Hacia 1763, finalizaba la larga guerra que las tropas británicas emprendían contra el ejército francés y los pobladores originarios de los territorios que hoy conocemos como América del Norte. Entonces, los todavía colonos americanos eran leales súbditos de la corona inglesa. Pero en los siguientes doce años la situación cambiaría radicalmente.
La crisis desatada desde entonces, que tomó la forma final de una guerra independentista, dio cuenta del profundo interés que subyacía en los colonos de manejar sus propios negocios, no obstante la valoración que tenían de los vínculos con los ingleses. Todo explotó cuando el rey Jorge III intentó cubrir los cuantiosos costos de la guerra con nuevos impuestos y prohibiciones en la sociedad colonial. Entonces, los súbditos de ultramar, encabezados por pequeños pero organizados grupos radicales, pusieron en práctica desde el panfletismo hasta el boicot contra los productos importados.
En la ciudad de Boston, el líder radical Samuel Adams había obtenido el apoyo de grandes mercaderes, pero sobre todo de los artesanos y tenderos con sentimientos antielitistas, la mayoría con derechos políticos restringidos. Adams, filósofo y abogado, quien se llamaba a sí mismo ‘Populus’, era un gran propagandista y mantenía a la ciudad en estado de agitación y alarma contra la “tiranía” británica.
Bajo este clima, en marzo de 1770, ocurrió la «Masacre de Boston». Una multitud encolerizada atacó con piedras y bolas de nieve a una cuadrilla de soldados británicos, quienes sin mediar palabra hicieron fuego, y mataron a cinco americanos, incluido el esclavo prófugo Crispus Attucks. Tras la masacre, la agitación se aceleró. Desde el cabildo de Boston, Adams incitó a la rebelión a otras ciudades de Massachussetts, encendiendo la alarma imperial. Si bien el movimiento no logró propagarse con fuerza suficiente, la mecha había sido encendida. En pocos años más, la independencia norteamericana sería un hecho.
Recordamos estos episodios, con una frase que uno de los “padres independentistas”, Benjamin Franklin, ofreciera en carta al almirante británico Lord Richard Howe, en medio de las negociaciones con la corona imperial, el 30 de julio de 1776.
Fuente: Benjamin Franklin, Autobiografía y otros escritos, Editorial Porrúa, México, 1989, p. 178.
«No es posible que nosotros hayamos pensado en someternos a un Gobierno que con el mayor desenfreno, salvajismo y crueldad ha quemado nuestras ciudades indefensas en pleno invierno, excitado a los salvajes a asesinar a nuestros pacíficos labradores, a nuestros esclavos a matar a sus amos, a nuestro gobierno que aún ahora está trayendo mercenarios extranjeros para anegar en sangre a nuestros colonos. Estas atroces felonías han extinguido la última chispa de afecto por ese país pariente que tanto amamos en otro tiempo…”
Benjamin Franklin
Fuente: www.elhistoriador.com.ar