de producción de energía eléctrica, necesarias para un desarrollo industrial que aspiramos sea uno de los más fuertes del mundo en este momento.

Ya hemos citado las principales fuentes de producción agropecuarias; este es pues el cuadro de los grandes rumbos que tomará la industrialización del país en los próximos años.

No podría hablarles concretamente de la fecha de iniciación y terminación de los planes, del costo final de los mismos y de los medios de financiamiento. La Revolución no ha avanzando en forma pareja en todas sus fases y mientras ha llevado la Reforma Agraria hasta sus últimos extremos, hay muchos organismos y muchas estructuras económicas del país que necesariamente tendrán que liquidarse para poder llevar a buen fin nuestra tarea de desarrollo.

Cuando se haya realizado el nuevo ordenamiento económico que demanda el país en estos momentos, podré venir ante ustedes, o podrá hacerlo quien esté encargado de ello, a explicar aquí y ante el pueblo entero de Cuba, las características finales de nuestro plan de industrialización. Sin embargo, hemos aprendido la gran lección de la Reforma Agraria: primero hay que empezar a hacer y después pensar cómo seguir haciendo. No vamos a sentarnos y hacer un alto en el camino para pensar cuáles serán nuestros próximos pasos. Vamos a pensar caminando, vamos a aprender creando y también, por qué no decirlo, equivocándonos. Estoy seguro que muchas veces nos encontraremos con que estamos fuera de la senda, pero eso no será sino en contados momentos y podremos tomar el buen camino con una mayor dosis de experiencia. Todos nosotros, y el pueblo con nosotros, considera que esta fórmula es mucho más beneficiosa para el país que la de sentarse a pensar planes maravillosos mientras el tiempo transcurre. Por eso, si hoy me preguntaran, si alguno tuviera la ocurrencia de pararse y preguntarme: bueno, ¿y en qué va a invertir el Gobierno este 4 % de nuestros salarios que nosotros damos? Yo tendría que decirle simplemente que no sé, y todavía más irreverentemente, podría decirle que no me importa tampoco. Se va a emplear en el desarrollo industrial del país. No sabemos siquiera, porque no hay estadísticas, cual será el monto exacto del 4% de salarios dado por todos los obreros del país, porque no sabemos exactamente cuántos obreros, cuántos trabajadores de todo tipo hay en el país; no sabemos exactamente cuantos desocupados hay, y, en números redondos, de nuestro país sabemos muy poco.

Todas las estadísticas están en proceso de cambio, en proceso de adaptación, para reflejar la verdad de este momento de Cuba. Creo que es algo en lo cual no tengo que insistir mucho, porque todos ustedes han estado en estrecho contacto con las cifras y saben que, fuera de alguna de aquí de La Habana, todas las demás no se pueden considerar. Saben, por ejemplo, que los contrabandos que se realizaban por el puerto de La Habana eran fabulosos y que hoy no tenemos base ninguna de comparación para hacer un cálculo aunque sea aproximado. Por eso no puedo venir a ofrecerles una imagen exacta de lo que se va a hacer con este 4%, lo único -no como presidente del Banco, pero sí como revolucionario-, que les puedo asegurar es que todo el dinero que consigamos por el aporte voluntario de los factores de producción del país, se va a dedicar a inversiones reproductivas que signifiquen más salarios y mayor bienestar para nuestro país.

Y queda como final de este esquema de la historia de nuestro desarrollo económico en este año, un punto algo distante del tema central que nos ocupa. El problema de la agresión extranjera. El problema de la agresión económica extranjera que también ustedes conocen por estar en estrecho contacto con todos los bancos y todos los agentes comerciales extranjeros que operan dentro y fuera del país. Saben ustedes bien que los créditos se están restringiendo y que se están preparando las condiciones para tratar de producir una crisis económica en el país, tanto por medio del sabotaje de la producción, como por medio del sabotaje de las materias primas que vienen de fuera -algunas tan importantes como el petróleo-, como por el crédito.

Y es por eso que este 4 % vuelve a adquirir su importancia capital. Porque es, como decía al iniciar, la reafirmación de la voluntad total del pueblo de centralizar sus esfuerzos para convertirnos rápidamente en un país que se autoabastezca dentro de las posibilidades de esta vida moderna; para convertirnos en un país, cuya agresión económica por parte de una potencia extranjera signifique más en detrimento de esa potencia extranjera que del nuestro propio; para darnos la potencia suficiente para que nuestra capacidad de represalia sea sentida y para darnos nuestros márgenes económicos suficientes para poder soportar una agresión continuada, sin que se llegue a un estado de claudicación del pueblo cubano. Porque estamos en un momento crítico, estamos quizás en el borde donde acaban las palabras y empiezan los hechos.

Tras la cortina de ataques calumniosos y de quejas hipócritas, se prepara una de las más grandes agresiones contra un pueblo que lucha por su liberación; y si por un solo momento nos paramos en nuestro camino para meditar en la forma de defendernos, estamos vencidos.

Nuestra única respuesta debe ser la respuesta revolucionaria que se dio el 26 de octubre: contra avionetas que violen el territorio nacional, la Ley de Minas y la Ley del Petróleo; contra nuevas agresiones, nuevas leyes; contra más amenazas, más aportes del ahorro popular para industrializarnos más rápidamente y conseguir esa potencia que buscamos; la potencia pacífica que no permita sobresalir en América como nación productora y trabajadora o la potencia guerrera que nos permita defender nuestro territorio y mantener nuestro sitial de vanguardia de la libertad de América.

Este era el pequeño mensaje que quería traerles junto con mi saludo y mi pedido de perdón, porque esta charla ha sido mucho más encendida que la que el puesto que ocupo hacía suponer; les pido una vez más perdón, pero todavía soy mucho más guerrillero que Presidente de Banco.

[Comisión para perpetuar la memoria del comandante Ernesto Guevara.]

 

Discurso a los trabajadores del industria textil

7 de febrero de 1960

Mis queridos compañeros:

Debo pedir disculpas, en primer lugar, porque no podré asistir a la terminación de este acto, debido a que también tengo un compromiso previo con el señor Anastas Mikoyan, en cuya casa tendré el honor de almorzar hoy en compañía de algunos Ministros del Gobierno. (Aplausos.)

Con respecto a lo que nos ocupa ahora, quiero decirles que están tratando por todos los medios de impedir la zafra. Yo sé que eso es imposible, y ya hoy hice mi «zafra particular»: más de cien mil pesos directamente de la Federación Textil y de otras federaciones nacionales y provinciales, vienen a contribuir el gran fondo que ha creado el pueblo para la defensa de su país. Hubiera querido que el señor Mikoyan viera también esta parte del acto, que viera que nuestro pueblo no se limita solamente a marchar o a empuñar el fusil, que en cada momento de su vida piensa en la defensa de la Revolución y acorde a los grandes principios que nos han regido, se impone el sacrificio de quitar parte de sus haberes para contribuir a todas las grandes campañas de nuestro Gobierno Revolucionario.

Esa es la base de nuestro triunfo. Nuestro triunfo no será el triunfo de personalidades aisladas, no puede ser siquiera el triunfo de Fidel Castro, siendo como es el líder indiscutido de todos nosotros. (Aplausos.) Nuestro triunfo es el triunfo del pueblo entero, y quisiera yo decirle al señor Mikoyan que si todavía no podemos tirar «Sputniks» a la luna, podemos expander nuestra idea revolucionaria hasta la luna misma, y mostrar nuestro entusiasmo… (aplausos) y mostrar nuestro entusiasmo constructivo a la cara del mundo.

Hubiera querido que al ilustre huésped no se le obsequiara con maniobras militares, sino simplemente con muestras de nuestra arte y de nuestra cultura populares. El momento lo ha impedido; debemos prepararnos para cumplir nuestra Revolución pacíficamente o para defenderla con las armas en la mano. Pensamos que el primero de enero había acabado la historia del fusil aquí en Cuba; desgraciadamente, debemos seguir empuñándolo para defender lo que conquistamos ese primero de enero, y todas nuestras conquistas revolucionarias hasta hoy, y las que vendrán, porque una Revolución no se puede parar. En el momento en que se para, retrocede; y nosotros debemos seguir adelante para profundizarla más, para hacerla más vigorosa y para mantener ante los ojos de América y del mundo este ejemplo luminoso que es nuestra Revolución de hoy.

Todos los pueblos que han pasado por etapas parecidas en todos los países de Europa y del Asia, nos miran como a hermanos menores y pujantes que marchamos en el camino absoluto de la liberación; nos miran con simpatía en la República Arabe Unida, en la India… (aplausos) en Indonesia, en Yugoeslavia, en la Unión Soviética… (aplausos) y nos miran también con simpatía y con renovadas esperanzas en cada uno de los pueblos asiáticos y africanos que no han logrado todavía su liberación, y en nuestras veinte repúblicas hermanas, que aunque algunas de ellas están hoy en un plano de evolución económica más adelantado que el nuestro, ninguna ha llegado a nuestro grado de madurez política y revolucionaria. Podemos decir con orgullo, con todo el sano orgullo, que estamos a la cabeza de América, que somos hoy… (aplausos) el país que está trazando las grandes pautas de nuestra liberación.

No luchamos solamente contra los poderes coloniales, no luchamos solamente contra nuestros latifundistas de aquí, contra nuestros criminales de guerra; no luchamos solamente contra las satrapías americanas, como la de Trujillo o la de Somoza: luchamos también contra la desvergüenza y la traición de falsos gobernantes de América, que se escudan tras una careta democrática para echarle zancadillas a la Revolución cubana. Pero somos tan fuertes que podremos contra todos ellos, y podremos porque a la unidad absoluta del pueblo de Cuba se une la unidad y la solidaridad de todos nuestros hermanos de América y de todos los pueblos del mundo que saben lo que es el sufrimiento y la opresión colonial. Por eso estamos en un momento luminoso. Angustioso quizás, de lucha y de trabajo, cuyo fin no se ve en un futuro inmediato, pero debemos tener siempre la misma fe que hoy han demostrado ustedes. Y esa fe se demuestra con los hechos, no sólo con las palabras; se demuestra con los aportes voluntarios, con las milicias obreras, de campesinos y de estudiantes y se demuestra también con el trabajo fecundo y organizado.

Queremos, sí, esta vez, poder decir sin falsas hipocresías que el Gobierno Revolucionario no tiene un solo problema con sus obreros o campesinos; que cada vez que se le puede dar una nueva conquista salarial o social, se le dará inmediatamente; y cada vez que se deba exigir un sacrificio, se podrá contar con la gran masa de compañeros obreros y campesinos. (Aplausos.) Esa es nuestra fuerza y ésa es la base de nuestra victoria.

Debo recordarles, sin embargo, y puntualizar una vez más, que los tiempos no son tranquilos. Ya saben los dirigentes de la reacción internacional que esta Revolución es indestructible por dentro; saben que no podrían ni con diez o cien veces más avionetas sobre nuestro territorio, impedir el desarrollo de la zafra, que es la base de nuestra economía hoy, pero tratan siempre de buscar alguna nueva forma de agresión; tratan de ahogarnos económicamente y es muy posible que traten de ir más lejos. Si es necesario luchar con las armas en la mano, lo haremos. (Aplausos.) Pero cuanto más fuerte y unido esté el pueblo, cuanto más compactas vean los enemigos las filas populares, más difícil se le hará atacar; y es preciso decir a voz en cuello también, que esta democracia revolucionaria, que esta democracia de obreros y campesinos que ha sabido repartir la justicia social sabrá también en su momento impartir la justicia revolucionaria, y que quienes vengan aquí a hollar nuestro suelo en son de asesinos del pueblo, no podrán esperar otra cosa que la muerte inmisericorde, vengan de donde vinieren. (Aplausos.) Deben saber que la base de fuerza de nuestro Gobierno no es sólo el Ejército Rebelde, sino toda la gran masa del ejército popular; deben saber que las armas están listas en sus manos. (Aplausos.)

Pero aun sabiendo todo esto, aunque nosotros conozcamos bien la situación, aunque podamos estar listos para un ataque eventual de hoy, de mañana o de cualquier día, debemos sin embargo dedicarnos al trabajo constructivo, como si esas posibilidades de agresión fueran sumamente remotas, porque debemos dedicarnos a construir, con la gran base de la Reforma Agraria, un país industrial; tenemos que desarrollar en primer lugar, las industrias que nos permitan sustituir las importaciones y no depender para nuestro sustento del capricho de las potencias extranjeras. (Aplausos.) Debemos también diversificar nuestro comercio exterior hasta lo último. (Aplausos.)

Seguimos los preceptos de Martí, que señalaba como uno de los grandes peligros el ser el vendedor único de una nación poderosa. Por ello estamos trabajando a los cuatro vientos, para establecer relaciones armónicas de comercio, diplomáticas y de buena voluntad entre nuestro pueblo y todos los pueblos del mundo que acepten como buena la voluntad única de este pueblo cubano. (Aplausos.)

No pedimos nada a nadie; no estamos mendigando empréstitos, si solicitando compra de nuestros azúcares de rodillas, simplemente ofrecemos lo que tenemos, respetamos a los pueblos vecinos y a todos los pueblos del mundo, y proclamamos nuestro derecho insobornable a ser considerados un país igual a cualquier otro de la tierra, en el concierto de todos los países libres. (Aplausos.)

Quien así nos admita será nuestro amigo; no importa la ideología interior que lo anime, no importa su sistema social o económico. Quien no nos respete como Nación no puede aspirar a nuestra amistad, sean cuales fueren los vínculos anteriores que nos ligaran, y sea cual fuere la fuerza que pueda poner para ofender a nuestra Patria. (Aplausos.)

Hoy ustedes han hecho efectiva la contribución, en moneda nacional, de su esfuerzo para hacer más fuerte a nuestra Patria en el campo armado. Sin embargo, los compañeros de la Federación Textil me han dado una noticia que es para mí un indicio de fuerza mucho mayor aún que el de las armas: el de un aumento de un veinte por ciento en la producción textilera, gracias al esfuerzo de todos ustedes, y a la compenetración entre el Gobierno Revolucionario y las masas trabajadoras. Esto es considerado por el Gobierno el aporte máximo de ustedes, y por ello, en nombre de él, les doy las gracias. (Ovación.)

[Comisión para perpetuar la memoria del comandante Ernesto Guevara.]

 

Discurso en la entrega
del Centro Escolar «Oscar Lucero»

24 de febrero de 1960

Queridos compañeros,

He sido comisionado, por el Ministerio de las Fuerzas Armadas, para entregar a nombre del Ejército Rebelde estas construcciones que fueron, hasta el 1° de enero de 1959, imagen del oprobio, de la fuerza bruta y de la expoliación que se cernía sobre el pueblo de Cuba.

No es la primera vez que el Ejército Rebelde viene a los niños de nuestra isla a hacerle entrega de los antiguos cuarteles. Ya antes los cuarteles de Camagüey y Santiago de Cuba habían pasado, también, a hacer fortaleza de la niñez. Pero cada vez que sucede esto, cada vez que se transforma un antiguo bastión de la dictadura en una escuela, en una institución destinada a forjar a los nuevos ciudadanos de la Cuba liberada, el Ejército Rebelde muestra ese hecho con orgullo, anuncia que no será el último, que seguirán todavía nuevas y nuevas entregas de cuarteles a la niñez cubana hasta convertirlos a todos en escuelas.

¿Y por qué puede la Revolución Cubana realizar estos actos en momentos en que es atacada y ofendida por asesinos y mercenarios internacionales y por la reacción de los países más fuertes del Continente? Sencillamente porque al entregar un cuartel, no se está debilitando la fuerza del Ejército Rebelde, porque nuestro Ejército no cuenta solamente con los hombres uniformados que van a constituir su vanguardia en el caso de tener que defender con las armas nuestra soberanía. Nuestro Ejército está constituido por todo el pueblo de Cuba.

Al entregar un cuartel y transformarlo en escuela no hacemos otra cosa que convertir este antiguo símbolo del oprobio en un recinto donde se forjarán los ciudadanos de Cuba que serán sus futuros soldados, que en el día de mañana se necesita esa fuerza para defender nuestra isla.

Por eso con todo nuestro orgullo de Ejército Popular, venimos hoy ante ustedes en esta ciudad mártir que conoció de las amarguras de la guerra y de los asesinatos crueles, a entregar a la niñez de Holguín su cuartel más fuerte para el mañana.

Esta escuela en nombre de nuestro Ejército damos hoy por posesión a todo este magnífico pueblo.

[Comisión para perpetuar la memoria del comandante Ernesto Guevara.]

 

Soberanía política
e independencia económica

20 de marzo de 1960

Naturalmente, se impone al iniciar una conferencia de este tipo un saludo a todos los oyentes de Cuba y además de reiterar la explicación que hiciera nuestro compañero, la explicación sobre la importancia que tiene este tipo de pedagogía popular, llegando directamente a todas las masas de nuestros obreros y campesinos, dando al explicar las verdades de la Revolución, quitándole todo el ropaje de un lenguaje hecho especialmente para ondear la verdad, desnudar a la verdad de todo lo artificioso y mostrarla en esta forma.

Tengo el honor de iniciar este ciclo de conferencias aunque en primer lugar se había puesto aquí a nuestro compañero Raúl Castro, que por tratarse de temas económicos declinó en mí. Nosotros como soldados de la Revolución vamos directamente a hacer la tarea que el deber nos impone y muchas veces tenemos que estar realizando algunas para las que no tenemos la capacitación ideal por lo menos. Quizá ésta sea una de esas tareas, revertir en palabras fáciles, en conceptos que todo el mundo conozca y entienda, la enorme importancia que tiene el tema de la soberanía política y de la independencia económica y explicar, además, la unión estrechísima entre estos dos términos. Puede alguno, como sucedió en algún momento en Cuba, anteceder al otro, pero necesariamente van juntos, y al poco tiempo de andar deben juntarse, ya sea como una afirmación positiva, como el caso cubano que logró su independencia política, e inmediatamente se dedica a conseguir su independencia económica, u otras veces en el caso negativo de países que logran o entran en el camino de la independencia política y por no asegurar la independencia económica, ésta poco a poco se va debilitando hasta que se pierde. Nuestra tarea revolucionaria en el día de hoy es no sólo pensar en este presente cargado de amenazas, sino también pensar en el futuro.

La palabra de orden en este momento es la de planificación. La reestructuración consciente e inteligente de todos los problemas que abordará el pueblo de Cuba en los años futuros. No podemos pensar solamente en la réplica, en el contragolpe frente a alguna agresión más o menos inmediata, sino que tenemos que ir haciendo un esfuerzo para elaborar todo un plan que nos permita predecir el futuro. Los hombres de la Revolución deben ir conscientemente a su destino, pero no es suficiente que los hombres de la Revolución lo hagan, es necesario también que el pueblo entero de Cuba comprenda exactamente cuáles son todos los principios revolucionarios y que pueda saber entonces que, tras estos momentos en que en algunos está la incertidumbre del porvenir, nos espera sin lugar a dudas un futuro feliz y un futuro glorioso, porque hemos sido los que hemos puesto esta primera piedra de la libertad de América, por eso es que es muy importante un programa de este tipo, programa en que todas las personas que tengan un mensaje vengan y lo digan. No es que sea nuevo, pues cada vez que nuestro Primer Ministro comparece ante las cámaras, es para dar una lección magistral, como solamente un pedagogo de su categoría puede darla, pero aquí también hemos planificado nuestra enseñanza y tratamos de dividirla en temas específicos y no solamente respondiendo a preguntas entrevistadas. Entraremos entonces en el tema que es, como ya lo apuntamos, soberanía política e independencia económica.

Pero antes de referimos a las tareas que la Revolución está realizando para hacer realidad estos dos términos, estos dos conceptos que deben ir siempre juntos, es bueno definirlo y aclararlo ante ustedes. Las definiciones siempre son defectuosas, siempre tienden a congelar términos, a hacerlos muertos, pero es bueno por lo menos dar un concepto general de estos dos términos gemelos. Sucede que hay quienes no entienden o no quieren entender, que es lo mismo, en qué consiste la soberanía y se asustan cuando nuestro país por ejemplo firma un convenio en el cual, entre paréntesis, me cabe la honra de haber participado, como es el convenio comercial con la Unión Soviética, y además recibir un crédito de esta nación. Es algo que en la historia de América tiene antecedentes toda esta lucha. Sin ir más lejos, en estos días, precisamente hace dos días, se cumple un nuevo aniversario de la expropiación de las compañías petroleras mexicanas, en el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Nosotros los jóvenes, en aquella época éramos muy niños (ha pasado más de una veintena de años) y no podemos precisar exactamente la conmoción que produjo en América, pero en todo caso, los términos y las acusaciones fueron exactamente iguales a las que hoy debe soportar Cuba, a la que soportó en un ayer más cercano y por mí vivido personalmente, Guatemala; la que deberán soportar en un futuro todos los países que tomen decididamente por este camino de libertad. Podemos hoy decir casi sin caricaturizar nada, que las compañías o las grandes empresas periodísticas y los voceros de opinión de los Estados Unidos, dan la tónica de la importancia y la honestidad de un gobernante simplemente invirtiendo los términos. Cuando un gobernante sea más atacado, mejor será indiscutiblemente y tenemos el privilegio hoy de ser el país y el gobierno más atacados, no solamente en este momento, sino quizás en todos los momentos de la historia de América, mucho más que Guatemala y más quizás que el México del año 38 ó 36, cuando el general Cárdenas ordenó la expropiación. El petróleo en aquella época jugaba un papel importantísimo en la vida mexicana; en el nuestro de hoy el azúcar juega ese mismo papel. El papel de monoproducto que va a un monomercado, o sea que va a un solo mercado.

«Sin azúcar no hay país», vociferaban los voceros de la reacción, y además creen que si el mercado que nos compra ese azúcar, deja de hacerlo, la ruina es absoluta. Como si ese mercado que nos compra ese azúcar lo hiciera solamente por un deseo de ayudarnos a nosotros. Durante siglos el poder político estuvo en manos de esclavistas, después de señores feudales y para facilitar la conducción de las guerras contra los enemigos y contra las rebeliones de los oprimidos delegaban sus prerrogativas en uno de ellos, el que nucleaba a todos, el más decidido, el más cruel quizás que pasaba a ser el rey, el soberano y el déspota que poco a poco iba imponiendo su voluntad a través de épocas históricas para llegar en un momento a hacerla absoluta.

Naturalmente que no vamos a relatar todo el proceso histórico de la humanidad y además ya el tiempo de los reyes ha pasado. Quedan solamente algunas muestras en Europa. Fulgencio Batista no pensó nunca en llamarse Fulgencio I. Le bastaba simplemente con que cierto vecino poderoso le reconociera como el presidente y que los oficiales de un ejército lo acataran, es decir, los poseedores de las fuerzas físicas, de las fuerzas materiales, de los instrumentos de matanza, lo acataban y lo apoyaban como el más fuerte entre ellos, como el más cruel o como el de mejores amigos fuera. Ahora existen los reyes que no tienen corona, son los monopolios, los verdaderos amos de países enteros y en ocasiones de continentes, como ha sido hasta ahora el continente africano y una buena parte del continente asiático y desgraciadamente también el nuestro americano. Otras veces han intentado el dominio del mundo. Primero fue Hitler, representante de los grandes monopolios alemanes, que trató de llevar la idea de superioridad de una raza, a imponerla por los campos del mundo en una guerra que costó 40 millones de vidas.

La importancia de los monopolios es inmensa, tan grande es que hace desaparecer el poder político de muchas de nuestras repúblicas. Hace tiempo leíamos un ensayo de Papini, donde su personaje Gog compraba una república y decía que esa república creía que tenía presidentes, cámaras, ejércitos y que era soberana cuando en realidad él la había comprado. Y esa caricatura es exacta, hay repúblicas que tienen todas las características formales para serlo y que sin embargo, dependen de la voluntad omnímoda de la Compañía Frutera, por ejemplo, cuyo bien odiado director era un fallecido abogado; como otros dependen de la Standard Oil o de alguna otra compañía monopolista petrolera, como otros dependen de los reyes del estaño o de los que comercializan el café, dando ejemplos americanos para no buscar los africanos y asiáticos; es decir, que la soberanía política es un término que no hay que buscarlo en definiciones formales sino que hay que ahondar un poquito más, hay que buscarle sus raíces. Todos los tratados, todos los códigos de derecho, todos los políticos del mundo sostienen que la soberanía política nacional es una idea inseparable de la noción de estado soberano, de estado moderno, y si no fuera así, no se verían algunas potencias obligadas a llamar estados libres asociados a sus colonias, es decir, a ocultar tras una frase la colonización. El régimen interno que tenga cada pueblo que le permita en mayor o menor grado, o por completo, o que no le permita en absoluto, ejercer su soberanía debe ser asunto que competa a dicho pueblo; pero la soberanía nacional significa, primero el derecho que tiene un país a que nadie se inmiscuya en su vida, el derecho que tiene un pueblo a darse el gobierno y el modo de vida que mejor le convenga, eso depende de su voluntad y solamente ese pueblo es el que puede determinar si un gobierno cambia o no. Pero todos estos conceptos de soberanía política, de soberanía nacional son ficticios si al lado de ellos no está la independencia económica.

Habíamos dicho al principio que la soberanía política y la independencia económica van unidas. Si no hay economía propia, si se está penetrado por un capital extranjero, no se puede estar libre de la tutela del país del cual se depende, ni mucho menos se puede hacer la voluntad de ese país si choca con los grandes intereses de aquel otro que la domina económicamente. Todavía esa idea no está absolutamente clara en el pueblo de Cuba y es necesario rememorarla una y otra vez. Los pilares de la soberanía política que se pusieron el 1° de enero de 1959, solamente estarán totalmente consolidados, cuando se logre una absoluta independencia económica. Y podemos decir que vamos por buen camino si cada día se toma una medida que asegure nuestra independencia económica. En el mismo momento en que medidas gubernamentales hagan que cese este camino o que se vuelva atrás, aunque sólo sea un paso, se ha perdido todo y se volverá indefectiblemente a los sistemas de colonización más o menos encubiertos de acuerdo con las características de cada país y de cada momento social.

Ahora en este momento es muy importante conocer estos conceptos. Ya es muy difícil ahogar la soberanía política nacional de un país mediante la violencia pura y simple. El último o los dos últimos ejemplos que se han dado son el ataque despiadado y artero de los colonialistas ingleses y franceses a Port Said en Egipto y el desembarco de tropas norteamericanas en el Líbano. Sin embargo, ya no se envían los marines con la misma impunidad con que se hacía antes y es mucho más fácil establecer una cortina de mentiras que invadir un país, porque simplemente se haya lesionado el interés económico de algún gran monopolio. Invadir a un país que reclama el derecho de ejercer su soberanía en estos momentos de Naciones Unidas donde todos los pueblos quieren emitir su voz y su voto, es difícil.

Y no es fácil adormecer al respeto ni la opinión pública propia ni la del mundo entero. Es necesario para ello un gran esfuerzo propagandístico que vaya preparando las condiciones para hacer menos odiosa esa intervención.

Eso es precisamente lo que están haciendo con nosotros; nunca debemos dejar de puntualizar cada vez que sea posible que se están preparando las condiciones para reducir a Cuba en la forma que sea necesario y que depende de nosotros solamente que esa agresión no se provoque. Podrán hacerla económicamente hasta donde quieran, pero tenemos que asegurar una conciencia en el país para si quieren hacerla material (directamente con soldados compatriotas de los monopolios o con mercenarios de otros países) sea tan caro el precio que tengan que pagar que no puedan hacerlo. Y están tratando de ahogar y preparando las condiciones necesarias para ahogar en sangre si fuera necesario esta Revolución, solamente porque vamos en el camino de nuestra liberación económica, porque estamos dando el ejemplo de medidas tendentes a liberar totalmente a nuestro país y a que el grado de nuestra libertad económica alcance el de nuestra libertad y el de nuestra madurez política de hoy.

Nosotros hemos tomado el poder político, hemos iniciado nuestra lucha por la liberación con este poder bien firme en las manos del pueblo. El pueblo no puede soñar siquiera con la soberanía si no existe un poder que responda a sus intereses y a sus aspiraciones, y poder popular quiere decir no solamente que el Consejo de Ministros, la Policía, los Tribunales y todos los órganos del gobierno estén en manos del pueblo. También quiere decir que los órganos económicos van pasando a manos del pueblo. El poder revolucionario o la soberanía política es el instrumento para la conquista económica y para hacer realidad en toda su extensión la soberanía nacional. En términos cubanos, quiere decir que este Gobierno Revolucionario es el instrumento para que en Cuba manden solamente los cubanos en toda la extensión del vocablo, desde la parte política hasta disponer de las riquezas de nuestra tierra y de nuestra industria. Todavía no podemos proclamar ante la tumba de nuestros mártires que Cuba es independiente económicamente. No lo puede ser cuando simplemente un barco detenido en Estados Unidos hace parar una fábrica en Cuba, cuando simplemente cualquier orden de alguno de los monopolios paraliza aquí un centro de trabajo. Independiente será Cuba cuando haya desarrollado todos sus medios, todas sus riquezas naturales y cuando haya asegurado mediante tratados, mediante comercio con todo el mundo, que no pueda haber acción unilateral de ninguna potencia extranjera que le impida mantener su ritmo de producción y mantener todas sus fábricas y todo su campo produciendo al máximo posible dentro de la planificación que estamos llevando a cabo. Sí podemos decir exactamente que la fecha en que se alcanzó la soberanía política nacional como primer paso, fue el día en que venció el poder popular, el día de la victoria de la Revolución, es decir, el 1° de enero de 1959.

Este fue un día que se va fijando cada vez más como el comienzo no sólo de un año extraordinario a la historia de Cuba, sino como el comienzo de una era. Y tenemos pretensiones de pensar que no es solamente el comienzo de una era en Cuba, sino el comienzo de una era en América. Para Cuba, el 1° de enero es la culminación del 26 de julio de 1953 y del 12 de agosto de 1933, como lo es también del 24 de febrero de 1895 o del 10 de octubre de 1868. Pero para América significa también una fecha gloriosa, puede ser quizás la continuación de aquel 25 de mayo de 1809, en que Morrillo se levantó en el Alto Perú, o puede ser el 25 de mayo de 1810, cuando el Cabildo Abierto de Buenos Aires, o cualquier fecha que marque el inicio de la lucha del pueblo americano por su independencia política en los principios del siglo XIX.

Esta fecha, el primero de enero, conquistada a un precio enormemente alto para el pueblo de Cuba, resume las luchas de generaciones y generaciones de cubanos, desde la formación de la nacionalidad por la soberanía, por la patria, por la libertad y por la independencia plena política y económica de Cuba. No se puede hablar ya de reducirla a un episodio sangriento, espectacular, decisivo si se quiere, pero apenas un momento en la historia de los cubanos, ya que el primero de enero es la fecha de la muerte del régimen despótico de Fulgencio Batista, de ese pequeño Weyler nativo, pero es también la fecha del nacimiento de la verdadera república políticamente libre y soberana que toma por ley suprema la dignidad plena del hombre.

Este primero de enero significa el triunfo de todos los mártires antecesores nuestros, desde José Martí, Antonio Maceo, Máximo Gómez, Calixto García, Moncada o Juan Gualberto Gómez, que tiene antecedentes en Narciso López, en Ignacio Agramonte y Carlos Manuel de Céspedes, y que fuera continuado por toda la pléyade de mártires de nuestra historia republicana, los Mella, los Guiteras, los Frank País, los José Antonio Echeverría o Camilo Cienfuegos.

Consciente ha estado Fidel, como siempre, desde que se dio por entero a los combates por su pueblo, de la magnitud de la entereza revolucionaria, de la grandeza de la fecha que hizo posible el heroísmo colectivo de todo un pueblo: este maravilloso pueblo cubano del cual brotara el glorioso Ejército Rebelde, la continuación del ejército mambí. Por eso a Fidel siempre le gusta comparar la obra a emprender con la que tenía por delante el puñado de sobrevivientes cuando el desembarco ya legendario del Granma. Allí se dejaban, al abandonar el Granma, todas las esperanzas individuales, se iniciaba la lucha en que un pueblo entero tenía que triunfar o fracasar. Por esto, por esa fe y por esa unión tan grandes de Fidel con su pueblo, nunca desmayó, ni aun en los momentos más difíciles de la campaña, porque sabía que la lucha no estaba centrada y aislada en las montañas de la Sierra Maestra, sino que la lucha se estaba dando en cada lugar de Cuba, donde un hombre o una mujer levantaran la bandera de la dignidad.

Y sabía Fidel, como lo supimos todos nosotros después, que esa era una lucha, como la de ahora, donde el pueblo de Cuba entero triunfaba o era derrotado. Ahora insiste en estos mismos términos y dice: o nos salvamos todos o nos hundimos todos. Ustedes conocen la frase. Porque las dificultades a vencer son difíciles como en aquellos días siguientes al desembarco del Granma; sin embargo, ahora los combatientes no se cuentan por unidades o por docenas, sino que se cuentan por millones. Cuba entera se ha convertido en una Sierra Maestra para dar en el terreno en que se coloque el enemigo, la batalla definitiva por la libertad, por el porvenir y por el honor de nuestra patria y en este momento por ser, desgraciadamente, la única representante en pie de lucha.

La batalla de Cuba es la batalla de América, no la definitiva, por lo menos no la definitiva en un sentido. Aún suponiendo que Cuba perdiera la batalla, no la perdería América; pero si Cuba gana esta batalla, América entera habrá ganado la pelea. Esa es la importancia que tiene nuestra Isla y es por ello por lo que quieren suprimir este «mal ejemplo» que damos. En aquella época, en el año 56, el objetivo estratégico, es decir, el objetivo general de nuestra guerra, era el derrocamiento de la tiranía batistiana, es decir, la reimplantación de todos los conceptos de democracia y soberanía e independencias conculcados por los monopolios extranjeros. A partir de aquella época del 10 de marzo se había convertido Cuba en un cuartel de esas mismas características de los cuarteles que estamos entregando hoy. Toda Cuba era un cuartel. El 10 de marzo no era la obra de un hombre, sino de una casta, un grupo de hombres unidos por una serie de privilegios de los cuales uno de ellos, el más ambicioso, el más audaz, el Fulgencio I de nuestro cuento, era el capitán. Esta casta respondía a la clase reaccionaria de nuestro país, a los latifundistas, a los capitales parásitos, y estaba unida al colonialismo extranjero. Eran bastantes, toda una serie de ejemplares desaparecidos como por arte de magia, desde los manengues hasta los periodistas de salón presidencial, de rompehuelgas o los zares del juego y de la prostitución. El 1° de enero alcanza entonces el objetivo estratégico fundamental de la Revolución en ese momento, que es la destrucción de la tiranía que durante casi siete años ensangrienta al pueblo de Cuba. Pero sin embargo, nuestra Revolución, que es una Revolución consciente, sabe que soberanía política está unida íntimamente a soberanía económica.

No quiere repetir esta Revolución los errores de la década del 30, liquidar simplemente un hombre sin darse cuenta que ese hombre es la representación de una clase y de un estado de cosas y que si no se destruye todo ese estado de cosas, los enemigos del pueblo inventan otro hombre. Por eso la Revolución fuerza a destruir en sus raíces el mal que aquejaba a Cuba. Habría que imitar a Martí y repetir una y otra vez que radical no es más que eso, el que va a las raíces; no se llama radical quien no vea las cosas en su fondo, ni hombre quien no ayude a la seguridad y a la dicha de los hombres. Esta Revolución se propone arrancar de raíz las injusticias, ha redefinido Fidel, utilizando distintas palabras, pero la misma orientación que Martí. Logrado el gran objetivo estratégico de la caída de la tiranía y el establecimiento del poder revolucionario surgido del pueblo, responsable ante él, cuyo brazo armado es ahora un ejército sinónimo del pueblo, el nuevo objetivo estratégico es la conquista de la independencia económica, una vez más la conquista de la soberanía nacional total. Ayer, objetivos tácticos dentro de la lucha eran la Sierra, los llanos, Santa Clara, el Palacio, Columbia, los centros de producción que se debían conquistar mediante un ataque frontal o por cerco o por acción clandestina.

Nuestros objetivos tácticos de hoy son el triunfo de la Reforma Agraria que da la base de la industrialización del país, la diversificación del comercio exterior, la elevación del nivel de vida del pueblo para alcanzar este gran objetivo estratégico que es la liberación de la economía nacional. Y el frente económico ha tocado ser el principal escenario de la lucha, aun considerando otros de enorme importancia como son el de la educación, por ejemplo; hace poco nos referíamos a esa importancia que tenía la educación que nos permitiera dar los técnicos necesarios para esta batalla. Pero eso mismo indica que en la batalla el frente económico es el más importante, y la educación está destinada a dar los oficiales para esta batalla en las mejores condiciones posibles. Yo puedo llamarme militar, militar surgido del pueblo que tomó las armas como tantos otros, simplemente obedeciendo a un llamado, que cumplió su deber en el momento en que fue preciso, y que hoy está colocado en el puesto que ustedes conocen. No pretendo ser un economista, simplemente como todos los combatientes revolucionarios estoy en esta nueva trinchera donde se me ha colocado y tengo que estar preocupado como pocos por la suerte de la economía nacional, de la cual depende el destino de la Revolución. Pero esta batalla del frente económico es diferente a aquellas otras que libramos en la Sierra, éstas son batallas de posiciones, son batallas donde lo inesperado casi no ocurre, donde se concentran tropas y se preparan cuidadosamente los ataques. Las victorias son el producto del trabajo, del tesón y de la planificación. Es una guerra donde se exige el heroísmo colectivo, el sacrificio de todos, y no es de un día o de una semana ni de un mes, es muy larga, tanto más larga cuanto más aislados estemos, y tanto más larga cuanto menos hayamos estudiado todas las características del terreno de la lucha y analizado al enemigo hasta la saciedad.

Se libra con muchas armas también, desde el aporte del 4% de los trabajadores para la industrialización del país hasta el trabajo en cada cooperativa, hasta el establecimiento de ramas hasta ahora desconocidas en la industria nacional, como la citroquímica, la química pesada misma o la siderurgia y tiene como principal objetivo estratégico, y hay que recalcarlo constantemente, la conquista de la soberanía nacional.

Es decir, para conquistar algo tenemos que quitárselo a alguien, y es bueno hablar claro y no esconderse detrás de conceptos que puedan mal interpretarse. Ese algo que tenemos que conquistar, que es la soberanía del país, hay que quitárselo a ese alguien que se llama monopolio, y ese alguien que se llama monopolio, aunque los monopolios en general no tienen patria tienen por lo menos una definición común, todos los monopolios que han estado en Cuba, que han usufructuado de la tierra cubana, tienen lazos muy estrechos con los Estados Unidos. Es decir, que nuestra guerra económica sería con la gran potencia del Norte, que nuestra guerra no es una guerra sencilla; es decir, que nuestro camino hacia la liberación estará dado por la victoria sobre los monopolios y sobre los monopolios norteamericanos concretamente. El control de la economía de un país por otro merma indiscutiblemente la economía de este país.

Fidel dijo el 24 de febrero en la CTC ¿cómo se concebía que una revolución se pusiera a esperar la solución del capital privado extranjero de inversión? ¿Cómo se concebía que una revolución que surgiera reivindicando los derechos de los trabajadores, que habían estado conculcados durante muchos años, fuera a ponerse a esperar la solución del problema del capital privado extranjero de inversión que va donde más le interesa, que se invierte en aquellos artículos, no que sean los más necesarios para el país, sino los que más ganancias les permita? Luego, la Revolución no podía coger este camino, éste era un camino de explotación, es decir, había que buscar otro camino. Había que golpear al más irritante de todos los monopolios, al monopolio de la tenencia de la tierra, destruirlo, hacer pasar la tierra a manos del pueblo e iniciar entonces la verdadera lucha porque ésta, a pesar de todo, era simplemente la primera entrada en contacto de dos enemigos. La batalla no se libró a nivel de la Reforma Agraria, es un hecho, la batalla se librará ahora, se librará en el futuro, porque a pesar de que los monopolios tenían aquí fuertes extensiones de terrenos, no es allí donde están los más importantes, los más importantes están en la industria química, en la ingeniería, en el petróleo, y ahí donde molesta de Cuba el ejemplo, el mal ejemplo, como lo llaman ellos.

Sin embargo, había que empezar por la Reforma Agraria, el 1.5% de los propietarios de la tierra, de los propietarios cubanos o no cubanos, pero de tierras cubanas, poseían el 46% del área nacional y el 70% poseía sólo un 12% del área nacional; había 62 mil fincas que tenían menos de 3/4 de caballería, considerándose por nuestra Reforma Agraria 2 caballerías como el mínimo vital, es decir, el mínimo necesario para que una familia de 5 personas, en terreno no irrigado, pudiera hacer una vida satisfaciendo sus mínimas necesidades. En Camagüey, cinco compañías, de cinco a seis compañías azucareras, controlaban 56 mil caballerías. Eso significa el 20% del área total de Camagüey.

Y además los monopolios tienen el níquel, el cobalto, el hierro, el cromo, el manganeso, y todas las concesiones petroleras. En petróleo, por ejemplo, había concesiones entre las otorgadas y pedidas que superaban tres veces el área nacional. Es decir, estaba dada toda el área nacional, además estaba dada toda la cayería y toda la zona de la plataforma continental cubana y además de todo eso, había zonas solicitadas por dos o tres compañías que estaban en litigio. También se fue a liquidar esta relación de propiedad de las compañías norteamericanas. También se golpeó en la especulación con la vivienda mediante la rebaja de alquileres y ahora con los planes del INAV para dar vivienda barata. Aquí había muchos monopolios de la vivienda, aunque quizá no fueran norteamericanos, eran capitales parásitos unidos a los norteamericanos, solamente por lo menos en cuanto a la concepción ideológica de la propiedad privada al servicio de una persona para explotación de un pueblo. Con la intervención de los grandes mercados y la creación de las tiendas populares, de las cuales hay 1.400 en el campo cubano, se frenó o se dio el primer paso para frenar la especulación y el monopolio del comercio interior.

Ustedes saben cómo se encarecen los productos, y si hay campesinos escuchándonos, sabrán ustedes de la gran diferencia que hay entre los precios actuales y los precios que cobraban los garroteros en aquella época nefasta en todo el campo cubano. La acción desenfrenada de los monopolios en los servicios públicos ha sido frenada por lo menos. En el teléfono y en la electricidad hay dos ejemplos. El monopolio figuraba en todas las manifestaciones de la vida del pueblo cubano. No sólo en las económicas que aquí nos ocupan, sino también en la política y en la cultural.

Ahora había que salir a dar otro de los pasos importantes en nuestra lucha de liberación: el golpe al monopolio del comercio exterior. Ya se han hecho varios tratados comerciales con diversos países y constantemente vienen nuevos países a buscar el mercado cubano en pie de absoluta igualdad. De todos los convenios firmados indiscutiblemente el que más importancia tiene es el que se hizo con la Unión Soviética. Es bueno recalcarlo porque nosotros ya hemos vendido a esta altura algo insólito: toda nuestra cuota sin nada en el mercado mundial, cuando todavía tenemos pedidos, que se puede estimar entre un millón u ochocientas mil toneladas a un millón, si no es que se hacen nuevos contratos, nuevos convenios con otros países. Además, hemos asegurado durante cinco años una venta de un millón de toneladas cada una. Que bien es cierto que no conseguimos dólares, sino en un 20% por ese azúcar, pero el dólar no es nada más que el instrumento para comprar, el dólar no tiene ningún otro valor que el de su poder de compra y nosotros al cobrar con productos manufacturados o materia prima, estamos simplemente utilizando el azúcar a manera de dólar. Hay quien me decía que era ruidoso hacer un contrato de esta característica, pues la distancia que separa a la Unión Soviética de Cuba, encarecía notablemente todos los productos que se importaran. El contrato firmado por el petróleo ha echado por tierra todas estas predicciones. La Unión Soviética se compromete a poner en Cuba petróleo de especificaciones diversas a un precio que es un 33% más barato que el de las compañías monopolistas norteamericanas que están a un paso nuestro. Eso se llama liberación económica.

Naturalmente, hay quienes pretenden que todas estas ventas de la Unión Soviética son ventas políticas. Hay quienes pretenden que nada más que se hace eso para molestar a Estados Unidos. Nosotros podemos admitir que eso sea cierto. A la Unión Soviética, en uso de su soberanía si le da la gana de molestar a los Estados Unidos, nos vende el petróleo y nos compra el azúcar a nosotros para molestar a los Estados Unidos, y a nosotros qué, eso es aparte, las intenciones que tengan o dejen de tener son aparte, nosotros al comerciar estamos simplemente vendiendo mercancía y no estamos vendiendo soberanía nacional como lo hacíamos antes. Vamos a hablar simplemente un lenguaje de igualdad. Cada vez que viene un representante de una nueva nación del mundo aquí, en este momento actual, viene a hablar un lenguaje de igualdad. No importa el tamaño que tenga el país de donde viene ni la potencia de sus cañones. En término de nación independiente, Cuba es un voto en las Naciones Unidas igual que los Estados Unidos y que la Unión Soviética. Con ese espíritu se han hecho todos los tratados y con ese espíritu se harán todos los nuevos tratados comerciales, porque hay que insistir que ya Martí había visto y precisado claramente hace muchos años cuando insistía en que la nación que compra es la nación que manda, y la nación que vende, es la que obedece. Cuando Fidel Castro explicó que el convenio comercial con la Unión Soviética era muy beneficioso para Cuba, estaba simplemente explicando que… más que explicando, podríamos decir, sintetizando los sentimientos del pueblo cubano. Realmente, todo el mundo se sintió un poco más libre cuando supo que podía firmar convenios comerciales con quien quisiera y todo el mundo debe sentirse hoy mucho más libre todavía, cuando sepa contundentemente que no solamente se firmó un convenio comercial en uso de la soberanía del país, sino que se firmó uno de los convenios comerciales más beneficiosos para Cuba. Y cuando se analicen los onerosos préstamos de las compañías norteamericanas y se compare con el préstamo, o con el crédito concedido por la Unión Soviética a doce años con un 2.5% de interés, de lo más bajo que registra la historia de las relaciones comerciales internacionales, se verá la importancia que tiene. Es cierto que ese crédito es para comprar mercancía soviética, pero no es menos cierto que los préstamos, por ejemplo, el del Export Bank, que es supuestamente una entidad internacional, se hacen para comprar mercancías en los Estados Unidos. Y que, además de eso, se hacen para comprar determinadas mercancías de monopolios extranjeros. El Export Bank, por ejemplo, le presta (por supuesto no significa que sea real) a la Compañía Birmana de Electricidad -pensemos que la Cía. Birmana de Electricidad es igual a la Cía. Cubana de Electricidad- y entonces se le prestan ocho, diez o quince millones de pesos a esa compañía. Coloca entonces sus aparatos, empieza a suministrar fluido eléctrico carísimo y muy mal, cobra cantidades enormes y después la nación paga. Esos son los sistemas de créditos internacionales. Enormemente diferente a un crédito concedido a una nación para que esa nación lo aproveche y para que todos sus hijos se sacrifiquen con ese crédito. Muy distinto sería si la Unión Soviética hubiera prestado 100 millones de pesos a una compañía subsidiaria suya para establecer un negocio y exportar sus dividendos a la misma Unión Soviética. Pero en estos casos se ha planeado ahora hacer una gran empresa siderúrgica y una destilería de petróleo, totalmente nacionales y para el servicio del pueblo.

Es decir, todo lo que paguemos significa solamente la retribución de lo que recibimos y una retribución correcta y honesta, como se ha visto en el caso del petróleo. Yo no digo que a medida que se vayan firmando otros contratos, en la misma forma abierta en que el Gobierno de Cuba explica todas sus cosas, podremos dar informes también de precios extraordinariamente baratos en todas las mercancías que produce ese país y además en todos los productos manufacturados de calidad. El Diario de la Marina, hay que citarlo una vez más, se opone. Desgraciadamente, no traje un artículo que hay muy interesante, que da 5, 6 ó 7 razones por las cuales el convenio le parece mal. Todas son falsas, por supuesto. Pero no solamente falsas en la interpretación, lo que ya es malo. Son falsas incluso en las noticias. Son falsas, por ejemplo, cuando dice que eso significa el compromiso de Cuba de apoyar las maniobras soviéticas en las Naciones Unidas. Muy diferente es que en una declaración que está absolutamente al margen de ese convenio, que fue redactada de común acuerdo, Cuba se compromete a luchar por la paz dentro de las Naciones Unidas. Es decir que se acusa a Cuba, como ya lo explicara Fidel, exactamente de hacer aquello para lo cual las Naciones Unidas se habían formado, según sus actas de constitución y todas las otras cuestiones económicas que han sido muy bien refutadas por nuestro Ministro de Comercio, adolecen de fallas muy grandes y de mentiras groseras. La más importante es con respecto al precio. Ustedes saben que el precio del azúcar se guía en el mercado mundial naturalmente, por la oferta y la demanda. Dice el Diario de la Marina que si ese millón de toneladas que Cuba vende, la Unión Soviética lo vuelve a poner en el mercado, entonces Cuba no ha ganado nada. Eso es mentira, por el hecho simple de que está bien establecido en el convenio que solamente la Unión Soviética puede exportar azúcar a los países que habitualmente le compraban. La Unión Soviética es una importadora de azúcar, pero exporta también azúcar refinado a algunos países limítrofes que no tienen refinería, como son el Irán, el Iraq, el Afganistán y a esos países a los que habitualmente exporta la Unión Soviética naturalmente, seguirá sirviéndoles, pero nuestro azúcar se consumirá íntegramente dentro de los planes de aumento de consumo popular que tiene ese país.

Si los norteamericanos están muy preocupados, porque ya están en el mismo congreso diciendo que la Unión Soviética los alcanza, y si le creen ellos a la Unión Soviética, ¿por qué nosotros no tenemos que creerlo? cuando nos dicen, y lo firman además, porque no es que lo digan de palabra, que ese azúcar es para su consumo interno, y ¿por qué tiene ningún periódico aquí que regar la duda, duda que se recoge internacionalmente y que sí puede hacer mal a los precios del azúcar? Es simplemente nada más que la tarea de la contrarrevolución. La tarea de los que no se resignan a perder su privilegio. Por otra parte, con respecto al precio del azúcar cubano, que mereció hasta una inmerecida mención de uno de los voceros, fue el Lincoln Price con respecto a una aseveración nuestra hace unos días, ellos insisten en que esos cien o ciento cincuenta millones de pesos que pagan de más por el azúcar, es un regalo a Cuba. No es tal, Cuba firma por ello compromisos arancelarios que hacen que por cada peso que los norteamericanos gastan en Cuba, Cuba gaste más o menos un peso y quince centavos. Eso significa en diez años que mil millones de dólares han pasado de las manos del pueblo cubano a las de los monopolios norteamericanos; nosotros no tenemos por qué regalar a nadie, pero si pasara de las manos del pueblo cubano a las del pueblo norteamericano, podríamos estar más contentos, pero pasan a las arcas de los monopolios, que sirven nada más que para ser instrumentos de opresión para evitar que los pueblos subyugados del mundo inicien su camino de liberación. Los empréstitos que Estados Unidos ha dado a Cuba le han costado a Cuba sesenta y un centavos de interés por cada peso, y eso a corto plazo, no digamos lo que costaría a largo plazo, como el convenio con la Unión Soviética. Por eso nosotros hemos seguido a cada paso la prédica martiana y en el comercio exterior hemos insistido en diversificarlo lo más posible, no atarnos a ningún comprador y no solamente diversificar nuestro comercio exterior sino nuestra producción interior para poder servir más mercados.

Cuba, pues, marcha hacia adelante; vivimos un minuto realmente estelar en nuestra historia, un minuto en que todos los países de América ponen sus ojos en esta pequeña isla y acusan los gobiernos reaccionarios a Cuba de todos los estallidos de indignación popular que hay por cualquier lado de la América. Se ha puntualizado bien claro que Cuba no exporta revoluciones; las revoluciones no se pueden exportar. Las revoluciones se producen en el instante en que hay una serie de contradicciones insalvables dentro de un país. Cuba sí exporta un ejemplo, ese mal ejemplo que he citado. Es el ejemplo de un pequeño pueblo que desafía las leyes de una falsa ciencia llamada «geopolítica» y en las mismas fauces del monstruo que llamara Martí, se permite lanzar sus gritos de libertad. Ese es el crimen y ese es el ejemplo que temen los imperialistas, los colonialistas norteamericanos. Quieren aplastarnos porque es una bandera de Latinoamérica, quieren aplicarnos la doctrina Monroe, ya que hay una nueva versión de la que dio Monroe, presentada al Senado de los Estados Unidos; creo que, afortunadamente para ellos mismos, no fue aceptada o no pasó de alguna comisión.

Tuve oportunidad de leer los considerandos, considerando una mentalidad tan cavernaria, tan extraordinariamente colonial, que yo creo que hubiera constituido la vergüenza del pueblo norteamericano el aprobarla. Esa moción revivía la doctrina Monroe, pero ya mucho más clara y en uno de sus párrafos decía, recuerdo perfectamente que era así: «Por cuanto: la doctrina Monroe establece bien claro que ningún país fuera de América puede esclavizar a los países americanos.» Es decir, países dentro de América, sí. Y entonces seguía: «… es naturalmente una versión más de aquella otra que se presenta ahora para intervenir, sin necesidad de llamar a la OEA» y después de presentar el hecho consumado ante la OEA. Pero, bueno, éstos son los peligros de tipo político derivados así de nuestra campaña de tipo económico por liberarnos. Tenemos nosotros, tenemos antes que nada un apuro de horas, pero bueno… tenemos el último problema, el de cómo invertir nuestras divisas, cómo invertir el esfuerzo de la nación para lograr llevar adelante rápidamente nuestras aspiraciones económicas. El 24 de febrero, ante los trabajadores, recibiendo el importe total simbólico del 4%, Fidel Castro dijo: «… pero cuando la Revolución llega al poder, ya las reservas no podían disminuir más y teníamos un pueblo habituado a un consumo de importación mayor de lo que exportaba.»

En esa situación, es cuando un país tiene que invertir, tiene que ahorrar o tiene que recibir capital del extranjero. Ahora bien, cuál era la tesis nuestra de ahorrar y de ahorrar sobre todo nuestras divisas para desarrollar nuestra industria propia. Pues establecía la tesis de la importación de capital privado. Cuando se trata de capital privado nacional, el capital está en el país. Pero, cuando se trata de la importación, porque se necesitan capitales y la fórmula de solución que se aconseja es la inversión de capital privado, tenemos esta situación.

El capital privado extranjero no se mueve por generosidad, no se mueve por un acto de noble caridad, no se mueve ni se moviliza por el deseo de llegar a los pueblos. El capital extranjero se moviliza por el deseo de ayudarse a sí mismo. El capital privado extranjero es el capital que sobra en un país y se traslada a otro país, donde los salarios sean más bajos, las condiciones de vida, las materias primas sean más baratas para obtener mayores ganancias. Lo que mueve el capital de inversión privada extranjera, no es la generosidad sino la ganancia y la tesis que se había defendido siempre aquí era de garantía al capital privado de inversión para resolver los problemas de la industrialización.

Entre la agricultura y la industria se invertirán trescientos millones. Esa es la batalla por desarrollar económicamente a nuestro país y resolver los males. Claro que no es camino fácil. Ustedes saben que nos amenazan, ustedes saben que se habla de represalias económicas, ustedes saben que se habla de maniobras, de quitarnos cuotas, &c., &c., mientras nosotros tratamos de vender nuestros productos. ¿Esto quiere decir acaso que tengamos que retroceder? ¿Esto quiere decir que tengamos que abandonar toda esperanza de mejoramiento, porque nos amenacen? ¿Cuál es el camino correcto del pueblo? ¿A quién le hacemos nosotros daño queriendo progresar? ¿Es que nosotros queremos estar viviendo del trabajo de otros pueblos? ¿Es que nosotros queremos estar viviendo de la riqueza de otros pueblos? ¿Qué es lo que queremos los cubanos aquí? Lo que queremos es no vivir del sudor de otros, sino vivir de nuestro sudor. No vivir de la riqueza de otros, sino de nuestra riqueza, para que todas las necesidades materiales de nuestro pueblo se satisfagan y sobre esa base resolver los demás problemas del país, porque no se habla de lo económico por lo puramente económico, sino de lo económico como base para satisfacer todas las demás necesidades del país, de la educación, de una vida higiénica y saludable, la necesidad de una vida que no sólo sea de trabajo, sino de esparcimiento, la necesidad de satisfacer las grandes necesidades coloniales sobre ella y cuando se hablaban las mismas cosas que nosotros pretendemos. Cómo vamos a gastar todos esos millones, es algo que les explicará algún otro compañero en una de estas charlas, haciendo una demostración de por qué se van a gastar también, no sólo de cómo, en el camino que nosotros hemos elegido.

Ahora para los débiles, para los que tengan miedo, para los que piensen que estamos en una situación única en la historia y que ésta es una situación insalvable, y que si nosotros no nos detenemos o no retrocedemos, estamos perdidos, quiero citarles la última cita hasta aquí, una breve anécdota de Jesús Silva Herzog, economista mexicano que fue el autor de la Ley de Expropiación del Petróleo y que se refiere precisamente a la época aquella vivida por México, cuando también se cernía el capital internacional contra los valores espirituales y culturales de los pueblos; esto es la síntesis de lo que se habla de Cuba, y dice así: «Por supuesto, se dijo que México era un país comunista. Surgió el fantasma del comunismo. El embajador Daniels en el libro que ya he citado en conferencias, cuenta que va a Washington de visita en esos días difíciles, y un caballero inglés le habla del comunismo mexicano. El señor Daniels le dice: ‘Pues yo en México no conozco más comunista que a Diego Rivera; pero, ¿qué es un comunista?’, le pregunta seguidamente Daniels, al caballero inglés. Este se sienta en cómoda butaca, medita, se levanta y ensaya una definición. No le satisface. Se vuelve a sentar, medita nuevamente, se pone un tanto sudoroso, se pone nuevamente de pie y da otra definición. Tampoco es satisfactoria. Y así continúa hasta que al fin, desesperado, le dice a Daniels: ‘Señor, un comunista es cualquier persona que nos choca.’»

Ustedes pueden ver cómo las situaciones históricas se repiten; yo estoy seguro de que todos nosotros chocamos bastante a la otra gente. Parece que tengo el honor junto con Raúl de ser de los más chocantes… Pero las situaciones históricas tienen su parecido. Así como México nacionalizó su petróleo, y pudo seguir adelante, y se reconoce a Cárdenas como el más grande presidente que ha tenido esa República, así también nosotros seguiremos adelante.

Todos los que están del otro lado nos llamarán de cualquier modo, nos dirán cualquier cosa, lo único cierto es que estamos trabajando en beneficio del pueblo, que no retrocederemos y que aquéllos, los expropiados, los confiscados los «siquitrillados» no volverán…

28 de enero de 1960

Fuente: www.elhistoriador.com.ar