2 de abril de 1820
En medio de la campaña sanmartiniana para liberar Perú, todavía en poder realista, tuvo lugar la batalla de Cepeda, el 1º de febrero de 1820, donde el general José Rondeau, Director Supremo de las Provincias Unidas, fue derrotado por los generales Estanislao López, Francisco Ramírez y José Miguel Carreras. Esto significó la caída del poder central. San Martín quedó, por tanto, al frente del ejército de una nación cuyas autoridades, de donde emanaba su propio mando, habían sido vencidas. La legitimidad de su propia autoridad quedaba, de este modo, cuestionada.
El 26 de marzo de 1820, San Martín escribía al general Gregorio Las Heras:
“Al señor coronel don Juan Gregorio de Las Heras, jefe del Estado Mayor del ejército expedicionario. Este pliego no se abrirá hasta que se hallen reunidos todos los señores oficiales del ejército de los Andes y sólo a su presencia se verificará.
«El Congreso y director supremo de las Provincias Unidas no existen: de estas autoridades emanaba la mía de general en jefe del Ejército de los Andes y por consiguiente, creo de mi deber y obligación el manifestarlo al cuerpo de oficiales del Ejército de los Andes para que ellos por sí y bajo su espontánea voluntad nombren un general en jefe que deba mandarlos y dirigirlos, y salvar de este medio los riesgos que amenazan a la libertad de América. Me atrevo a afirmar que ésta se consolidará, no obstante las críticas circunstancias en que nos hallamos, si conserva, como no lo dudo, las virtudes que hasta aquí la han distinguido. Para conseguir este feliz deberán observarse los artículos siguientes:
”1º El jefe más antiguo del ejército de los Andes reunirá al cuerpo de oficiales en un punto cómodo y el más espacioso que se encuentre, dando principio a la lectura de este manifiesto.
”2º Reunidos todos, procederá a escribir su votación para general en jefe en una papeleta, verificándolo uno a uno, la que depositarán en algún cajón o saco que se llevará al efecto.
”3º Finalizada esta votación, se pasará al escrutinio que deberán presenciar el jefe principal y el capitán más antiguo de cada cuerpo; dicho escrutinio se hará a presencia de todos.
”4º Se prohíbe toda discusión que pueda preparar el ánimo en favor de algún individuo.
”5º En el momento de concluir el escrutinio se tirará un acta que acredite el nombramiento elegido, la que firmarán todos los jefes y el oficial más antiguo por clase.
”6º En el momento de verificada la elección se dará a reconocer el nuevo nombrado por un bando solemne y por un saludo de quince cañonazos.”
Estoy bien cerciorado del honor y patriotismo que adorna a todo oficial del ejército de los Andes. Sin embargo, como jefe que he sido de él y como compañero, me tomo la libertad de recordarles que de la íntima unión de nuestros sentimientos pende la libertad de la América del Sur.
«A todos es bien conocido el estado deplorable de mi salud. Esta me imposibilita el entregarme con la contracción que es indispensable en los trabajos que demanda el empleo, pero no de ayudar con mis cortas luces y mi persona en cualquier situación en que me halle a mi patria y compañeros.»
El 2 de abril de 1820, el general Gregorio Las Heras reunió a todos los oficiales y leyó la comunicación. Tras la lectura del documento, los oficiales del Ejército de los Andes resolvieron por unanimidad la continuidad de San Martín al frente del Ejército y lo plasmaron la resolución en un documento que se conoce como el “Acta de Rancagua”:
“Respetadísimo Jefe. Queda asentado como base y principio que la autoridad que recibió el señor general para hacer la guerra a los españoles y adelantar la felicidad del país no ha caducado ni puede caducar, porque su origen, que es la salud del pueblo, es inmutable.”
La ratificación de su autoridad permitió a San Martín continuar con su empresa libertadora y emprender la campaña del Perú