Fuente: Felipe Pigna, La voz del Gran Jefe. Vida y pensamiento de José de San Martín, Buenos Aires, Planeta, págs. 262-263
Don José, durante su estadía en Córdoba, reunió a lo más granado de la intelectualidad de “la Docta” para proponerles la reedición del libro Comentarios reales de los Incas de Garcilaso de la Vega, prohibido por la Inquisición.
José Torre Revelo señalaba que el 21 de abril de 1782 se le envió al virrey del Río de la Plata, Juan José de Vértiz, una real orden reservada, en la que se le recomendaba “haga entender a la Real Audiencia de La Plata, con mucha reserva” que, siendo “muchos los abusos de que están poseídos los indios del reino del Perú y de esas provincias del Río de la Plata, que con gran frecuencia hacen protesta del parentesco con los antiguos incas y solicitan el tratamiento de nobles, habiendo la Real Audiencia accedido en diversas ocasiones a la petición , no admitan de los indios informaciones algunas de tales entroncamiento, ni pruebas ni declaraciones de nobleza a los indios de cualquier clase que fueran”. Y como quien no quiere la cosa le encarga al Virrey que, “con la misma reserva, procure recoger sagazmente la obra del Inca Garcilaso, donde han aprendido esos naturales muchos errores perjudiciales, y los otros papeles detractorios que hayan impreso, de un tiempo en que se creyeron inocentes, aunque nunca debió permitirse la profecía supuesta del prefacio de dicha histórica”1
Según recordaba Monseñor Pablo Cabrera: “propone el mismo San Martín lo útil e importante de abrir una suscripción a efecto de reimprimirla, para que su lectura se hiciese más común y se conservase para siempre un documento, que hace tanto honor a los naturales de este país y descubre, al mismo tiempo, con una moderación digna de las circunstancias, la tiránica ambición y falso celo de sus conquistadores. Tan plausible pensamiento no bien llegó a los oídos de los circunstantes, todos, a una vez, lo aprobaron y acordaron con el mayor placer”.2
La revisión del libro quedó a cargo del doctor José de Isaza, encargado también de preparar la lista de suscriptores, encabezada por el propio San Martín. También contribuyeron Antonio Cabrera y Eduardo Pérez Bulnes, Congresales de Tucumán; Benito Lazcano, futuro obispo de Córdoba; José María Paz; el rector de la Universidad, Juan Antonio Sarachaga; Mariano Fragueiro, Diego Paroissien, Pedro Juan González y Rafael de los Reyes.
La venida de los Incas
El interés de San Martín por la obra del Inca Garcilaso no era puramente literario ni histórico, sino de la más estricta actualidad política. Por esos días le decía a su diputado en el Congreso: “Ya digo a Laprida lo admirable que me parece el plan de un Inca a la cabeza; las ventajas son geométricas, pero por la Patria les suplico no nos metan una regencia de personas; en el momento que pase de una todo se paraliza y nos lleva el diablo. Al efecto no hay más que variar de nombre a nuestro Director y quede un Regente: es lo seguro para que salgamos a puerto de salvación”.3
El plan de coronar a un descendiente de los Incas había sido propuesto por Belgrano ante el Congreso de Tucumán, a su regreso de Europa. Allí había comprobado el clima restauracionista, en el cual la palabra república estaba proscripta. Al igual que otros hombres de entonces, Belgrano consideró más conveniente que el Estado que estaba por declarar su independencia se constituyese como una monarquía constitucional. Pero a diferencia de muchos dirigentes porteños, que soñaban con tener un rey importado de Europa, esa misma experiencia diplomática le había enseñado que era el peor camino posible. De allí que, reafirmando el origen americano de la Revolución, postulase restablecer en el trono a la única “dinastía” con derechos legítimos en América del Sur: la incaica.
San Martín y Güemes apoyaron esta propuesta, que fue rechazada por el Congreso. Incluso algunos diputados, como el porteño Tomás Manuel de Anchorena, se burlaron de la idea de coronar a un príncipe “de la casta de los chocolates”, en una muestra de que el racismo colonial seguía vivito y coleando pese a la declaración de la independencia. Al igual que San Martín, Belgrano recibía por entonces los ataques de la prensa porteña, como le escribía a Manuel de Ulloa, patriota alto peruano y antiguo catedrático de la Universidad de Chuquisaca, que había buscado refugio en Salta de la persecución realista y era uno de los asesores de Güemes: “Mi muy estimado amigo: Si V. lee los papeles públicos de Buenos Aires, verá V. cómo unos me atacan y otros me defienden acerca de nuestro pensamiento de monarquía constitucional e Inca; digan lo que quieran los detractores; nada y nadie será capaz de hacerme variar de opinión: creo que es nacional, es justa, y ni el cadalso, ni las llamas me arredrarían de publicarla: lo que siento es no ver la idea realizada, efecto, a mi entender, del deseo de perfecciones a que aspiran estos señores, o de un amor propio que los incita a aspirar para establecimientos que nada pueda trastornarlos, cosa imposible en el mundo […]”.4
Es curioso observar cómo califican muchos historiadores la idea belgraniana del Inca. Casi sin excepción se burlan de ella tildándola de exótica. No usan el mismo calificativo para los zares, el príncipe de Luca o los integrantes de la realeza europea, ellos sí exóticos, que trataron de coronar los directoriales. Resulta que el único exótico es el Inca, y a tales efectos no deja de ser interesante la definición de la palabra según el diccionario de la Real Academia Española: “Exótico: extranjero, especialmente si procede de país lejano”.5 Claro que para muchos escribas vernáculos siempre será más “exótico” un inca, un gaucho, un criollo o un “cabecita negra” que cualquier parásito de las monarquías transatlánticas.
Referencias:
1 José Torre Revello en El libro, la imprenta y el periodismo en América; Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Investigaciones Históricas, 1940, apéndice, pág. CXC.
2 Citado por Juan Carlos Zurecchi, El General San Martín y la cultura, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1950, págs. 12.
3 Ibídem.
4 Carta de Belgrano a Manuel de Ulloa, Tucumán, 18 de octubre de 1816, en Manuel Belgrano, Epistolario belgraniano, recopilación de María Teresa Piragino, prólogo de Ricardo Caillet-Bois y nota preliminar de Gregorio Weinberg, Buenos Aires, Taurus, 2001, págs. 299-301.
5 Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, Madrid, Espasa, 2002.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar