La dirigencia revolucionaria de 1810 sabía que se libraría una dura guerra técnica, de fusiles, cañones y bayonetas, pero sabía que no era suficiente. Se trataba no de un cambio gubernativo, sino de una “feliz revolución en las ideas”, como creía Moreno. Un nuevo clima de ideas estaba logrando toda su eficacia en el terreno de la acción política, entre éstas, las nuevas concepciones económicas provenientes de la Ilustración. Algunas de ellas fueron expuestas por Moreno en 1809 –todavía bajo la pesadumbre del régimen colonial- en su influyente escrito alegatorio en defensa de los hacendados y labradores de Buenos Aires que llevó el largo nombre de Representación que el apoderado de los hacendados de las campañas del Río de la Plata dirigió al Excelentísimo señor Virrey don Baltasar Hidalgo de Cisneros en el expediente promovido sobre proporcionar ingresos al erario por medio de un franco comercio con la nación inglesa con superior permiso. Como sostuvo Ricardo Rojas, Moreno puso su oficio de abogado y su escritura, como un “arma tan eficaz como los sables de la milicia”. Como texto de representación jurídica, habla en él el Moreno abogado, pero también el Moreno político, el ideólogo del progreso económico.
Fuente: Diego Luis Molinari, La Representación de los Hacendados de Mariano Moreno. Su ninguna influencia en la vida económica del país y en los sucesos de Mayo de 1810, 2ª edición, Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Económicas, Buenos Aires, 1939; en Felipe Pigna, La vida por la patria. Una biografía de Mariano Moreno, Buenos Aires, Editorial Planeta, 2017, págs. 195-199.
Los labradores de nuestras campañas no endulzan las fatigas de sus útiles trabajos con los honores que la benignidad del monarca les dispensa; el sudor de su rostro produce un pan que no excita la gratitud de los que alimenta y, olvidada su dignidad e importancia, viven condenados a pasar en la oscuridad los momentos que descansan de sus penosas labores.
No confirió el Soberano a V.E. la alta dignidad de virrey de estas provincias para velar sobre la suerte de los comerciantes de Cádiz sino sobre la nuestra.[…]
Señor, ¿qué cosa más ridícula puede presentarse que la vista de un comerciante que defiende a grandes voces la observancia de las leyes prohibitivas del comercio extranjero a la puerta de su tienda en que no se encuentran sino géneros ingleses de clandestina introducción?
El decoro mismo de la autoridad pública exige que no se tolere este ridículo juego, con que se pretende sostener ciertas leyes, sin otro estímulo que el lucro que se promete de su impune violación.
[…] ¿Por qué títulos se nos podrá privar de unos beneficios que gozan indistintamente otros vasallos de la Monarquía Española que no son más que nosotros?
¿Cuál es el consumo que la Metrópoli ofrece a nuestros frutos, o la activa exportación con que pueda suplirlo? Los pueblos que sostenían principalmente las relaciones ultramarinas gimen desolados bajo la opresión del enemigo […]. No hay fábricas en el día, ni podrán haberlas en mucho tiempo, porque los pueblos que han resistido el yugo opresor están todos ocupados en sostener su libertad.
[…] ¿Será justo que se envilezcan y pierdan nuestros preciosos frutos porque los desgraciados pueblos de España no puedan consumirlos?¿Será justo que las abundantes producciones del país permanezcan estancadas porque nuestra aniquilada marina no puede exportarlas?¿Será justo que aumentemos las aflicciones de nuestra metrópoli con las noticias de nuestra arriesgada y vacilante que se nos brinda con un arbitrio capaz de consolidar sobre bases firmes nuestra seguridad? ¿Será justo que presentándose en nuestros puertos esa nación amiga y generosa ofreciéndonos baratas mercaderías que necesitamos y a España no nos puede proveer, resistamos la propuesta, reservando su beneficio a cuatro mercaderes atrevidos que lo usurpan con un giro clandestino?
Mariano Moreno
Fuente: www.elhistoriador.com.ar