Engels y la concepción materialista de la historia


Siempre se comenta que de los segundos la historia se olvida. Con Friedrich Engels no sucedió así. A pesar de ser -como él mismo decía- “el segundo violín” de Karl Marx, no se puede decir que permaneció a la sombra del autor de El Capital. Tanto que el mismo Marx lo calificó en alguna ocasión como “el hombre más culto de Europa”.

Nacido el 28 de noviembre de 1820, en la ciudad renana de Barmen, del reino de Prusia, hijo de un acomodado industrial textil, Engels trabajó de joven, aún cuando todavía cursaba el liceo, lo cual tampoco le impidió consagrarse al estudio de la política y la filosofía, especialmente la de Hegel, que por entonces era leído por muchos jóvenes universitarios alemanes, entre ellos el mismo Marx, con quien compartiría en paralelo la crítica democrática al absolutismo reinante y la visión materialista del desarrollo de la vida.

El pensamiento radical de Engels, que le hacía abjurar de la explotación capitalista, creció curiosamente a partir de sus actividades comerciales e industriales. Su primer gran escrito, La condición de la clase obrera en Inglaterra, lo elaboró durante un viaje de negocios a Manchester, con no más de 25 años, donde dedicó un vastísimo tiempo a recorrer las penosas barriadas obreras. Allí, ya abogaba por la liberación política y la emancipación social de los trabajadores y se puso en contacto con militantes socialistas.

Al conocer a Marx, en París, en los primeros años de la década de 1840, Engels contaba ya con una importante formación intelectual y política. Se reencontraron en París en 1844 y, durante una estadía prolongada,  estudiaron y discutieron sobre historia, filosofía, economía y política; escribieron artículos y, más tarde, juntos, La sagrada familia. Poco después aparecería el famoso Manifiesto del Partido Comunista; y, nuevamente en Prusia, hacia 1848, asumieron la dirección de la democrática Nueva Gaceta del Rin, hasta que fueron expulsados del país.

En distintos tiempos, ambos partieron hacia Inglaterra: Engels hacia la Manchester industrial, para vivir de la actividad textil; Marx, hacia Londres, donde seguiría un rumbo económico más errático, precisando en varias oportunidades de las ayudas de su viejo amigo.

No obstante la distancia, a través de un diario carteo, intercambiaron sus descubrimientos y preguntas, en todo tipo de materia, a la par que colaboraban con los movimientos socialistas que surgían en toda Europa. En aquellos años, Engels escribió obras como La guerra de los campesinos en Alemania y colaboró profusamente en los arreglos y difusión de los trabajos que Marx le enviaba. Finalmente, hacia 1870, se mudó a Londres, continuando así su colaboración con Marx de forma más estrecha, hasta la muerte de su amigo, en 1883.

Desde entonces, Engels se dedicó a corregir y publicar los tomos de El Capital que Marx había dejado inconclusos y, más tarde, publicaría varios trabajos, entre ellos, El origen de la familia. Además, realizó varias tareas como secretario de la I y la II Internacional y aconsejaba asiduamente a los militantes socialistas de todo el continente, hasta el 5 de agosto de 1895, cuando falleció en Londres.

En un nuevo aniversario de su muerte, recordamos un fragmento de El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, donde explicaba con contundencia su visión materialista de la vida.

Fuente: Federico Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, Prefacio a la primera edición, Buenos Aires, Acercándonos Ediciones, 2006. pág. 9.

“El factor decisivo en la historia es, en fin de cuentas, la producción y la reproducción de la vida inmediata. Pero esta producción y reproducción son de dos clases. De una parte, la producción de medios de existencia, de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los instrumentos que para producir todo eso se necesitan; de otra parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la especie. El orden social en que viven los hombres en una época o en un país dados, está condicionado por esas dos especies de producción: por el grado de desarrollo del trabajo, de una parte, y de la familia, de la otra. Cuanto menos desarrollado está el trabajo, más restringida es la cantidad de sus productos y, por consiguiente, la riqueza de la sociedad, con tanta mayor fuerza se manifiesta la influencia dominante de los lazos de parentesco sobre el régimen social. Sin embargo, en el marco de este desmembramiento de la sociedad basada en los lazos de parentesco, la productividad del trabajo aumenta sin cesar, y con ella se desarrollan la propiedad privada y el cambio, la diferencia de fortuna, la posibilidad de emplear fuerza de trabajo ajena y, con ello, la base de los antagonismos de clase: los nuevos elementos sociales, que en el transcurso de generaciones tratan de adaptar el viejo régimen social a las nuevas condiciones hasta que, por fin, la incompatibilidad entre uno y otras nos lleva a una revolución completa

 

Friedrich Engels

Fuente: www.elhistoriador.com.ar