El 20 de noviembre de 1845, siendo el general Juan Manuel de Rosas responsable de las Relaciones Exteriores del territorio nacional, tuvo lugar el enfrentamiento con fuerzas anglofrancesas conocido como la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro. La escuadra anglofrancesa intentaba obtener la libre navegación del río Paraná para auxiliar a Corrientes, provincia opositora al gobierno de Rosas. Esto permitiría que la sitiada Montevideo pudiera comerciar tanto con Paraguay como con las provincias del litoral.
Desde hacía varios años, los conflictos diplomáticos entre Francia, Inglaterra y Buenos Aires estaban a la orden del día. Con las negociaciones estancadas y un ultimátum dado a Rosas para que pusiera fin a la guerra con Uruguay y diera la libre navegación de los ríos, comenzó el bloqueo anglo-francés y la posterior expedición por el río Paraná. Era noviembre de 1845. Rosas dispuso que se cortara el paso a las naves extranjeras.
El encargado de la defensa del territorio nacional fue el general Lucio N. Mansilla, quien tendió de costa a costa barcos “acorderados” sujetos por cadenas. La escuadra invasora contaba con fuerzas muy superiores a las locales. Al intentar avanzar varios buques de guerra y mercantes europeos, las fuerzas argentinas procedieron al ataque. Aunque las bajas de las tropas nacionales fueron diez veces mayores y los agresores lograron avanzar, fue vano su intento de vender las mercaderías y recibieron nuevas embestidas río arriba. El saldo final fue frustrante para los europeos. Los tratados de paz recién se alcanzarían en 1849 y 1850.
Aquella jornada, recordada desde entonces como un acto de defensa de la integridad territorial, fue declarada Día de la Soberanía Nacional por Ley 20.770 de septiembre de 1974.
La conmemoramos en esta oportunidad con una carta que envió Manuel Eguía a Esteban Echeverría criticando la posición antinacional de la emigración argentina y de la prensa de Montevideo, que “ve rodar 400 cabezas argentinas, y no derrama una lágrima: no hay un pensamiento de nacionalidad sobre la tumba de 400 hermanos”. Y señala amargamente: “la Francia y la Inglaterra pueden dar una puñalada de atrás, arrebatar una escuadra, quemar buques mercantes, asesinar a cañonazos, destruir nuestro cabotaje: todo eso y mucho más es permitido a los civilizadores”.
Fuente: Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina, Rozas y su época, Tomo IV, Buenos Aires, Félix Lajouane Editor, 1892, pág. 444-445.
Pelotas, febrero 12 de 1846
Señor don Esteban Echeverría,
Mi querido Esteban:
Hace algún tiempo que me propuse explorar y aun uniformar la opinión de la emigración argentina en ésta, para conseguir la publicación de un periódico que no sea la expresión de un partido viejo y exclusivo, como lo son hoy los que se publican en esa: y cuando esto no sea posible, hacerlo en artículos insertos en los mismos periódicos.
Las cuestiones que hoy se agitan a cañonazos en el Plata envuelven nuestros mayores intereses de localidad, e infieren grandes ofensas a nuestra nacionalidad, para dejarlas pasar como justas y decorosas…
La intervención, sosteniendo sólo la independencia del Estado Oriental, salta del Uruguay al Paraná y va a asesinar calculadamente argentinos en la Vuelta de Obligado. La prensa todo lo alaba: nada ve el partido unitario en esta lucha que sea contrario a su nacionalidad, a sus intereses: no sale del eterno tema “muera Rosas”, y de la menguada alabanza de todo cuanto emana de la intervención: y no admite ni la discusión de los hechos, cuando aun estamos ignorando qué puntos de contacto hay entre la independencia del Estado Oriental y la Vuelta de Obligado.
Para la prensa de Montevideo, la Francia y la Inglaterra tienen todos los derechos, toda la justicia, aun más: pueden dar una puñalada de atrás, un tajo de pillo, arrebatar una escuadra, quemar buques mercantes, entrar en los ríos, asesinar a cañonazos, destruir nuestro cabotaje: todo eso y mucho más que aun falta, es permitido a los civilizadores.
Para esta prensa el francés maquinista que cae atravesado por una bala, es digno de su compasión y duelo: lo llama desgraciado; y ve rodar 400 cabezas argentinas, y no derrama una lágrima, no muestra el menor sentimiento por su propia sangre: no hay un pensamiento de nacionalidad, una palabra de dolor sobre la tumba de 400 hermanos.
La prensa de Montevideo es completamente francoinglesa, y el pueblo argentino quiere y siente la necesidad de una que sea suya, teniendo elementos americanos que bastan ellos solos, sin mezcla extranjera, para triunfar de Rosas: pero al poder material que avance contra él debe asociarse el poder moral, porque esa empresa no es sólo del sable: éste sólo ha conseguido la mitad del triunfo, y más de una vez ha sido nuestra ruina el empleo de un solo medio. Queremos, pues, un escritor que llene este deber, que ilustre las masas sobre todo punto político: que dispuesto siempre a decir la verdad, no se reduzca a elogiarlo todo. Un escritor (…) colocado en la altura de su misión, desnudo de las influencias de un partido ciego. Que no deprima a Rosas sin motivo, ni alabe a Paz sin merecerlo: que esté constantemente en la libertad de decir lo justo y lo bueno, y armado de la palabra de Dios enseñe al pueblo cuál es su dignidad y conveniencia: que tienda en fin a uniformar la opinión sobre los puntos en que debe haber completo acuerdo para remover obstáculos al nuevo orden.
Este escritor, esta cabeza, este hombre, eres tú, Esteban. Yo he trabajado aquí para darte a nombre de todos tus compatriotas este encargo: y lo he conseguido sin más esfuerzo que la sola indicación de tu nombre. Dime, pues, si lo aceptas, y si puedes consagrarte a este fin.
(…)
Te desea salud tu amigo
Manuel Eguía.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar