En América del Norte no había grandes imperios ricos para explotar ni riqueza fácil. Para tomar la decisión de emigrar hacia esa región había que estar en problemas. Y muchos ingleses a comienzos del siglo XVII tenían problemas económicos y religiosos. La religión oficial anglicana se impuso como única e intolerante. Los miembros de la secta de los puritanos, particularmente, sufrieron duras persecuciones y comenzaron a emigrar.
Un grupo de hombres y mujeres puritanos, se embarcaron en el buque Mayflower y llegaron en 1620 a las costas de América del Norte. Allí fundaron la primera de las futuras trece colonias, Massachusetts. Estas colonias se regían por la ley inglesa y estaban dirigidas por un gobernador nombrado por el rey; una asamblea legislativa, compuesta por los vecinos más ricos de la sociedad colonial, y una administración de justicia compuesta por jueces nombrados por el rey.
A diferencia de lo ocurrido en la América española, en las colonias inglesas del Norte no hubo mestizaje. Esto se explica principalmente por dos motivos: la negativa de los indios a aceptar las duras condiciones de trabajo que pretendían imponerles y la identidad religiosa calvinista que establece que cada individuo nace predestinado y se opone a la conversión y evangelización de los indígenas. La mano de obra, sobre todo en las colonias del Sur, fue predominantemente esclava.
Las Trece Colonias – Año de fundación
Virginia – 1607
Massachusetts – 1629
Maryland – 1632
Rhode Island – 1635
Connecticut – 1636
New York – 1664
New Jersey – 1664
Carolina del Norte – 1670
Carolina del Sur – 1670
New Hampshire – 1680
Pennsylvania – 1681
Delawere – 1702
Georgia – 1732
Mientras los colonos del Norte, establecidos sobre un territorio hostil y con escasos recursos naturales, se dedicaron a las actividades comerciales e industriales; los del Sur, con grandes extensiones de tierras fértiles, se dedicaron a la plantación de algodón y tabaco. En estas plantaciones se utilizaba mano de obra esclava proveniente África. Estas diferencias dividieron claramente a la sociedad norteamericana entre un Norte industrialista y liberal y un Sur agrícola, esclavista y conservador. Estas diferencias insalvables llevarían en la segunda mitad del siglo XIX a una cruenta guerra civil entre las dos regiones.
En el momento de su nacimiento, los Estados Unidos estaban conformados por trece colonias, con una superficie total de más de un millón de kilómetros cuadrados. En poco más de sesenta años esa superficie se multiplicó por ocho. Este crecimiento comenzó con un negocio: la compra de Lousiana a los franceses por quince millones de dólares, siguió con la compra de Florida a España y Alaska a Rusia y concluyó con sendas guerras con España y México lo que valió la adquisición de las ricas zonas de Texas y Nuevo México.
Mientras las colonias se mantenían en un cierto grado de pobreza no llamaban la atención de la “madre patria”. Pero cuando comenzaron a prosperar, Inglaterra comenzó a preocuparse por los «ingleses de América», pero para cobrarles cada vez más impuestos. Los colonos pensaban que si pagaban impuestos eran considerados ciudadanos y, por lo tanto, debían estar representados en el Parlamento inglés. La corona rechazó esta petición y comenzó la rebelión.
En 1773 un grupo de colonos, disfrazados de indios tomaron por asalto un barco británico y tiraron al mar varias toneladas de té inglés. Se había iniciado la lucha. Un año después representantes de todas las colonias se reunieron en Filadelfia y decidieron defender sus derechos y el 4 de julio de 1776, finalmente declararon la Independencia e instalaron el sistema republicano. El poder estaba dividido en tres, un ejecutivo ejercido por un presidente, un legislativo, compuesto por dos cámaras, y un poder judicial. Estos cambios eran claramente innovadores y marcaron profundamente a todos los movimientos revolucionarios de la época.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar