Chilavert y la Vuelta de Obligado. Un unitario en las filas rosistas


En la mañana del 20 de noviembre de 1845 asomaron las siluetas de cientos de barcos de bandera inglesa y francesa. El puerto de Buenos Aires fue bloqueado nuevamente 1, esta vez por las dos flotas más poderosas del mundo, históricas enemigas que se aliaban contra la Confederación Argentina. Inglaterra y Francia intentaban obtener la libre navegación del río Paraná para comerciar libremente y también para auxiliar a Corrientes, provincia opositora al gobierno de Rosas. Esto permitiría que la sitiada Montevideo pudiera comerciar tanto con Paraguay como con las provincias del litoral.

Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires y encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación, puso al frente de la defensa del territorio nacional al general Lucio N. Mansilla, quien tendió tres enormes cadenas atravesando el imponente Paraná de costa a costa sostenidas en 24 barquitos, diez de ellos cargados de explosivos. Detrás de todo el dispositivo, esperaba heroicamente a la flota más poderosa del mundo una goleta nacional.

A pesar de la memorable resistencia de Mansilla y sus fuerzas, la flota extranjera rompió las cadenas y se adentró en el Río Paraná. Sin embargo, aunque las bajas de las tropas nacionales fueron diez veces mayores y los agresores lograron avanzar, fue vano su intento de vender las mercaderías y recibieron nuevos embestidas río arriba. El saldo final fue frustrante para los europeos. Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847, mientras que los franceses lo hicieron un año después.

La firme actitud de Rosas durante el bloqueo le valió el apoyo de diversas personalidades de un amplio espectro político, entre ellos de José de San Martín, quien ofreció sus servicios en varias ocasiones y legó en su testamento su sable al gobernador de Buenos Aires.

Quisimos compartir en esta ocasión, dos cartas que envió Martiniano Chilavert, un ferviente unitario que había acompañado a Lavalle desde el golpe de 1828 hasta su exilio y lo siguió más tarde en su invasión a Entre Ríos en 1839 como jefe de Estado mayor y de artillería. También peleó a las órdenes de Fructuoso de Rivera en su lucha contra Manuel Oribe, aliado político de Rosas.

Sin embargo, ante la amenaza de la invasión extranjera que apoyaba el partido unitario, Chilavert decidió retirarse a su vida privada y poco después ofreció sus servicios a Juan Manuel de Rosas, su rival político, a quien sirvió desde 1847 hasta su muerte, el 4 de febrero de 1852. “Considero el más espantoso crimen llevar contra él [mi país] las armas del extranjero”, explicaba en una de las cartas que a continuación reproducimos, a la vez que denunciaba los intereses que impulsaban la invasión: “Vi también propagadas doctrinas que tienden a convertir el interés mercantil de la Inglaterra en un centro de atracción al que deben subordinarse los más caros [intereses] de mi país, y al que deben sacrificar su honor y su porvenir”.  

Autor:Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina, Tomo VII, Buenos Aires, Orientación Cultural Editores, 1958, págs. 179-181.

Excmo. Sr. Presidente de la República Oriental del Uruguay

San Lorenzo (Río Grande del Sur), mayo 11 de 1846

Mi general: En otras ocasiones V.E. se dignó ofrecerme todas las garantías necesarias para volver a mi país. Sobre si debía o no admitir esta oferta, apelo al fallo de V.E. Abrazado había un partido a quien el infortunio oprimía: forzoso era serle consecuente y leal; pero esta consecuencia y esta lealtad no podían ser indefinidas.

En todas las posiciones en que el destino me ha colocado, el amor a mi país ha sido siempre el sentimiento más enérgico de mi corazón. Su honor y su dignidad me merecen un religioso respeto. Considero el más espantoso crimen llevar contra él las armas del extranjero. Vergüenza y oprobio recogerá el que así proceda; y en su conciencia llevará eternamente un acusador implacable que sin cesar le repetirá: ¡traidor! ¡traidor!¡traidor!

Conducido por estás convicciones, me reputé desligado del partido a quien servía, tan luego como la intervención binaria de la Inglaterra y de la Francia se realizó en los negocios del Plata; y decidí retirarme a la vida privada, a cuyo efecto pedí al gobierno de Montevideo mi absoluta  separación del servicio, como se impondrá V.E. por la copia de la solicitud que tengo el honor de acompañar. Esta era mi intención cuando llegaron a mis manos en el retiro en que me hallo, algunos periódicos que me impusieron de las ultrajantes condiciones a que pretenden sujetar a mi país los poderes interventores; del modo inicuo como se había tomado su escuadra, hecho digno de registrarse en los anales de Borgia.

Vi también propagadas doctrinas que tienden a convertir el interés mercantil de la Inglaterra en un centro de atracción al que deben subordinarse los más caros de mi país, y al que deben sacrificar su honor y su porvenir. La disolución misma de su nacionalidad se establece como principio.

El cañón de Obligado contestó a tan insolentes provocaciones. Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante un solo deseo me anima: el de servir a mi patria en esta lucha de justicia y de gloria para ella.

Todos los recuerdos gloriosos de nuestra inmortal revolución en que fui nombrado, se agolpan. Sus cánticos sagrados vibran en mi oído. Sí, es mi patria grande y majestuosa, dominado al Aconcagua y Pichincha, anunciándose al mundo por esta sublime verdad: existo por mi propia fuerza.

Irritada ahora por injustas ofensas, pero generosa, acredita que podría quizás ser vencida, pero que dejará por trofeos una tumba flotando en un océano de sangre, alumbrada por las llamas de sus lares incendiados.

La felicito por su heroica resolución, y oro por la conservación del gobierno que tan dignamente la representa, y para que lo colme del espíritu de sabiduría.

Al ofrecer al gobierno de mi país mis débiles servicios por la benévola mediación de V.E., nada me reservo.

Lo único que pido es que se me conceda el más completo y silencioso olvido sobre lo pasado. No porque encuentre en mi conducta algo que me pueda reprochar. ¿Podrá un hombre deprimir al partido a quien sirvió con el mayor celo y ardor sin deprimirse a sí mismo?

En el templo de Delfos se leía la siguiente inscripción: “que nadie se aproxima aquí si no trae las manos puras”. Mi única ambición es la de presentarme siempre digno de pertenecer a mi esclarecida patria, y del aprecio de los hombres de bien.

Ruego a V.E. se digne elevar al conocimiento del superior gobierno de la Confederación Argentina mis ardientes deseos de servirlo en la lucha santa en que se halla empeñado y mis sinceros votos por su dicha, seguro de que nunca tendrá V.E. de qué arrepentirse de haber dado este paso.

Martiniano Chilavert

 

Reproducimos aquí la nota que adjuntaba Chilavert a la carta del 11 de mayo

San Lorenzo, abril 15 de 1846

Excmo señor:
Don Martiniano Chilavert, de nacionalidad argentino, coronel de artillería de la República, ante V. E., con el mayor respeto expone: que ha servido nueve años a la República 2 sin que ni los más amargos sinsabores, ni las más atroces calumnias, ni injustas proscripciones hayan disminuido su ardiente celo y su constante adhesión a la causa que sostenía, pues consideraba en ella envuelta la dicha de la Patria; objeto de todos sus conatos y el más enérgico sentimiento de su corazón.

Más ahora, Exmo Señor, esa misma Patria querida a la que sirvo desde la edad de quince años, se ve hostilizada por dos formidables potencias y, a su juicio, amenazada en sus más altos intereses, en su dignidad, en su gloria y en su futura prosperidad.

Estas razones, y ser opuesto a sus principios combatir contra su país unido a fuerzas extranjeras, sea cual fuere la naturaleza de gobierno que lo rige, lo han decidido a retirarse a la vida privada, a cuyo efecto a V.E. suplica se digne concederle la absoluta separación del servicio.»

Referencias:
1 Ya en 1838 las naves francesas habían bloqueado el puerto de Buenos Aires.
2 Se refiere a la Banda Oriental.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar