Lucio Mansilla y el fin de la República de Entre Ríos


Hacia 1820, tras diez años de guerra independentista, cuando las luchas contra los realistas tenían lugar mayormente en el Alto Perú, las provincias del Río de la Plata aparecieron definitivamente, tras los ordenamientos internos, como nuevos factores de la vida nacional. Entre ellas y con el gobierno de Buenos Aires, se firmaron pactos, se adquirieron compromisos, se delimitaron territorios. Quizá el primer pacto en este sentido fuera el de Pilar, firmado el 23 de febrero de 1820, entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, que ponía límites a las pretensiones de la primera y llamaba a conformar una federación de provincias, estableciendo asimismo el fin del proyecto artiguista.

Pero hacia mediados de 1821, la situación se mantenía tensa y la paz, principalmente en la zona litoraleña, no llegaba. Francisco Ramírez, antiguo seguidor de Artigas, había proclamado en septiembre de 1820 la República de Entre Ríos, que contenía también a las actuales Misiones y Corrientes. Su intensa experiencia duró hasta que fue derrotado y muerto en julio de 1821. Sus sucesores intentaron continuar el proceso, para lo cual deberían entrar en duras negociaciones con Santa Fe y con Buenos Aires.

Ni Estanislao López, antiguo aliado, ni Martín Rodríguez, siempre enemigo, consentían el proyecto entrerriano. Para ponerle límites, ambos gobernadores firmaron, el 22 de agosto, un acuerdo en San Nicolás de los Arroyos. Exigían la división de Misiones y Corrientes, el desarme de tropas, devolución de buques y armamento a Buenos Aires y permitir la libertad de navegación. Ofrecían a cambio la devolución de prisioneros y el cese de las hostilidades.

Las bases no llegaron a ser firmadas por Entre Ríos, cuando un mes más tarde, el coronel Lucio Mansilla se sublevó con sus tropas de Paraná y ocupó el gobierno, bajo acuerdo con López y las fuerzas porteñas, y en diciembre, tras expulsar a los seguidores de Ramírez, fue electo gobernador. El Tratado del Cuadrilátero, de enero de 1822, fue el pacto que estableció una paz, si no definitiva, al menos transitoria, buscando una base de acuerdos que permitiera enfrentar una posible invasión luso-brasilera. Dicho acuerdo no contenía ya ni siquiera la palabra federación.

En la fecha de la firma del Acuerdo de San Nicolás, sellado entre López y Rodríguez, que estableció las bases de la disolución de la experiencia de la República de Entre Ríos, recordamos las palabras de Lucio Mansilla, en su arenga posterior a la expulsión y persecución de los seguidores de Ramírez, entre ellos, Ricardo López Jordan (padre), medio hermano del caudillo entrerriano. Mansilla asumió como gobernador y fustigó –desde una óptica netamente liberal- a quien consideraba un “tirano”, en los años iniciales de las luchas entre federales y unitarios.

Fuente: Adolfo Saldías, Historia de la Confederación. Rozas y su época, Editor Félix Lajuane, 1892, Tomo I, p. 167.

«Poco queda que hacer al magistrado de un pueblo que quiere ser libre, y que respeta la autoridad, obedece las leyes, se anima a la industria y al trabajo, y marcha por el orden a la abundancia y a la felicidad. En un pueblo libre sólo debe hacerse ver la razón y el convencimiento; y la gratitud de nuestros conciudadanos, el recuerdo de una posteridad que bendiga nuestros nombres, debe obrar más en nuestros ánimos que toda distinción, o un temor servil propio únicamente de los esclavos. Yo espero, pues, que todos nos persuadiremos de que la época de la libertad es la época de la justicia, de la virtud, de la moderación, de la sabia economía, de las grandes acciones; que para restablecer el país a este estado, se necesitan algunos sacrificios; y que cada uno hará un esfuerzo por su parte, que auxilie las disposiciones del gobierno y le ahorre sensibles compromisos.”

 

Lucio Mansilla

Fuente: www.elhistoriador.com.ar