Diálogo con Ian Kershaw: Hitler y el nazismo
“Explicar lo irracional en términos racionales”
Entrevista de Miranda Lida*
«Una dificultad que se presenta al estudiar el nazismo consiste en la necesidad de explicar lo irracional en términos racionales. Otra es la necesidad de superar el rechazo moral a fin de intentar comprender las acciones y conductas más repulsivas. Ninguna de las dos es propia y exclusiva de los historiadores que trabajan acerca del régimen nazi, pero allí se manifiestan con intensidad”, explica el historiador británico Ian Kershaw.
Kershaw escribió una de las más importantes biografías sobre Adolf Hitler de los últimos años. Su libro se inicia, sin embargo, con una reflexión en la que su autor expresa serias dudas acerca de cuán útil es el género biográfico para abordar a Hitler. Kershaw es sumamente conciente de que cualquier biografía de un personaje como éste lleva implícita un enorme desafío. Nos advierte de entrada que enfocar la figura de Hitler con el grado de minuciosidad que exigiría el género biográfico entraña el peligro de que se sobredimensione el papel jugado por aquel en la historia alemana del período de entreguerras, a riesgo de minimizar el peso que pudieron haber tenido otros factores, en especial, políticos y sociales, factores que no estaban bajo el control directo del propio Hitler. Entender cómo se construye una explicación histórica en la que cada elemento ocupe su justo lugar sin exageraciones de ningún tipo es el motivo que nos llevó a dialogar con Kershaw.
Para responder a esta pregunta es necesario que hagamos un escueto repaso de cuáles han sido los principales enfoques que han prevalecido entre los historiadores sobre el nazismo. Destacaremos en primer lugar aquellos historiadores que han sido más de una vez identificados bajo el rótulo de “intencionalistas”, dado que explicaban el devenir histórico a partir de las intenciones ideológicas o políticas del Führer; subrayaron pues la centralidad que tuvo Hitler en la historia alemana que siguió a la Primera Guerra Mundial. Un argumento diferente a éste fue esgrimido por los estructuralistas. “El enfoque estructuralista vio la luz en la década de 1960 cuando fue posible por primera vez estudiar las estructuras internas del régimen nazi con cierta profundidad”, nos dice Kershaw. “Desde esta perspectiva resultaría evidente que la mano de Hitler no se hallaba omnipresente en el manejo de los asuntos del régimen. Tanto una ‘anarquía administrativa’ como una jungla competitiva de intereses en disputa constituyeron los rasgos predominantes del Tercer Reich”.
Los debates entre ambas posiciones fueron intensos y recayeron en acusaciones mutuas, con el propósito de descalificar al contrario. En este contexto “se comenzó a argumentar que los estructuralistas a veces recaían en una cierta trivialización del Holocausto”, señala Kershaw. Dado que entre los estructuralistas no todo se explicaba por la mano férrea de Hitler, fue fácil concluir que ellos minimizaban la responsabilidad del Führer. Pero, subraya Kershaw, “ésta no fue nunca una acusación justa. Nunca se puso en duda la responsabilidad decisiva de Hitler”.
¿Cómo definiría su propia posición frente a los debates entre intencionalistas y estructuralistas?
Mi biografía sobre Hitler así como la mayor parte de mi obra fue escrita con la intención de superar la división entre ambas interpretaciones, que no es más que artificial. Esta diferenciación ya no es más aceptada entre los historiadores, como solía serlo en las décadas de 1970 y 1980. Dado que en mi obra yo subrayo el carácter indispensable de Hitler al mismo tiempo que la necesidad de unas muy específicas estructuras sociales y políticas, imagino que debería ser considerado un `estructuralista moderado´. Pero no me siento cómodo en este tipo de etiquetas.
¿Cuál habría sido el papel desempeñado por Hitler en la historia alemana, luego del tratado de Versalles?
Es difícil dar una respuesta concisa a esa pregunta. El papel jugado por Hitler puede quizás definirse como el de un catalizador indispensable de todo un conjunto de fuerzas que se hallaban presentes en la sociedad alemana. El resentimiento por el modo en que Alemania fue tratada en la paz de Versalles, agravado por la incapacidad de la nueva democracia (v.g., la República de Weimar) de prevenir la miseria económica y social, preparó el terreno para que la sociedad alemana depositara crecientemente su confianza en un nuevo autoritarismo que prometía restablecer el orgullo y la prosperidad alemanas.
¿Y cuál habría sido el papel de Hitler en el Holocausto?
En lo que respecta al Holocausto, puede decirse que Goebbels describió acertadamente a Hitler cuando en 1942 dijo que era un “firme campeón y vocero de la solución radical” para la “cuestión judía”. Aunque no hay ninguna duda de que habría habido discriminación contra los judíos bajo cualquier otro líder nacionalista en la Alemania de la década de 1930, Hitler fue irremplazable en el proceso que culminó en el genocidio. De tal modo que es justo decir que no habría habido Holocausto sin Hitler.
Una pregunta acerca de los debates de los casos Goldhagen e Irving. Ambos autores provocaron intensos debates no sólo entre los historiadores profesionales, sino incluso en la opinión pública. ¿Cuál fue el resultado de estos debates? ¿Puede decirse que en cierto sentido contribuyeron a entender cuán difícil es explicar un proceso histórico como el nazismo?
El debate Goldhagen sirvió de impulso para el desarrollo de una historiografía más sofisticada que reemplazara el énfasis depositado en lo ideológico (aspecto por lo general olvidado entre los historiadores “estructuralistas”), y más puntualmente en lo que respecta al papel del antisemitismo, tanto en la motivación de las élites políticas como en el activismo de las bases. Tuvo por consiguiente un desenlace provechoso en lo que respecta a su impacto sobre la investigación histórica.
No puede decirse lo mismo con respecto al caso Irving que constituyó en gran medida una desviación con respecto a la investigación, si exceptuamos el hecho de que obligó a los historiadores desde mediados de la década de 1970 a investigar más cabalmente los mecanismos precisos que desembocaron en la “Solución Final”, las pruebas de la existencia de las cámaras de gas en Auschwitz y en otros campos de exterminio y por consiguiente poner en evidencia el error de David Irving en sus controvertidos dichos.
¿Sigue todavía hoy en día demonizándose a Hitler? Imagino que obras como la suya han contribuido a ofrecer un cuadro diferente.
No existe una demonización de Hitler por parte de los historiadores hoy en día aunque una imagen en cierto sentido grosera todavía prevalece entre aquellos que tienen escasos conocimientos o comprensión acerca de cómo funcionaba el régimen nazi. En lo que respecta a la historiografía, la “demonización” estuvo implícita principalmente en los más tempranos textos sobre el Tercer Reich, antes de que se desarrollara plenamente una investigación más detallada sobre el funcionamiento del sistema. Sin embargo, incluso durante los primeros años de la posguerra se presentó de manera significativa no tanto entre los historiadores, sino más bien en las memorias de aquellos que desempeñaron algún papel en el régimen (sin dejar de lado las apologías entre los militares, así el caso de personas como Albert Speer) o bien entre aquella población que desea exonerar sus propias culpas y busca alguna figura demoníaca en la cual depositar sus culpas.
*Miranda Lida es doctora en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella e investigadora del Conicet. (mlida@utdt.edu)
Fuente: www.elhistoriador.com.ar