Fuente: Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina 2, Buenos Aires, Planeta, 2005, págs. 210-214.
Francia no había obtenido de Rosas un tratado comercial como el que Inglaterra había conseguido de Rivadavia. A diferencia de los ingleses, los ciudadanos franceses no estaban exentos de hacer el servicio militar como los británicos. En aquella época, no se trataba de hacer la “colimba”, 1 se trataba de participar en sangrientas guerras con altísimo riesgo de perder la vida.
Rosas además había encarcelado a varios franceses acusados de espionaje. Se produjo un conflicto diplomático y las naves francesas estacionadas en el Río de la Plata bloquearon el puerto de Buenos Aires a fines de marzo de 1838.
Un funcionario francés de entonces se quejaba: “Si se considera la cuestión respecto de los ingleses, se ve que los agentes de esta potencia hacen todo lo posible para envenenar la querella a fin de hacerse necesarios y se colocan en el Plata como enemigos de los franceses. Debemos concluir con que no es posible ningún arreglo con Rosas, y si esto fuera posible no debemos aceptarlo; ni menos ofrecerlo, porque tendremos siempre en Rosas un enemigo que no olvidará ningún medio para perjudicarnos, y nosotros perderemos amigos [se refiere a los unitarios] rompiendo los vínculos morales que nos unen a éstos traicionando la causa de la civilización que representamos aquí. Es posible y probable que con los aliados que los agentes franceses han procurado [los unitarios] y los recursos puestos a su disposición, triunfaremos sobre Rosas; pero sería más seguro, más digno de la Francia, enviar fuerzas de tierra que unidas a las de don Frutos y de Lavalle concluirían pronto con el monstruo y establecerían de una manera permanente en el Río de la Plata la influencia de la Francia”. 2
El bloqueo se mantuvo por dos años, generando una obligada política proteccionista, más allá de la Ley de Aduana, y produjo ciertas grietas en el bloque de poder. Los ganaderos del sur de la provincia se rebelaron contra Rosas ante la caída de los precios de la carne y las dificultades provocadas por el cerco francés al puerto.
Durante el bloqueo se reanudó la guerra civil. Los jóvenes unitarios, en su afán de derrocar a Rosas, no trepidaban en propiciar una invasión extranjera contra su propio país. Lavalle, con el apoyo francés y 1.100 hombres, invadió Entre Ríos y Santa Fe, instigado por los inefables Florencio Varela, Salvador María del Carril y el resto de los unitarios exiliados en Montevideo. La “espada sin cabeza” esperaba encontrar masas levantiscas que se sumaran a su “ejército libertador” contra Rosas. No encontró más que indiferencia y un ejército rosista de 17.000 hombres, lo que, como cuenta un testigo de la época, puso más nervioso al asesino de Dorrego.
Sarmiento se confesaba: “los que se echaron en brazos de la Francia para salvar la civilización europea, sus instituciones, hábitos e ideas en las orillas del Plata, fueron los jóvenes: en una palabra ¡fuimos nosotros! Sé muy bien que en los estados americanos halla eco Rosas, aun entre los hombres liberales y eminentemente civilizados, sobre este delicado punto, y que para muchos es todavía un error afrentoso el haberse asociado los argentinos a los extranjeros para derrocar un tirano […]. Así, pues, diré, en despecho de quien quiera que sea, que la gloria de haber comprendido que había alianza íntima entre los enemigos de Rosas y los poderes civilizados de Europa nos perteneció toda entera a nosotros”. 3
El cónsul francés opinaba: “Como todos los hombres verdaderamente hábiles, [Rosas] ha estado siempre dispuesto a ceder ante la necesidad, pero sabe que la audacia sin temeridad es también habilidad. De ahí que no ceda ante la apariencia del peligro, sino ante el peligro mismo. Así se explica la audaz resistencia que opone a la voluntad de las potencias mediadoras. Si él hubiera creído desde un principio que Francia e Inglaterra estaban dispuestas a hacerle seriamente la guerra, jamás hubiera tratado de sostener la lucha; y nada más absurdo que la resolución que le han atribuido en Europa, de retirarse al interior para hacer guerra de partidas antes de ceder, si el enemigo se le presentaba a las puertas de Buenos Aires. El general Rosas sabe muy bien que, si abandona Buenos Aires, no podría volver más, porque, habiendo desaparecido el prestigio de su fuerza, surgirían por todas partes los enemigos más encarnizados para exterminarlo. Por eso aceptaría todas las condiciones posibles antes de correr el riesgo de ser arrojado de su capital. Hay cierta analogía entre el general Rosas y Mehmet Alí. Rosas, como el Pachá de Egipto, no es hombre de hacerse volar él mismo con un barril de pólvora”.4
El 29 de octubre de 1840, por el tratado Mackau-Arana, Francia puso fin al bloqueo. El gobierno de Buenos Aires se comprometió a indemnizar a los ciudadanos franceses, les otorgó los mismos derechos que a los ingleses y decretó una amnistía.
El bloqueo afectó seriamente la recaudación aduanera y por lo tanto al presupuesto provincial, como puede verse en esta carta de Mandeville a Palmerston: “Se han suspendido algunas de las instituciones públicas, entre las últimas, las escuelas públicas y el hospital de niños. Se ha hecho un llamado a suscripción pública para mantener los hospitales de hombres y de mujeres, que deberán cerrarse si la suma recaudada no alcanza para cubrir sus gastos. Todos los departamentos, civiles y militares, están atrasados en los pagos, y nadie ha cobrado desde que se inició el bloqueo, excepto los contrabandistas de abastecimientos para el ejército, y el ministro destacado en Brasil por este gobierno, que ha recibido tres meses de sueldo”.5
Suele decirse que Rosas cerró la universidad y muchas escuelas, lo cual es absolutamente cierto, pero no está de más recordar debidamente el contexto en el cual se decidió la medida. El propio Rosas lo explicó así en su mensaje de 1839: “El déficit de nuestras rentas obligó al gobierno a suprimir la dotación de los empleados de la Universidad, ordenando la cesación de las cátedras que no fueran sostenidas por los alumnos. Ninguna de éstas ha suprimido sus trabajos”.6
Concluido el conflicto con Francia, Rosas limitó la navegación de los ríos Paraná y Uruguay. Bloqueó el puerto de Montevideo y ayudó a Oribe a invadir el Uruguay y a sitiar la capital en 1843.
Estas actitudes de Rosas afectaron los intereses de los comerciantes y financistas extranjeros.
Referencias:
1 Palabra lunfarda que significa servicio militar. Proviene de “Corre, limpia, barre”, las tareas clásicas del soldado.
2 Carta del contralmirante Le Blanc a su gobierno, en Carlos Ibarguren, Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Theoría, 1961.
3 Domingo Faustino Sarmiento, “Historia de Vélez Sarsfield”, citada en Enciclopedia Argentina, Buenos Aires, Oriente, 1980.
4 Busaniche, Rosas visto por sus contemporáneos, Buenos Aires, 1972
5 John Lynch, Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Emecé, 1984.
6 Saraví, obra citada.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar