Documentos del retorno de Perón


Fuente: Juan Domingo Perón, Documentos del retorno, Instituto Nacional “Juan Domingo Perón” de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas, Buenos Aires, 2006.

Mensaje del 7 de noviembre de 1972

A los compañeros peronistas:

Antes que noticias mal intencionadas puedan llegar al pueblo argentino, deseo ser yo quien les informe la verdad sobre mi proyectado viaje a la Patria.

Me cuesta comprender las causas por las cuales los argentinos no pueden llegar, con un objetivo común, a las soluciones que el país y el pueblo reclaman. La normalización institucional de que se ha hablado, no puede tener inconvenientes, si se la trata y establece de buena fe con la suficiente grandeza y sin intereses bastardos que la interfieran.

Si todos deseamos, dentro de esta regla, el bien de la Patria, no me explico las razones que puedan existir para impedirla.

El gobierno ha manifestado, por boca de su presidente, que está dispuesto al diálogo y que yo puedo regresar al país cuando y como lo desee, con todas las garantías.

Ello me ha impulsado a retornar a la Patria, después de dieciocho años de ostracismo, por si mi presencia allí puede ser prenda de paz y entendimiento, factores que según veo, no existen en la actualidad. Pienso que la situación del país bien impone cualquier sacrificio de sus ciudadanos, si con ello se crea el más leve resquicio de soluciones.

Ya van a ser casi treinta años que me encuentro empeñado en alcanzar tales soluciones y anhelo, si ello es posible, prestar quizá mi último servicio a la Patria y a mis conciudadanos. Por eso a pesar de mis años, un mandato interior de mi conciencia me impulsa a tomar la decisión de volver, con la más buena voluntad, sin rencores – que en mí no han sido nunca habituales- y con la firme decisión de servir. Si ello es posible.

Por todo ello, pido a mis compañeros que, interpretando mi regreso dentro de tales sentimientos y designios, colaboren y cooperen para que mi misión pueda ser cumplida en las mejores condiciones, en una atmósfera de paz y tranquilidad, indispensables para todo lo que deseamos constructivo. Espero que nuestros adversarios lo entiendan de la misma manera si es que, como nosotros, anhelan terminar con los odios inexplicables y las violencias inconcebibles.

Espero, Dios mediante, estar con ustedes el día 17 de noviembre próximo.

Hasta entonces un gran abrazo sobre mi corazón.


15 de noviembre de 1972

A mi Pueblo

Compañeros peronistas:

Pocos podrán imaginar la profunda emoción que embarga a mi alma ante la satisfacción de volver a ver de cerca a tantos compañeros de los viejos tiempos, como a tantos compañeros nuevos, de una juventud maravillosa que, tomando nuestras banderas, para bien de la Patria, están decididos a llevarlas al triunfo.

También, como en los viejos tiempos, quiero pedir a todos los compañeros de antes y de ahora, que dando el mejor ejemplo de cordura y madurez política, nos mantengamos todos dentro del mayor orden y tranquilidad. Mi misión es de paz y no de guerra. Vuelvo al país, después de dieciocho años de exilio, producto de un revanchismo que no ha hecho sino perjudicar gravemente a la Nación. No seamos nosotros colaboradores de tan fatídica inspiración.

Nunca hemos sido tan fuertes. En consecuencia ha llegado la hora de emplear la inteligencia y la tolerancia, porque el que se siente fuerte suele estar propicio a prescindir de la prudencia.

El pueblo puede perdonar porque en él es innata la grandeza. Los hombres no solemos estar siempre a su altura moral, pero hay circunstancias en que el buen sentido ha de imponerse. La vida es lucha y renunciar a ésta es renunciar a la vida; pero, en momentos como los que nuestra Patria vive, esa lucha ha de realizarse dentro de una prudente realidad.

Agotemos primero los módulos pacíficos, que para la violencia siempre hay tiempo. Desde que todos somos argentinos, tratemos de arreglar nuestros pleitos en familia porque si no serán los de afuera los beneficiarios. Que seamos nosotros, los peronistas, los que sepamos dar el mejor ejemplo de cordura.

Hasta pronto y un gran abrazo para todos.

 

Juan Domingo Perón


Mensaje desde Roma antes de partir hacia la Argentina

17 de noviembre de 1972

Deseo que mis primeras palabras sean para hacer presente mi profunda gratitud a Italia, modelo de democracia moderna; a su gobierno, como también a sus instituciones que he visto desempeñarse con tanta eficacia en estos días que he permanecido en Roma; a sus carabineros, sus guardias de finanzas y a la policía de seguridad. Asimismo deseo que mi agradecimiento llegue a la RAI como al periodismo italiano, al que he visto reflejar en sus páginas con una objetividad admirable todas las actividades que me ha tocado desempeñar en Italia.

Con referencia a mi país, deseo muy simplemente hacer presente el objeto de mi viaje. En primer lugar es contactarme con el pueblo argentino, al que hace tantos años no he podido sino contemplar a una larga distancia. Hacerlo también con los jefes de las fuerzas políticas representativas del pueblo argentino y también con sus fuerzas armadas. El objetivo de mi viaje, como ya he hecho presente en otras oportunidades, es llevar una palabra de paz, tan indispensable en estos momentos para la Nación argentina que todavía no ha cicatrizado bien las heridas de una lucha que ha producido tanto mal a nuestro país.

Es así que yo pido al pueblo argentino, sin distinción de matices, ni categorías políticas, que sepa interpretar mi viaje como una empresa de paz y de pacificación que haga posible al más corto plazo la institucionalización que el país ha perdido desde hace ya 18 años. En ese concepto es que pido a todas las fuerzas populares que han de asistir a mi llegada a Buenos Aires, que procedan con la mayor prudencia, a fin de no alterar las condiciones de orden en que ha de desenvolverse todo acto que rodee a este acontecimiento. Asimismo, tomo yo las palabras del gobierno argentino, que no solamente me ha invitado a regresar al país, sino que – hace poco tiempo lo he leído aquí en los diarios de ltalia – quiere establecer un diálogo conmigo, para lo cual no tengo ni necesidad de pedir audiencia, sino de concurrir a los lugares que se determinen para establecer ese diálogo entre el gobierno y mi persona, que en este sentido no es sino un agente de la paz que anhelamos alcanzar en nuestro país.

Sin esa paz es difícil que pueda haber una normalización institucional, yo he sido siempre un agente de paz. No he provocado jamás situaciones de violencia. Antes de provocarlas he preferido renunciar, y eso está en el espíritu de todos los argentinos que han vivido cerca de mí. Por eso, desde esta cuna de la latinidad, que nos comprende y nos une a todos, una exhortación al pueblo argentino para que hermanados todos los argentinos, seamos capaces de enfrentar este momento decisivo de nuestra historia, con la mayor tranquilidad y con la hermandad más absoluta. Somos todos argentinos y no creo que haya nada que pueda separamos cuando estamos en la tarea de servir al país con toda decisión, con patriotismo, con grandeza y con desprendimiento. Por eso, a todos mis compañeros peronistas yo les pido que mantengan la mayor prudencia a fin de no provocar acontecimientos desagradables a mi llegada a Buenos Aires. Con eso quiero decirles hasta mañana, si Dios quiere.


Discurso de Perón antes de la conferencia de prensa en el restaurante «Nino» de Vicente López

25 de noviembre de 1972

En primer lugar quiero agradecerles la amabilidad que han tenido en llegar hasta acá, a fin de que podamos cambiar un poco ideas. Estas conferencias de prensa en mí tienen la posibilidad de explicar muchas cosas que a menudo resultan inexplicables para los que observan desde lejos o desde afuera los acontecimientos.

En segundo lugar yo les ruego que hagan por lo menos cada uno una pregunta, porque si unos hacen muchas preguntas muchos se quedarán sin respuesta, porque el tiempo nos va a apremiar rápidamente.

En tercer lugar yo tenía pensado hacer algunas consideraciones, pero en vista de que el tiempo está pasando, prefiero someterlos a ustedes, si quieren, primero a una explicación de conjunto más o menos sobre nuestra posición justicialista o si prefieren directamente entrar a las preguntas y respuestas.

Bueno. Eso quizás pueda permitir evitar algunas preguntas. La posición del Movimiento justicialista es simple. Hay mucha gente que todavía no la comprende, como también hay mucha gente que no comprende la evolución que el mundo está realizando en estos días.

Es indudable que el mundo actual está influenciado por una evolución histórica fuera de lo común. Estamos en un momento de cambio, en los sistemas y esquemas, tanto políticos, como sociales y económicos. Es indudable que esas etapas sean etapas de lucha, de discusión y algunas veces de pelea.

Cuando comienza el siglo XIX se produce un gran cambio, que reemplaza un sistema medieval por otro nuevo que hemos llamado demo-liberalismo-burgués. Pero la separación entre esos dos sistemas no se hace por una línea divisoria, sino por una amplia faja de lucha.

El demo-liberalismo-burgués que durante dos siglos ha manejado al mundo, en su implantación le costó a Europa veinte años de guerra. En esos veinte años de guerra se realizó el cambio y durante dos siglos el sistema demo-liberal-burgués ha manejado al mundo.

Lo ha manejado con sus empresas, con sus máquinas, ha hecho evolucionar al mundo en lo técnico y en lo científico más que en los diez siglos precedentes. Eso no lo podemos negar.

Pero tampoco podemos negar que ese sistema se ha realizado sobre las espaldas y los sacrificios de los pueblos. Pero esos mismos medios técnicos y científicos, han dispersado la información masiva por el mundo y simultáneamente, han esclarecido a los pueblos.

Hoy, el último paisano a cientos o miles de kilómetros de las metrópolis, tiene su transistor en la oreja con el cual está viviendo lo que pasa en el mundo en ese momento. Es esto lo que ha terminado por esclarecer a los pueblos y hoy los pueblos no quieren ya el sacrificio.

Y si se los somete a ese sacrificio se rebelan y tienen razón. Hoy los pueblos aceptan el esfuerzo mancomunado, donde el esfuerzo esté relacionado con las ventajas que su capacidad y su esfuerzo producen. Es este el cambio al cual estamos asistiendo en el mundo.

Y esos dos sistemas, uno que muere y otro que nace, tampoco ahora se separan por una línea. Y si el Medioevo para cambiar demandó veinte años de guerras, quizás hoy la humanidad más comprensiva de la evolución, pueda acortar los plazos de la lucha cruenta.

Pero existe indudablemente una faja representada por una lucha que presenciamos hoy en el mundo entero. No es por casualidad que se lucha en el Polo Sur lo mismo que en el Polo Norte. Es la evolución que conduce a un mundo, a un sendero histórico que es totalmente insoslayable.

Y si todavía hay tontos que creen que podemos volver al Medioevo, debemos confesar que están completamente equivocados. Porque el mundo moderno ya no permite semejante retroceso. De la misma manera los que piensan que volvemos a un demo-liberalismo capitalista y burgués que ha sido superado por los tiempos.

Es necesario conformar ese nuevo sistema, nuevo sistema basado en el esfuerzo de todos. Porque la tierra cada día está haciendo más difícil la vida. No sólo por el impacto demográfico que ya nos amenaza sino por la destrucción desconsiderada que el hombre está haciendo de los medios naturales que la tierra ofrece.

Estamos quedándonos sin tierra, para convertirla en basurales, estamos quedándonos sin ríos, porque son cloacas; estamos quedándonos sin mares, porque los están cubriendo de una capa de aceite; han destruido los bosques y ya nos estamos sintiendo en el enrarecimiento oxigenal de la atmósfera.

El mar, de la misma manera aislado por esas capas de aceite, está también disminuyendo la liberación de oxígeno. Vale decir, que vamos hacia un mundo sin tierra, sin agua, sin oxígeno. Mientras una población se multiplica extraordinariamente, al punto de pensar que en este mundo de 3.800 millones de habitantes la mitad está hambrienta.

¿Qué pasará en el siglo veintiuno, que al comenzar en su año 2000 es probable que tenga de siete a ocho mil millones de habitantes? Ya no podemos pensar con el pequeño concepto de naciones, ya debemos empezar a pensar en la tierra que es la que nos comprende, nos alimenta y nos sostiene a todos.

Y si esa evolución ha de producirse es indispensable que nuestras comunidades vayan también adaptándose a esa necesidad y vayamos evolucionando en lo económico, en lo social y en lo político, para poder enfrentar el terrible problema que, como asechanza, nos está esperando en el año dos mil.

La evolución de la humanidad que comenzó con el hombre aislado, siguió a la familia, a la tribu, al clan, al estado primitivo, a la ciudad, al estado feudal, a la nacionalidad, hoy ha llegado a los continentes y si los continentes se integran y se unen para defenderse contra la grave amenaza que se cierne sobre la humanidad, ¿cómo podemos pensar que los países que aún subsisten no han de defenderse en una mancomunidad absoluta y en una colaboración permanente?

Esto lo anunciamos nosotros acá en la República Argentina hace treinta años. Y el justicialismo buscó de ir creando un sistema por evolución que respondiera a todas esas necesidades.

Eso ha sido el justicialismo. Indudablemente que en 1945 nosotros lanzamos desde acá por primera vez en el mundo la tercera posición. Una tercera posición que ha dado origen a un tercer mundo posteriormente. Cuando lanzamos esa posición cayó aparentemente en el vacío.

Porque no estaba el «horno para bollos», como decimos nosotros. Había terminado la segunda guerra y los vencedores se estaban repartiendo al mundo. Esa es una realidad que nadie puede negar. Pero han pasado veinticinco años y hoy las dos terceras partes de la humanidad pujan por colocarse en ese tercer mundo.

Tercer mundo que va a tomar la defensa de ese futuro y va a realizarlo. Dentro de esa posición es que nosotros hemos creado un sistema político, social y económico que responde a la idiosincrasia argentina, como a la especial situación que nuestro país vive.

Así llegamos hasta 1955, pero la sinarquía internacional manejada desde las Naciones Unidas nos echó todo su peso en contra. Como ustedes habrán podido comprobar y comprobarán en la República Argentina a nosotros no nos desalojó la única fuerza que es el pueblo.

Nosotros fuimos desalojados del poder para evitar una guerra civil en que ese pobre pueblo pagará las consecuencias. Por eso dejamos el gobierno, no porque no tuviéramos razón, ni porque no tuviéramos fundamento en qué afirmar nuestra ideología y nuestra doctrina,

Señores, los pueblos no suelen equivocarse. Y nosotros hemos pensado que si tenemos razón hemos de volver y si no tenemos razón es mejor que no volvamos. Pero hemos de luchar para imponer esas nuevas formas que tarde o temprano vendrán no sólo a implantarse en nuestro país sino en el mundo entero.

Vengo de Europa, donde he tenido oportunidad de observar perfectamente en cada país y conversar con sus hombres más importantes. En Europa se está produciendo ya el fenómeno aceleradamente, como debía ser. Hay muchos países que en 200 años de historia piensan que pueden manejar a Europa, que tiene cuatro mil.

Esos cuatro mil años de cultura, de civilización, de tradición y de historia no se pueden comprar con ningún dinero. Por eso pienso que Europa será la cabeza del mundo todavía por muchos siglos. Y de ella debemos tomar ejemplo. En este momento todos los países europeos van hacia una democracia integrada donde las formas violentas o de oposición sistemática y negativa del sistema demo-liberal han desaparecido. Hoy es un primor contemplar que países europeos donde los conservadores y los comunistas no son enemigos, piensan distinto y discuten sus problemas para el bien del país.

Es que si en el futuro las naciones no imitan ese ejemplo y abandonan una lucha estéril de la política, difícilmente podrán subsistir frente a las asechanzas y peligros que se ciernen sobre el mundo futuro. Yo vengo acá con esas ideas que no han hecho sino confirmar lo que he pensado toda mi vida y lo que he tratado de hacer durante diez años de gobierno en este país: que pudimos formar una comunidad con una economía de abundancia, sin deudas externas.

Donde cada ciudadano argentino tenía lo suficiente para vivir con dignidad y con felicidad, porque sólo un pueblo en la dignidad y en la felicidad puede ser propenso para labrar la grandeza de los países. Señores, yo no quiero abundar más en estas consideraciones.

Solamente he querido aclararles para que evitemos preguntas que me llevarían fragmentariamente a largas disquisiciones.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar