El fascismo y la marcha sobre Roma, de Emilio Gentile


El 28 de octubre de 1922, Benito Mussolini concluía la insurrección que él mismo denominó “marcha sobre Roma”, y logró lo que tanto ansiaba: la conquista del poder en Italia. En aquella oportunidad el líder fascista afirmó: “Dentro de pocas horas la nación no tendrá sólo un ministro: tendrá un gobierno”. Pero lo cierto es que Italia no tuvo sólo un nuevo gobierno; tuvo un nuevo régimen.

Habían pasado pocos años desde que en un vuelco hacia la derecha Mussolini se sacudiera sus orígenes socialistas, abandonando su férrea oposición a la Primera Guerra Mundial y al militarismo en general en aquella Italia de posguerra, vencedora pero débil, que se vio notablemente perjudicada por los acuerdos de Versalles.

La revolución rusa de fines de 1917 había asustado a los dueños del poder en toda Europa y envalentonado a los trabajadores organizados de todo el mundo. En Italia se sucedieron las huelgas revolucionarias y las tomas de fábricas y campos por obreros y campesinos. Frente a este panorama la patronal encontrará su hombre en Benito Mussolini, quien con sus “Fasci di Combattimento” prometía orden, disciplina y “limpieza de los elementos subversivos”.

El ensayo político de Mussolini, que pasaría a la historia como “fascismo”, partía de un concepto corporativo de la sociedad, negando la democracia “del número”, reemplazando el sistema representativo por uno parlamentario compuesto por representantes de las corporaciones empresariales, sindicales y sociales bajo el liderazgo absoluto del Duce, quien impuso paulatinamente un régimen absolutamente autoritario.

Se lanzó una implacable persecución contra todo tipo de oposición. Fue prohibida toda actividad política que no avalara al régimen y reinó una rígida censura de la prensa. Más tarde Mussolini formó una alianza con Adolf Hitler, aquel cabo austríaco al que gustaba llamar “mi mejor alumno”.

Pero los sueños de grandeza del Duce se fueron estrellando contra la cruda realidad. Con el debilitamiento del Eje a partir de 1943, Mussolini fue perdiendo el apoyo del poder económico italiano y fue destituido el 25 de julio de 1943, detenido y confinado en el Norte de Italia. Rescatado por un comando alemán, intentó sin éxito fundar una República Social Italiana con sede en Saló.

En 1945, ante el avance inexorable aliado, intentó huir disfrazado de soldado alemán en un convoy que se dirigía hacia Suiza, pero fue interceptado y fusilado. Aquel pueblo convaleciente lo colgó de los pies en una estación de servicio en el Piazzale Loreto, donde habían sido fusilados un año antes por los fascistas quince guerrilleros comunistas.

A continuación transcribimos fragmentos del primer capítulo del libro El fascismo y la marcha sobre Roma, de Emilio Gentile, que muestran cómo los fascistas pasaron de ser un grupo marginal, descripto por el propio Mussolini como “gitanos de la política”, a constituirse en un movimiento de masas capaz de poner en jaque a un gobierno titubeante. El libro también da cuenta del viraje ideológico de Mussolini, que abandonó el socialismo, acusado de traidor por su vuelco hacia la derecha, y pasó de “cadáver político”, como lo describieron sus adversarios, a líder indiscutible del flamante partido. Y describe pormenorizadamente la Marcha sobre Roma así como las diversas interpretaciones del movimiento en países democráticos, que, con pocas excepciones, aplaudieron “la revolución incruenta”.

Fuente: Emilio Gentile, El fascismo y la marcha sobre Roma. El nacimiento de un régimen, Buenos Aires, Edhasa, 2014, págs. 21-41.

Capítulo I
Los gitanos de la política

La Gran Guerra había concluido en el triunfo del gobierno democrático en Europa. 1 El derrumbe del militarismo alemán, la desarticulación de seculares imperios autocráticos, el nacimiento de Estados republicanos, el mayor rol atribuido al Parlamento en las nuevas constituciones eran los principales factores de la democracia política europea en 1919, caracterizados por la «tendencia a someter al derecho el conjunto de la vida colectiva».2 Era el triunfo del principio de soberanía popular y del gobierno parlamentario: «No hay ni puede haber, por fuera de la democracia, una forma de Estado que pueda concretar la supremacía del derecho».3 Así pensaban quienes desde el final del primer conflicto mundial tenían esperanzas en la construcción de un mundo seguro para la democracia. Con todo, en muchos países europeos esas esperanzas se vieron defraudadas muy pronto.4 El principal motivo fue el estallido de la violencia política que habían provocado, por un lado, los efectos de la revolución bolchevique, la cual encontró imitadores en varios Estados de Europa Central y Oriental; por otro, la exacerbación de los nacionalismos en los países que se sentían humillados por la derrota padecida, pero también en algunos de los países vencedores, decepcionados al no haber obtenido mayores incrementos territoriales. En algunos países europeos, pusieron en acción la violencia política organizaciones paramilitares de veteranos que se remitían a la experiencia de la Gran Guerra. Uno de esos países fue Italia. 5

Italia había entrado en la Gran Guerra lacerada por la contraposición entre los neutralistas, que representaban la mayoría en el país tanto como en la Cámara de Diputados, y los intervencionistas. Por último, la minoría intervencionista prevaleció, exhibiéndose en violentas manifestaciones en espacios públicos para imponer al gobierno liberal la entrada en guerra. Éste, de todos modos, ya había decidido participar en el conflicto el 24 de mayo de 1915. Después de tres años y medio de guerra, Italia salió victoriosa, superando la prueba más ardua jamás afrontada por los italianos durante casi sesenta años de unidad. Sin embargo, poco duró la satisfacción de la victoria, y pronto se transmutó en una decepción tal que hizo parecer a Italia un país derrotado antes que vencedor.6 En la mesa de paz, los gobernantes italianos no supieron hacer valer las exigencias de Italia, que obtuvo menos de cuanto reclamaban los nacionalistas. Estos últimos fueron quienes crearon el mito de la «victoria mutilada».6 Sin embargo, sólo una minoría de veteranos lo adoptó y se movilizó para rescatar la victoria: en los primeros comicios políticos de la posguerra, celebrados en noviembre de 1919, gran parte de los italianos premió al par­tido socialista y al partido popular de inspiración católica fundado por Luigi Sturzo en enero de 1919, esto es, los dos partidos de masas que representaban a gran parte de los italianos contrarios a la guerra y a amplios sectores de la población italiana que durante mucho tiempo habían sostenido su hostilidad contra el Estado liberal. 7

Cuando comenzó la paz, Italia se vio en una situación de guerra civil entre dos formaciones contrapuestas, inflamadas de fanatismo político, que combatían violentamente entre sí como enemigos inconmovibles: por una parte, los veteranos que habían sido intervencionistas y se consideraban los defensores de la victoria, y por la otra los socialistas, que condenaban la guerra, escarnecían a los veteranos, despreciaban los ideales nacionales y querían hacer una revolución proletaria e internacionalista según el ejemplo de la revolución de Lenin.8 A volver más frecuente el recurso a la violencia en la lucha política contribuyó el recrudecimiento de la lucha de clases, causado por la grave crisis económica de posguerra, que día a día provocó protestas, agitaciones y huelgas organizadas por los socialistas, a menudo acompañados por hechos de violencia y cruentos choques con la fuerza pública. (…)

El acostumbramiento a la brutalidad del combate, la familiaridad con el peligro y con la muerte, el desprecio por la vida humana, adquiridos durante la guerra por millones de hombres en el frente, habían distendido los frenos inhibitorios del uso de la violencia. (…)

Un hombre y un periódico
A la expansión de la violencia en la lucha política hicieron un especial aporte los veteranos de la Gran Guerra, como los futuristas y los arditi,9 que se consideraban la vanguardia de una nueva Italia surgida de la experiencia de las trincheras, que reclamaba el derecho a realizar una «revolución italiana», tal como la denominaban, combatiendo a los «enemigos internos» de la nación, esto es, a todos aquellos que habían condenado la guerra y profesaban ideologías socialistas e internacionalistas. Entre los partidarios de la «revolución italiana» se contaba Benito Mussolini. 10

De temperamento rebelde y violento, animado por una fortísima ambición, periodista de gran talento y orador de gran eficacia, Mussolini había aparecido de improviso en la escena política italiana en 1912, cuando con sólo veintinueve años había recibido el nombramiento como director del Avanti!, en tanto exponente de la corriente revolucionaria que ese año había asumido la conducción del partido socialista. Durante dos años, Mussolini incitó al proletariado a la lucha revolucionaria para abatir al Estado burgués. Internacionalista y antimilitarista, al inicio del conflicto europeo había tomado partido de inmediato por la neutralidad absoluta; pero en los primeros meses de guerra, después de fracasada la Internacional Socialista y de la adhesión de casi todos los partidos socialistas al patriotismo nacional, Mussolini se convirtió al intervencionismo, convencido de que la guerra sería la oportunidad para derrotar al autoritarismo y al militarismo de los imperios centrales y para promover la revolución social en Europa. En procura de sostener la campaña intervencionista, en octubre de 1914 renunció a la dirección del Avanti! y fundó un periódico propio, Il Popólo d’Italia; y por este motivo se produjo su expulsión del partido socialista: después de ser durante dos años el ídolo de las masas proletarias y de los jóvenes revolucionarios, para sus compañeros de partido Mussolini se volvió el «traidor» vendido al capitalismo por ambición personal.

Con su periódico, Mussolini fue un protagonista durante las violentas agitaciones intervencionistas en mayo de 1915 para inducir al gobierno a declarar la guerra a Austria. Una vez entrada en guerra Italia, llamado a las armas y enviado al frente, se comportó como buen soldado, mereciendo la promoción a teniente. Después de que lo pasaron a retiro en 1917 a causa de las heridas provocadas por la explosión accidental de un mortero, Mussolini siguió respaldando la guerra, al pedir, en especial después de la derrota de Caporetto, una dictadura militar para arribar a la victoria. Durante la guerra se produjo su definitivo alejamiento del socialismo, suplantado por un vago nacionalismo revolucionario, centrado en la idea de que en las trincheras se había formado una nueva aristocracia, la «trincerocrazia [trincherocracia]», destinada a gobernar Italia. El 1º de agosto de 1918, en el cabezal de Il Popólo d’Italia, el subtítulo Quotidiano socialista [diario socialista] fue reemplazado con Quotidiano dei combattenti e dei produttori [diario de los combatientes y de los productores].

Terminada la guerra, Mussolini se vio sin seguidores. Por ende, intentó hacer de su periódico el portavoz de los excombatientes. Dicho intento no tuvo éxito, porque a la iniciativa adhirieron sólo pocos veteranos provenientes del intervencionismo revolucionario, los futuristas y los arditi, con los cuales formó coalición para retomar la acción política en la Italia de posguerra.11 El 16 de noviembre de 1918, apenas doce días después de terminada la guerra, Mussolini y los arditi ya eran señalados por la policía como responsables de «turbios sucesos», «primeras vislumbres de una próxima revolución». “Benito Mussolini en Milán crea indudablemente desorden, él en todas las ocasiones habla claro, él casi siempre está acompañado por sus secuaces, por mutilados, por militares de todas las armas, por oficiales y arditi, los cuales constantemente amenazan, puñales en mano, a todos aquellos que consideran enemigos internos de la patria, y con dicha excusa de alto patriotismo están cometiendo en esta ciudad acciones violentas de toda suerte. (…) Los arditi también van armados con nudosos bastones, brindan un espectáculo espeluznante, porque amenazan a honestos ciudadanos que nada tienen que ver con la política y por tanto dichos arditi empiezan a volverse antipáticos para la población. En Milán en todas las tiendas, en los puntos de encuentro y dondequiera, se habla de revolución y de república.” 12

Los fasci di combattimento
En términos políticos Mussolini era un hombre aislado cuando el 23 de marzo de 1919 decidió fundar los fasci di combattimento en Milán, durante una reunión en la cual participaron unas cincuenta personas, intervencionistas y veteranos provenientes de la izquierda revolucionaria o republicana. Al nacer, ese nuevo movimiento pasó casi inadvertido, y el único periódico que se refirió profusamente a él fue Il Popolo d’Italia. Tan sólo a partir del 15 de agosto el movimiento fascista tuvo su propio semanario, Il Fascio, que por divisa unía no un fascio littorio [haz lictorio] sino un puño cerrado que aferraba un ramillete de espigas.13

En los designios de Mussolini, el fascismo debía ser un movimiento temporario, un «antipartido» de excombatientes que querían accionar para defender la victoria y combatir al socialismo. El fascismo se proclamaba republicano y anticlerical, proponía un programa de radicales reformas institucionales, económicas y sociales. Los fascistas despreciaban los partidos políticos y el Parlamento, querían abolir el Senado y suplantar con técnicos a los diputados, exaltaban el activismo de las minorías y respaldaban las reivindicaciones expansionistas de Italia.

Junto con los futuristas y los arditi, que se contaron entre los fundadores de los fasci, el fascismo se atribuyó la conducción de la revolución italiana para llevar al poder a los hombres que habían querido y hecho la guerra.14 (…)

Poco numerosos, de inmediato los fascistas se hicieron notar por el uso de la violencia. Su primera expresión fue la destrucción de la sede del Avanti! en Milán, el 15 de abril.15 “Para nosotros la guerra no ha cesado -afirmaba Il Fascio el 6 de septiembre de 1919-. A los enemigos externos los sucedieron los enemigos internos [….] por una parte los verdaderos italianos, amantes de la grandeza de la patria; por la otra los enemigos de aquélla, los cobardes que atentan contra tal grandeza y premeditan su destrucción. […] ¡La acción directa es lo que hace falta: la acción enérgica, decidida, valerosa! Y es a nosotros, intervencionistas de la primera hora, a quienes compete esta sagrada tarea.”

Un cadáver político
Durante más de un año, los fasci di combattimento no consiguieron prosélitos, ni siquiera entre los veteranos, que en su mayoría adhirieron a la Associazione Nazionale Combattenti, de orientación democrática.16 El propio fundador del fascismo no tenía expectativas acerca de un futuro para su movimiento, y dejó a otros el cargo de secretario general de los fasci, para figurar sólo como Integrante de la Junta Ejecutiva con tareas de propaganda.17 En ese período, la mayor fascinación entre los fascistas y entre los distintos grupos de veteranos propiciadores de una revolución italiana la ejercía Gabriele D’Annunzio, que el 12 de septiembre de 1919 con sus legionarios había ocupado la ciudad de Fiume para reivindicar su anexión a Italia.18 En los comicios políticos de noviembre de 1919, los fasci sufrieron una completa derrota. Mussolini tuvo menos de 5000 votos. El día después de las elecciones, el Avanti! publicó la noticia de que en las aguas de un canal se había hallado el cuerpo de Mussolini en avanzado estado de putrefacción, y los socialistas milaneses escenificaron un funeral farsesco para el cadáver político.

A finales de 1919, en Italia existían 37 fasci con 800 inscriptos. En las arcas de los fasci no había dinero para imprimir afiches.19 Il Popólo d’Italia perdía lectores. Y mientras en el mundo de los veteranos seguía refulgiendo el astro D’Annunzio, la estrella de Mussolini estaba mortecina y el movimiento fascista languidecía. Deprimido y aislado, Mussolini terminó 1919 escarneciendo al Parlamento y la política, proclamó su desprecio por «todos los cristianismos, desde el de Jesús hasta el de Marx», y cantó loas al paganismo y a la anarquía del individuo.20Por un instante, pensó en vender su periódico y dejar la política…(…) Sin embargo, el instante de renuncia pasó muy pronto. (…)

Mussolini se aprestó a retomar la lucha política desplazándose hacia la derecha. En el segundo congreso nacional de los fasci di combattimento, celebrado en Milán en mayo de 1920, se dejó de lado el programa radical, republicano y anticlerical. El fascismo se presentó como defensor de la burguesía productora y del capitalismo contra cualquier experimento de revolución social. Sin embargo, esto no bastó para relanzar el movimiento. Durante 1920 entero, el fascismo permaneció «en vía muerta», como dijo Mussolini.21 Y siguió navegando sin rumbo, sin saber adónde ir, mientras en Italia triunfaba el partido socialista.

Triunfan los enemigos internos
En el decimosexto congreso nacional del partido socialista, celebrado en Bolonia en octubre de 1919, la mayoría maximalista adoptó un programa revolucionario que tomaba inspiración en la revolución bolchevique, saludada como «el más fausto acontecimiento en la historia del proletariado».22 El nuevo estatuto afirmaba que «la conquista violenta del poder político por parte de los trabajadores deberá marcar el traspaso del poder mismo de manos de la clase burguesa a las de la clase proletaria, instaurando así el régimen transitorio de la dictadura del proletariado todo». Los maximalistas comenzaron a organizar las herramientas para la revolución. (…)…el partido socialista ejercía un dominio casi indiscutido sobre la vida política y sobre la actividad económica en gran parte de las provincias de la llanura padana, imponiendo a los propietarios, con métodos vejatorios, la obligación de tomar trabajadores y otorgar aumentos salariales y condiciones contractuales que reducían sus ganancias. (…)

En los comicios políticos de 1919, el PSI obtuvo casi dos millones de votos y 156 diputados, volviéndose la primera mayoría en el Parlamento italiano, seguido por el partido popular, que obtuvo otros 100. (…)

Durante el «bienio rojo», en 1919-1920, la violenta deflagración del fa­natismo político y de la lucha de clases hizo que Italia pareciese un país al borde de la guerra civil. «Después de leer los diarios de esta mañana estoy como atrapada en una pesadilla roja por obra de la guerra civil que se insinúa en Italia entera», escribía el 4 de mayo de 1920 la socialista Anna Kuliscioff a su compañero Filippo Turati, uno de los fundadores del partido socialista y principal exponente de la corriente reformista que se oponía a la política revolucionaria de los maximalistas: «Socialistas dan muerte a católicos, en Romagna pugilatos entre socialistas y republicanos, en Liguria bataholas entre socialistas y anarquistas, y en todas partes muertos y heridos en conflictos sangrientos con integrantes de la Guardia Regia y carabineros […] la verdad es que se va a pasos agigantados hacia un cataclismo. […]».23(…)

Movilización antisocialista
Después de la derrota electoral, el fascismo acentuó su organización militar.24 (…)…desde mediados de 1920 las escuadras fascistas empezaron a destruir las organizaciones socialistas y proletarias. La iniciativa partió del fascio de Trieste, donde en mayo se habían constituido varias escuadras de ex militares y de oficiales… (…) Liderados por el toscano Francesco Giunta, el 13 de julio los escuadristas triestinos asaltaron e incendiaron el edificio de Hotel Balkan, sede del centro cultural y político esloveno.25 Una semana más tarde, en Roma, los fascistas se unieron a los nacionalistas que para vengar el asesinato de un compañero suyo incendiaron los talleres donde se imprimía el Avanti! Mussolini justificó el incendio como «una lógica y legítima represalia contra los predicadores cotidianos de la violencia».26 (…)

La primera ofensiva escuadrista a gran escala fue lanzada por los fascistas a finales de 1920, después de que en el país se activase una movilización de burgueses y de sectores medios antisocialistas, en coincidencia con la ocupación de las fábricas en septiembre, que en algunas ciudades, como Turín, pareció ser el preludio de un movimiento revolucionario, con las guardias rojas armadas que custodiaban las fábricas ocupadas. Hubo algunos despiadados episodios de violencia por parte de los ocupantes, como el asesinato de un empleado de la Fiat, voluntario durante la guerra y nacionalista, y de un guardia penitenciario de veinte años de edad.27 La ocupación de las fábricas no tenía finalidades revolucionarias, pero de todos modos causó gran temor en la burguesía, que se sentía amenazada por una inminente revolución bolchevique, mientras el Estado liberal parecía ausente o impotente. (…)

La ocasión para la reacción antisocialista fueron los comicios administrativos que se desarrollaron el 31 de octubre y el 7 de noviembre. Candidatos liberales, democráticos, nacionalistas y fascistas se presentaron unidos en bloques electorales, diversamente denominados «nacionales», «patrióticos», «antibolcheviques», patrocinados por Giolitti, que en junio de 1920 volvió a la dirección del partido. Los bloques antisocialistas obtuvieron el 56 por ciento de los votos, adjudicándose 33 de 69 consejos provinciales y 4655 de 8346 ayuntamientos, entre los cuales se contaban grandes ciudades, como Venecia, Génova, Florencia, Roma, Nápoles, Bari y Palermo. El partido popular obtuvo la mayoría en 1613 municipios y 10 consejos provinciales. También el partido socialista tuvo un notable resultado, si bien inferior respecto de los comicios políticos, obteniendo la mayoría en 26 consejos provinciales y en 2022 ayuntamientos… (…)28

El buen éxito electoral reavivó la inflamada retórica revolucionaria de los maximalistas elegidos para dirigir municipios y provincias: aquéllos anunciaron -tal como hicieron en Bolonia, donde poseían la mayoría absoluta- que usarían las instituciones del Estado burgués para combatirlo desde dentro hasta ocasionar su derrumbe y ruina».29 En lugar del pabellón tricolor, en las sedes de los municipios y de los consejos provinciales flameaba la bandera roja, y las autoridades gubernamentales no se atrevían a intervenir para evitar consecuencias violentas. (…)

La hora del fascismo
Pese al buen éxito electoral y los tonos triunfalistas, el conspicuo poderío del partido socialista estaba minado en su interior por las ásperas divisiones entre maximalistas, reformistas y comunistas, que ya pensaban en la escisión: esta se produciría en enero del año siguiente. (…)

Mussolini comprendió que había llagado el momento oportuno para relanzar el fascismo. El partido socialista había entrado en el tramo descendente de su parábola, debido al agotamiento de su inconcluyente política revolucionaria sin revolución y a los conflictos internos encaminados a producir escisiones. En ese mismo período también estaba llegando a su ocaso el astro dannunziano, que hasta entonces había opacado a Mussolini y al fascismo. La aventura del poeta en Fiume estaba cercana a su fin, porque Giovanni Giolitti, vuelto al gobierno en junio de 1920, se disponía a firmar con el gobierno yugoslavo un acuerdo para resolver la cuestión de Fiume. Desde hacía tiempo, Mussolini había tomado distancia de D’Annunzio, aunque sus palabras expresasen fidelidad a la empresa de éste. (…)

Mussolini se apuró a capturar el instante huidizo ofrecido por la movilización antisocialista para hacer que el fascismo saliera de vía muerta. Todavía el 3 de julio había repetido que el fascismo «no quiere ‘durar’ más allá del tiempo necesario para cumplir la tarea que se fijó de antemano».30 El fascismo había proseguido su navegación sin rumbo, teniendo por única brújula el principio del «caso por caso», principio «esencialmente fascista», tal como afirmaba Mussolini el 26 de agosto.31 Y una vez más declaraba a los fascistas cremoneses el 5 de septiembre: «Somos una minoría y no nos proponemos ser muchos. […] Somos una formación de combate y somos también los gitanos de la política italiana».32 En el momento de los comicios administrativos, Mussolini decidió no participar en los correspondientes a Milán, para evitar afrontar otra derrota, y justificó la abstención diciendo que el fascismo «bajo ningún aspecto» era «un movimiento político en sentido electoral», sino un movimiento que había «surgido como una reacción contra la degeneración bolchevique del PUS”, y se había afianzado «por medio de tiros de revólver, incendios y destrucciones. (…) El fascismo no es una reunión de políticos, sino de guerreros». 33

Para relanzar su movimiento, Mussolini fue hábil en confeccionar para ellos nuevo ropaje ideológico y una nueva imagen. Acentuó la orientación hacia la derecha, al sostener que el fascismo era el más activo y agresivo movimiento de defensa de la burguesía productiva. Adoptó una actitud respetuosa hacia el catolicismo… (…) Por último, acentuó las ambiciones expansionistas del fascismo, presentándolo como expresión de un renovado orgullo italiano y de una moderna inmunidad, la vanguardia de una Italia nueva que ambicionaba llevar a cabo, como dijo en Trieste el 20 de septiembre, «otra tarea universal» siguiendo la estela de la tradición universal de la Roma de la antigüedad y del cristianismo.34 Asociado al mito de la romanidad, para Mussolini el fascismo dejaba de ser un gitano de la política, que vivía al día, y se erigía en el rango de «típica creación del pueblo italiano», un movimiento con sólidas raíces «en el surco de la historia italiana», que respondía «al oscuro instinto de las grandes masas populares». 35 Con este nuevo ropaje ideológico, Mussolini predispuso al fascismo para aprovechar la oportunidad del buen resultado electoral burgués y situarse en la conducción de la reacción antisocialista.

¡Y sea guerra civil!
«L’ora nostra» fue el título de un artículo publicado el 14 de octubre, con el cual Mussolini anunciaba que el fascismo estaba «en un período de pleno, prometedor, prodigioso desarrollo» por «generación espontánea».36 En los días siguientes, durante los actos organizados por el partido socialista para las víctimas políticas y en defensa de la Rusia soviética, el fascismo aprovechó la oportunidad para lanzar una ofensiva escuadrista.37 (…)

Fueron una vez más los escuadristas triestinos quienes iniciaron la ofensiva, el 14 de octubre: durante una manifestación a favor de Rusia, los fascistas se enfrentaron con los manifestantes, y después de que fuese herido un fascista emprendieron el asalto con armas y bombas a la sede del diario comunista Il Lavoratore y la incendiaron. (…)

La guerra civil antisocialista fue iniciada por los fascistas en Bolonia el 20 de noviembre. En los meses previos, la provincia de Bolonia había sido escenario de una muy dura lucha entre la Federazione del Lavoratori della Terra y la Associazione Agraria Bolognese por la renovación de los pactos agrícolas. Hubo una huelga que duró diez meses, perjudicando la economía de la provincia. Forzados a aceptar las condiciones impuestas por la Federterra, los agrarios maquinaron el propósito de reaccionar. En los comicios administrativos, los socialistas boloñeses habían conquistado la mayoría absoluta en el ayuntamiento, y el 21 de noviembre, para la instalación del nuevo consejo, habían organizado una gran manifestación frente al Palazzo d’Accursio. El día anterior, los fascistas habían repartido un volante en el cual aconsejaban permanecer en casa: «En las calles de Bolonia debe haber sólo fascistas y bolcheviques. ¡Será la prueba [que superar]! ¡La gran prueba en nombre de Italia!». Cuando el alcalde se asomó al balcón flanqueado por banderas rojas ante una cuantiosa multitud, un grupo de fascistas quebró el cordón de seguridad y se mezcló con el gentío disparando tiros de revólver. Mientras estallaba el pánico entre la multitud, desde el palacio se arrojaron algunas bombas que mataron a algunas personas e hirieron a más de cincuenta. A la vez, en el recinto del Consejo caía a balazos de pistola un consejero nacionalista que había sido mutilado en la guerra.38 El gobierno decidió disolver el consejo comunal y nombrar un comisario prefecticio. Los fascistas boloñeses, protestando ser víctimas de una agresión, dieron inicio a la represalia. «Desde ese día en Bolonia y en la provincia -escribía el prefecto a comienzos de 1921- tiene que lamentarse una serie de hechos e incidentes, triste consecuencia de la lucha emprendida y que desgraciadamente aún no da señales de tener fin. Y el ejemplo de Bolonia encuentra imitadores bien dispuestos en todas las ciudades de Emilia, y en muchos otros centros importantes de Italia.»39

El 20 de diciembre, en Ferrara, durante una manifestación fascista contra la administración socialista, resultaron asesinados tres fascistas y un socialista. Las asociaciones de mutilados, de veteranos, de propietarios, comerciantes y cuentapropistas se unieron a los fascistas, al partido popular y a los nacionalistas para enviar al gobierno un telegrama de protesta contra el partido socialista. La minoría del Gabinete de Ministros renunció reclamando la renuncia de la administración roja.76 A partir de ese momento, Ferrara se volvió un nuevo centro propulsor de la ofensiva escuadrista, desencadenada contra las organizaciones obreras de la provincia. Simultáneamente, la ofensiva escuadrista estalló en otras provincias y regiones de la llanura padana, en el Véneto, en Toscana, Umbría y Puglia, sin que nadie la hubiese previsto, ni siquiera el fundador de los fasci di combattimento, que desde Milán asistía a la veloz expansión de un movimiento sustancialmente nuevo, aunque en nombre y símbolos se remitiese al movimiento que él había fundado en marzo de 1919. En pocos meses, con la oleada de la ofensiva escuadrista, los gitanos de la política se transformaron en movimiento de masas, que prosiguió la guerra civil eligiéndose como milicia de la nación.

Referencias:

1 Cfr. G. Guy-Grand, La démocratie et l’après guerre, París, Garnier Frères, 1922.
2 B. Mirkine-Guetzévitch, Les Constitutions de l’Europe nouvelle, París, Delagrave, 1930, pág. 11.
3 Ibídem, pág. 15.
4 Cfr. C. Maier, La rifondazione dell’Europa borghese. Francia, Germania e Italia nel decennio successivo alla prima guerra mondialeBarí, De Donato, 1979, pp. 23 ss. [ed. orig.: Recasting Bourgeois Europe: Stabilization in France, Germany and ltaly in the Decade After World War I, Princeton University Press, 1975]; G. L. Mosse, Le guerre mondiali dalla tragedia al mito dei caduti, Roma-Bari, Laterza [ed. orig.: Fallen Soldiers: Reshaping the Memory of the World Wars, Oxford University Press, 1990]; M. Mazower, Le ombre dell’Europa, Milán, Garzanti, pp. 17 ss. [ed. orig.: Dark Continent: Europe’s Twentieth Century, Nueva York, Knopf, 1998].
5 Cfr. R. Gerwarth, J. Horne (eds.), War in Peace: Paramilitary Violence in Europe after the Great War, Oxford University Press, 2012.
6 Cfr. G. Salvemini, Le origini del fascismo in Italia. Lezioni di Harvard,ed. al cuidado de R. Vivarelli, Milán, Feltrinelli, 1979, págs. 31-33.
7 Cfr. E. Gentile, Fascismo e antifascismo.  I partiti italiani fra le due guerre, Florencia, Le Monnier, 2000, pág. 26 y siguientes.
8 Cfr. F. Fabbri, Le origini della guerra civile. L’Italia della Grande Guerra al fascismo (1918-1921), Turín, UTET, pág. 11 y siguientes.
9 Cfr. E. Gentile, Storia del partito fascista. 1919-1922. Movimento e milizia, Roma-Bari, Laterza, 1989, pp. 471-476.
10 Cfr. R. De Felice, Mussolini il rivoluzionario 1883-1920, Turín, Einaudi, 1965.
11 Cfr. F. Cordova, Arditi e legionari dannunziani, Padua, Marsilio, 1969; G. Rochat, Gliarditi della grande guerra. Origini, battaglie, miti, Milán, Feltrinelli, 1981.
12 ACS, MI, DGPS, cat. C2, 1919, b. 124.
13 Cfr. Gentile, Storia del partito fascista. 1919-1922. Movimento e miliziaRoma-Bari, Laterza, 1989, pág. 33
14 De Felice, Mussolini il rivoluzionario, op. cit., pág. 419 y siguientes.; Gentile, Storia del partito fascista, op. cit., pág. 3 y siguientes.
15 Cfr. A. Lyttelton, La conquista del potere. Il fascismo dal 1919 al 1929, Roma-Bari, Laterzaa, 1974, pág. 83 y siguientes. [ed. orig.: The Seizure of Power. Fascism in Italy 1919-1929, Londres, Weidenfeld and Nicolson, 1973].
16 G. Sabbatucci, I combattenti nel primo dopoguerra,Roma-Bari, Laterza, 1974.
17 Cfr. E. Gentile, Fascismo. Storia e interpretazione, Roma-Bari, Laterza, 2003, pág. 133.
18 Cfr. M. Ledeen, D’Annunzio a Fiume,Roma-Bari, Laterza, 1975; R. De Felice, D’Annunzio político. 1918-1938,Roma-Bari, Laterza, 1978; A. Ercolani, Da Fiume a Rijeka. Profilo storico-politico dal 1918 al 1947,Soveria Mannelli, Rubbettino, 2009, pág. 95 y siguientes.
19 C. Rossi, Mussolini com’era,Roma, Ruffolo, 1947, pág. 88.
20 Mussolini, Opera Omnia,t. XIV, págs. 193-194.
21 Rossi, Mussolini com’eraop. cit., pág. 87.
22 Il Partito Socialista Italiano nei suoi Congressi, III, 1917-1926, vol. al cuidado de F. Pedone, Milán, Edizioni Avanti!, 1963, pág. 45 y siguientes; cfr. G. Sabbatucci, «I socialisti e la crisi dello Stato liberale in Italia (1918-1926)», en Storia del socialismo italiano, publicada bajo la dirección de G. Sabbatucci, t. III: Guerra e dopoguerra (1914-1926), Roma, II Polígono, 1980, pág. 171 y siguientes.
23 F. Turati, A. Kuliscioff, Carteggio, compilado por A. Schiavi, ed. Al cuidado de F. Pedone, vol. V, Turín, Einaudi, 1977, págs. 469-470.
24 Cfr. Il Fascio, ed corresp. al 17 de abril de 1920.
25 Cfr. M. Cataruzza, L’Italia e il confine orientale: 1886-2006, Bolonia, Il Mulino, 2007, págs. 141-145; A. Vinci, Sentinelle della patria. Il fascismo al confine orientale 1918-1941, Roma-Bari, Laterza, 2011, págs. 78-86; F. Fabbri, Le origini della guerra civile. L’Italia della Grande Guerra al fascismo (1918-1921), Turín, UTET, 2009, págs. 245-247.
26 Mussolini, Opera Omnia, t. XV, pág. 108, Cfr. Fabbri, Le origini della guerra civileop. cit., págs. 245-247.
27 Ibídem, págs. 274 y siguientes.
28 Sabbatucci, I socialist nella crisi dello Stato liberaleop. cit., pág. 245.
29 Cit. en B. Della Casa, “Il movimiento operaio e socialista a Bologna dall’occupazione delle fabbriche al Patto di pacificazione”, en Movimiento operaio e fascismo nell’Emilia-Romagna 1919-1923, Roma, Editori Riuniti, 1973, pág. 20.
30 Mussolini, Opera Omnia, t. XV, pág. 76.
31 Ibídem, pág. 196.
32 Ibídem, pág. 183.
33 Ibídem, págs. 260-263.
34 Ibídem, págs. 217-218. Acerca de la nueva romanidad fascista, cfr. E. Gentile, Fascismo di pietra, Roma-Bari, Laterza, 2007, pág. 33 y siguientes.
35 Ibídem, págs. 272-273.
36 Ibídem, págs. 258-259.
37 Fabbri, Le origini della guerra civile, op. cit., págs 307 y siguientes.
38 Cfr. N.S. Onofri, La strage di Palazzo d’Accursio. Origine e nascita del fascismo bolognese 1919-1920, Milán, Feltrinelli, 1980, pags. 252-289; Fabbri, Le origini della guerra civile, op. cit, págs 349 y siguientes.
39 ACS, MIDGPS, CA, 1921, cat. G1, FASC. “Fasci di combattimento. Bologna”

Fuente: www.elhistoriador.com.ar