Autor: Felipe Pigna
Por aquellos primeros días de 1919, mientras se desarrollaban las huelgas que culminarán en lo que pasará a la historia como la Semana trágica, a los miembros “más destacados de la sociedad” les dio un fuerte ataque de paranoia. En su fértil imaginación florecían selváticamente las teorías conspirativas. La Revolución bolchevique se había producido hacía menos de dos años y el simple recuerdo de los soviets de obreros y campesinos decidiendo el destino de la nación más grande del mundo hacía temblar a los dueños de todo en Argentina. Había que frenar el torrente revolucionario. Comenzaron a reunirse para presionar al gobierno radical al que veían como incapaz de llevar adelante una represión como la que ellos deseaban y necesitaban. Según los jefes las familias más “bien” de la Argentina, se hacía necesario el empleo de una “mano dura” que les recordara a los trabajadores que su lugar en la sociedad viene por el lado de la obediencia y la resignación. Así fue como un grupo de jóvenes de aquellas “mejores familias” se reunieron en la Confitería París y decidieron “patrióticamente” armarse en “defensa propia”. Las reuniones continuaron en los más cómodos salones del “Centro Naval” de Florida y Córdoba donde fueron calidamente recibidos por el contralmirante y recontra reaccionario Manuel Domecq García y su colega el contralmirante Eduardo O’Connor quienes se comprometieron a darle a los ansiosos muchachos instrucción militar. O’Connor dijo aquel 10 de enero de 1919 que Buenos Aires no sería otro Petrogrado y invitaba a la “valiente muchachada” a atacar a los “rusos y catalanes en sus propios barrios si no se atreven a venir al centro”. Los jovencitos “patrióticos” partieron del centro naval con brazaletes con los colores argentinas y armas automáticas generosamente repartidas por Domecq, O’Connor y sus cómplices.
Este grupo inicialmente inorgánico se va a constituir oficialmente como Liga Patriótica Argentina el 16 de enero de 1919. Domecq García ocupó la presidencia en forma provisional hasta abril de 1919, cuando las brigadas eligieron como presidente a Manuel Carlés , el vice Pedro Cristophersen. En aquella notable ocasión el jefe de la liga dijo que los objetivos de la organización político militar eran: “Los miembros de la Liga se comprometen, bajo su fe y honor de argentinos, a cooperar por todos los medios a su alcance, e impedir:
1° La exposición pública de teorías subversivas contrarias al respeto debido a nuestra patria, a nuestra bandera y a nuestras instituciones.
2° Las conferencias públicas y en locales cerrados no permitidos sobre temas anarquistas y maximalistas que entrañen un peligro para nuestra nacionalidad.
Se obligan igualmente a usar de todos los medios lícitos para evitar que se usen en las manifestaciones públicas la bandera roja y todo símbolo que constituya un emblema hostil a nuestra fe, tradición y dignidad de argentinos..” 1
Si como se dice vulgarmente, de muestra vale un botón, que mejor entonces que leer el texto siguiente de un discurso de Manuel Carlés: “Cuando parecía que la civilización argentina hubiera de malograrse por la acción de la audacia desenfrenada del extranjerismo sectario, la providencia, custodia de los argentinos, creó la Liga Patriótica Argentina y ¡basta! dijimos a la insolencia. A pesar de su prensa procaz, conseguimos enjaular a la fiera y salvar a los trabajadores amedrentados.” 2
La ideología de la Liga se emparentaba con lo más reaccionario de la derecha católica argentina. Promovieron la xenofobia fomentando el odio y la desconfianza hacia los inmigrantes, particularmente aquellos provenientes de Rusia y los países del Este en los que veían a agentes soviéticos. Desconfiaban de los partidos políticos a los que veían como blandos frente al avance de las ideologías obreristas
La Liga preanuncia los que serán los elementos fundamentales del nacionalismo elitista argentino: autoritarismo, rechazo a la inmigración extranjera, antisemitismo, admiración por las fuerzas armadas, patriotismo fanatizado, anticomunismo. Se hará famosa por sus actividades paramilitares, especialmente por sus ataques a barrios obreros, la quema de bibliotecas populares, sindicatos e imprentas. La mantenían con importantes donaciones «las mejores familias», cuyos jóvenes integraban, manejando los coches de papá, los grupos de choque. El entrenamiento lo daban militares de alta graduación y el “auxilio espiritual”, algunos miembros de la jerarquía eclesiástica.
¿A qué se dedicaban estos ciudadanos preocupados por el orden? Las bandas terroristas armadas que operaban bajo el rótulo de Liga Patriótica Argentina lo hacían con total impunidad .Se reunían en las comisarías y allí se les distribuían armas y brazaletes. Desde las sedes policiales partían en coches último modelo manejados por los jovencitos oligarcas y al grito de “Viva la Patria” se dirigían a las barriadas obreras, a las sedes sindicales, las bibliotecas obreras, a la sede de los periódicos socialistas y anarquistas para incendiarlo y destruirlo todo bajo la mirada cómplice de la policía y los bomberos.
El barrio judío de Once fue atacado con saña por las bandas patrióticas que se dedicaban a la “caza del ruso”.Allí fueron incendiadas sinagogas y las bibliotecas Avangard y Paole Sión. Los terroristas de la Liga atacaban a los transeúntes, particularmente a los que vestían con algún elemento que determinara su pertenencia a la colectividad. La cobarde agresión no respetó ni edades ni sexos. Los “defensores de la familia y las buenas costumbres” golpeaban con cachiporras y las culatas de sus revólveres a ancianos y arrastraban de los pelos a mujeres y niños. Tras conocer estos incidentes que tomaron por sorpresa a los vecinos del Once. En algunos barrios como en La Boca, los vecinos comenzaron a tomar preocupaciones y los chicos de la Liga, si se animaban a atacar, no la pasarían nada bien. Allí en la barriada conocida como la “Tierra del Fuego” porque estaba habitada por muchos anarquistas que habían pasado por el penal de Ushuaia, los estaban esperando. Hombres, mujeres y niños, armados con lo que tenían preparaban la defensa. Desde las terrazas les tiraban agua hirviendo y piedras y los francotiradores abrían fuego contra los coches de la Liga. Cuenta el oficial de policía Romaríz, que: “Se nos hacía fuego desde varios lugares a la vez: desde lo alto de las azoteas, por las ventanas abiertas de las casas de madera, y aun desde los zaguanes. Estábamos bloqueados y en el más completo aislamiento, ya que nadie concurría en nuestro apoyo o protección. Me asaltó en esas difíciles circunstancias la idea de que de allí no saldríamos con vida. Pensé que la revolución, que adjudicábamos a un sector circunstancial de la población, tomaba las graves proporciones de una insurrección armada de todo el pueblo.” 3
Por La Boca los niños b¡en de la Liga no volvieron más.