Hacía tiempo que el ritmo natural que durante siglos había caracterizado a las colonias españolas de América se había alterado. Las guerras en Europa, las mismas reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII, la inquietud de la aristocracia española americana y el descontento de muchos criollos, generaban no pocas preocupaciones. El comercio con los ingleses y la circulación de ideas liberales hacían que la sociedad de los estratos sociales definidos y duraderos comenzara a resquebrajarse.
El 13 de mayo de 1810, los habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban intensamente. La fragata John Paris, que había partido de Gibraltar el 22 de marzo o, según otras versiones, el buque Mistletoe, traía la noticia de la caída, en manos de los ejércitos napoleónicos, de la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona española en pie.
El viernes 18 el virrey Cisneros dirigió una proclama a “los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires” en la que anunciaba que “en el desgraciado caso de una total pérdida de la península y falta del Supremo Gobierno», él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando. Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación extraña y, finalmente, prevenía al pueblo sobre «los genios inquietantes y malignos que procuran crear divisiones».
Pero nadie ignoraba que la Junta que lo había nombrado de donde emanaba su autoridad había desaparecido y los patriotas porteños creyeron que era momento de convocar a un Cabildo Abierto que discutiera los pasos a seguir. Muy pronto se precipitarían los sucesos del 25 de mayo.
Reproducimos a continuación un fragmento de las Memorias de Martín Rodríguez, protagonista de aquellos acontecimientos, donde recuerda que ante la agitación que se vivía en España por el avance de los franceses, los patriotas comenzaron a elaborar planes de autogobierno. Para 1810 sólo esperaban la caída del último bastión de poder en España.
Fuente: Martín Rodríguez, “Memorias”, en Biblioteca de Mayo, Senado de la Nación, Buenos Aires, 1960, tomo II, pág. 1516-1517.
“A los nueve meses de estar Cisneros ocupando la silla del virreinato, creímos que ya era tiempo de pensar en nosotros mismos. Ocupada la España por numerosísimos ejércitos franceses, y en posesión de todas las plazas más fuertes de ella, creímos que los españoles jamás podrían sacudirse de tan inmenso poder. Por consiguiente empezamos a tratar muy secretamente sobre nuestra seguridad, a fin de no correr la suerte de los españoles. Esto no podría hacerse sin que recayese el gobierno en nuestras manos. (…) La revolución se precipitó muy en breve. Don Juan Martín Pueyrredón fue el que dio el primer paso a este respecto, citando sigilosamente a su casa a todos los jefes, así americanos como españoles. En la noche nos reunimos todos en la casa de su habitación. Hizo presente Pueyrredón el motivo de la reunión, esperando que todos se convenciesen de la necesidad de un cambio, del cual resultase venir el gobierno a nuestras manos. [Al otro día] Saavedra nos prometió, bajo su palabra de honor, que cuando viniese la noticia de la toma de Sevilla por los franceses, contasen con él; pues creía que entonces era el momento más oportuno. Efectivamente nos retiramos, y no pasaron quince días sin que la noticia llegase a Buenos Aires de que los franceses se habían apoderado de Sevilla”.
Martín Rodríguez