Alguna vez, Perón explicó que toda revolución tiene cuatro etapas, la filosófico-doctrinaria, la toma del poder, la dogmática y la institucional, y que él aspiraba a ser el Lenin de la revolución, que preparó el movimiento revolucionario, aunque sabía había disfrutado muy poco del poder. Por ello, se encargó de subsanar los imprevistos sufridos por el líder bolchevique. Una vez tomado el poder, le dijo a sus colegas: ‘Lo nuestro ya ha entrado en el pueblo, sigan ahora ustedes con el trabajo’. Desde entonces, se dedicó a preparar las bases de lo que sería el futuro gobierno peronista.
Pero como advertía Perón, toda revolución debía pasar por la toma del poder. Y de ello se había encargado el Grupo de Oficiales Unidos (GOU). No se puede comprender el movimiento golpista del 4 de junio de 1943, sin observar atentamente el papel que tuvo en éste la sociedad militar secreta constituida pocos meses antes, el 10 de marzo de 1943.
Este día, un grupo de oficiales se reunió en el Hotel Conte, a pocos metros de la Casa Rosada. Allí, dieron frutos los esfuerzos impulsados por los tenientes coroneles Miguel A. Montes y Urbano de la Vega, preocupados por el destino del país en el contexto internacional y la desunión que reinaba en las filas castrenses. A este grupo había sido invitado el mismo Perón -según recordara- luego de que diera una conferencia secreta explicando el rumbo que tomaban los acontecimientos mundiales. El contacto inicial habría sido contundente: los coroneles le habían propuesto a Perón tomar el poder.
Recordamos aquel encuentro entre el futuro líder justicialista y el grupo de coroneles, según el relato de Perón que grabara Tomás Eloy Martínez, en 1970, en una nota para la revista Panorama, años más tarde publicadas íntegramente en un libro.
Fuente: Tomás Eloy Martínez, Las memorias del general, Planeta, Buenos Aires, 1996, p. 42.
“A mi regreso de Europa, en una reunión secreta, informé lo que había visto. El ministro de Guerra me encontró razón, pero los otros generales cavernícolas, que pretendían convertir al Ejército en una guardia pretoriana, me acusaron de comunista. Se resolvió sacarme de circulación: fui a parar a Mendoza, como director del Centro de Instrucción de Montaña. Allí pasé ocho meses, hasta que me nombraron en la Inspección de Tropas de Montaña. Fue entonces cuando se presentaron ante mí ocho o diez coroneles jóvenes, que habían escuchado mi conferencia secreta y me ofrecían su adhesión. ‘No hemos perdido el tiempo’, me dijeron. ‘Hemos organizado en el Ejército una fuerza con la cual podemos tomar el poder en veinticuatro horas’. Era el GOU, Grupo de Oficiales Unidos. En aquel momento estaba por elegirse a Robustiano Patrón Costas como presidente, en uno de esos ‘fraudes patrióticos’ que preparaban los conservadores en nuestro país. Los coroneles me dieron un susto de la madonna: era el destino el que se me ponía por delante. Les dije: ‘Muchachos, espérense. Tomar el gobierno es algo demasiado serio. Con eso no se puede jugar. Dénme diez días para pensarlo’. (…) Lo primero que hice fue llamar a Patrón Costas (…) Llamé entonces a los radicales (…) Cuando vi que el apoyo era grande, llamé al grupo de coroneles y les dije que en efecto algo se podía hacer. Toda revolución implica dos hechos: el primero es la preparación humana, el segundo la preparación técnica. De la preparación humana se encargan un realizador y cien mil predicadores. pero la otra hay que formar un organismo de estudio que fijará los objetivos ideológicos y políticos de la revolución y preparará los planes para realizarla. Luego de esta reunión, los muchachos dijeron: ‘Está bien, tomaremos el gobierno.”
Juan Domingo Perón
Fuente: www.elhistoriador.com.ar