Roque Sáenz Peña puede ser considerado el autor de la ley electoral sancionada en 1912 que puso fin a décadas de fraude y exclusión política de buena parte de la población argentina y que permitió la llegada a la presidencia de Hipólito Yrigoyen cuatro años más tarde.
Proveniente de una familia rosista, Sáenz Peña nació el 19 de marzo de 1851 e hizo los estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires. En 1875 obtendría su título de doctor en leyes. En la facultad comenzó su militancia política en el Partido Autonomista, dirigido por Adolfo Alsina. Más tarde participó en la represión contra la rebelión mitrista de 1874, que le mereció la obtención del grado de comandante.
Diputado porteño con sólo 26 años y presidente de la Legislatura por dos períodos consecutivos, su devoción por la acción le llevó a alistarse en el ejército peruano durante la guerra que enfrentó hacia 1879 a Chile contra Bolivia y Perú. Comandó importantes victorias, pero terminó prisionero de las fuerzas chilenas durante seis meses.
A su regresó en 1880, trabajó en la Cancillería bajo las órdenes de Bernardo de Irigoyen y Julio A. Roca, y dos años más tarde, luego de una extensa estadía en Europa, volvió a la vida política, esta vez junto a Carlos Pellegrini, editando el periódico Sud América y apoyando la candidatura de Miguel Juárez Celman, de quien fue primero embajador en Uruguay y luego canciller, hasta el estallido de la revolución cívica de 1890.
Para las elecciones de 1892, fue proclamada su candidatura, pero los sectores más conservadores, liderados por Roca y Mitre, se opusieron y propiciaron la candidatura de su padre, Luis Sáenz Peña. La maniobra dio sus frutos y Roque debió bajarse de la carrera presidencial para no tener que enfrentar a su propio padre en la contienda que se avecinaba. Sáenz Peña se refugió en su estancia de Entre Ríos. Recién una década más tarde volvería a asumir funciones gubernamentales, al ser designado por el entonces presidente José Figueroa Alcorta ministro plenipotenciario ante España, Portugal, Italia y Suiza.
Al regresar al país en 1909, en pleno auge de las protestas obreras, observó lo trascendente que podía resultar la democratización política, tal como sucedía en varios países europeos. Y a diferencia de dos décadas atrás, su candidatura ya no tendría resistencias. Así, fue proclamado presidente, acompañado del salteño Victorino de la Plaza. Cuando asumió, el 12 de octubre de 1910, ya había acordado con el líder radical Hipólito Yrigoyen la sanción de una nueva ley electoral, a cambio de que éste abandonara el abstencionismo revolucionario.
Con la nueva ley, que consagraba el sufragio secreto, obligatorio y masculino, los socialistas aumentaron su representación legislativa y los radicales lograron sus primeros triunfos en Entre Ríos y Santa Fe. Pero Sáenz Peña, con apenas 62 años, se encontraba mal de salud y luego de solicitar varias licencias, falleció en Buenos Aires en la madrugada del 9 de agosto de 1914, mientras en Europa estallaba la Primera Guerra Mundial.
Lo recordamos con las palabras que dirigiera al Congreso al asumir su presidencia el 12 de octubre de 1910 sobre la necesidad de ampliar el juego político.
Fuente: La Argentina en el siglo XX, Buenos Aires, La Nación, 1997, pág. 41.
«Yo aspiro, señores senadores y señores diputados, a que las minorías estén representadas y ampliamente garantizadas en la integridad de sus derechos. Es indudable que las mayorías deben gobernar; pero no es menos exacto que las minorías deben ser escuchadas, colaborando con su pensamiento y con su acción en la evolución ascendente del país. Yo me obligo ante vosotros, ante mis conciudadanos y ante los partidos, a provocar el ejercicio del voto por los medios que me acuerda la Constitución porque, como tengo dicho, no basta garantizar el sufragio, necesitamos crear y mover al sufragante.»
Roque Sáenz Peña
Fuente: www.elhistoriador.com.ar