Carta del Subcomandante Marcos a Ernesto Zedillo


Subcomandante Insurgente Marcos

Enlace Civil

JÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.

MÉXICO.

Noviembre del 2000.

Al señor Ernesto Zedillo Ponce de León.

En tránsito a ninguna parte,

Planeta Tierra.

Señor Zedillo:

Hace 6 años le escribí a nombre de todos los zapatistas dándole la bienvenida a la pesadilla.

Muchos piensan ahora que teníamos razón. A lo largo de este sexenio, su mandato ha sido una larga pesadilla para millones de mexicanos y mexicanas: magnicidios, crisis económica, empobrecimiento masivo, enriquecimiento ilícito y brutal de unos cuantos, venta de la soberanía nacional, inseguridad pública, estrechamiento de ligas entre el gobierno y el crimen organizado, corrupción, irresponsabilidad, guerra… y chistes malos y mal contados.

A lo largo de su sexenio, usted se empeñó en destruir a los indígenas que se alzaron desafiando todo lo que usted representa. Usted se empeñó en destruirnos.

Cuando usted llegó al poder, tenía la libertad de escoger cómo enfrentar el alzamiento zapatista. Lo que eligió e hizo ya es historia. En su carácter de comandante supremo del ejército federal y con todo el poder que da el ser titular del ejecutivo, podía haber escogido el camino del diálogo y la negociación. Podía haber dado señales de distensión. Podía haber cumplido lo que firmó en San Andrés. Podía haber llegado a la paz.

No lo hizo.

Escogió mejor la doble estrategia de fingir disposición al diálogo y continuar el camino de la vía violenta. Para ello intentó repetir la historia de la traición de Chinameca (el 9 de febrero de 1995), derrochó miles de millones de pesos tratando de comprar la conciencia de los rebeldes; militarizó las comunidades indígenas (y no sólo las de Chiapas);expulsó a observadores internacionales; entrenó, equipó, armó y financió paramilitares; persiguió, encarceló y ejecutó sumariamente a zapatistas («remember» Unión Progreso, 10 de junio de 1998) y no zapatistas; destruyó el tejido social del campo chiapaneco; y siguiendo la consigna de su hijo putativo, el grupo paramilitar «Máscara Roja» («mataremos la semilla zapatista»), mandó masacrar a niños y mujeres embarazadas en Acteal, el 22de diciembre de 1997.

Podríamos entender por qué, pudiendo seguir el camino del diálogo, optó por hacernos la guerra. Pudo haber sido porque le vendieron la idea de que podía tomarnos presos, que podía derrotarnos militarmente, que podía lograr que nos rindiéramos, que podía comprarnos, que podía engañarnos, que podía conseguir que los mexicanos se olvidaran de nosotros y de nuestra lucha, que podía hacer que la gente de otros países renunciara a la solidaridad con la causa indígena. En suma, que podía ganarnos la guerra. Eso podríamos entenderlo. Pero, señor Zedillo, ¿por qué Acteal? ¿Por qué mandó usted asesinar niños? ¿Por qué mandó a sus esbirros a rematar con machetes a las mujeres embarazadas que, heridas o aterradas, no alcanzaron a escapar de la masacre?

En fin, ¿qué no hizo usted para acabar con los zapatistas?

Pero ¿acaso se acabaron? Se escabulleron de su emboscada del 9 de febrero de 1995; se rebelaron de nuevo ante su incumplimiento de los Acuerdos de San Andrés; se escaparon de su cerco militar cuantas veces quisieron ;resistieron a su feroz ofensiva, conducida por el «croquetas» Albores,contra los municipio autónomos; una y otra vez demostraron con movilizaciones que sus demandas cuentan con el respaldo de millones de mexicanos. No, los zapatistas no se acabaron.

Y no sólo no se acabaron. Además proliferaron por todo el mundo. ¿Recuerda usted las veces que tuvo que abandonar, por salidas de emergencia y en forma subrepticia, los eventos que en otros países se realizaban, mientras los comités de solidaridad zapatistas protestaban por su política frente a Chiapas? ¿Hay algún embajador o cónsul que no le haya reportado con desesperación las acciones que zapatistas internacionales realizaban en los actos y edificios del gobierno mexicano en el extranjero? ¿Cuántos extrañamientos de organismos internacionales no recibió su servicio de relaciones exteriores por el incumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, la militarización de Chiapas y la falta de diálogo con los zapatistas? Y cuando usted ordenó la expulsión de cientos de observadores internacionales, ¿acaso disminuyeron las acciones de solidaridad en todo el mundo?

¿Y qué me dice de México? En lugar de quedarse «circunscrito a 4 municipios chiapanecos», el pensamiento zapatista se extendió a los 32 estados de la federación. Y se hizo obrero, campesino, indígena, maestro, estudiante, empleado, chofer, pescador, rockero, pintor, actor, escritor, monja, sacerdote, deportista, ama de casa, colono, sindicalista independiente, homosexual, lesbiana, transexual, soldado, marino, pequeño y mediano propietario, vendedor ambulante, discapacitado, jubilado y pensionado, gente.

Así fueron estos 6 años señor Zedillo. Pudiendo elegir entre la paz y la guerra, usted optó por la guerra. Los resultados de esta elección están a la vista: usted perdió la guerra.

Usted hizo todo lo que pudo para destruirnos.

Nosotros sólo resistimos.

Usted se va al exilio.

Nosotros aquí seguimos.

Señor Zedillo:

Usted llegó al poder por la vía del crimen que, a la fecha, sigue impune. Y de crímenes impunes se llenó su sexenio. Además de llevar adelante las políticas de privatización de su antecesor (y hoy abierto enemigo), Salinas de Gortari, usted disfrazó de legalidad ese otro crimen que se llama FOBAPROA-IPAB y que consiste, grosso modo, no sólo en que los mexicanos pobres «rescaten» a los ricos y los hagan más ricos, también en que esa pesada carga comprometa a varias generaciones futuras.

Para más de 70 millones de mexicanos, la supuesta solidez económica del país significó miseria y desempleo. Mientras usted cuidó encarecidamente la invasión de capitales extranjeros, en el mercado nacional las empresas medianas y pequeñas fueron desapareciendo.

Durante su mandato, las fronteras que dividen gobierno y crimen organizado se borraron y los escándalos continuos provocaron serios problemas a la prensa: era imposible dilucidar qué noticas eran de la sección política y cuáles de la nota roja:»suicidados», ex gobernadores prófugos, generales presos, prósperos empresarios que «sólo» fueron torturadores, policía «especializada» en combate al crimen organizado tomando universidades.

Hoy, al igual que su antecesor, usted se marcha con quienes le rindieron culto, le sirvieron y se sirvieron, convertidos en sus peores enemigos y dispuestos a perseguirlo. Así que a partir de mañana sabrá usted, señor Zedillo, lo que es ser perseguido día y noche. Y no durará sólo 6 años. Porque a partir de ahora será muy larga la fila de quienes le quieran cobrar cuentas y agravios.

Es claro que teníamos razón cuando, hace 6 años, los zapatistas le dimos la bienvenida a la pesadilla. Pero, ahora que usted se va, ¿ya terminó?

Sí y no.

Porque para nosotros la pesadilla con usted termina hoy. Podrá seguirle otra o podrá amanecer por fin, no lo sabemos, nosotros haremos todo lo posible para que sea el mañana lo que florezca. Pero para usted, señor Zedillo, la pesadilla no hará sino continuar…

Vale. Salud y no importa dónde se esconda, ahí también habrá zapatistas.

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos. México, Noviembre del 2,000.

P. D.- Por cierto, antes de que se me olvide: hace un año, en septiembre de 1999, usted nos mandó una carta abierta a través de su secretario de Gobernación (y hoy precandidato a la presidencia del PRI). Creo que la carta se llamaba «Un Paso Más al Abismo», «Un Paso Más Turbio», «Un Paso Más Cínico» o algo así. En ella, con tan sólo 3 años de retraso, su gobierno supuestamente respondía, con mentiras, a las condiciones que, ¡en septiembre de 1996!, habíamos puesto para reiniciar el diálogo. La carta abierta pretendía, más que engañarnos a nosotros, embaucar a la opinión pública nacional e internacional. Cosa que, por cierto, no logró. Como quiera que sea, la mentada carta nos decía que nos diéramos por satisfechos con lo que ahí se decía y nos invitaba a regresar al diálogo. Sería descortés de nuestra parte el dejarlo sin respuesta, sobre todo ahora que usted ya se va (¡por fin!). Perdón por el retraso, pero permítame aprovechar estas líneas para contestar. Nuestra respuesta es: ¡NO!

De nada.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar