“Azopardo, un luchador incansable”, por Felipe Pigna


En 1824 Azopardo fue designado capitán del puerto de Buenos Aires y participó en la guerra contra el Brasil. Se retiró en 1826. Murió en la pobreza, en 1848, en una casa ubicada en las actuales Cerrito y Corrientes.

Autor: Felipe Pigna

Quien le da el nombre a la calle del bajo porteño se llamaba Juan Bautista Azopardo. Nació en Senglea, en la isla de Malta, el 19 de febrero de 1772. Vivir en una isla condiciona, invita a enamorarse del mar y así le ocurrió al joven Juan quien ya a los trece años andaba por los arsenales navales de Tolón aprendiendo todo lo que podía o le dejaban, hasta que pudo incorporarse a la armada francesa bajo cuya bandera participó en las guerras coloniales en Martinica y Guadalupe. Para 1796, a sus veinticuatro años, ya había participado en veinticuatro combates por mar y tierra destacándose en todos ellos por su temeridad y arrojo, lo que le valió el ascenso a teniente 1º de marina.

Llegó a Montevideo en 1806 con el grado de teniente primero a tiempo para ponerse al mando de los resistentes contra la invasión inglesa. De allí pasó a Buenos Aires donde siguió peleando ahora como capitán urbano de artillería. Santiago de Liniers, el líder de la Reconquista, le pidió que se haga cargo de la instrucción de la milicia popular de “pardos y morenos”, compuesta mayoritariamente por esclavos. Se destacó heroicamente durante la segunda invasión inglesa por lo que fue ascendido a teniente coronel de milicias. Hombre fiel al designado virrey Liniers, cayó en desgracia con la llegada de su reemplazante Baltasar Hidalgo de Cisneros, quien lo destituyó. Tras el triunfo de la Revolución de Mayo , a la que apoyó desde sus albores, ya con el grado de coronel, fue designado al frente de la flotilla patriota integrada por la goleta Invencible, el bergantín 25 de Mayo y la balandra Americana. En el combate naval de San Nicolás, el 2 de marzo de 1811, volvió a mostrar su fiereza cuando derrotadas las otras dos naves tuvo que hacerle frente con la Invencible a cuatro barcos españoles. Resistió todo lo que pudo y amenazó con volar la santabárbara. Los enemigos que ya ocupaban gran parte del barco y que no querían volar por el aire, ofrecieron respetar las vidas de Azopardo y sus compañeros y el maltés aceptó pensando más en las vidas de sus camaradas de armas que en la propia.

Fue trasladado como prisionero a Montevideo, todavía en manos españolas, donde se le instruyó un juicio sumario y se lo condenó a cumplir su condena en la tenebrosa prisión del castillo de San Sebastián en Cádiz donde moriría años más tarde un notable prisionero, el precursor Francisco de Miranda. En 1815 Azopardo fue trasladado a la prisión de Ceuta, dominio español del norte de África. Durante su cautiverio pasó por todos los sufrimientos, estuvo a punto de ser fusilado en tres oportunidades y trabó amistad con el hermano de Túpac Amaru, Juan Bautista, prisionero de los españoles desde 1781.

En 1820, el movimiento liberal encabezado por Riego liberó a los prisioneros políticos, entre ellos a Azopardo quien tras nueve años de cautiverio pudo llegar a Buenos Aires, el 26 de agosto de aquel año, donde se le reconoció su grado militar previo a su arresto. Dos años después alojó en su casa a Juan Bautista Túpac Amaru. Hizo todo lo que pudo por su amigo y compañero de ideas y de prisión: logró que se le concediera una pensión, le consiguió alojamiento y que el gobierno de Buenos Aires publicara sus valiosas memorias. En 1824 Azopardo fue designado Capitán del puerto de Buenos Aires y luego participó en la guerra contra el Brasil como segundo jefe de la escuadra de Guillermo Brown. Tras la contienda obtuvo su retiro el 20 de diciembre de 1826.

Murió en la pobreza el 23 de octubre de 1848, en su casa ubicada en una zona destinada a ser el centro neurálgico de Buenos Aires,  en las actuales Corrientes y Cerrito, muy cerca del lugar donde mucho tiempo después se levantaría el obelisco.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar