Autor: Mariano Fain
En julio del 356 aC, en Pella, Macedonia griega, nació uno de los más grandes conquistadores de la historia, Alejandro Magno.
Denominado Alejandro III de Macedonia, su padre, el rey Felipe II, lo preparó militarmente y encomendó a Aristóteles su educación intelectual.
Alejandro se convirtió en un joven valiente y astuto, por lo que con tan solo 16 años su padre lo puso al mando de la caballería macedonia en la batalla de Queronea y para hacer frente a la insurrección tracia. Su ambición, determinación y coraje llevaron a su padre a decirle: «Busca otro reino, hijo mío, porque Macedonia no es lo suficientemente grande para ti».
Así, al ser coronado con apenas 20 años, se lanzó a la conquista del Imperio Persa. Cambió por completo la estructura política del imperio, sin aplastar las áreas conquistadas, intercambiando conocimientos y aprovechando sus intelectuales, transformando sus conquistas militares en culturales.
Durante su reinado, siempre estuvo en campaña, consolidó las fronteras de los Balcanes, anexó los territorios de Egipto, el Imperio Aqueménida y el extenso Imperio Persa. Las fronteras de sus conquistas llegaron hasta las actuales India y Mongolia.
El 2 de junio de 323 a.C. asistió a un banquete organizado por su amigo Medius de Larissa en Babilonia. Esa misma noche empezó a tener fiebre y desmayos. Nunca se recuperó y fue trasladado al palacio de Nabucodonosor II donde agonizó durante once días.
El respeto que sentían sus tropas por él les permitió desfilar frente a su cama durante sus dos últimos días de vida. Finalmente murió el 13 de junio con tan solo 32 años.
Las disputas por su sucesión generaron el desmembramiento del imperio. Su cuerpo fue colocado en un sarcófago antropomórfico de oro y a su vez dentro de un ataúd de oro, ambos depositados junto con su armadura en un carruaje dorado que tenía un techo abovedado sostenido por peristilo jónico.
Todo esto se perdió debido a los sucesivos saqueos iniciados por Calígula. Aunque es tildado de tirano megalómano que destruyó la estabilidad creada por los persas, su figura y legado sirvieron de inspiración a otros conquistadores como Julio César y Napoleón Bonaparte.
Mientras transitaba por parte de sus tierras recién conquistadas, Alejandro se extravió. Se acercó a una pareja de campesinos, e identificándose, les preguntó por el curso del río que buscaba. La pareja le indicó el camino y Alejandro le dijo al campesino «en agradecimiento por su ayuda le otorgo el derecho a explotar la tierra que habita hasta donde llegue a su mirada en el horizonte»; el campesino le respondió que no sabía si era digno de semejante regalo, a lo que Alejandro le contestó: «No, pero un regalo debe estar a la altura de quien lo otorga, no de quien lo recibe”.