Gregorio Weinberg


Autor: Felipe Pigna

¿Cuál es su opinión sobre Manuel Belgrano?
Pocos países pueden preciarse de tener entre sus próceres fundadores figuras de la nobleza de Manuel Belgrano. Si bien es suficientemente conocido entre todos a través de la prédica de los establecimientos educativos y de la copiosa bibliografía que existe, entiendo que hay aspectos que todavía no han sido suficientemente profundizados, y otros que tienen una vigencia sorprendente. Yo quisiera señalar algunos de estos aspectos; perdóneseme un poco la discontinuidad, porque supongo que la vida de Belgrano ha sido suficientemente narrada y además es bien conocida. Belgrano va a estudiar a España, le toca un momento de crisis; estudia en Valladolid, estudia en Salamanca, pero él dice en su autobiografía, con palabras sumamente sugestivas: “Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que he ido a emprender, como al estudio de los idiomas vivos, de la economía política y el derecho público. En los primeros momentos en que tuve la suerte de encontrar hombres amantes del bien público que me manifestaron sus ideas útiles, se apoderó de mí el deseo de propender cuanto pudiese al provecho general y adquirir renombre con mis trabajos hacia tan importante objeto, dirigiéndolos particularmente en favor de la Patria. Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas, y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad y propiedad, y solo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la Naturaleza le habían concedido, y hoy las mismas sociedades habían acordado, en su establecimiento directo, o indirectamente». Él fue a estudiar, a graduarse de acuerdo a la promesa hecha a sus padres, se gradúa de abogado, pero evidentemente, la época de crisis que le tocó vivir señaló su preocupación, que es mucho más intensa por los acontecimientos públicos, políticos de la época.

¿En qué contexto se inscribe el pensamiento de Belgrano?
En las potencias coloniales predominaban las ideas mercantilistas. Las ideas mercantilistas consisten, simplificadamente, en lo siguiente: se cree que la riqueza es equivalente a metales preciosos, oro y plata, o cantidad de indios explotables. Como en estos territorios actuales de la República Argentina no teníamos ni oro ni plata, ni abundancia de indios, fue una región totalmente relegada; vale decir que desde el punto de vista mercantilista tenía un muy escaso significado. Además de eso, imperaba una concepción realmente ridícula porque, siendo la actual República Argentina un país con vastos litorales marítimos y fluviales, nos obligaron a convertirnos en un país mediterráneo, es decir que el comercio tenía que hacerse por Córdoba, Tucumán, Salta, Lima, etcétera, etcétera, lo que es un verdadero despropósito, con lo cual se encarecía notablemente todo lo que se producía, o todo lo que se podía importar. Ahora bien, en Francia, por distintos motivos, comienzan a abrirse paso las ideas de la fisiocracia, contemporáneos de las ideas de la Ilustración. Para los fisiócratas, la riqueza es equivalente a la tierra, al cultivo de la tierra, con lo cual, la tierra, que para los mercantilistas no significaba nada, para los fisiócratas significa nada menos que la riqueza, el cultivo de la tierra es la agricultura, con lo cual el hombre adquiere otro sentido, adquiere otro valor el trabajo, adquiere otro valor la educación. Yo en ese sentido insisto, creo que no lo he visto señalado por nadie, que Manuel Belgrano es el que le da verdadero sentido al país, descubre al país, porque dentro de la categoría del mercantilismo esto no tenía mucho valor; y en cambio, sí lo tiene dentro de la categoría de la fisiocracia, que exalta el valor de la producción, de la riqueza del suelo.

¿Con qué se encuentra Belgrano cuando se incorpora al gobierno? 
Belgrano llega acá enviado por la gente ilustrada que se había incorporado con el rey Carlos III a la administración española y es enviado acá a hacerse cargo del Consulado, una institución particular vinculada al comercio. Él se había hecho muchas ilusiones, sobre las «posibilidades», como lo dice en esa «Autobiografía», pero se encuentra con que los monopolistas habían cerrado prácticamente todas las puertas a modificaciones. Ellos querían mantener la misma situación. Entre las obligaciones que contrajo Belgrano se encuentra la de escribir una memoria; cada una de esas memorias está indicando nada más y nada menos que todo un proyecto de país. A mí me parece que eso es sumamente importante; y ese proyecto de país, precisamente, contrariaba los intereses creados. Tal es así que cuando se discute sobre la ganadería, si se exportaba solamente, se estaban exportando los cueros, se quiere declarar que la producción pecuaria no es fruto del país, es, fue, un debate célebre, lo que es un verdadero despropósito. Además vale la pena decir que, si bien la ganadería era muy abundante, eran millones de cabezas de ganado dispersas por la pampa, de las cuales lo único que se aprovechaba era el cuero. Lo demás quedaba totalmente abandonado. Entonces, el interés estaba en la exportación de cueros, que va aumentando a medida que crece la Revolución Industrial, pues se utilizaba para correas de transmisión para las máquinas.

¿Cuál es su actividad desde su puesto en el Consulado?
El Consulado quiere luchar, entonces, contra las ideas monopolistas y anuncia una cantidad de iniciativas, que yo me permitiría leer directamente para que se vea el amplio espectro de preocupaciones que tenía Belgrano. Por ejemplo, dice él, en la memoria que se llama «Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio en un país agricultor». «Trataré de proponer medios generales para el adelantamiento de la agricultura, como que es la madre fecunda que proporciona todas las materias primeras que dan movimiento a las artes y al comercio, aunque no dejaré de poner algunas para el adelantamiento de estas últimas ramas. Todo depende y resulta del cultivo de las tierras». Es una nueva filosofía, un nuevo proyecto. «Si bien no hay materias primeras para las artes, por consiguiente la industria, que no tiene como ejercitarse, no puede proporcionar materias para el comercio que se ejecute». Estas ideas, de evidente corte fisiocrático, vuelven a desarrollarse con sugestiva frecuencia en muchos pasajes de sus escritos. Se pregunta Belgrano: «¿Y de qué modo corregir la ignorancia? Estableciendo una escuela de agricultura. No por tener a precios cómodos en las ciudades los frutos se ha de sujetar al labrador a que venda a un cierto precio, acaso puestos por un hombre sin inteligencia ni conocimiento de los gastos, cuidados y trabajos a que está sujeto el cultivo», pues se mantenían precios máximos del trigo, que era una forma de tapar el hambre de los sectores urbanos. El problema del libre comercio de granos es otro de los que reaparecen con insistencia; habla de «mutación de producciones», es decir lo que hoy denominamos exportación de cultivos, propicia el estudio experimental del suelo, el modo de beneficiar la tierra, o sea los abonos, auspicia la selección de las semillas, «es indispensable», escribe, «poner todo cuidado y hacer los mayores esfuerzos en poblar la tierra de árboles» sugiere la creación de un fondo que desempeñaría las funciones de lo que hoy denominaríamos un banco agrícola, advierte de los peligros que implica la monoproducción, propicia la protección de la industria nacional, propicia la creación de la escuela de dibujo y otra de arquitectura, «escuelas gratuitas» escribe, «donde pudiesen los infelices labradores mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción», en otro pasaje, «igualmente se deben poner escuelas para niñas», lo que era bastante atrevido para su época, «establecimiento-escuela de lana, que podían hacerse extensivas al algodón, es decir establecimientos de educación técnica, artes y oficios o como quiera llamárselas; escuela de comercio, escuela de náutica, etcétera». Este es el proyecto belgraniano enunciado desde el Consulado y desde el Correo de Comercio, que es una verdadera transformación con respecto a la forma en que se estaba desenvolviendo el país en ese momento.

¿Cuál es el papel que Belgrano atribuye a la educación?
Este proyecto de país, este modelo de país, como se dice ahora, requiere un cambio de actitud de la gente, ese cambio de actitud de la gente lo percibe Belgrano a través de la posibilidad de la educación. La educación que se convierta así en una variable sumamente importante y transformadora de esa realidad. Sobre educación ha escrito mucho Belgrano; ha escrito páginas admirables, sobre todo en el Correo de Comercio. Creo que en vez de comentarlos, los conceptos de él vale la pena quizá leerlos: «pónganse las escuelas de primeras letras costeadas por propios y arbitrios en las ciudades y villas, en todas las parroquias o respectivas jurisdicciones y muy particularmente en la campaña…; obliguen los jueces a los padres a que manden a sus hijos a la escuela». Es la primer mención que tenemos en la historia argentina sobre la obligatoriedad de la enseñanza, «manden a la escuela por todos los medios que la prudencia es capaz de dictar, y si hubiere alguno que desconociendo tan sagrada obligación se resistiere a su cumplimiento, como verdaderos padres que son de la Patria, tomen a su cargo los hijos de ella y pónganlos al cuidado de personas que los atiendan y ejecuten lo que debían practicar aquellos padres desnaturalizados; nunca faltan en los pueblos, y en los campos mismos, personas caritativas que se creerán recompensadas de sus fatigas por el aprovechamiento del niño, y tal cual servicios caseros que desempeñen». Después habla sobre las características que tienen que tener los maestros, «basta con que los maestros sean virtuosos, y puedan con su ejemplo dar lecciones prácticas a la niñez y juventud, y dirigirlos por el camino de la santa religión y del honor y que pudiendo enseñar a leer bien, poco importa que su forma de letra no sea de la mejor; suficiente es que se pueda entender. Pero todavía podían aminorarse esos costos con fondos propios y arbitrios de las ciudades y villas, adoptando el que los padres pudientes pudiesen satisfacer una moderada pensión a los maestros, etcétera, etcétera». Como se ve, él atribuye a la educación un papel sobresaliente, y en ese sentido, también se va a ocupar de propiciar una cantidad de federaciones, de escuelas de náutica, de dibujo, de matemáticas, etcétera, muchas de las cuales fracasaron por los impedimentos formales, legales, burocráticos, que impedían que en las colonias tuviesen, por ejemplo, en una escuela de náutica, capacitar marinos que después sustituyesen a los marinos españoles.

¿Qué participación tuvo Belgrano en la representación de los hacendados? ¿Tuvo algo que ver?
Es el clima de la época… Compartía esas ideas también con Vieytes, con Cerviño… Están tratando de modificar esa concepción mercantilista o monopolista, como quiera llamarla, de alentar la apertura del puerto, de permitir el comercio entre las colonias y otras potencias; y además de todo eso, ir incorporando las manufacturas. No olvidemos que estamos viviendo ya la incipiente Revolución Industrial, y la revolución agrícola; aparecen algunas máquinas, que van transformando completamente la mentalidad del campesino.

¿Smith influyó en algo en Belgrano?
Claro, por supuesto. Belgrano leyó a Adam Smith a través de la traducción de Condorcet. Los mercantilistas creían que la riqueza era equivalente al oro, a los metales preciosos, etcétera. De ahí esa política de exportar mucho e importar poco, y todo ese tipo de restricciones. Los fisiócratas, en cambio, creían que la fuente de la riqueza, la verdadera riqueza, era la tierra. En cambio, para Adam Smith es mucho más; abarca ambas, y está justificando también la incipiente industria que está naciendo. Estamos pasando ya de la manufactura a la industria.

La riqueza hoy es el conocimiento; no la información. A través de internet podemos estar muy informados, pero el paso de la información al conocimiento es muy difícil, es un paso arduo. Entonces, creo que así como Belgrano se hace la pregunta, implícita, ¿qué es la riqueza? La tierra, ¿no es cierto? Y a su vez está justificando la explotación de la tierra, en este momento, tendríamos que volvernos a plantear la misma pregunta, ¿qué es riqueza en este momento?, y preguntarnos cuál va a ser la riqueza. ¿La seguiremos midiendo en cabezas de ganado, en toneladas de petróleo, o es el conocimiento? Yo creo que éste es uno de los grandes desafíos. Y estamos viviendo en una época de crisis, estamos viendo el agotamiento de una civilización, lo que es un poco difícil en este momento es entenderlo con las viejas categorías. Acá el problema, el desafío, es forjar nuevas categorías para entender fenómenos nuevos, que es uno de los méritos de Belgrano. Él vio en Europa lo que estaba ocurriendo, vio un fenómeno sensacional, que consistía en que a medida que aumentaba el flujo de metales preciosos de América a España, España era cada vez más pobre. Es la época de la picaresca, bastante difícil de explicar, pero lo que pasó es que fueron declinando las industrias en España y la mayor parte de los metales preciosos se fueron a Holanda y a Inglaterra. Entonces yo creo que uno de los méritos esenciales de Belgrano es haberle dado sentido al país, haber sabido utilizar las nuevas categorías para realizar ese análisis, y haber hecho propuestas en función de ese análisis.

¿Qué otros aspectos destacaría de Belgrano?
Tenemos un testimonio muy poco utilizado, que es el epistolario belgraniano. Lo publicó la Academia Nacional de la Historia. Es un verdadero catecismo cívico donde se ve el perfil intelectual y humano de Belgrano. Las cartas en este registro prácticamente son de la adolescencia; una primera carta a su madre cuando se va a España, hasta sus últimos días. Son tantas las cartas dignas de ser leídas y meditadas… En esta, un comandante del Regimiento Patricios, dice que hay que hacer economía, que no hay fondos. Tiene alguna actualidad, ¿no es cierto? Belgrano contesta lo siguiente: «en obsequio de ésta ofrezco a vuestra excelencia la mitad del sueldo que me corresponde, siéndome sensible no poder hacer demostración mayor de mis facultades o ningunas, mis recursos son ningunos, mi subsistencia pende de aquel, pero en todo evento sabré reducirme a la ración de soldado si es necesario, para salvar la justa causa que con tanto dolor sostenemos». Está dispuesto a renunciar a la mitad del sueldo, o a todo el sueldo si fuese necesario. También la prosa espartana es más que notable. Hay un documento precioso, el de la creación de la bandera. Dice en esta forma, dirigiéndose al gobierno: «Desde este momento, que son las seis y media de la tarde, se ha hecho salva en la batería de la Independencia, y queda con la colocación competente a los tres cañones, que se han colocado las municiones y la guarnición. He dispuesto para entusiasmar las tropas y estos habitantes, que se formen todos aquellos y hablé en los términos de la copia que acompaño: siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional. Espero que sea de la aprobación de Vuestra Excelencia». Unas frases más espartanas, más directas, sobre un acontecimiento trascendente, realmente es difícil de encontrar. Busquemos alguna otra más, donde se queja de algunas dificultades: «pero me falta tanto, tanto me falta, que no sé como me he de desempeñar, ni tengo caballos para montar los cuerpos de esta arma y otros que necesito para mis planes, estando todavía en monturas muy atrasado, y lo peor de todo, estoy sin dinero, que es todavía mayor mal, si cabe, que los anteriores; pero hay pechos, hay constancia, tengo a usted y otros que me acompañarán y espero que sea de todos cantar victoria».

Fuente: www.elhistoriador.com.ar