Liberalismo político y liberalismo económico


Autor: Felipe Pigna.

Las revoluciones burguesas europeas, producidas entre 1789 y 1848 dieron lugar a un nuevo tipo de Estado que los historiadores denominan «liberal». La ideología que sustentaba estos régimenes es el denominado «liberalismo», que a mediados del siglo XIX presentaba un doble aspecto: político y económico.

El liberalismo económico significaba respeto a las libertades ciudadanas e individuales (libertad de expresión, asociación, reunión), existencia de una constitución inviolable que determinase los derechos y deberes de ciudadanos y gobernantes; separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) para evitar cualquier tiranía; y el derecho al voto, muchas veces limitado a minorías.

Junto a este liberalismo político, el estado burgués del siglo XIX estaba también asentado en el liberalismo económico: un conjunto de teorías y de prácticas al servicio de la alta burguesía y que, en gran medida eran consecuencia de la revolución industrial. Desde el punto de vista de al práctica, el liberalismo económico significó la no intervención del estado en las cuestiones sociales, financieras y empresariales. A nivel técnico supuso un intento de explicr y justificar el fenómeno de la industrialización y sus más inmediatas consecuencias: el gran capitalismo y las penurias de las clases trabajadoras.

La alta burguesía europea veía con preocupación cómo alrededor de las ciudades industriales iba surgiendo una masa de trabajadores. Necesita por tanto una doctrina que explicase esta hecho como inevitable y, en consecuencia, sirviese para tranquilizar su propia inquietud. Tal doctrina fue desarrollada por dos brillantes pensadores: el escocés Adam Smith (1723-1790) y el británico Thomas Malthus (1766-1834).

Smith pensaba que todo el sistema económica debía basarse en la ley de la oferta y la demanda. Para que un país prosperase, los gobiernos debían abstenerse de intervenir en el funcionamiento de esa ley «natural»: los precios y los salarios se regularían por sí solos, sin intervención alguna del estado y ello, entendía Smith, no podía ser de otra manera, por cuanto si se dejaba una absoluta libertad económica, cada hombre, al actuar buscando su propio beneficio, provocaría el enriquecimiento de la sociedad en su conjunto.

Malthus partía del supuesto de que, mientras el aumento creciente de la población seguía una proporción geométrica, la generación de riquezas y alimentos sólo crecía aritméticamente. Resultaba de ello inevitable que de no encontrarse una solución, el mundo se hundiría en la pobreza. La solución estaría dada en el control de la natalidad en los obreros, y que éstos quedasen abandonados a su suerte para que así disminuyese su número.

Tanto Malthus como Smith piden la inhibición de los gobernantes en cuestiones sociales y económicas. Sus consejos fueron escuchados.

Los socialismos: el utópico y el científico

El socialismo utópico

Con la revolución industrial, iniciada en la Inglaterra de fines del siglo XVIII, el poder de la burguesía fue en aumento y el capialismo contemporáneo se consolidó. Este capitalismo basado en la propiedad privada de los medios de producción tenía como doctrina al liberalismo económico. Según éste, como vimos, el estado no debía intervenir en las cuestiones sociales y económicas. Esto ocasionó la desprotección obrera y un indisimulable fortalecimiento de los grupos patronales.

Ese cuadro de situación explica la aparición durante la primera mitald del siglo XIX de la ideología socialista como oposición a las desmesuradas y falta de equidad del sistema capitalista.

Este primer socialismo, de carácter predominantemente moral, evidencia en su teorización, las influencias cristianas y románticas europeas de la época y propone a modo d esolución a la problemática social una solución mística de la vida y ls relaciones laborales-empresariales. Sólo recordaremos a tres grandes representantes de esa corriente: Saint Simon (1760-1825), Ricardo Owen (1771-1858) y Louis Blanc (1811-1882). El primero abogó por una sociedad basada en un fuerte desarrollo industrial y gobernada por un conjunto de sabios, banqueros y empresarios que respetando normas morales básicas favorecieses a lsa clases más humildes. El segundo, abogó por la organización obrera. Dueño de un establecimiento fabril, Owen puso en práctic asus ideas en su propia fábrica: limitó el trabajo de los niños y las mujeres, disminuyó las horas de labor, suprimió el trabajo nocturno, estableció la instrucción escolar. El reformador inglés trató de aplicar sus ideas en Estados Unidos mediante colonias socialistas, pero no tuvo éxito.

Louis Blanc propuso un sistema económico en el que una parte de la industria estuviese en manos del estado y otra en poder de los trabajadores.

El socialismo científico

Carlos Mark, fundador de esta ideología, nació en Alemania en 1818 y murió en Inglaterra en 1883. Su acción se centró en el periodismo y el estudio d ela filosofía alemana. En París Marx conoce a Engels, otro joven alemán que viviendo en Manchester había escrito «La situación de las clases trabajadoras en Inglaterra». Allí, se inicia una intensa amistad y el alejamiento de ambos de la idea de los socialistas utópicos y la preparación de lo que se llamaría por oposición «socialismo científico». En febrero de 1848, Marx y Engels publicaron «El Manifiesto Comunista». Posteriormente Marx publicaría «El Capital», considerada su obra más importante y la base, junto con el Manifiesto, del pensamiento marxistas. Marx sostiene que en las relaciones de trabajo el obrero sólo recibe una pequeña porción de lo que él produce, pues se encuentra sometido a su patrón, quien se apodera del fruto de su trabajo. Esa ganancia patronal constituye la «plusvalía», es decir el valor que genera la riqueza capitalista.

El marxismo propone que cada individuo reciba íntegramente el fruto de su trabajo. Para ello es necesario suprimir la propiedad privada de los medios de producción y destruir la estructura capitalista de la clase dominante y afirma que la clase obrera debe destruir todas las formas de explotación legalizadas por el estado burgués, aclarando que el individuo «no puede emancipartse más que en su clase y por su clase». Marx conserva de la filosofía de Hegel el «método dialéctico», que establece que la realidad es cambiante. A partir de Hegel, Marx desarrolla su terotía del «materialismo dialéctico», según la cual «la conciencia de los hombre no origina su forma social de vida, sino por el contrario, esta forma social de vida es la que condiciona y determina su conciencia».

Fuente: www.elhistoriador.com.ar