La dirigencia revolucionaria de 1810 sabía que se libraría una dura guerra de fusiles, cañones y bayonetas, pero sabía que, en verdad, lo que se estaba llevando adelante era, además de un cambio gubernativo, una “feliz revolución en las ideas”, como la definía Moreno, y que estaba dejando toda su impronta en el terreno de la acción política. Fue justamente Mariano Moreno, el “jacobino” de la Revolución de Mayo, el que representó quizás de forma más emblemática este nuevo clima.
Nacido en Buenos Aires, el 23 de septiembre de 1778, tenían 21 años apenas cuando llegó a Chuquisaca, antes Charcas y La Plata y luego Sucre, capital constitucional de Bolivia. Allí conoció al canónigo Terrazas, quien pronto le dio cobijo intelectual y prestó su biblioteca que, lejos de ser un cerrado centro de la cultura católica, era más bien un amplio universo de ideas. Allí recogió las ideas de la igualdad de derechos para los criollos e indios y aprendió a repudiar las crueldades de la esclavitud.
Entrada la década de 1800, ya recibido de abogado, casado con María Guadalupe Cuenca y con un hijo, regresó a Buenos Aires. Hacia 1810, con 31 años, Moreno era ya un hombre de la revolución. Había logrado ser reconocido a partir de la redacción de un extenso alegato en defensa del fomento a la agricultura y las manufacturas, que lo oponían a la burocracia española. Quizás algo de imprevisto lo tomó el hecho de ser nombrado como secretario de la Primera Junta de Gobierno, en mayo de 1810. El 25 de mayo asumió la Secretaría de Guerra y Gobierno de la Primera Junta.
Unas de sus más destacadas acciones estuvieron relacionadas con el fomento a la difusión de las ideas de la Ilustración. Participó activamente de la creación de la biblioteca pública, del desarrollo educativo y fundó, el 7 de junio, el órgano oficial del gobierno revolucionario: la Gazeta de Buenos Aires. Entre sus escritos, figuraba la traducción de El Contrato Social, de su admirado Rousseau, pero también un plan de operaciones destinado a unificar los propósitos y estrategias de la revolución.
Moreno encarnaba el ideario de los sectores que propiciaban algo más que un cambio administrativo y, por ello mismo, se ganó la enemistad de muchos. El deán Funes, el mismísimo Saavedra, entre otros, entrevieron el peligro que encarnaba para sus proyectos conservadores. Pronto forzaron su renuncia a sus cargos en Buenos Aires y lo enviaron como representante del gobierno a Londres, rumbo al que partió el 24 de enero de 1811. Poco tiempo después, el 4 de marzo, encontraba en altamar su misteriosa muerte. Dos años después, el médico Juan Madera aseguraba haber oído al padre Azcurra dar gracias a Dios por la separación de Moreno y advirtiendo: “Ya está embarcado y va a morir”.
Recordando la fecha del fallecimiento de uno de los máximos revolucionarios de 1810, traemos algunas de sus ideas respecto a la libertad de prensa, publicadas en la Gazeta de Buenos Aires, el 21 de junio de 1810.
Fuente: Mariano Moreno, “Sobre la libertad de escribir”, en Mariano Moreno, Escritos políticos y económicos, (Norberto Piñero Comp.), Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1915.
«Seamos, una vez, menos partidarios de nuestras envejecidas opiniones; tengamos menos amor propio; dése acceso a la verdad y a la introducción de las luces y de la ilustración; no se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del interés universal; no creamos que con ella se atacará jamás impunemente el mérito y la virtud, porque hablando por el mismo en su favor y teniendo siempre por árbitro imparcial al pueblo, se reducirán al polvo los escritos de los que indignamente osasen atacarles. La verdad, como la virtud, tienen en sí mismas su más incontestable apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo; si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria.»
Mariano Moreno
Fuente: www.elhistoriador.com.ar