Antes de la batalla de Ayacucho, a finales de 1824, no era indefectible una victoria patriota. El reino español había enviado numerosos refuerzos, varios buques que habían vuelto a dominar las costas del Pacífico y habían tomado el puerto de El Callao, a la entrada de Lima. A finales de octubre, Simón Bolívar, entonces Dictador del Perú, y su gran aliado José Antonio de Sucre, se debatían sobre cómo resistir los embates realistas, cuyas tropas buscaban cortar los caminos de los patriotas y disponerlos a combatir. Luego de algunos pocos encontronazos, las filas comandadas por el mariscal Sucre llegaron el 9 de diciembre a la pampa de Ayacucho, al sur del Perú, donde se detuvieron y tomaron posiciones. Eran unos seis mil hombres, los que esperaban hacer frente a más de diez mil, comandados por el virrey del Perú, José de la Serna, que componían el último ejército realista en América del Sur.
En el campo de batalla, desde el inicio de las operaciones, los patriotas desbarataron los planes del ejército realista. Pasado el mediodía, el virrey había caído prisionero y la bandera de Colombia flameaba sobre las faldas del cerro Condorkanqui. La acción había terminado y la independencia de América del Sur quedaba asegurada. En el campo de batalla quedaron 1.400 realistas y 309 patriotas muertos.
Al conocerse el rumbo de la batalla, las guarniciones realistas que quedaban en el territorio entregaron sus armas y sólo una, en El Callao, debió ser abatida, tiempo después. La victoria de Ayacucho fue el éxito del “plan sanmartiniano”. Por ello mismo, Juan Bautista Alberdi consideró que “en la guerra, San Martón enseñó a Bolívar el camino de Ayacucho”. Pero el intelectual de la Generación del ‘37 veía con mayor profundidad el por qué de Ayacucho y el rol de los grandes hombres en la historia. Con sus reflexiones, recordamos la victoria militar que puso fin definitivo al dominio colonial español.
Fuente: Juan Bautista Alberdi, El crimen de la guerra, en Obras Selectas, Nueva edición ordenada, revisada y precedida de una introducción por el Dr. Joaquín V. González, Buenos Aires, Librería «La Facultad» de Juan Roldán, 1920, t. XVI, p. 87.
“Lo que no hubiese hecho San Martín, lo habría hecho Bolívar; a falta de un Bolívar, habría habido un Sucre; a falta de un Sucre, un Córdoba, etc. Cuando un brazo es necesario para la ejecución de una ley de mejoramiento y progreso, la fecundidad de la humanidad lo sugiere no importa con qué nombre. No dar a los grandes principios, a los soberanos intereses, a las causas generales y naturales de progreso, que gobiernan y rigen el mundo hacia lo mejor, el papel natural que la ceguedad de un paganismo estrecho les quita para darlo a ciertos hombres, es erigir a los hombres al rango de causas y de principios, es desconocer y perder de vista las bases incontrastables en que descansa el progreso humano y que deben ser las bases firmes e invencibles de su fe.”
Juan Bautista Alberdi
Fuente: www.elhistoriador.com.ar