Fuente: Revista Caras y Caretas, Nº 66, 6 de enero de 1900, pág. 19.
La noche en que el año viejo le entregó la guardia al nuevo, será inolvidable para Buenos Aires, porque para pasarla hubo que transpirar en grande. ¡Calor como aquel…! En el día había sido cosa exorbitante –40 grados y pico– pero a eso de las seis de la tarde pareció amainar y la gente se hizo la ilusión de que respiraría. No fue más que una tregua efímera. A eso de las ocho y media, ¡qué sofocación! Todo Buenos Aires elegante estaba en la calle, o en el Parque, cenando al aire libre, o en las plazas, o en la gran Avenida; y pareció que de improviso el aire se enrarecía, se acababa el oxígeno, dejando a todo el mundo con la boca abierta. Fue un trance penoso aquella inesperada vuelta nocturna de calor del día. La avenida de Mayo fue sobre todo buscada, casi entre ansias de asfixia, por una población en avalancha, a pie y en coche, buscando ambiciosamente la regalía de una bocanada de aire fresco. ¡Por dónde! Calma chicha. Las hojas de los plátanos, inmóviles y como adormecidas en sus tallos, enervadas ellas también por la sofocación ambiente, indicaban que esa noche el viento no iba a ninguna parte. Y entonces se tomaban por asalto los asientos de las veredas y se llenaban los millares de sillas de los cafés al aire libre, buscando en las bebidas refrigerantes, en la horchatas, en las cervezas, en la leche fría, en el consumo de cosas heladas hasta hacer doler los dientes, un alivio, un deshago, una defensa preventiva contra el inminente sofocón final.
Era indudablemente pintoresco aquel pululamiento de gentes de todo sexo y condición en la vasta avenida, buscando fresco, en tren de diversión y transpirando a mares, llenando en montón los coches de plaza (que hicieron un anticipado agosto), agitando pantallas o abanicándose con pañuelos y sombreros, circulando como una negra marea moteada con la nota clara de los trajes femeninos, por las anchas veredas, en donde poco a poco iban quedando, como corrientes acaparadas por los remansos, las masas de paseantes repantigados en las sillas de los cafés. Nuestra instantánea nocturna da una idea gráfica de este interesante y animadísimo cuadro bonaerense.
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