El 11 de abril de 1870 murió en el Palacio San José, Entre Ríos, el general Justo José de Urquiza, asesinado por el sargento mayor Simón Luengo. Reproducimos a continuación una carta que Rosas le escribió a Federico Terrero sobre el asesinato.
Fuente: Copia de Máximo Terrero en Archivo General de la nación, sección Fariní, legajo 23; en Gras, Mario César, Rosas y Urquiza, sus relaciones después de Caseros, Buenos Aires, [s.n.], 1948, págs. 376-377.
Sr. Don Federico Terrero.
Junio 5 de 1870
Mi querido Federico:
Con recuerdo, aprecio y placer he recibido las expresiones de mi muy amada comadre, las tuyas, María Gertrudis, tus hermanos e hijos.
Expresiones enunciadas en tu muy apreciable de abril 22, que devuelvo a todos con la amistad agradecida que les consagro y con un entrañable abrazo a la primera y con la parte correspondiente a todos sus buenos hijos.
Ninguna persona que haya seguido estudiando en la práctica, la historia de las repúblicas del plata, ha debido extrañar el desgraciado fin de su Excelencia el señor capitán general Urquiza.
Por el contrario, lo admirable e inaudito es, su permanencia en el poder, por grado siempre bajando, a virtud de sus hechos contrarios a su crédito, a sus amigos políticos, y favorables a sus enemigos.
Pocos años después de la altura de su poder, desde cuando ordenó la devolución de mis propiedades, y muy principalmente después de la batalla de Pavón, le he escrito varias veces dándole consejo en orden a la seguridad de su persona, su fortuna y a efecto de prevenir desgracias en su familia.
En mi larga carta, después de esa batalla le dije que habiendo él mismo cometido el gravísimo error, después del triunfo, de pasar todo su poder a sus enemigos, con funesto perjuicio a los que seguían de buena fe su política; su vida y su fortuna, no estaban seguras, si permanecía en la provincia entrerriana.
Que yo, en su caso, reduciría a dinero mis propiedades, y lo pondría en el Banco de Inglaterra para vivir de su renta en el posible sosiego, con mi familia.
Últimamente, poco antes de la triste noticia de su asesinato, le escribí, por complacerlo, dándole consejos implícitos en orden a su testamento, para prevenir después de su muerte, desgracias a su buena compañera y a sus hijos.
En una república de estados federales, el gobierno general no puede intervenir con fuerza armada en algún hecho de armas, puramente interno, en algunas de las provincias, o estados federados.
Y si es, como se dice, que la gran mayoría de la provincia entrerriana está en armas para sostener la aprobación que ha dado, a ese asesinato de su gobernador, cuya persona consideraban ya peligrosa, en y fuera de ella, es en tal caso un hecho y alarma, puramente internos.
El tema de tu carta con la vara que midiereis con ella serás medido es innegable.
Su E. el Señor Capitán General Urquiza lo ha usado con frecuencia al hablar del descenso del general Rosas.
“Toda mi vida, decía, me atormentará constantemente, el recuerdo del inaudito crimen que cometí, al cooperar, en el modo como lo hice, a la caída del general Rosas. Temo siempre ser medido con la misma vara y muerto con el mismo cuchillo por los mismos que por mis esfuerzos y gravísimos errores, he colocado en el poder”.
¿Por qué entonces continuaba sus errores y seguía su marcha pública por caminos tan peligrosos y extraviados?
Porque así es el hombre en su caso, circunstancias y opulencias en la engañosa condición de su veloz carrera.
Estamos bien de acuerdo en todas tus consideraciones relativas. Y pienso también, lo mismo, cuando dices que las complicaciones que vendrán serán serias y que lo peor de todo son las maniobras del gabinete brasileña.
Que Dios ilumine la marcha pública de los primeros hombres de esas repúblicas y tenga piedad de todos son los votos de tu agradecido amigo.
Rosas
Fuente: www.elhistoriador.com.ar