La guerra independentista ya había representado numerosos costos y no se preveía que pronto fuera a acabar, aun cuando el camino para formalizar la separación de España estuviera prácticamente allanado. El Congreso de Tucumán, reunido desde marzo de 1816, evidenciaba fuertes diferencias entre los grupos patriotas.
El 3 de mayo de aquel año, Juan Martín de Pueyrredón fue designado director supremo de las Provincias Unidas, cargo que ocuparía durante tres años. Una de sus primeras acciones fue la reunión que mantuvo con el general José de San Martín en Córdoba, oportunidad en que le aseguró al jefe militar toda la ayuda necesaria para emprender la campaña libertadora al Alto Perú.
Mientras tanto, debería lidiar con incontables problemas cotidianos y estructurales: la administración del Estado, la deuda pública, los gastos corrientes, el régimen de Aduana, la emisión de dinero, entre tantos otros. Todo ello, mientras se aseguraba la independencia en el Río de la Plata y se abrían los encarnizados debates acerca del futuro de de las provincias: centralismo o federalismo, era uno de los dilemas centrales que se planteaban.
Juan Martín de Pueyrredón, masón, liberal y unitario, hijo de un adinerado vasco francés y próspero comerciante, fue un hombre clave de la revolución. En esta oportunidad, recordamos la fecha en que fue nombrado para conducir los destinos de la república independiente, con un fragmento de una carta enviada a San Martín, en ocasión de la ayuda enviada a Cuyo, para combatir a los realistas más allá de los Andes.
Fuente: Carta de Juan Martín de Pueyrredón a San Martín, del 2 de noviembre de 1816, en Norberto Galasso, Seamos libres y lo demás no importa nada, Buenos Aires, Editorial Colihue, 2000, pág. 192.
«A más de las cuatrocientas frazadas remitidas de Córdoba van ahora quinientos ponchos, únicos que he podido encontrar… Está dada la orden para que le remitan a usted las 100 arrobas de charqui que me pide, para mediados de diciembre se hará. […] Van los despachos de los oficiales. Van los vestuarios pedidos y muchas camisas. Si por casualidad faltasen de Córdoba las frazadas, recurra usted al vecindario: no hay casa que no pueda desprenderse, sin perjuicio, de una manta vieja: es menester pordiosear cuando no hay otro remedio. Van 400 recados. Van hoy por correo, en un cajón, los dos únicos clarines que se han encontrado. Van los 2000 sables de repuesto que me pide. Van 200 tiendas de campaña o pabellones. Y no hay más. Va el mundo. Va el demonio. Va la carne. Y no sé yo cómo me irá con las trampas en que quedo para pagarlo todo o bien que entrando en quiebra, me voy yo también para que usted me dé algo del charqui que le mando. ¡Y qué caray! No me vuelva a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido colgado en un tirante de la fortaleza de Buenos Aires…”.
Juan Martín de Pueyrredón
Fuente: www.elhistoriador.com.ar