Formación de un nuevo estado de conciencia, por Leopoldo Lugones


Publicamos a punto seguido –por primera vez completa, traducida literalmente- la versión oficial, taquigráfica, del proyecto presentado por Leopoldo Lugones, como representante sudamericano en la Corporación Intelectual de la Liga de las naciones, a la asamblea última de la misma.

Fuente: Martín Fierro, periódico quincenal de arte y crítica libre, Buenos Aires, 24  de enero de 1925, pág. 6.

En el curso de la presente reunión y por la información documentaria de las reuniones anteriores, he podido notar el hecho siguiente que señalo sin la menor intención de reproche o de crítica negativa: la preocupación casi exclusiva de los problemas europeos. Creo apreciar, en toda su significación, las causas muy graves y aún angustiosas de tal estado de espíritu; pero esto aún es un motivo para no excluirlo de mi simpatía.

No entiendo tampoco situarme en el extremo opuesto con una proposición americanista, lo cual no haría sino duplicar el inconveniente. El proyecto que voy a someter a vuestra consideración refiérese, por así decirlo a un interés más general, o si oso arriesgar las grandes palabras, más humano, conforme con el espíritu de concordia de esas repúblicas latinoamericanas de las cuales soy, en este momento, el agente de buena voluntad.

En mi sentir, cuando se nos llama para colaborar con la sociedad de las Naciones –creada para evitar la guerra– se descuenta que nuestro objeto es el mismo. Lo que se quisiera de nosotros, principalmente, es la proposición de medidas concernientes a este fin.

Ahora bien, ello se relaciona en nuestro campo de acción, de una manera íntima, con la educación pública. Tanto como hombres de ciencia –y mujeres, representadas, a fe mía, por la primera de todas– escritores, profesores, somos nosotros comunicadores de ideas, formadores de conciencias.

La conclusión acaso más inquietante que haya podido extraerse de la guerra, es que la conciencia pública se acordaba con el estado bélico. De ahí la unanimidad de los pueblos ante el conflicto, de ahí también el peligro de ver a este último reproducirse en todo instante.

Se trataría, por lo tanto, de formar una conciencia nueva. Tarea pesada y complicada y aún la más pesada y la más complicada que pueda concebirse. Razón de más para no postergarla.

Entiendo, por otra parte, colaborar así por medio de esta cosa eminentemente latina que es la organización racional, sin desestimar, bien al contrario, los elementos decisivos de acción y de éxito que aportarían a la ejecución necesaria al eficaz empirismo anglosajón y el potente análisis germánico.

No siendo de nuestra competencia las religiones, buscaríamos obtener una transformación conceptual de la enseñanza pública: no solamente en la universidad, sino sobre todo en los estudios secundarios y en los normales que tienen por objeto la formación de los instructores de las escuelas primarias.

Para la mayor parte de las gentes, en efecto, la conciencia se forma por obra de los acontecimientos adquiridos en la escuela primaria y el liceo; y la opinión pública es para nosotros, modernos, un sinónimo de mayoría.

Nuestra conciencia política –patrimonio y humanitarismo comprendidos– es de formación histórica. La enseñanza de la historia será, pues, nuestro punto de partida.

A fin de precisar mejor la enunciación de mi proyecto, permitidme adoptar la forma enumerativa cuya monotonía nos ofrece la ventaja de la brevedad. Profeso, en grado sumo, como regla de conducta personal, que una exposición puede abarcar tres artículos, pero nunca sobrepasar los cinco. He aquí, pues, esta exposición:

1° Transformación de la historia, puramente narrativa, de cada país y de los conjuntos continentales, en historia de la civilización. Siendo la civilización, ante todo, comunicación y paz, se contemplaría bajo este aspecto los diversos problemas históricos conducidos a la concepción de un solo esfuerzo para el acrecimiento del bienestar.

2° Transformación de la geografía, particular y general, considerada, desde luego, como el continente de la historia, pero aplicadas como instrumento para el conocimiento recíproco de las relaciones y delas posibilidades útiles de las naciones. La historia del comercio que es en gran parte la de los descubrimientos geográficos, formaría el enlace entre estas dos ciencias.

3° Profundización de la enseñanza de las matemáticas con el designio de fundar el razonamiento y la conciencia sobre la aceptación leal de la demostración, lo cual constituye el concepto racional del honor.  Este último punto es, de una extrema importancia para la formación del carácter.

4° Amplificación de la enseñanza de las letras clásicas y de la música para expandir los sentimientos de generosidad y de benevolencia que inspira la belleza desinteresada. La música es la más internacional de  todas las artes, el lenguaje humano por excelencia.

5° Enseñanza de la economía política fundada sobre el desarrollo de la industria que  debería considerarse como un patrimonio humano en cuya formación han colaborado todos los pueblos.

Toda la enseñanza, finalmente, se encaminaría a la formación de una conciencia humana, pero en, o por mejor decir, dentro de la conciencia patriótica. El género humano tal como lo concebían los romanos del Imperio.

La oposición sistemática de la humanidad y de la patria, así como la división frecuentemente rencorosa entre el trabajo intelectual y el trabajo manual al cual reservaríase, sólo, todos los agasajos:  he ahí los dos grandes errores del humanitarismo político.

Hijos de esta gran piedad romántica de la cual Víctor Hugo fue el chantre supremo, podemos ahora afirmar que él erró el camino. La humanidad sin patria es una paradoja metafísica, y la definición del trabajo por el órgano empleado, una añagaza demagógica más o menos sentimental.

Trabajemos, pues, señores, como buenos trabajadores que somos, seamos buenos hijos de la humanidad porque somos buenos patriotas.

No me resta más que pedir toda vuestra indulgencia por el tiempo infinitamente precioso que acabo de tomaros. Os saludo, señores, y os agradezco.

Leopoldo Lugones

Fuente: www.elhistoriador.com.ar