La batalla de Ayacucho, “último monumento para la gloria del Ejército Libertador”


Antes de la batalla de Ayacucho (o de Guamanguilla. como se decía entonces), a finales de 1824, no era indefectible una victoria patriota. El reino español había enviado numerosos refuerzos, varios buques que habían vuelto a dominar las costas del Pacífico y habían tomado el puerto de El Callao, a la entrada de Lima. A finales de octubre, Simón Bolívar, entonces Dictador del Perú, y su gran aliado José Antonio de Sucre, se debatían sobrea cómo resistir los embates realistas, cuyas tropas buscaban cortar los caminos de los patriotas y disponerlos a combatir. Luego de algunos pocos encontronazos, las filas comandadas por el mariscal Sucre llegaron el 9 de diciembre a la pampa de Ayacucho, al sur del Perú, donde se detuvieron y tomaron posiciones. Eran unos seis mil hombres, los que esperaban hacer frente a unos diez mil, comandados por el virrey del Perú, José de la Serna, que componían el último ejército realista en América del Sur.

En el campo de batalla, desde el inicio de las operaciones, los patriotas desbarataron los planes del ejército realista. Pasado el mediodía, el virrey había caído prisionero y la bandera de Colombia flameaba sobre las faldas del cerro Condorkanqui. La acción había terminado y la independencia de América del Sur quedaba asegurada. En el campo de batalla quedaron 1.400 realistas y 309 patriotas muertos.

Al conocerse el rumbo de la batalla, las guarniciones realistas que quedaban en el territorio entregaron sus armas y sólo una, en El Callao, debió ser abatida, tiempo después. La victoria de Ayacucho fue el éxito del “plan sanmartiniano”.

Reproducimos aquí el anuncio sobre el triunfo en Ayacucho, “el último monumento que faltaba para la gloria “del ejército libertador”, publicado en Lima, Perú el 18 de diciembre de 1824 sobre la batalla que selló la independencia de América tras más de catorce años de luchas, donde se decidió “si el mundo debe gobernarse por el poder absoluto de los que se llaman legítimos, o si es llegada la época en que los pueblos gocen de sus libertades y derechos”.

Fuente: Gran victoriaTriunfo decisivo, Lima, Imprenta administrada por J. María Concha, 1924.

Aviso al público,
Lima, 18 de diciembre de 1824

Gran victoria
Triunfo decisivo

El ejército libertador al mando del general Sucre ha derrotado completamente al ejército español el 9 del presente mes en los campos de Guamanguilla (Ayacucho). El general La Serna, que lo mandaba, ha sido herido y se halla prisionero con los generales Canterac, Valdés, Carratalá y demás jefes oficiales y tropa. Por consiguiente, todos los bagajes del enemigo, su armamento y pertrechos se hallan también en nuestro poder. El teniente coronel Medina, ayudante de S. E. el Libertador conducía los partes oficiales de la acción; y es de lamentar la desgracia que tuvo de ser asesinado en Guando por los rebeldes de aquel pueblo. Mas todas las autoridades de los lugares inmediatos al sitio de la batalla avisan oficialmente el triunfo de nuestras armas, añadiendo que el general Canterac, que quedó mandando el campo, después de haber sido herido el general La Serna, capituló con el general Sucre estipulando expresamente, que la fortaleza del Callao se entregará al ejército libertador.

El 9 de diciembre de 1824, se ha completado el día que amaneció en Junín: al empezar este año, los españoles amenazaban reconquistar la América con ese ejército, que ya no existe. Los campos de Guamanguilla han sido testigos de la victoria que ha terminado la guerra de la independencia en el continente de Colon. Allí se ha decidido la cuestión que divide la Europa, que interesa inmediatamente a la América, que es trascendental a todo el género humano, y cuyo influjo alcanzará sin duda a mil de mil generaciones que se sucedan. Esta cuestión es: si el mundo debe gobernarse por el poder absoluto de los que se llaman legítimos, o si es llegada la época en que los pueblos gocen de sus libertades y derechos. En fin, el ejército libertador ha resuelto el problema y ha levantado el último monumento que faltaba a su gloria: la gratitud escribirá en él los nombres de los vencedores de Guamanguilla, y del ilustre genio que ha dirigido la guerra, que ha salvado al Perú y que en los sucesos de febrero no ha encontrado sino nuevos caminos para la gloria; su fama durará hasta la muerte del mundo, y este es un presentimiento que tienen todos los corazones que suspirar por la libertad.