Fuente: Frigerio, Rogelio, Diez años de la crisis argentina. Diagnóstico y programa del desarrollo, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1983.
«Los argentinos estamos viviendo un momento muy triste de la vida nacional, que exige una serie de actitudes de reconstrucción moral y material; que exige desprendimiento y abandono de todo espíritu de sector, pero también evitar el escapismo y la deformación de la verdad. En primer lugar cabe distinguir el heroísmo de nuestros combatientes y la vocación de sacrificio evidenciada por nuestro pueblo respecto a la conducción política del gobierno que nos llevó a este resultado tan gravoso para el país en vidas, en pérdidas materiales y en frustración del sentimiento popular.»
«En nuestro documento del 22 de abril, en una total soledad, formulamos esa distinción entre el plano político y el plano militar del conflicto, así como formulamos una serie de interrogantes cuya respuesta negativa han dado los hechos señalando que se evaluó incorrectamente la relación de fuerzas y se nos llevó a una guerra que no podía terminar sino como ha terminado. Hoy sigue siendo válida esa distinción, justamente porque necesitamos de la unidad nacional, y ella no puede asentarse sino en la verdad. Los que teniendo elementos de juicio evaluaron mal la situación; los que no consultaron debidamente al país sobre una cuestión tan trascendente; los que desinformaron a la población y fomentaron un triunfalismo que hoy alimenta la frustración tienen que asumir cabalmente su responsabilidad política. Para superar este momento difícil es preciso evitar que toda la Nación se sienta responsable, y para ello se requiere el acto higiénico de que queden identificados quienes verdaderamente lo son.»
«Es obvio que no debemos resignar nuestros derechos sobre las islas Malvinas, que son y serán argentinas; pero no es admisible que el gobierno, al margen de la voluntad popular, haya dicho que la guerra continúa en un postrero intento de ocultar su responsabilidad. La decisión sobre la guerra y sobre la paz concierne a toda la Nación y no puede ser adoptada al margen de su voluntad legítimamente expresada. Su Santidad Juan Pablo II dejó un mensaje que los argentinos debemos aprovechar sin deformaciones, necesitamos de la paz para reconstruir la Nación en todos sus aspectos e incluso para algún día reivindicar con éxito las islas irredentas.»
«Se trata ahora de pensar el futuro y comenzar a trabajar por él. Es un compromiso con nuestros muertos y con las víctimas de la guerra, y con la juventud que ha entregado sus esperanzas y en muchos casos su vida. Es preciso buscar la coincidencia programática (no sólo retórica) entre todos los sectores sociales y políticos, incluyendo militares y civiles, no como partes separadas sino como integrantes de una misma nación. Sólo un compromiso de esos alcances, asumido con honradez, nos abrirá el camino para superar la gravísima crisis que preexistía al 2 de abril y que ahora se ha acentuado, para asegurar pan y trabajo a todos los argentinos, para marchar rápidamente hacia una verdadera democracia y para dar cimientos sólidos a la grandeza nacional.»