Alicia Moreau sobre el movimiento feminista


Alicia Moreau nació en 1885, en el exilio de sus padres en Londres, donde habían buscado refugio contra las persecuciones luego de la derrota de la Comuna de París de 1871, de la que Armand Moreau, su papá, había participado activamente. Poco después del nacimiento de Alicia, la familia migró a Buenos Aires, donde Armand se vinculó al grupo socialista francés Les Égaux (“Los Iguales”), una de las organizaciones que en 1896 confluiría en la fundación del Partido Socialista.

En 1902, Alicia inició su escuela secundaria en el Normal 1, de la avenida Córdoba de la capital, donde dos años después se recibió de maestra. Allí tuvo como profesor de filosofía a don Hipólito Yrigoyen. En 1906 participó en el Congreso Internacional de Libre Pensamiento, a partir del cual inició su militancia feminista que, luego, la llevaría a sumarse al Partido Socialista.

Mientras realizaba los estudios universitarios, que le darían su título de médica en 1914, comenzó a dar conferencias en la Sociedad Luz, institución creada por librepensadores para promover la educación obrera. Su tesis doctoral en medicina fue sobre la función endócrina del ovario. Luego se especializaría en enfermedades femeninas, mientras daba clases de fisiología en la Universidad de La Plata.

En 1910, encabezó la creación de la institución el Ateneo Popular y comenzó a colaborar con el dirigente socialista Enrique del Valle Iberlucea, identificado con la “izquierda” partidaria, como redactora del periódico Humanidad Nueva.

Cuando en 1914 estalló la Primera Guerra Mundial se puso al frente del movimiento pacifista. Cinco años más tarde, en 1919, participó como delegada en el Congreso Internacional de Obreras que se reunió en Washington, donde tomó contacto con las sufragistas norteamericanas. A su regreso, fundó la Unión Feminista Nacional a la que adhirieron, entre otras, la poetisa Alfonsina Storni.

Al año siguiente, la unión llevó adelante un impactante simulacro de votación, en el marco de las elecciones nacionales del 9 de marzo de 1920. Se instalaron urnas en 20 distritos electorales de la Capital y, concluido el comicio, fueron llevadas para su particular escrutinio a la sede de la revista Tribuna Popular. El triunfo fue para las socialistas, seguidas de lejos por las radicales. Mientras tanto, en las elecciones oficiales, compitieron dos mujeres: Alicia Riglos de Berón de Astrada, por el Partido Socialista, y Julieta Lanteri, por el Partido Feminista Nacional, que obtuvo 1.363 votos.

En 1921 Alicia Moreau de Justo se afilió al Partido Socialista y, luego de casarse en 1922 con el líder histórico del partido, el doctor Juan Bautista Justo, se incorporó al Comité Ejecutivo, teniendo a su cargo la coordinación de las agrupaciones feministas. Su tarea fue fundamental para la obtención de los derechos de la mujer –que no incluyeron los cívicos- en 1926.

Recordamos a esta luchadora por los derechos de las mujeres con las palabras que dedicara al movimiento feminista en la revista Nuestra Causa, en mayo de 1919.

Fuente: Revista Nuestra Causa, “El movimiento feminista en la República Argentina ”, por Alicia Moreau, 10 de mayo de 1919, pág. 98, en Edit Rosalía Gallo, Nuestra Causa, Revista mensual feminista 1919-1921, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas Cruz del Sur, 2004, págs. 71-73.

El movimiento feminista en la República Argentina

Un poco de historia
La acción a favor de la emancipación civil y política de la mujer no es nueva entre nosotros, si bien nunca tuvo la intensidad actual, ni encontró en la masa ciudadana tan franca acogida. Hace algunos años fue iniciada, pero ya por inexperiencia, ya por indiferencia ambiente, no prosperó. Era necesario esperar el latigazo de los acontecimientos modernos.

El primer centro feminista fue fundado en 1906 a iniciativa de la que esto escribe, quien presentó una moción en el Congreso Internacional del Libre Pensamiento, habido en ese año en el mes de septiembre. La moción fue aprobada unánimemente y alrededor del naciente centro se reunieron las más prestigiosas figuras argentinas que el movimiento librepensador había agrupado. Fue presidente de ese centro la doctora Rawson de Dellepiane. A pesar de los entusiasmos iniciales el Centro Feminista vivió poco, tal vez fuera prematura su creación. Separados de él muchos de sus miembros, se transformó en el centro Juana Manuela Gorriti.

A iniciativa de las Universitarias Argentinas tuvo lugar en 1910 el Congreso Femenino Panamericano, que congregó numerosas representantes de los países americanos y un interesante grupo de mujeres argentinas. En él fueron tomadas resoluciones del mayor mérito para las cuestiones debatidas por los feministas.

Posteriormente fue fundada la Liga Pro Derechos de la Mujer y del Niño, por la señorita Raquel Camaña y la doctora Julieta Lantieri. Esta institución tuvo el mérito de organizar el primer Congreso Nacional del Niño, que dio origen al Congreso Americano del Niño, independiente ya de la Liga nombrada y cuyo segundo congreso, ahora oficializado, se reunirá en el próximo mes de mayo en Montevideo.

Durante largos años el movimiento feminista fue letra muerta entre nosotros. Me refiero –es fácil comprenderlo- a la actividad de centros de carácter feminista y no a la actuación aislada de determinadas personas, que nunca ha faltado, ni a las declaraciones de algún partido político, como el Socialista, cuyo programa sobrepasa inmensamente el alcance de las campañas feministas.

Y de este largo silencio debemos culparnos y lamentarnos, pues en una ocasión, que no volverá a presentarse, debió hacerse oír la voz de las feministas, cuando en la Cámara de Diputados se discutió la ley municipal. El señor Francisco Correa propuso la extensión del voto (calificado) a las mujeres, y el doctor Dickmann, ampliando la idea, propuso fuera universal. Nadie apoyó las proposiciones, ninguna manifestación popular dejó entrever a los legisladores que las mujeres argentinas comprendían el valor de ese derecho y lo reclamaban.

Era necesario esperar que algo externo agitara el pensamiento argentino, poco propenso a los idealismos; éste fue el unánime sentimiento de admiración que despertó la actitud de la mujer durante la guerra, la afirmación de su capacidad y la convicción que nació, aun en las poco clarovidentes, de que una de las consecuencias generales de esta guerra sería, más o menos rápidamente, la emancipación femenina.
Esta observación fue la que guió a las fundadoras de la Unión Feminista Nacional, creada en el mes de abril del año pasado, sobre la base del núcleo reunido por la señorita Julia García Games.
A fines de ese mismo año fue constituida la Liga Pro Derechos de la Mujer y hace pocos días el Partido Feminista Nacional.
Contamos, pues, en la actualidad, con tres agrupaciones netamente feministas, además del Centro Socialista Femenino y la Agrupación Socialista Femenina, que lo son también, de acuerdo con la institución política a la que responden.

Cómo debe orientarse la acción
Creemos que es de gran interés determinar las líneas directrices de la actividad social para evitar pérdidas de fuerza y de tiempo. Es evidente que cada agrupación actuará de acuerdo con las tendencias de sus dirigentes y según las ideas expresadas al fundarse; pero no pueden ser éstas sino ligeras variantes, dado que el fin es común. Por ahora lo más necesario es sembrar ideas.
No debemos caer en el error tan frecuente de los que, muy convencidos de una causa y limitados en su acción a un grupo igualmente convencido, creen que todos piensan como ellos. Debemos saber que hay quien mira con indiferencia, ironía y hasta con horror lo que conceptuamos justo y necesario. Y estos conceptos negativos o adversos nos quitan fuerzas, engendrando corrientes sociales contrarias a las nuestras.
Sembrar ideas, pues, por medio de conferencias, artículos, revistas, folletos, por todos los numerosos medios de propaganda y sembrarlas con suficiente inteligencia y tino, para no alejar a los que no nos comprenden, pues ésos son los que debemos convencer. Evitar los gestos extemporáneos, ridículos o excesivos, pues una publicidad exagerada puede sernos contraria, fortaleciendo las corrientes opositoras a que me refería.
Sembrar ideas, sobre todo para que el día en que consigamos nuestros derechos, puedan las mujeres ejercerlos con conciencia, deseen ejercerlos y lo hagan para el bien de todos.
Y lo que sobre todo debemos tener presente es que la emancipación femenina no está constituida por la elevación de una o más personalidades, sino por la del nivel general, por el acrecentamiento del valor moral o intelectual que sólo hacen que los derechos no sean palabras escritas en los códigos. Y esperemos que el movimiento que tan brillantemente se inicia se realice siempre en plena concordia, de suerte que no haya energías perdidas en vanas discusiones personales, de que tan bien nos han dado ejemplo…los hombres.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar