Entrevista a Fernando Rodal, presidente de la Confederación de Educadores Americanos (CEA)


En el marco del centenario de la Reforma Universitaria, continuamos con los reportajes realizados a los referentes en la educación universitaria. En esta ocasión, entrevistamos a Fernando Rodal, presidente de la Confederación de Educadores Americanos (CEA), organismo que se propone, entre otros objetivos, defender la universalidad, gratuidad, laicidad de la educación pública, alcanzar la unidad de los trabajadores de la educación del continente americano promoviendo una acción gremial unificada y fomentar procesos de integración regionales respecto a la cooperación cultural y educativa, que propicien la unidad de los pueblos.

La CEA tiene como antecedente la Internacional del Magisterio Americano, surgida en Buenos Aires en enero de 1928. En el cuatro congreso, celebrado en Santiago de Chile, en diciembre de 1943, se conformó la Confederación Americana del Magisterio (CAM), pero no fue hasta enero de 1957 cuando se creó en Montevideo, Uruguay, la CAE.

En la entrevista, Rodal aborda temas como el impacto que tuvo la Reforma Universitaria en América Latina, el estado de la educación superior actual, el panorama del sindicalismo universitario, los desafíos para el futuro, etc. 

Autores: Felipe Pigna y Mariana Pacheco.

¿Qué impacto tuvo en América Latina la Reforma Universitaria de Córdoba en 1918? 

Responder esta pregunta requiere de ensayar interpretaciones, que como todos sabemos, pueden y son variadas, dependiendo de las miradas, su punto de observación y sus objetivos.

Sin embargo, existieron elementos materiales ineludibles presentes ante cualquier mirada, que acontecieron en el año 1918 en Córdoba, que gestaron lo que hoy llamamos Autonomía y Cogobierno Universitario, fruto del enfrentamiento entre sectores reformistas y católicos.

Esto suponía un enfrentamiento con uno de los sectores dominantes de la sociedad, por hacerse cargo también de la gestión universitaria, buscando la democratización y el impulso de un carácter científico para la casa de estudios, que debía traducirse en sinónimo de trabajo colectivo y de amplia representación.

Un aspecto a destacar es la presencia estudiantil –como motor ayer y hoy– en las reformas acontecidas y que se refleja en el Manifiesto Liminar, de junio de 1918, que culmina diciendo: «La juventud ya no pide»; «si ha sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no puede desconocérsele la capacidad de intervenir en el gobierno de su propia casa».

A esto se suma una autopercepción de este movimiento, como un espacio de lucha antiimperialista y con vocación de integración latinoamericanista.

Lejos estamos de pretender explicar con lujo de detalles los acontecimientos, pero sí podemos decir y afirmar que para el área académico-sindical, esto tuvo impactos significativos en el accionar táctico-estratégico de las organizaciones de referencia, que se reflejan aún hoy en día en sus reivindicaciones y propuestas, que se visualizan básicamente en la defensa de la educación universitaria pública, gratuita, laica y un deber del estado el garantizar su correcto funcionamiento.

¿Cómo describiría el estado de la educación superior actual en los diversos países de América Latina?

La educación superior en América Latina atraviesa una larga etapa de búsqueda, en el sentido de poder acompasar los tiempos económicos, políticos y sociales de sus pueblos y naciones. Apareciendo en escena una fuerte disputa del sector privado por hacerse con el fantástico mercado que significa este sector.

En Brasil, por ejemplo, significó que uno de los empresarios del sector fuese catalogado hace unos años, como uno de los más ricos del país; hoy son también empresas de corte multinacional las que se disputan el mercado educativo latinoamericano y mundial.

Esto en números concretos significa que entre el 70 y el 80 % de la matrícula universitaria de nuestra región está en manos del sector privado, al mismo tiempo que la investigación para el desarrollo producida, invierte esos números a favor del sector público.

Esto no solo interpela el papel de cada sector (público y privado) y su necesaria regulación, sino principalmente afecta nuestras democracias como garantes de los derechos humanos y el libre acceso a la educación de tercer nivel, como un derecho básico de las personas y no solamente como un cliente/consumidor de servicios educativos.

¿Cuáles son los principales problemas de la formación docente actualmente y cuáles los desafíos para el futuro?

La actuación docente en la universidad ha tenido profundos cambios en los últimos 30 años que son de carácter permanente y pretenden consolidar el accionar más adecuado a las necesidades y objetivos planteados por la casa de estudios.

Un elemento a considerar fue el abordaje pedagógico formal, pues en muchísimas ocasiones, los docentes no contaban con una formación específica en dicha área, salvo la experiencia práctica desarrollada en función de sus conocimientos técnicos y científicos.

Otro elemento importante es la búsqueda de liderazgos que faciliten la generación y la transferencia de conocimientos.

Esto visto dentro del marco de una conciencia crítica de la realidad social, que permita mayores logros en los grados de evolución de nuestras sociedades.

En tal sentido la formación docente deberá imprimir en su accionar transformador, el poder observar con detención los mecanismos de enseñanza/aprendizaje, para luego poder evaluarlos integralmente.
Esto no debe estar sometido a aspectos punitivos, sino de carácter correctivo, esencialmente.

Esta formación docente también debe estar preparada para no ser solo un vehículo para el mercado de trabajo, sino y sobre todo para construir sociedades que preserven la paz, la justicia social y el desarrollo sustentable como pilares necesarios para un futuro de la humanidad, que combata las enormes desigualdades existentes en nuestro planeta.

Es evidente que el accionar docente, «sufrirá» por las tensiones que se desarrollan al intentar resolver e intervenir en las cuestiones, que el mercado reclama como suyas, casi en exclusividad.

Frente a este enorme problema, aprender a vivir entre estas contradicciones implica prestar mucha atención a la táctica empleada y someter la misma a un riguroso análisis, que deberá estar muy lejos de la autocomplacencia y muy cerca de una actitud proactiva que introduzca en la práctica cotidiana una alta dosis de creatividad e innovación.

¿En qué medida la educación superior actual se adapta a las necesidades de la actualidad y responde a sus desafíos?

La educación universitaria tiene como desafío central una correcta identificación de los problemas prioritarios de las sociedades que integra, para ir construyendo agendas socialmente pertinentes junto a los actores sociales, vinculando a través de sus planes, a sus estudiantes de grado y posgrado con dicha realidad.

Debe atender la llamada «masificación» del sector, cumpliendo la premisa de fortalecer la democratización del acceso a la enseñanza universitaria.

Construir e impulsar, junto al sector productivo, programas y mecanismos  que permitan la implementación de las nuevas tecnologías, creando alianzas para avanzar en la investigación para el desarrollo.

Este abordaje le da un sentido concreto al aporte de la universidad pública –en particular–, a la mejora permanente de los aspectos trascendentales en la vida de nuestros países y «devuelve» en conocimiento, la inversión realizada por toda la sociedad a través del pago de sus impuestos.

¿Qué países considera a la vanguardia en materia de educación superior respecto al acceso, la calidad de la enseñanza y la salida laboral?

Estos temas representan uno de los puntos nodales que se presentan como un desafío histórico para las universidades.

En relación al acceso podemos decir que convivimos con modelos abiertos, semiabiertos y condicionados a exámenes de admisión con cupos.

Esto ha generado una enorme cantidad de opiniones y acciones institucionales, basadas en la búsqueda de la excelencia o la llamada calidad educativa, escondiendo sin embargo muchas veces -bajo este legítimo debate-, una falta de presupuesto para las universidades públicas, lo que claramente atenta contra el libre ingreso por nosotros defendido.
Entendido el mismo, como una forma clara de acortar la brecha social, en referencia a la apropiación del conocimiento científico y su relación con la calidad de vida de las personas.

Sobre la calidad educativa, reafirmamos un principio rector: debe estar atada a las diferentes velocidades que presentan nuestras sociedades en el plano socio-económico. Si, por ejemplo, integrantes de una comunidad indígena pueden aprender, desarrollar y optimizar su propia experiencia en las áreas como agricultura, tejidos, etc. y aunque estos productos no sean tan competitivos en el mercado mundial, igualmente pueden cumplir una función muy importante para el sustento propio de la comunidad y su posterior desarrollo sustentable.

Otras velocidades se darán en el ámbito de la ciencia y la tecnología de punta y ahí habrá que encontrar nichos de desarrollo posible, en donde una mirada integradora en lo político, social y económico, puede y debe facilitar la complementariedad regional en dichos ámbitos, hoy claramente en crisis en nuestra región, producto de una situación de baja credibilidad en el sistema político y sus instituciones, que tiene la ciudadanía en general.

Esto es generado por la pobre respuesta de los gobiernos a las demandas y necesidades de una vida digna, lo que también afecta el humor de las inversiones genuinas, pues aumenta el riesgo de retorno para el capital, en un marco político-institucional de alta incertidumbre.

En síntesis, una calidad educativa, para ser exitosa, deberá estar siempre referenciada socialmente.

Un aspecto no menos relevante es el mejoramiento de la acción sistémica y sistemática sobre todo el sistema educativo, más allá de cada subsistema integrante, para que nos permita coordinar adecuadamente el tránsito educativo a lo largo de toda la vida del individuo.

Esto implica cambiar una dinámica muy frecuente, que es la de buscar culpables de la baja formación, entre los distintos subsistemas del área, para así poder encontrar y ejecutar propuestas coordinadas y superadoras.

En la actualidad la estamos desarrollando esta temática en particular con el Parlamento Latinoamericano a través de su Comisión de Educación y esperamos poder continuar su tratamiento específico en la Habana, Cuba, en la primera semana de febrero, en ocasión de Pedagogía 2019.

Finalmente y en referencia a los nombres de países que uno pueda mencionar en estos ítems, no hay quién los cumpla todos a cabalidad.

Por ejemplo Uruguay y Argentina tienen ingresos abiertos y garantizan gratuidad, Cuba presenta exámenes de ingreso pero brinda alternativas para quienes no superen esa instancia, México y Brasil por citar ejemplos visibles poseen examen de ingreso con cupos y esto ha generado un reclamo estudiantil histórico, aún sin resolver, junto a la búsqueda de la tan ansiada «calidad».

Obviamente, el ser egresado de universidades como la USP de Sao Pablo, la UNICAMP de Campinas/Brasil o la UNAM de México, -por citar algunos ejemplos-, muestra que casi siempre son preferidos los egresados del sector público frente al privado, lo que de alguna manera favorece claramente su acceso y permanencia dentro del mercado laboral, destacándose en este ámbito, el área de las denominadas «ciencias duras», pues en las ciencias sociales se aprecia una fuerte intervención y oferta del sector privado.

La idea de «país» y «universidad» como algo homogéneo en relación a este tema es difícil de observar, por tal motivo quienes se destacan son determinadas universidades, que figuran alto en los rankings de medición de calidad, más que sus países.

Esto es fruto de la propia organización social que nos damos y por lo tanto esta confusión es frecuente.

Es muy claro que las más amplias capas de las poblaciones latinoamericanas, no pisan este nivel de estudios, lo que interpela a la universidad pública y al estado, como agente de transformación de las condiciones de vida de su gente.

¿Cuál es el panorama del sindicalismo universitario en la actualidad?

El sindicalismo universitario se encuentra en una etapa de reconstrucción organizativa desde la caída del bloque del este, hecho que impactó a todo el sindicalismo educativo a nivel mundial, en todos sus niveles.

Hoy, en el caso de la CEA, mantenemos nuestra definición histórica y estamos convencidos del camino de la unidad en la diversidad, como un dato de la realidad que no podemos ni debemos soslayar.

Obviamente aún persiste con fuerza la idea de organizarse alrededor de un tronco político-ideológico determinado, el que se ve representado, en las centrales mundiales de trabajadores/as hoy existentes.

La famosa multilateralidad que se pregona (y muy poco se practica) en el ámbito geopolítico mundial, impregna también el discurso sindical, aunque debemos reconocer que existe y enfrentamos hoy como en el pasado, una tendencia a la excesiva centralización de las decisiones y en muchos casos reproduciendo una visión eurocéntrica de la realidad, derivada de la necesidad operativa y generalmente vinculada con aspectos relacionados al propio/nuestro grado de desarrollo.

El desafío para la C.E.A., es poder acercarnos a ese equilibrio de combinar cierto grado de centralidad que respete y articule con las decisiones locales, regionales y mundiales.

Esta nueva forma de construir «internacionalismo» es lo que está en juego en este presente, para las organizaciones sindicales universitarias y de la educación en general.

¿Cuáles son los principales desafíos de la educación universitaria para el futuro?

Uno de los principales será tornarse una casa de estudios, que de verdad permita el acceso y la permanencia con éxito de los más amplios sectores sociales, no sólo por una necesidad de justicia social, sino como motor del desarrollo humano, integral e integrador.

Obviamente, tenemos hoy la necesidad de ampliar la investigación que permita innovar adecuadamente y de esta manera poder actuar en el escenario mundial con mayor grado de éxito.

Sabemos cada vez más que la «inteligencia», ya sea humana o artificial, es el camino sin marcha atrás de la ciencia y por lo tanto de impacto directo en nuestras vidas concretas.

Cómo resolvemos esta nueva ecuación es uno de los temas centrales, pero nadie duda ya de la necesidad imperiosa de ampliar los grados de conocimiento científico y tecnológico a las más amplias capas de la sociedad; de esto depende la construcción de un futuro a la medida de las necesidades integrales de las personas y el medio ambiente.

¿Cuáles son los principales logros de la Confederación de Educadores Americanos (CEA)?

Cuando uno trata de responder esta pregunta sin recurrir al «marketing sindical» (entiéndase como relatar «éxitos»), las valoraciones siempre deben ser de más largo plazo.

En este sentido yo identifico tres etapas centrales en la vida de esta organización en los últimos 25 años:

-Construcción de altos niveles de UNIDAD SINDICAL en la década de los 90s, lo que permitió una potente acumulación de fuerzas a nivel continental.

Esto convirtió al sector en uno de los baluartes en el enfrentamiento a las políticas neoliberales de turno y en pleno auge.

Posicionando a la defensa de la educación pública como un eje aglutinador de la lucha académica-sindical, en un momento de promoción feroz de la privatización de la educación y de los servicios públicos, en donde todos recordamos a Fukuyama diciendo: «es el fin de la historia»….

-La forma de acción sindical se convirtió en una búsqueda de alianzas político-sindicales-sociales (que con aciertos y errores), cooperó en forma muy importante para la llegada de los denominados gobiernos progresistas, como fruto de esto, de la necesidad urgente de los pueblos por cambiar las políticas de ajuste permanente sobre los salarios y  las condiciones de vida de la población.

Obviamente, esto no incluye un análisis del éxito o no, de estos gobiernos –que merece un capítulo aparte–, pero nadie podrá negar la necesidad del cambio social como elemento siempre vigente, sobre todo para quienes representan los intereses de los asalariados y los sectores más débiles del entramado social.

Actualmente, nos enfrentamos a los mismos desafíos, en nuevas coyunturas y con nuevos actores en escena.

-Hoy, estamos en una etapa de reconstrucción organizativa, que convive y se da en el marco de una profundización de las crisis sociales en nuestros países (salvo honrosas excepciones), lo que nos remite nuevamente a lo que denomino «el inevitable espejo de los 90s», con una enorme ventaja, que es el aprendizaje adquirido.

Esto genera el desafío de compartirlo y trasmitirlo de una forma abierta a las nuevas generaciones de militantes sindicales.

¿Cuáles son los desafíos de la CEA para el futuro?

Mantener en alto las banderas del respeto a la independencia local, regional y continental en la toma de sus decisiones, promoviendo la integración sindical y política al mundo, a través de nuestras propias formas organizativas.

En la actualidad nosotros priorizamos fuertemente nuestra relación continental, pero poniendo especial atención en esta etapa en el fortalecimiento de la relación transatlántica por razones históricas y políticas.

En un mundo que se maneja con sucursales y representantes del poder concentrado, nosotros apostamos a un regionalismo abierto, a un nuevo sindicalismo internacional, que reconociendo el mundo global, pueda integrase al mismo, pero creciendo desde el pie.