Alguna vez, Perón explicó que toda revolución tiene cuatro etapas: la filosófico-doctrinaria, la toma del poder, la dogmática y la institucional. Durante los años de la Década Infame, no fueron pocos los grupos de militares y civiles que iban preparando las bases programáticas que después se reflejarían con toda fuerza durante el peronismo. Entre estos, el grupo de ex yrigoyenistas reunidos en FORJA; pero también los oficiales que pronto formarían el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), una sociedad militar secreta constituida el 10 de marzo de 1943.
Estando más o menos perfiladas las bases programáticas, la toma del poder no tardó en venir. Aunque no había pasado mucho tiempo del golpe militar de 1930 contra Hipólito Yrigoyen, el nuevo cambio de comando en el país tenía nuevos elementos. El 4 de junio de 1943, aprovechando la apatía del pueblo hacia un gobierno corrupto, conservador y fraudulento, los militares, encabezados por los generales Arturo Rawson, Pedro Ramírez y Edelmiro J. Farrell (que fueron reemplazándose uno a otro) asumieron el poder. La Segunda Guerra Mundial y una clase obrera largamente postergada en sus demandas formaron parte del trasfondo de los reacomodos.
En medio de la inicial confusión, sólo el GOU tenía un plan para llevar adelante. Con algunas de las principales secretarías en sus manos, fue Juan Domingo Perón el que ganó un extraordinario protagonismo, al hacerse cargo de un relegado pero potencialmente muy aprovechable Departamento de Trabajo.
Por entonces, el nuevo gobierno, influido por ideas nacionalistas de derecha, ultracatólico, antiliberal y autoritario, dio elementos a la oposición que se conformó de inmediato para que pudiera acusarlo de fascismo. Sin embargo, ante el mismo proceso, grupos como FORJA y numerosos fragmentos de la población, mayormente postergados, apoyaron el golpe o, cuanto menos, se llamaron a cautela. Creían entonces que podía iniciarse un proceso de recuperación de soberanía nacional, de industrialización y empleo y de conquista de derechos laborales y sociales.
Para recordar sin homenaje este nuevo quiebre de la constitucionalidad en el país, reproducimos un fragmento del diario La Vanguardia, órgano de prensa del Partido Socialista en la Argentina, publicadas tras el golpe, donde se critica duramente al gobierno de Ramón S. Castillo, a un día de su derrocamiento.
Fuente: Diario La Vanguardia, 5 de junio de 1943, en Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina 3, Buenos Aires, Planeta, 2006, págs. 305-306.
«El gobierno del doctor Castillo fue el gobierno de la burla y el sarcasmo. Su gestión administrativa se desenvolvió en el fango de la arbitrariedad, el privilegio, la coima y el peculado. Toleró ministros y funcionarios ladrones y firmó, displicentemente, medidas que importaban negociados. (…) Eligió su sucesor a pesar del clamor de la opinión pública y de la repugnancia de algunos miembros del partido oficial. La fórmula de los grandes deudores de los bancos oficiales contaba con la impunidad oficial.»
La Vanguardia, 5 de junio de 1943
Fuente: www.elhistoriador.com.ar