A pesar de la orden dada por el dictador Leopoldo Galtieri, de seguir combatiendo hasta las últimas consecuencias, lo que implicaba continuar hasta perder las dos terceras partes de los efectivos, el 14 de junio de 1982, la comandancia argentina en las Islas Malvinas firmó la rendición. La noticia, emitida en medio de un partido del Mundial de Fútbol que se jugaba en España, causó gran frustración en una población engañada con la campaña triunfalista del gobierno.
La guerra había comenzado inesperadamente para la gran mayoría dos meses antes, buscando la dictadura argentina recuperar cierto consenso de la población, cuando los aberrantes crímenes de lesa humanidad dejaban de ser un secreto a voces, que aterraba y silenciaba a muchos de quienes lo conocían.
Ignorando todo intento de alcanzar un acuerdo por medios pacíficos y utilizando como pretexto la prepotente desobediencia de Gran Bretaña a las resoluciones de las Naciones Unidas, la dictadura argentina se internó en una aventura que terminó no sólo con la derrota y la pérdida de más de 600 vidas argentinas, sino con un retroceso en las negociaciones diplomáticas. Luego de unos días de incertidumbre e incidentes, Galtieri debió renunciar, dejando el cargo al general Reynaldo Bignone, quien fue el que debió convocar de inmediato a la nueva apertura democrática.
La Guerra de Malvinas no sólo dejó un importante número de muertos, la mayoría jóvenes e inexpertos conscriptos, sino la evidencia de la cobardía de gran parte de la comandancia de las Fuerzas Armadas argentinas, que fue capaz de ordenar torturas y castigos severísimos a los soldados, aun en las condiciones sumamente adversas en las que se encontraban. Pero además, dejó en evidencia su falta de competencia y ética profesional para dirigir una guerra, tal como quedó evidenciado en el informe interno escrito por la Comisión Rattenbach luego de finalizada la guerra.
En la fecha de la rendición argentina, recordamos las recientes palabras de la embajadora estadounidense Jeane Kirkpatrick, quien apoyó entonces a la Dictadura argentina.
Fuente: Reportaje a Jeane Kirkpatrick en, Suplemento Zona, Diario Clarín, 31 de marzo de 2002; en Ricardo de Titto, La Joya más preciada. Una Historia general de la Argentina, Buenos Aires, Editorial Ateneo, 2008.
«Los argentinos nunca comprendieron cuán estrechas eran las relaciones entre los Estados Unidos y el Reino Unido, no solamente por razones históricas sino porque además Ronald Reagan y Margaret Thatcher eran amigos personales desde antes de llegar al poder. Eran los dos grandes líderes conservadores cuando toda Europa tenía gobiernos socialistas. Defendían la libertad de mercado. No tanto la democracia como la libertad de los mercados.»
Jeane Kirkpatrick