Fuente: Arlt, Roberto, Los Lanzallamas en Obra Completa, Novelas, Cuentos I, Buenos Aires, Ediciones Omeba, 1981, págs. 367-369.
El abogado se ha tomado una rodilla entre las manos y con la cabeza tan inclinada que el mentón se apoya en su pecho escucha atentamente, mirando la deformada punta de su zapato casi deslustrado.
¿Cuál es el sistema, querido doctor? El siguiente: los bancos y empresas financieras organizan revoluciones en las cuales, prima facie, aparecen lesionados los intereses norteamericanos. Inmediatamente se produce una intervención armada bajo cuya tutela se realizan elecciones de las que salen elegidos gobiernos que llevan el visto bueno de Norteamérica; estos gobiernos contraen deudas con los Estados Unidos, hasta que el control íntegro de la pequeña república cae en manos de los bancos. Estos bancos, revise usted la teneduría de libros de la América Central, son siempre el Citybank, la Equitable Trust, Brown Brothers Company; en el Extremo Oriente nos encontramos siempre con la firma de J.P. Morgan y Cía. Nicaragua ha sido invadida para defender los intereses de Brown Brothers Company. Cuando no es la Standard Oil es la Huasteca Petroleum Co. Vea, aquí, a un paso de nosotros, tenemos a un Estado atado de pies y manos por Estados Unidos. Me refiero a Bolivia. Bolivia, por un empréstito efectuado en 1922 de 32 millones de dólares, se encuentra bajo el control del gobierno de los Estados Unidos por intermedio de las empresas bancarias Stiel and Nicolaus Investment Co., Spencer Trask and City y la Equitable Trust Co. Las garantías de este empréstito son todas las entradas fiscales que tiene el gobierno, controladas por una Comisión Fiscal Permanente de tres miembros, de los cuales dos son nombrados por los bancos y un tercero por el gobierno de Bolivia.
Con los brazos cruzados sobre su blusón el Astrólogo se ha detenido frente al abogado, y moviendo la cabelluda cabeza insiste como si el otro no lo pudiera comprender:
—¿Se da cuenta?… por treinta y dos millones de dólares. ¿Qué significa esto? Que un Ford o un Rockefeller, en cualquier momento podrían contratar un ejército mercenario que pulverizaría un estado de los nuestros.
—Es terrible lo que usted dice.
―Más terrible es la realidad…El pueblo vive sumergido en la más absoluta ignorancia. Se asusta de los millones de hombres destrozados por la última guerra, y a nadie se le ocurre hacer el cálculo de los millones de obreros, de mujeres y de niños que año tras año destruyen las fundiciones, los talleres, las minas, las profesiones antihigiénicas, las explotaciones de productos, las enfermedades sociales como el cáncer, la sífilis, la tuberculosis. Si se hiciera una estadística universal de todos los hombres que mueren anualmente al servicio del capitalismo, y al capitalismo lo constituyen un millar de multimillonarios, si se hiciera una estadística, se comprobaría que sin guerra de cañones mueren en los hospitales, cárceles, y en los talleres, tantos hombres como en las trincheras, bajo las granadas y los gases.(…) Piense usted, querido amigo, que en los tiempos de inquietud las autoridades de los gobiernos capitalistas, para justificar las iniquidades que cometen en nombre del Capital, persiguen a todos los elementos de oposición, tachándolos de comunistas y perturbadores. De tal manera, que puede establecerse como ley de sintomatología social que en los períodos de inquietud económico-política los gobiernos desvían la atención del pueblo del examen de sus actos, inventando con auxilio de la policía y demás fuerzas armadas, complots comunistas. Los periódicos, presionados por los gobiernos de anormalidad, deben responder a tal campaña de mentiras engañando a la población de los grandes centros, y presentando los sucesos de tal manera desfigurados que el elemento ingenuo de la población se sienta agradecido al gobierno de haberlo librado de lo que las fuerzas capitalistas denominan «peligro comunista”.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar